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Arsène Putain y la habitación oculta (Inspector Arsène Putain #10)

 EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS



PARTE DIEZ - La habitación oculta.

A toda velocidad en una moto vespa, por las calles de París, el intachable inspector Arsène Putain hace rato que ha dejado de agarrarle las caderas a Michele Dupont. Su libertina mano derecha se ha descolgado de la redondeada cadera de la joven conductora y está entretenida tocando pelo. No habían pasado más de cinco minutos y aprovechando un semáforo en rojo, que Arsène había introducido sus licenciosos dedos debajo de la falda primero, y el tanguita después, y se estaba poniendo morado pellizcando los labios íntimos de su joven ayudante. Tiene el conejo tan al rojo vivo y húmedo, que la tanga empapada parece una ofendida toalla salida de la lavadora antes de tiempo.

Había acordado Michelle, entre risas, invitarle a cenar al prestigioso restaurante "Le Jules Verne" en el segundo piso de la torre Eiffel con la única condición que pagara él. Tenía novedades muy importantes. Novedades que Putain se las llevaba oliendo hace tiempo. No había llegado a ser el más reconocido y prestigioso de los inspectores de París si no estuviera atento hasta a los más nimios detalles. En este caso en particular, se lo había escuchado decir a su jefa, la comisaria Babette Fournier por teléfono a última hora de la noche, mientras imprimía, a todo color y a escondidas, pensando que no quedaba nadie en la oficina, una treintena de foto-polla suyas.

La menuda Dupont iba a aceptar una oferta de formación criminal en Dover, Inglaterra. Iba a dejar de ser su fiel ayudante y foguearse en la calles de la ciudad costera del condado de Kent. No por esperado, era menos doloroso. La iba a echar muchísimo de menos. Michelle había demostrado unas habilidades extraordinarias de análisis, un don excepcional para la creación de perfiles criminales y tenía un arreo de tres pares de cojones. Un culo para demolerlo a pollazos y unas tetas puntiagudas para sacarlas más brillo que un duende a las monedas de la caja fuerte del banco Gringotts de Harry Potter. Vamos que lo tenía todo.

Meterla mano era un riesgo asumible a tanta velocidad y viendo que Michelle no sólo permitía sus tocamientos, entreabriendo algo más las piernas, sino que además parece disfrutarlos entre jadeos, nuestro adalid de la justicia se lanza al ruedo y mete la mano izquierda bajo el pullover naranja y magrea a Dupont los pechos puntiagudos. Pezones duros como el hueso de un melocotón. Su polla hace tiempo que quiere dinamitar su cremallera de su pantalón con escaso éxito y es que la titánica tarea a la que Putain está sometiendo a su tranca no es nada normal. La joven ayudante, que no es para nada tonta, para evitar que el miembro de Arséne la empuje con la fuerza de un pistón de un camión cada vez más hacia adelante, sólo puede contrarrestar el desplazamiento con continuos reposicionamientos de culo, para mayor regocijo del azote del mal parisino.

—¿Arsène, le parece que paremos a por un café en "Cafe Stop & Go".

Arsène asiente pegando un apretón a las tetas de Michelle mientras siente cómo se corre Michelle entre espasmos por primera vez y empapa su justiciera mano.

—Me han dicho que ponen el mejor café de la ciudad y vamos con tiempo de sobra. Le sigue gustando el café negro, ¿verdad? — certifica Michelle entre jadeos entrecortados, roja como un tomate y más caliente que la Pitufina el día de San Valentín o el queso de un San Jacobo.

Paran poco después, y mientras Michelle, trastabillada y desmadejada por el intenso orgasmo que se acaba de meter entre pecho y espalda, entra a por unos cafés, Arsène aprovecha para reprocharle a su polla su poco decoro y educación. Ha estado a punto de correrse ya dos veces. Inaceptable. ¿Dónde están tus modales?

