Arsène Putain y el grimorio de Josefina Bonaparte (Especial Doppelgänger 2023)
EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS
ESPECIAL DOPPELGÄNGER - El grimorio de Josefina Bonaparte.
La fiesta en el Château era fastuosa, digna del rey Luis XV.
Olivier Lanroché, el rico heredero de la conocidísima marca de perfumes que llevaba su apellido, no admitía menos. Todo era excesivo en la celebración. Fuegos artificiales, espectáculo del afamado Cirque de la Lune y música en vivo a cargo del Dj David Jeta. Incluso pavos reales paseaban con sus coloridas colas por sus amplio jardines.
Todo era poco para celebrar el cumpleaños de Olivier, amigo del intachable inspector Putain desde el tiempo que se formaron en la Escuela nacional de policía de París.
Por supuesto, el rico heredero se aburrió enseguida de patrullar la ciudad de la luz y prefirió investigar a fondo el interior de la ropa interior de las innumerables chicas que se le ofrecían.
La única condición sine quan non para asistir al evento, aparte de una estricta invitación, era venir disfrazado y ocultar el rostro con un antifaz o máscara.
Nuestro inspector, adalid de la justicia y azote del mal, con cierta desgana pero viéndose obligado por los lazos de amistad, tuvo que ir con un disfraz adquirido a última hora en un bazar chino.
A coste cero. No le costó nada a nuestro buen agente de la ley ya que la dueña, una espectacular asiática, para evitar una costosa multa por unos yogures caducados estaba más que dispuesta a negociar.
Arsène Putain, aparte de ser un policía integral como la copa de un pino, es también un hombre ecuánime. Un hombre justo.
En la trastienda, con el qipao subido hasta la cintura, Mei Ha Dao, a cuatro patas mientras se golpeaba con la cabeza contra un palé de agua, chillaba descoyuntada de placer.
Afirmaba, con gran vehemencia, que amaba profundamente a su marido pero que Arsène no cejara en sus embestidas. Que eso no se le pasara ni por un instante por la cabeza. Que, de lo contrario, su venganza sería terrible y que conocía a no sé cuántas Tríadas.
Que bajo los potentes empujes de la justicia parisina podía ver a todos sus antepasados, pasados y futuros, aunque esto último era poco probable.
Reforzaba el mensaje la joven Mei, y el del placer que experimentaba, contoneando el trasero con cada penetración.
Es nuestro inspector también muy solicito y, teniendo agarrado con sus dientes el extremo del qipao, tras unos minutos eyaculó con fuerza sobre el culo y espalda de Mai Ha Dao.
Tras unos minutos para recobrar fuerzas y limpiarse la polla con el qipao empapado, Putain abandonó silbando la trastienda con el disfraz de Giacomo Casanova y sin las bragas de la dueña.
Se conoce que la casquivana asiática no acostumbraba a llevarlas. Ya vendrá otro día a hacer otra inspección y a por sus merecidas y debidas bragas.
Por esto, y por su innegable dedicación a la persecución de los malhechores, llegaba una hora tarde Putain a la fiesta. Tras pasar un gran portón y varios controles llegó al parking. Ahí una ambulancia con las luces encendidas atendía a un desmayado invitado.
No tenía tiempo el inspector para detenerse a prestar ayuda a su pesar. Aparte sólo se veían hombres y ninguna mujer en aparente necesidad.
Tras aparcarle una bella criada su coche Renault Twingo (no daba para más su puesto recién ascendido a inspector), accedió a la fiesta por uno de los jardines.
¡Pardiez, sí que estaba animado esto! —pensó Arsène mientras sorteaba escupefuegos, mimos, trovadores y demás gente disfrazada de modo ridículo.
Ya se disponía a subir las escaleras de mármol que daban acceso al salón principal cuando se vio sorprendido por una mano enguantada que le tiró del brazo.
—Mon Dieu, ¡cuánto has tardado, Giacomo! —le recriminaba una bella cortesana de pronunciado escote.
—¿Perdón? —respondió un confundido y disfrazado Putain
—No te hagas ahora el tontorrón. Si queremos robar el grimorio de Josefina Bonaparte que tiene el gilipollas de Olivier ocultos con estos disfraces, debemos darnos prisa —bufaba la cortesana mientras llevaba a rastras a nuestro sagaz protagonista tras los árboles de un apartado jardín.
—Repasemos el plan. Entramos en la fiesta con nuestro disfraces. Yo entretengo al heredero enseñándole las tetas y birlándole las llaves del estudio superior. Tú subes a la primera planta dónde en una vitrina está el grimorio de Josefina Bonaparte. Mis contactos afirman que este libro mágico medieval es un compendio escrito a mano que recoge toda la información útil para elaborar las fórmulas de los perfumes que crea la familia Lanroché. Abres la vitrina con las llaves, coges el puto libro y nos vamos zumbando.
