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La extraña desaparición del inspector Putain 2de3 (Inspector Arsène Putain II #6)

 EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS


LA EXTRAÑA DESAPARICIÓN
DEL INSPECTOR PUTAIN
SEGUNDA PARTE DE TRES

Café Stop & Go.
Última hora de la tarde.

Con paso decidido, las agentes de la ley se dirigen a una despreocupada Ayana Deschamps que está terminando de cuadrar a golpe limpio la caja registradora. Tras abandonar el último cliente el café, cuelgan el cartel de "Cerrado" tras suya. Ayana ajena a ello, está fumando, ajena a todo, aunque esté prohibido hacerlo en el local.

A pesar de anunciar por teléfono su visita al café, antes de cerrar, han omitido la razón de la visita. La muchacha sorprendida alza las cejas cuando Moloko le hace partícipe que el inspector Putain, un habitual del local, ha desaparecido hace una semana.

Es Ayana una espectacular joven africana de frondoso pelo afro rizado y largas manos de cuidadas uñas de colores. En Deschamps todo es voluptuosamente exagerado y sexual. Desde los rotundos silos atómicos que tiene por pechos -donde más de uno desearía terminar de criarse- hasta la lascivia de su redondeado culo africano. Su timbre de voz es algo más alto que las modositas parisinas, pero en perfecta consonancia con la pasión de las mujeres con raíces del continente negro.

—¿Nos hemos visto antes? Me suenas de algo.

—No lo creo. No me gusta el café —miente Nicole Moloko esgrimiendo una amplia sonrisa.

Sabe perfectamente que es mentira. Se acuerda perfectamente cómo la intoxicó para robar el cinturón de castidad de Mata Hari en el Louvre años atrás. Cuando aún era la criminal y escurridiza ladrona de guante blanco. Enfundada en su traje de látex y máscara de gas traía loco al inspector Putain con sus fechorías. Qué buenos tiempos, se relame Moloko mentalmente.

—¿Recuerda cuándo vio por última vez al inspector Putain? —pregunta Michelle Dupont, libreta en mano.

—A ti sí te recuerdo —la señala Ayana estrangulando el pitillo entre el índice y el dedo medio—. Eras la mosquita muerta de la ayudante de Arsène. La del Louvre y la que vino a verme meses después con la "motito"*.

—Inspectora Dupont, si no le importa. ¿Puede responder a la pregunta? —corrige Michelle libreta en mano, clavando la mirada en la barista. No puede dejar de alegrarse que la negra haya aumentado de talla de culo desde la última vez que la vio antes de irse destinada a Dover.

—Hace tiempo que Arsène y yo somos mucho más que amigos —matiza la muy tetona Srta. Deschamps dando largas caladas a su cigarrillo—. Cada viernes, poco antes de cerrar el negocio, se pasa por su "café especial". Le gusta negro y caliente, como servidora ¿sabes? Al poco rato, me embiste y follamos en la trastienda hasta altas horas de la madrugada. Me mete ese pollón blanco hasta el fondo. También le gusta el contraste que hacen sus estocadas en mi selva negra con su marfileña polla blanca. Como si él fuera un explorador europea descubriendo nuevas regiones africanas. A Arsène le gustan las mujeres de raza -no las paliduchas y estiradas europeas que pululan por París- y le gusta hacerlo sin goma. Y correrse dentro como un león. Esto es importante que lo resalte para qué se den cuenta del grado de intimidad que tenemos. El rey de la selva no pide permiso para comerse a la gacela, ¿lo entiendes verdad? 

Michelle voltea los ojos. Avergonzada de que Ayana la descubra baja la mirada y hace un garrapato en su libreta. En realidad, no está apuntando nada. Ayana, alias la fantástica, no dice más que gilipolleces. Que a Putain le guste hacerlo a pelo no es nada nuevo. Nicole, aburrida, carraspea y le ruega a Deschamps que continúe.

—Sus estocadas son tan violentas que tengo a mi pobre conejo desfondado y la polla de Putain denunciada a tres protectoras de animales. ¿Os digo los nombres y direcciones? Le encanta correrse dentro de mi fosco coño ¡Dónde hay pelo, hay alegría! Ahora las muchachas modernas se lo depilan todo o se dejan, como mucho, una diminuta pista de aterrizaje. Arsène está obsesionado con restregar su rabo sobre mi rizado vello púbico cuando no me rompe el culo a pollazo limpio. ¿Qué les voy a decir? Soy todo lo que le gusta de una mujer.