Al rato, Michelle, cerrando la puerta con el talón de una de sus sandalias, sale con dos humeantes cafés para llevar. Por la ventana del AutoDrive se asoma una indignada Ayana Deschamps.

—¿A qué no sabe quién trabaja aquí? ¿Se acuerda de Ayana Deschamps, la guardia de seguridad del Louvre? Ahora es camarera y pone cafés uno tras otro. Le he deseado mucha suerte en el futuro en su nuevo trabajo. Tenía cara de pocos amigos. Debe ser duro, tantas horas de pie. Me ha preguntado por usted, le he dicho que estaba esperando fuera, que no sabía que trabajase aquí y que teníamos prisa para ir a cenar al restaurante.

Putain sabe perfectamente que la parada aquí no se debe a la casualidad. Es un statement de Dupont. Michelle debe conocer sus escarceos sexuales pasados con la africana, pero le ha dejado bien claro a la barista que es ELLA, Michelle Dupont la que se irá a cenar con el inspector hoy y que Ayana se quedará sirviendo cafés con los pies "mataos".

—¿Qué le parece llevar la vespa al restaurante lo que queda de camino? —pregunta Michelle arrojando el café casi lleno a un cubo cercano. Se pone de nuevo el casco blanco con tiras azuladas y obsequia una amplia sonrisa a Deschamps, que brazos en jarras tras la ventana no para de negar con su cabeza afro como una veleta en un tormenta.

El inspector asiente, y el primer semáforo en rojo nota, nota las manos de Michelle en busca y captura de su paquete. Una vez alcanzado y detenido al malhechor, Michelle introduce su mano bajo el pantalón del recto agente de la ley y empieza a magrearle suavemente los gordos huevos. Y así se quedó Dupont, con una mano amarrada a la polla de Putain, sin intención alguna de soltarla, como un imaginario joystick, hasta llegar al restaurante y con la cabeza apoyada en la ancha espalda de su adorado inspector.


A pesar de que hoy el restaurante estaba oficialmente cerrado por mantenimiento, Putain ha conseguido que lo abriesen durante unas horas en exclusiva para ellos. Ventajas de que el nuevo dueño, el restaurador Ash Hole, le deba un favor. Un WhatsApp a última hora de la tarde de ayer a la novia de Hole, Cherry, y a la mañana siguiente, estaba todo arreglado.

Las vistas del restaurante son espectaculares. Tanto el Arco del Triunfo, el Sacre Coeur, el río Sena como el Palais de Chaillot se ofrecen en todo su esplendor. Se sientan frente a frente. Arsène ayuda con la silla a Dupont, que agradecida por el olvidado detalle caballeresco en estos tiempo, le besa en la mejilla. Putain cono quien no quiere la cosa, ya le ha tocado el culo. Una cubitera con una botella de vino blanco los espera junto a una nota escrita a mano. Es de Cherry Hole. La cena irá a su cuenta. Que está deseando volver a compartir Arte -y rabo piensa el inspector- con Putain.

Cenan bacalao cocido con hinojo a la naranja, consomé de bullabesa y aceitunas negras. De segundo, un queso curado con trufas negras y, para rematar, sorbete de limón. Todo ello regado con una botella de exquisito vino blanco.

Michelle, tras beberse las dos primeras copas de un tirón, algo achispada, le confiesa finalmente la razón de quedar esta noche. Tras pensarlo mucho ha decidido aceptar la oferta de la policía de Inglaterra. Que no necesita la aprobación del inspector pero que le encantaría disfrutar de su beneplácito.

—Has hecho lo correcto, Michelle, es un paso muy importante en tu carrera. Los trenes hay que cogerlos cuando pasan. 

En realidad, Putain quería utilizar el símil de "Polvo que no echas, polvo que pierdes". Es nuestro inspector, en el fondo, un poeta reprimido.

—Arsène, he aprendido tanto de usted y achispada como estoy —se ríe avergonzada tapando con su mano su boquita de piñón— quería hacerle algunas preguntas y un ruego final.