» ¡Cómo me excitan los robos, joder! —terminó de decir Camille mientras se acariciaba un pecho.
» ¿Llevas la palanqueta si la puerta del estudio está cerrada? —preguntó Camille mientras le palpaba con las manos los pantalones. ¡La putain d'or, ya creo que la llevas! Pero, pero... ¡si esto es el rabo! —afirmaba una sorprendida y, qué coño, salaz Camille.
Y es que, al recién ascendido inspector, no hay nada que se le ponga más tiesa que el crimen. El bulto era difícilmente disimulable y tanto Camille y él concordaban que con ese paquetón no se puede ir a robar ni a hacer nada.
Era una distracción que no se podían permitir. Para él, para ella, para todo Cristo.
Camille suspiró, se supone que, de contrariedad, se agachó y con una mano le bajó la cremallera. El pollón le dio en todos los dientes y casi le quita la máscara al salir.
Ni corta ni perezosa intenta meterse todo ese megalodón en la boca para finiquitar el asunto. Pero el recto inspector, o más bien su ayudante, no está para prisas.
Camille empieza a desesperarse, el plan va muy justo de tiempo y el puto Casanova no eyacula. Y mira que le está chupando el troncho y los huevos mirándole a los ojos. Hay que echar el resto. Se saca las tetas del escote y empieza a hacerle una generosa cubana.
Arsène, que tampoco es de piedra, aunque sus principios sí lo sean, decide que ya es hora de pintarle la cara a pistola a la delincuente.
Dicho y hecho, exclamando: "Vive la France", descarga en el amplio escote de la vil delincuente. Lo inicia en el pecho izquierdo, sube a la frente y baja de nuevo al pecho. Ahora el derecho. La marca del zorro de Arsène.
Camille al verse desbordada de tanta cantidad, le va a poner perdido el disfraz, decide agarrar el miembro e introducirlo en la boca. Vano intento. Es como querer poner puertas al mar.
Tras unos instantes, la presa del alto Tajo cierra sus compuertas habiendo dejado bien regada la cara de la resignada Camille.
—Hay que seguir con el puto plan —demanda la cortesana mientras intenta acicalarse la cara y despegarse los ojos.
Agarra del brazo a un muy satisfecho Casanova y se introducen en la fiesta.
En su interior, despacha con las manos a nuestro intrépido inspector y se dirige a un bebido Olivier rodeado de lobas de La France.
Camille con un rápido y hábil juego de manos se hace con las llaves y se las entrega a Arsène.
—El zorrón de la ladrona no sólo tiene habilidosa la lengua —piensa el inspector. Su ayudante de la entrepierna no puede estar más de acuerdo.
Arsène decide seguirle un poco más el juego a Camille y sube a la primera planta, llaves en mano. Se cruza con una alocada, y bastante borracha, mujer que ríe ostentosamente.
La puerta del estudio es fácilmente reconocible y, veloz como los goles de su ídolo David Trezeguet, se adentra en la habitación. El grimorio está a plena vista en el interior de una urna de cristal sobre un pedestal. Es el libro feo y viejo de cojones.
Una femenina voz a su espalda le sorprende a nuestro sagaz agente.
—¿Has venido a robar el libro de mi hijo, maldito voleur?
Es Anouk, la madre cuarentona y cañón de Olivier, y que está para echarle tres polvos sin sacarla. De origen argelino, posee una belleza étnica típica de esa parte del mundo.
—¿Arsène? ¿Eres tú? —pregunta una sorprendida Anouk. ¡Por supuesto, reconocería ese bulto en la entrepierna entre un millón! ¿Has venido a volver a follarme como una perra? ¿No te da vergüenza? No te bastó con metérmela hace dos años en el entierro de mi amadísimo marido. Aprovechándote así de una afligida esposa —continúa Anouk quitándose los tacones y bajándose la falda.
—No recuerdo que fuera así, fuiste tú quien...
—¡Calla asquerosa rata! ¡Vienes a mi casa a rematar lo que no pudiste! ¡A follarme por el culo! ¡Scélérat! ¡Puto sátiro!
Anouk ha empujado a nuestro amado adalid al suelo y se ha desprendido de las bragas que han ido a parar a la boca de Arsène cual mordaza. En cambio, no se desprenda de su camisa blanca que sigue estoicamente ocultando sus abundantes pechos.
—No te saldrás con la tuya. No me meterás otra vez esa monstruosidad. ¡Soy una mujer distinta! —afirma Anouk mientras atrae la cara de Arsène contra su desnudo sexo. —¡Ahora chúpame el coño, joder! —reclama una desatada Anouk.
