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La extraña desaparición del inspector Putain 3de3 (Inspector Arsène Putain II #7)

 EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS



LA EXTRAÑA DESAPARICIÓN
DEL INSPECTOR PUTAIN
TERCERA PARTE

Despacho de Babette Fournier.
Por la mañana.


—Comisaria Fournier, tenemos una corazonada de quién pudo haber secuestrado al intachable inspector Putain —afirma Nicole Moloko plantando ambas manos sobre el escritorio de la pelirroja comisaria Fournier. Michelle Dupont a escasos metros de ella ratifica sus aseveraciones y toma la palabra con su voz chillona habitual.

 —La vida sexual del inspector no es de nuestra incumbencia y desconocemos el alcance de sus conquistas, pero es clave para esclarecer el misterio de su desaparición. El quid de la cuestión son las bolsas herméticas desparramadas frente al armario de su dormitorio. Bolsitas conteniendo bragas y tangas marcadas escrupulosamente con nombres de mujeres y fechas.

Babette Fournier enarca las cejas curiosa. Conoce de sobra el particular hobby de Putain.

—Pero lo más interesante no son las que están, si no las que faltan. ¡Las de usted! ¿No le parece sumamente sospechoso?

—Pues no. Las retiré yo misma antes de que llegarais vosotras y hubiese vuelto a colocar el resto de las bolsas en el armario si no me hubiese interrumpido el equipo policial minutos después. El departamento de policía no necesita un escándalo así. ¡La honorable comisaria Fournier entre las putitas amiguitas entrega-bragas del sátiro Putain! Por cierto, las tuyas Michelle también estaban... y no pocas.

—Ya puestos... podría haber retirado las nuestras —balbucea desconcertada Michelle.

¡Bah! ¿Para qué? —responde Babette volviéndose a ajustar el pañuelo de seda del cuello color verde agua que oculta los chupetones de su último amante —Ninguna de vosotras tenéis el calado político suficiente para ser interesantes para la prensa. Y, además, el modus operandi del putón de Moloko era dejarlas en cada escena del crimen. Hubiese quedado raro que ésas en concreto no estuvieran.

Una muy ofendida Moloko se queja del último soez comentario con un silbido semejante al de una serpiente. 

—Por cierto, han llegado las pruebas del ADN del pasamontañas. La viscosidad se trata de esperma y no es de Putain. El resto de las pruebas capilares es un sindiós de multitud de personas. No nos es de ayuda alguna. —informa entre poco sorprendida y hastiada Fournier— ¿Qué hacéis aquí todavía? ¡Seguid investigando! ¡Al contrario que vosotras, yo tengo emails de hace más de dos semanas que contestar!

Hundidas y desarmadas Nicole y Michelle salen del despacho. Están en punto muerto. No tienen nada. 

—¡Puta Moloko! ¿Por qué la hará caso? ¿Cómo han podido ser tan estúpidas? —se repite una y otra vez Dupont que a falta de más ideas propone a Moloko volver al apartamento del inspector a por más pistas.

Nada más salir del habitáculo, la comisaria cierra la puerta del despacho y abre un cajón del escritorio bajo llave. En su interior tres bolsas herméticas de sus braguitas y dos del putón de la alcaldesa Morizet. Estas últimas las tendrá a buen resguardo. No hubiese llegado a donde ha llegado sin tener siempre una carta ganadora escondida en la manga.

¿Dónde estás maldito Arsène? —se pregunta Babette mientras se desanuda el pañuelo de seda dejando al descubierto un exagerado chupetón de al menos tres colores. Parece que le hubiese pegado un tiro en un torneo de paintpall a quemarropa. Un souvenir entregado por el contumaz inspector, pesadilla de la vileza parisina en la colisión sexual de hace algo más de siete días.

Arsène Putain había llegado a su despacho a última hora de la tarde para el briefing mensual habitual. Como de costumbre, nada que objetar. La cuota de casos resueltos era extraordinaria.

Pero Fournier no es de darle miel al burro, aunque Putain tuviese un rabo como tal. Siempre encontraba ella algo de que quejarse. Era una estrategia para seguir teniendo a Putain con los pies en el suelo -a los hombres enseguida se les sube el ego- y en busca de la excelencia. Babette es muy profesional.