Michelle se ha deshecho de una zapatilla y ha empezado a rozar con su menudo pie desnudo el paquete del inspector. La muy educada polla de Arsène responde al envite, poniéndose dura como un peñón. Tal como le está masajeando el paquete, podría incluso correrse ¡Qué habilidades ocultas tiene la niña! ¡Qué buena inspectora será y qué perdida para París!

—Adelante, mi querida Michelle. Lo que quieras. Sabes que no te puedo guardar ningún secreto. No a ti.

—¿Cuál fue tu primera impresión al verme? ¿Te parecía una mosquito muerta? Me lo dicen mucho. ¿Aún tiene las fotos que me hiciste desde el ventanuco del servicio de señoras?

Arsène sorprendido de que supiese que la estaba fotografiando y rendido a la evidencia que una mentira, sería un insulto tras tanto recorrido (y corrido) juntos, responde tras dejar su vaso de vino en la mesa y cogerla de la mano.

—Desde el primer momento supe que eras especial. Tengo un sexto sentido para ello (en realidad, lo tiene más su perspicaz polla). Al verte, no tuve duda alguna, que necesitábamos trabajar juntos. Que París necesitaba de nosotros. Viéndote como te acicalabas, alisabas tu falda delante del espejo del baño, avergonzada de entrevistarte conmigo…

—Mi novio me acababa de echar el polvo matutino de rigor… puto vicioso— la corrige Michelle sirviéndose otra copa—.  Aún me estaba limpiando los restos de su corrida y entonces le vi por el rabillo del ojo. Me gustó que me fotografiara, me puso súper cachonda. Me gusta sentirme deseada, a todas las mujeres nos gusta sentirnos sexis. Muchas mujeres dicen lo contrario, pero la mayoría nos vestimos para gustar. Nos hace sentirnos poderosas. Las que lo niegan, mienten. ¿Se masturba con ellas? ¿Con las fotos robadas?

—No hay semana, que no lo haga. Cojo sus bragas, las olisqueo y las anudo a mi polla, después me masturbo —confiesa el deslenguado inspector.

Michelle asiente complacida, sorprendida ante tanta honestidad. Levanta una pierna y la posiciona encima de la mesa. Se retira las minúsculas bragas y se las tira al inspector que las recoge al vuelo. El azote de los bajos fondos las huele y se las mete en el pantalón. Otra más a la colección. Si sigue así tendrá que comprarse una casa nueva, Pardiez. Vuelve a fijar su vista en el sexo de su ayudante. Precioso, pulcramente aseado y pizpireto. Ella lo sabe y separa sus labios íntimos gordos con los dedos índice y anular. Está chorreando de excitación. Recoge un hielo de la cubitera y empieza a restregarlo lentamente por sus labios íntimos. Su pepitilla se contrae en primera instancia. El cubito incapaz de salvar las volcánicas temperaturas a las que se enfrenta rinde la plaza y se deshace casi al instante. Con las dedos húmedos a partes iguales de agua y líquidos vaginales, Dupont pesca otro hielo de la cubitera. Lo lame, los restriega por su labios, lo muerde para introducirlo lentamente en su boca. A los pocos segundos, saca el hielo menguado y se lo introduce en el sexo para que muera por abrasión y para la causa.

—¿Tuvo algo que ver con el apaleamiento de mi exnovio?

Putain asiente. Michelle se muerde los labios de excitación y pone los ojos en blanco mientras se sigue tocando frente al adalid de la justicia.

—Mi héroe, siempre velando por mí. Cuéntame cómo te tocas, Arsène. ¿Te gusta lo que ves? ¿Te gustaría metérmela? ¿Hacerme tuya de nuevo, sin que está vez haya nadie con quién compartirme o que nos estuviera viendo ¿Dónde te gustaría correrte? ¿En mi cara? ¿Entre mis tetas? ¿Dentro de mí?