» Le vuelve loco sentir su volcánica y cremosa leche inundando mi interior. Y después ver como abandona su perlada lechada gota a gota perezosa mi coño. Le gusta el contraste blanco y negro —continúa Ayana mientras se enciende otro cigarrillo con el cadáver inclinado del anterior—. Después demanda su chupada de postre. Sólo eyacula con esa violencia conmigo. Lo sé. Esas cosas sólo lo saben las que han pasado por sus manos. O polla, Yo qué sé. Es hablar de él y me pongo cachonda.

Nicole Moloko como Michelle Dupont se miran y comparten un fugaz pensamiento "no sólo es muy puta sino, además, ingenua".

—Muchas gracias por sus extensas aclaraciones Srta. Deschamps que no nos interesan para nada, pero aún no ha respondido a la cuestión inicial. Entonces, ¿cuándo le vio por última vez?

—Hace cuatro días— se disculpa la barista —. Estaba empezando a estar preocupada. ¿Les he dicho que pensaba dejar su trabajo y fugarse conmigo a Marsella? Queremos tener muchos hijos. Me encantaría estar preñada todo el año. ¡Y jamás desatendería sus necesidades en ninguna circunstancia!

—¿Estaba al corriente de que tenía etiquetada ropa interior suya y de otras mujeres por fecha y nombre?

—No. No tenía ni idea.

—Muchas gracias por su tiempo Srta. Deschamps. Si recordase algún detalle más, por favor háganoslo saber— finaliza Moloko entregándole una tarjeta de visita con el número de una tienda de muebles de Lyon que quebró hace dos décadas.

Malhumoradas Michelle y Nicole abandonan el "Café Stop & Go". Coinciden que entrevistar a Ayana ha sido una total pérdida de tiempo. La fantasía de la africana no tiene límites. 

Es imposible que Putain quisiera tener descendencia habiéndose practicado la vasectomía hace tiempo. Queriendo ser más cool que nadie se ha descubierto ella sola. Arsène es muchas cosas, pero nunca promete lo que no puede cumplir. Además, tanto Dupont como Moloko están indignadas con qué seguridad y ligereza la barista afirmaba que los mejores polvos eran con ella.

—Mosquita muerta, ¿Dónde te hospedas? —pregunta Moloko viendo que el día toca a su fin— No me lo digas, en un hotel de las afueras de París con maquina vending rota en un pasillo mal iluminado. ¿He acertado? Seguro. Anúlalo. Te quedas en casa de mi madre. Tenemos habitaciones de sobra.

—Antes muerta que compartir contigo cuatro paredes —responde iracunda Michelle. Moloko tiene la habilidad de ponerla de muy mala hostia.

—Dime Michelle ¿Te has comido alguna vez un coño?

Dupont sorprendida por el hecho de que Moloko la llama por su nombre y por la indecorosa oferta baja avergonzada de nuevo la vista. Odia cuando la pillan desprevenida. Puta Moloko.

—Mosquita muerta, de hoy no pasa...

Dupont, con los ojos abiertos como platos, sólo consigue articular y balbucear palabras inteligibles.

—Es broma, me pone cachonda meterme contigo. No seas estirada y acepta una tregua, joder. Puta mosquita muerta.

* Arséne Putain y la habitación oculta


Palacio Familia Putova.
Por la noche.

En una ostentosa y recargada habitación de invitados de amplios ventanales, a punto de vencerla el sueño y, tras llamar a su novio asegurándole que le echa mucho de menos, Michelle recuerda como al poco de empezar su meritoriaje con Putain, una pista los había llevado al local swinger "Arabesque" en busca de Moloko.

Por supuesto Putain no le había avisado del hecho innegociable que había que ir ligeritos de ropa para acceder al local. Y una vez traspasadas las puertas de entrada, en un discreto vestidor, Putain le hizo entrega de un perfumado paquete con un lazo rosado. Contenía éste un conjunto de lencería tan diminuto que aparte de cubrir sus aureolas y su panocha dejaba poco a la imaginación, una máscara gatuna carmesí y un plug anal en forma de cola de gato.