Eso no quitaba que a la pelirroja de Fournier le pusiese como una perra de cachonda el éxito de Putain. Éxitos de los que ella se beneficiaba directamente como superior suya. Arsène es un hombre muy capacitado y trabajador incansable. Sin olvidar que calza un pollón de 25 centímetros, gordo como una lata de cerveza y unos huevos duros y lisos como bolas de billar.

Tras marcar la hoja de ruta y los objetivos para el próximo mes, Putain recoge diligente sus apuntes y decide a marcharse a casa. 

¿Dónde vas con tanta prisa? Aquí aún queda tarea—le interrumpe la comisaria iracunda clavando tacón en el suelo. Está como cabreada —Tus obligaciones terminan cuando yo te lo diga. No antes. Pasa por el archivo de la planta cuatro en un rato. No te entretengas.

Al poco rato, el inspector se la encuentra en el archivo, inclinada sobre la fotocopiadora que escupe copias a toda mecha. De espaldas a la puerta y a Putain, su prieto culo invita con unas indiscretas tiras de finísimo tanga a darse una vuelta por la noria. Babette no para de repetir que está abrasada de calor. 

Putain máximo exponente del dicho castellano que la oportunidad, la pintan calva (el mismo tiene menos pelos que un azulejo) presenta armas y se dirige raudo al tema.

¿Qué haces cabrón? —se revuelve Babette bajándose el pantalón, dejando las braguitas al aire y abriendo más las piernas ¡Que nos van a ver!

—Calla joder, Babette. Ahórrate la misma cantinela de todos los meses y cambia de discurso —le ordena mientras le muerde los hombros y le mete una estocada 25 centímetros de carne magra en rollo en la desvalida y estrechísima caja de caudales del Chochopoly sin pasar por la casilla de salida.

—¡Puto! Te ibas a ir a casa sin darme lo mío. Cabrón desconsiderado —gruñe la comisaria desmadejada mientras la fotocopiadora no se ve harta a copiar a todo color las rotundas tetas de la pelirroja —. ¡Te voy a despedir, hijodeputaaaaaaa! ¿Lo has entendido? ¡Despedir!

Arsène que acompaña las rítmicas penetraciones con pequeños mordiscos en los hombros y en la nuca además de intensos chupetones en el cuello, decide darle un poco más de acicate al polvo.

Saca de su pantalón un pañuelo de seda y envuelve dos dedos en él. Los mismos dedos que terminan penetrando el culo de su casquivana jefa sin dejar él en ningún momento de educar con su polla la viciada e inculta panocha de su superior. ¡Para que luego digan que Putain no es multitasking!

El sonoro petardeo de la fotocopiadora pasando a mejor vida y poniéndolo todo perdido de tóner acompaña el grito de Fournier corriéndose con la locuela artimaña de nuestro lujurioso inspector, el asteta del sexo.

Putain siente las paredes vaginales de la comisaria contraerse y dilatarse de placer alrededor su troncho. Como buen profesional abastece el descomunal orgasmo vaginal y anal de Babette vaciándose con inmediatas potentes y cálidas salvas de esperma putainescas.

Follar con Putain es como calzar un zapato nuevo. Aprieta al principio y solo da placer al descalzarte. Lo mismo le ocurre a la colosalidad de troncho del amigo. Las féminas descansan breves segundos al sentir un falso alivio cuando en realidad están deseando volver a sentir la dureza del rabo de Arsène. 

Después tras cuatro-cinco estocadas, el zapato ya no aprieta y el placer del nuevo clazado es incomparable. Tanto que hasta se irían hasta a la cama con ellos puestos. Lo que se llama un orgasmo telúrico.

—¡Cabrón! ¿Qué me obligas a hacer? —susurra la pelirroja que envuelta en tóner se asemeja un perro dálmata— ¿Dónde vas con esa polla otra vez? ¿Por el culo? ¿Estás loco? Aahhhhh. ¡Misericordia! ¡Cómo pares ahora te juro que te echo del departamento!

Obviamente, al final Babette no le echó del departamento. El único que echó algo, fue Putain y fue una lechada que dejo a Fournier con el culo al rojo vivo y con un chupetón en el cuello que aún a día hoy en día tiene que ocultar bajo un fular.


Apartamento del inspector Putain.
A media mañana.