Putain, le responde que por qué debe renunciar a algo, elegir es renunciar pero que le encantaría dejarle la marca de Arsène en sus tetas, mientras se sirve otra copa de vino y se desabrocha la bragueta. Michelle se sigue masturbando frente suya y le prohíbe que se toque.

—Después, mi querido inspector. Ahora no. Ahora quiero que veas cómo mi melocotoncito se corre delante tuya. Amplios chorretones de líquido vaginal manchan su mano. ¿Te gusta mi coñito? Es muy estrecho. Pero sabe tratar como es debido una polla como la tuya. La tienda de regalos de la señorita Dupont ha abierto sus puertas.

Putain está a punto del infarto. Pero es un caballero y fiel a su promesa no se toca. Su colosal polla ofendida se asoma por encima del mantel como un perrito de las praderas. Michelle sonríe y se corre delante suya con un voluminoso squirting que pone el mantel perdido.

Arsène duda un segundo en levantarse y darle la polla de postre de pie ante las incomparables vistas de París. En cambio, se guarda, más mal que bien, la tranca en el pantalón.

—Mi querido Michelle, tengo una sorpresa para ti. Subamos un piso a la tercera planta, al departamento privado de Gustave Eiffel.


Escondido justo debajo de la aguja, a 280 metros sobre el suelo, cerca de la cúpula se encuentra el departamento oculto de Eiffel de casi 100 metros cuadrados. Está cerrado al público y sólo se puede intuir una ridícula parte de su interior a través de unas vidrieras.

Al llegar, Arsène abre la puerta con la llave que le entregó su amigo René, el tuercas. Michelle abre los ojos de par en par. Jamás hubiese imaginado poder entrar en la estancia de Eiffel. La excitación por entrar en este lugar reservado a un puñado de personas en el mundo la está poniendo muy, muy trotona.

La estancia está amueblada con un estilo sencillo. Posee una sala de estar con empapelado de cachemira, un piano de cola, varios escritorios, una mesa y pinturas al óleo, preciosas butacas y sillones además de un balcón privado. 

Dupont se ha desvestido a excepción de su ropa de encaje y recostado en uno de los sillones. La futura inspectora le pide a Putain que la pinte como a una de sus amigas francesas. Arsène cuyas habilidades pictóricas se reducen a pintar un monigote y una cara con dos pelos, se saca la polla y se la pone en la boca.

Michelle abre la boca cerrando los ojos, y tras aserrarle la polla con una mano y estrujarle los huevos durante algunos minutos, recibe toda la colosal contenida carga lechal en su cálida boca. Putain la agarra suavemente de la nuca y se asegura que no se desperdicie gota alguna. No hubiese hecho falta. Michelle tenía muy claro que esa corrida era solo suya y la degusta al máximo. El sabor del semen de Putain es muy especial. Menos intenso y del sabor del yogur azucarado. Nuestro inspector se toma religiosamente para ello su medio litro de zumo de piña todos los días. Y cuatro nueces.

A Arsène le hubiese gustado dejarla su particular marca, pero una buena corrida en la boca le vale. Ahora toca follar. Coge en brazos a Michelle y la tumba sobre el piano de cola. Aparta sus piernas, y tras comprobar con la palma de la mano, que Dupont está más caliente que los fogones de un bar de carretera, le mete de una estocada 25 centímetros de amor carnal.

Michelle recibe la embestida mordiéndose los labios y cruzando las piernas tras las amplias espaldas del inspector. Como un toro, el inspector la penetra una y otra vez. Está desatado.

Putain no ha hecho el amor en su vida, a él, o se lo han follado (pocas veces, Anouk, la madre de su mejor amigo fue una de ellas) o ha follado (la mayoría, también Anouk entra aquí). Hoy no será una excepción.