A excepción del complemento anal que no "vio" oficialmente para mayor desilusión del inspector, Michelle se vistió con las prendas sin rechistar. Es una profesional. 

Al menos la máscara de gato evitaba mostrar sus pómulos enrojecidos por la vergüenza de ser reconocida. Él, en cambio, enfundado en botas de vaquero de piel de serpiente, un calzoncillo negro ajustadísimo y una máscara de luchador mejicano parecía estar más cómodo que un cochino en una charca.

Traspasadas las puertas, una exuberante mujer de mediana edad de largo cabello plateado hasta la cintura y traje de látex azul oscuro se le acercó sinuosa. Blanca como el mármol. Ojos negros intensos. Es la única con derecho a no llevar un antifaz. Eran sus pechos blancos como la leche donde sus contundentes pitones rojos resaltan como faros en la niebla. Su larga cabellera besa su redondeado trasero que el mismísimo Miguel Angel no hubiese podido esculpir mejor. Putain sabe de primera mano que incluso su vello púbico es de color albino. Una belleza eslava clásica, atemporal. Una reina entre insectos.

—Mira quién tenemos aquí de vuelta... ¿Qué tal estás Arsène? ¿O debería llamarte "El Falo de Alejandría"? —susurra la mujer con marcado acento ruso magreándole con suavidad el voluminoso paquete al inspector—. Material de primera. Dura y fiable como una AK-47. Nunca defraudas. ¿Quién es tu amiga? ¿No será tu novia? Y yo que me había hecho ilusiones con lo nuestro. Me rompes el corazón. Otra vez.

—Mi querida Jezabelle. Sabes que la única mujer al que le debo fidelidad es a la ciudad de París —responde Putain besándole gentilmente la mano—. Esta vez vengo por trabajo y no por placer. Te presento a mi ayudante Michelle Dupont, trabajamos juntos sin descanso en mantener las calles de París limpias de bellaquería e inmundicia criminal.

Michelle no cabe en su consternación. ¿Arsène es cliente habitual de este tugurio, de este lupanar? ¡Putain desde luego no escatima en sacrificios en pos de la justicia! La ciudad de la Luz le debería estar muy agradecido por su valerosa dedicación y, además, qué pollón tiene el amigo, parece palpitar.

Jezabelle los invita a tomar una copa sin dejar de magrearle el rabo, como si le diera cuerda al juguete de un niño, al inspector durante todo el trayecto a la barra. Michelle fascinada juraría que a cada segundo que pasaba, la mano de la rusa menguaba en comparación al miembro erecto del intachable inspector.

A pesar de ir su rostro oculto tras la máscara de cuero, las féminas del local reconocen al bravo inspector de inmediato -un pollón así no se ve todos los días- y no dudan en acercarse a saludarle entre risitas nerviosas. La más atrevida de ellas, una voluptuosa asiática en ligueros de nombre Salomé incluso se arrodilla frente a él sin mediar palabra dispuesta a chuparle la polla como si fuera el procedimiento habitual.

Jezabelle la fulmina con la mirada y la despacha con cajas destempladas dándola un puntapié en el culo llamándola perra en ruso; "¡Suka!".

Dupont toma las riendas de la conversación en parte para tener excusa para desviar la mirada de la entrepierna de su jefe y por otra parte, justificar su presencia.

—Tenemos pruebas fehacientes e irrefutables de que una mujer vestida con un traje látex ajustado -de un estilo curiosamente parecido al suyo- oculta tras una máscara de gas tiene planeado robar un objeto de su caja fuerte; La polla del Rey Midas. Ahora que lo pienso... No será usted Moloko ¿verdad?

—No, agente Dupont, yo no tengo por qué esconder mi identidad como Moloko. Pero creo que hoy lo van a tener muy difícil para dar con ella en el local —certifica Jezabelle sin parar de reír descorriendo las gruesas cortinas negras que dan acceso a la sala principal.