La sorpresa de Michelle Dupont y Nicole Moloko no puede ser mayor al llegar al apartamento del adalid de la justicia desaparecido y encontrarse la puerta abierta. La voz de una mujer sofocada y de un hombre del interior hacen soltar todas las alarmas de las agentes.

Arma en mano Dupont y Moloko entran dispuestos a detener a los intrusos.

—¡Alto en nombre de la policía de París! —gritan al unísono ambas apuntando con sus armas a una sudorosa joven con un pañuelo calado en la cabeza con cuatro nudos. Del susto deja caer la fregona. A su lado un atónito hombre calvo de aspecto atlético con el pecho descubierto llama a la calma con voz varonil y descansa una bolsa de basura en el piso.

—¿Pauline? ¿Michelle? —pregunta atónita la muchacha de pantalones cortos vaqueros insultantemente cortos de culo.

—¿Camille? —responden Michelle y Moloko bajando el arma—. ¿Arsène?

—Eh, ¿estáis bien? —el inspector Putain poniéndose una camiseta gris ajustada con el dibujo de un pato con un cuchillo en el pico y la leyenda de que la paz nunca fue una opción, para marcar aún más sus pectorales y abdominales— ¿A qué viene todo esto?

Tras las diligentes explicaciones sobre el temor de que Putain le hubiese secuestrado, éste responde que se ausentó unos días de la ciudad con su amigo René, el tuercas, para despejar la cabeza. Que estaba de Voyage.

—Seguro que más bien de Follage —corrige Moloko para arrepentirse al instante del comentario— ¿Pero si no estabas retenido ni secuestrado entonces; ¿quién vandalizó tu apartamento?

—Mi santa hija. Sabiendo que estaba unos días ausente, se trajo a un amiguito (que al parecer no es su novio oficial) para cepillárselo. De tal palo, tal astilla —aclara Arsène con el semblante serio—. Como la pasión no conoce límite alguno desde que el primer Putain se pasó por la piedra a Eva, empezaron a revolver y tirar de todo.

—¿Y el pasamontañas lleno de esperma? —pregunta Michelle sin atreverse a mirar a Camille, temiendo la desaprobación del padre.

—Otra de las fantasías de mi hija. Estar enmascarada, hacerlo con alguien con el rostro oculto o tras el velo de una novia. No sé a quién habrá salido— se rie Putain—. Después de darle a la zambomba y que el muchacho se corriese sobre su cara, Camille se deshizo del pasamontañas tirándolo al cubo de la basura del aseo. Y cómo la juventud es cómo es, tras los polvos de rigor, se marcharon a cenar dejándolo todo hecho una leonera. Y si te he visto, no me acuerdo.

—Papááááá, no seas cansino. Ya me he disculpado, ¿vale? Y aquí estoy recogiendo como una niña buena ¿ves? Por cierto, ni hemos comido todavía con toda la tontería del escuadrón de limpieza. 

» ¿Pauline, nos vamos a por unos bocadillos a la tienda a cuatro bloques de aquí y que estos terminen de recoger? —demanda más que pregunta la digna heredera del imperio Putain.

Nada más salir del apartamento, Camille se funde en un sentido abrazo con Pauline. No solo fue su canguro durante muchísimos años, sino además su confidente, su mejor amiga.

—Y ahora que nadie nos escucha... cuéntamelo todo del muchacho. No te dejes nada, de lo contrario te tendré que pegar una azotaina —le susurra Pauline poniéndole el brazo encima del hombro a Camille—. ¿Le chupaste la polla cómo te enseñe? ¿A qué se corren enseguida?

Camille asiente, suelta una sonora carcajada, vuelve a abrazar a Pauline y le promete contárselo todo.


Dentro del apartamento, Michelle no sabe qué decir. Todo ha sido un inmenso malentendido. ¿Pero quién denunció el allanamiento de morada? ¿Y por qué nadie sabía nada de tus vacaciones?

Putain le asegura que la denuncia sólo pudo haber venido de la vecina vieja pelleja de la puerta contigua. La cacatúa. Una entrometida que no sabe distinguir un jadeo de placer de un ataque de tos. Seguro que se pensaría que estaban matando a alguien dentro. 

Y respecto de que no aviso a nadie, no es cierto, mandó un email a Babette Fournier hace una semana. Que no lo haya leído es problema suyo.