Nuestro valiente y desprendido inspector casi muere del calor sofocante del chumino de la argelina. Pero nunca se ha dicho nada malo de la policía francesa y él, que es un digno bastión de todos sus valores, tras cinco minutos, saca matrícula de honor Cum Laude en la tarea encomendada.
Las uñas clavadas de Anouk en su nuca y su cara empapada dan fe del éxito de su misión.
—¡Y ahora, puto cerdo, querrás terminar lo que empezaste! ¡Todos los criminales vuelven al lugar del crimen, canalla! —gesticula la madre de Olivier. —Sabes que soy débil, desvalida, fácil de engañar... —dice una muy digna Anouk mientras va posicionando su culo a la entrepierna de nuestro intrépido inspector.
Arsène, en un momento dado, pensó en marcharse y evitar que fuera pillado por Olivier o por cualquiera del servicio, pero su vicioso ayudante ha tomado el control de la situación y no piensa marcharse sin presentar batalla.
Con una mano tapa la boca de una muy dispuesta, aunque ella siga diciendo de cara a la galería que no, Anouk y entra por la puerta trasera. Su chillido queda sofocado por la mano. El "brazo" de la ley es muy largo.
Anouk se zafa del inspector, se gira hacia él y le exige que no la saque. Que puede con todo lo que la metan. Si se le ocurriera sacarla, le denunciará, le matará y puede que no sea en este orden. No es el adalid de la justicia hombre que se arrugue con vanas amenazas y sigue a lo suyo. Él ya que está aquí, ha venido a jugar. Y a ganar.
Sólo detiene sus rítmicas percusiones cuando siente La petite mort de Anouk.
La blanca camisa de la argelina ha rendido la plaza también y dejado al descubierto al vulgo sus morenas tetas bamboleantes.
Es hora de finalizar. Su ayudante está más que de acuerdo y descarga en su interior en menos que canta el gallo símbolo de la selección francesa.
Anouk al sentir el calor abrasador de la simiente de la ley en su interior, vuelve a morir. Otra vez.
Mientras se fuman un pitillo, él reconoce que es un hábito poco saludable, pone en antecedentes a la madre de Olivier. Conclusiones a las que ha llegado, siendo sagaz e intrépido, desde que llegó a la fiesta.
Hay dos ladrones en su mansión. Una mujer vestida de cortesana rondando a su hijo en el salón y otro delincuente vestido de Casanova en los jardines. Este último dará poco trabajo. Cuando llegó hace dos horas le estaban atendiendo en una ambulancia. Parecía un infarto.
Anouk está gratamente sorprendida, realiza dos llamadas y los guardaespaldas en cinco minutos detienen a ambos. Esa noche durmieron a la sombra. La justicia de nuevo se abre paso como hace diez minutos lo hizo dentro de la viuda Lanroché.
—Arsène, eres tan maravilloso. Con esa mente y rabo tan excepcionales no puedes foguearte en cualquier vulgar comisaría de París. Voy a recomendarte personalmente a mi ahijada, Babette Fournier, para que pases a trabajar en la mejor comisaría de París. Babette es de las mejores comisarias del país. Integra, profesional, intachable como tú. Andará por aquí en la fiesta, lo mismo la has visto, va un poco bebida...
Putain recuerda haberse cruzado subiendo las escaleras con una mujer con esas características.
—Anouk, no sé cómo agradecértelo —miente el inspector mientras penetra de nuevo y le soba las gordas tetas a la madre de su mejor amigo.
A ella le parece muy apropiado, adecuado y justo el modo de agradecimiento, pero le advierte que no se la volverá a follar por el culo. Por supuesto, eso está por ver.
Se la volvió a follar por ahí.
Días más tarde.
Sobre la mesa de Fournier hay desparramadas varias supuestas fotos y expedientes de la delincuente número 1 de París, Nicole Moloko. Babette exige a su nuevo inspector, Arsène Putain, que se ponga inmediatamente manos a la obra para detenerla.
—Por supuesto —afirma Putain. Puta Moloko.
¡La banda sonora de "El grimorio de Josefina Bonaparte"!
David Guetta Feat. Akon - Sexy Chick (Jake Fill Bootleg)
Army of Lovers - Crucified
Le agradezco a Valentin@ la cesión de sus personajes para embarcarme en escribir un relato tan alejado de mi zona de confort.
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Aun siendo un tipo de escritura nada habitual para mí, lo he pasado muy bien "desatándome" para aportar mi relato al proyecto "Doppelgänger". Todo es poco para el intachable, anegado y salaz inpector Putain.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por interpretar a Arséne de una forma tan divertida y fidedigna. Me he reído muchísimo. El intachable inspector no podría estar en mejores manos. Gracias.
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