Nunca Michelle vio copular a tanta gente junta de una forma tan desinhibida y voraz, ni olvidaría el intenso olor del cuero impregnado de sudor de los participantes disfrazados. Los jadeos desenfrenados de ellas y los gruñidos guturales de ellos. El inconfundible aroma metálico del esperma que envolvía la estancia maridado con el olor del caviar y de la fruta fresca. La fiesta estaba en su pleno apogeo. Todos y todas llevan los rostros ocultos. Putain cuenta a bote pronto, media docena de integrantes con máscaras de gas, varios antifaces de conejo, dos diablesas con tridente y una despampanante hembra con una capucha de verdugo medieval repartiendo latigazos aleatoriamente, incluso alcanzando a un pobre camarero, de nombre Samir, en la cara.

—No vamos a poder encontrar a Moloko. Puede ser cualquiera. Nos ha vuelto a ganar por la mano. Puta Moloko— confiesa un abatido Putain acercándose a su ayudante y de paso tirando con su miembro erecto todos los vodkas de una bandeja—. Vámonos, te llevo a casa.

Michelle asiente sin poder desviar la mirada del paquete de Putain. Es inmenso. ¿Cómo le puede aún llegar sangre a la cabeza? ¿Será una polla nervuda como la de su novio negro? ¿Qué sabor tendrá? ¿Dejará en algún momento de crecer? Ya le saca al menos cinco centímetros de ventaja -sin contar el prepucio- a su novio Gideon.

Solo meses más tarde Michelle podría dar respuesta a sus dudas existenciales al sentir en sus propias tetas la potencia desatada del arma nuclear de Putain estando maniatada a un cohete a punto de explotar cerca del rio Sena*.

Ni una sola noche dejó de fantasear cómo sería acoger en su depilado melocotoncito esa monstruosidad de troncho. El placer tan inmenso que debía ser penetrada y desfondada hasta las costuras con esa obscenidad de garrote. Anhelar que el inspector la mandase de vuelta a casa de su honorable padre, el juez Dupont, en silla de ruedas de los inmisericordes pollazos del azote de la criminalidad. Mucho novio africano, mucho Gideon, pero puntito en la boca cuando tocaba comparar rabos.

Ahora, años después, al amparo de la oscuridad y el silencio de su habitación del palacete Putova, Michelle se está poniendo malísima. Que la ladrona al final sí estuviese entre los participantes de aquella fiesta decadente y consiguiera hacerse con la legendaria polla de Midas es lo de menos.

Necesita aliviarse sin falta ¿y qué mejor sitio que en casa Pauline Putova alias Moloko? El karma es una mala puta. Se baja las bragas con violencia y su vulva incandescente acoge satisfecha la ansiada calidez de sus dedos. Los acelerados latidos de su vulva parecen decir que ya era hora. No durará mucho. Se mete los dedos en la boca para lubricarlos una última vez antes de pasar a la acción. Una vez que alcance el clímax, se lamerá las yemas de los dedos. Le encanta su sabor íntimo y azucarado tras el orgasmo. Se promete correrse con el nombre de Putain en sus labios.

No han transcurrido ni cinco minutos, cuando la puerta del dormitorio se abre de par en par y Pauline Putova entra como una exhalación.

—Hemos sido unas putas estúpidas, Michelle, ¡unas novatas! Bueno, tú más que yo que ni te has coscado. ¡Parece mentira! —reprimenda Moloko a Dupont que se cubre con la sábana hasta la barbilla.

—Esta imbécil siempre me termina jodiendo— se lamenta mentalmente Dupont subiéndose con disimulo las bragas bajo la sábana. Ahora sí que está de mala leche. A medias se ha quedado por la gilipollas "de la Moloko".

—¡Cegadas por los encontronazos sexuales del amigo Putain no hemos deparado en una prueba clave! Nos la han metido por el culo hasta los huevos. ¿A ti te la han metido alguna vez por ahí? Seguro que no, eres muy sosa. Lo teníamos todo el rato delante de nuestras narices— continua Moloko fuera de sí—. Tenemos que hablar a primera hora de la mañana con la comisaria Fournier. Esto... no te estarías tocando, ¿verdad?

** Nicole Moloko y el plan secreto

Terminará en la tercera parte.

No te pierdas la primera parte aquí.


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Creative Commons Attribution-NonCommercial 4.0

¡La banda sonora!

Alan Walker feat. Iselin Solheim - Sing me to sleep


Fancy - Flames of Love


No te pierdas todas las aventuras del intachable inspector Arsène Tiberius Putain bajo el siguiente enlace o en su libro recopilatorio de próxima publicación.


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