—No lo que no acabo de entender es que hacía toda mi "colección privada" desperdigada por el suelo— bufa el inspector—. Camille dice que no recuerda nada de eso.

—Respecto a eso, querido Arsène, eso te lo explicaré después, ahora hay otras urgencias antes de que vuelva el putón de Moloko y tu hija— reclama Michelle desabrochándole ansiosa a Putain la cremallera del pantalón y llevándose el pollón a la boca—. Dios, cómo la ha echado de menos. Y después me vas a follar hasta perder el conocimiento Arsène. ¡Me lo debes! ¡Me has hecho sufrir mucho!

—Tus deseos son órdenes para mi querida Michelle —responde Putain posicionando ambas manos sobre la coronilla de su ex ayudante como si fuera a dar misa y confirmando lo que ya suponía hace tiempo. Que Michelle cada vez la chupa mejor. Le encanta cuando ella recorre con la punta de su lengua el valle entre su glande y el falo. Así da gusto volver a casa.

Cuando a las dos horas volvieron con los jambon-buerre, Camille y Pauline, el apartamento estaba casi igual como lo habían dejado para mayor frustración de la hija de Arsène. La hija de Putain resignada no dijo nada y se puso manos a la obra para deshacer el estropicio que ella misma había ocasionado.

A la pregunta de Nicole de dónde estaba Michelle, Putain contestó que tras ponerse al día se había marchado azarosa camino al aeropuerto pero que le había dejado una misiva.

—¿En serio? —responde una intrigada Pauline y lee la nota. Se lo tenía que haber imaginado. Donde esté una buena enemiga -aunque sea peor que un dolor de muelas- que se quite una mala amiga.

Una sola palabra en mayúsculas: "PUTÓN" y una frase debajo en minúsculas "Ojalá se te caigan los dientes y las tetas. El orden me da igual". Firmado: Tu amiga del alma.

Convencida de que Michelle no solo ha tenido tiempo de escribir el poema en su ausencia sino de más cosas, Moloko se está poniendo del hígado. Que se ande con cuidado la mosquita muerta de los cojones, se dice mientras expone su mejor sonrisa para dar el pego que no pasa nada delante de los Putain.

Poco después Camille se marcha dando un beso a ambos y un ostentoso au revoir. Acto seguido, Nicole empieza a golpear con el puño el brazo de Arsène.

—¡Pedazo cabrón! ¿Cómo te atreves a hacérmelo pasar tan mal? No sólo desapareces una semana sino además me tengo que enterar por la mosquita muerta que tienes más bragas suyas que mías. ¡Intolerable! ¡No lo voy a consentir! No me voy a ir de París hasta llevarle una buena ventaja.

—Me parece una idea estupenda —responde Putain llevando a Moloko en sus fornidos brazos hasta el dormitorio. 

En realidad, no hubiese hecho falta la ayuda de ningún brazo, teniendo Putain el troncho duro como lo tiene. Moloko se podría sentar en el rabo como una malabarista de alambre sin problema alguno.

—Dame un segundo, polla gorda. Tengo algo en el bolso que te va a encantar —le interrumpe Moloko y de un grácil salto baja de los brazos del inspector y vuelve echando chispas al comedor. Al poco vuelve completamente desnuda a excepción de una máscara negra de gas puesta. Dos piercings adornan su cuerpo desde la última vez que Putain la vio desnuda. Uno en el pezón izquierdo y otro en el clítoris—. Ahora, Monsieur inspector ya se puede follar a la afamada ladrona y muy caliente Nicole Moloko.

Putain sonríe. Moloko siempre ha sabido que teclas tocar (o huevos, puesto el caso) para ponérsela durísima. 

La razón de que Moloko llevase su máscara de gas en el bolso impertérrita a todas horas, la descubriría un sorprendido Putain meses después y ahora no viene al cuento.

A pocos metros, Max, la tortuga de orejas rojas de Putain mastica satisfecha. Desde luego, aquí uno no se aburre nunca.

¡No te pierdas la primera y segunda parte!

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¡La banda sonora!

Desireless - Voyage Voyage


No te pierdas todas las aventuras del intachable inspector Arsène Tiberius Putain bajo el siguiente enlace o en su libro recopilatorio de próxima publicación.


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Comentarios

  1. Excelente colofón a esta nueva saga. Putain no falla y folla mucho, jaja.

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