Saca la polla lentamente, y la restriega por la fina línea de los labios del coco íntimo y el vello púbico de Michelle. Le recomienda a la joven que no pierda la ocasión de ver cómo le mete la polla poco a poco. Dupont se incorpora y disfruta como centímetro tras centímetro de tranca se abren paso en su estrecho conejo. No hay una polla igual. Una vez que los huevos llenos a rebosar de Putain hacen tope, el agente de la ley, besa y muerde a Michelle el cuello sin desatender nunca las estocadas que ya han hecho abombar las patas del noble piano. La joven se lleva una mano a la boca para no gritar, hecho que utiliza Putain para lamerle las pulcras axilas. Dupont siente como el gordo glande de Arsène baila dentro de ella su vals más especial.

La joven agarra de la nuca a su amante y se lleva la cabeza al pecho y se corre como una novia recién salida de la casa de los padres en la noche de bodas. Arsène al sentir el intenso y volcánico calor de la corrida, eyacula dentro como un titán, sacando a tiempo su enrojecido troncho para sus dos últimas salvas recorren en un tiempo récord el trayecto desde el sexo hasta la barbilla pasando por los pechos de su ayudante. A pesar de los esfuerzos de Dupont por retener la corrida dentro de ella, el resto de la lechada de Arsène abandona malhumorada gota a gota su dilatado sexo, salvando la improvisada presa de ambas manos. Ni con esas. Esa corrida ni se la pega ni Usain Bolt.

Curiosamente la descarga final es tan potente que, al llegar a los duros pechos de la futura agente de la ley inglesa, en lugar de tomar el camino fácil del valle, escalan la cima de sus pechos al unísono, una salva cada pecho y una vez tocado la cumbre del pezón, siguen su recorrido para morir al mismo tiempo en la barbilla de Michelle. Un señora corrida "fabriqué en Arséne". Debería patentarla.

Meses más tarde.

Putain ha desplegado en la mesa de su departamento, algunos casos pendientes; La polla del rey Midas o el misterioso Duque Blanco son algunos de ellos. Cierto es que desde la marcha de Dupont y gracias a la inestimable ayuda de Nicole Moloko, ahora reconvertida en confidente del departamento de policía en los bajos fondos, ha podido cerrar algunos, pero éstos, en concreto, se le resisten. No sabe por dónde empezar. En realidad, no tiene ni puta idea. Quizá Michelle, con su ojo clínico y perspicacia le pueda echar una mano.

Alza la vista y observa el cuadro que le llegó días después a casa, regalo de Michelle. Es una representación en estilo pop de la villana Catwoman derramando el contenido de un vaso de leche en su boca.

No acaba de entender el sentido del cuadro ¿Tendrá algo que ver la leche? ¿O qué Michelle ya no es un gatita? Que sabrá él. Putain ha sido siempre más de follar.

Al ver el cuadro, recuerda que hace ya algunos días que no está cumpliendo con el ruego que Michelle le demandó tan vehemente. Quería foto polla de él, regularmente. Todas las semanas. Que debía tener certezas gráficas de que a la polla de Arsène le iba bien en París. 

Dentro de un rato saldrá de nuevo a patear las corruptas calles de la Ciudad de la Luz. Tiene previsto encontrarse con la vil Moloko cerca de una conocida librería. Tiene al parecer una pista caliente sobre El duque blanco, el malhechor vestido cómo un médico de la peste negra que está aterrorizando París hace años. La colaboración con Moloko funciona mejor de lo esperado, pero aún no se la ha conseguido follar. Pero torres más altas han caído.

Puta Moloko.

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¡La banda sonora de "La habitación oculta"!

Orchestral Manoeuvres In The Dark - If You Leave 


No te pierdas todas las aventuras del intachable inspector Arsène Tiberius Putain bajo el siguiente enlace o en su libro recopilatorio de próxima publicación.


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Comentarios

  1. Un inmenso placer poder gestionar la desbordante obra de Valentin@ en otros canales. Otro gran relato. No tenía ni idea de la habitación secreta de la torre Eiffel :)

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  2. Curiosidad. En las películas de John Wick, dicha habitación sale y está al servicio de la organización de la Alta Mesa. Son las recepcionistas tatuadas que reflejan en una pizarra el precio de la recompensa por John Wick.

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