Nicole Moloko y el plan secreto (Inspector Arsène Putain #3)
EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS
TERCERA PARTE - El plan secreto
—¡Ni hablar! ¿Ése era su plan para detener a esa... cómo se llama? —pregunta hastiada Becky Door terminando de ajustarse las alas doradas para su espectáculo a un atónito Inspector Putain.
—Nicole Moloko —responde contrariado Arsène. No se esperaba que su plan maestro fuera a irse al traste tan pronto.
—Becky Door representa la autenticidad, la corriente vanguardista y desenfadada de una sociedad amodorrada. Jamás permitirá portar una réplica, una copia ¡y mucho menos del consolador preferido de Cleopatra! Y olvídese igualmente de manipular este objeto de incalculable valor con un chip rastreador, búsquese otras alternativas. Becky Door es única, 100% natural. Lo que se ve es lo que hay. Sin capas, sin matices. ¡Autenticidad!
Arsène levanta una ceja al preguntarse por qué la diseñadora e Influencer hable de si misma en tercera persona. Debe ser el no va más de la modernidad. Tampoco se acaba de creer que no se haya hecho algún retoque estético. Tiene una vuelta a la noria y unas tetas demasiadas redondas. No pueden ser naturales. Seguramente los platillos dorados que cubren sus pezones lo hagan para ocultar alguna "costurón" mal apañado. Él sabe de eso. Ha tocado y saboreado muchas tetas... muchísimas. De todos los colores y sabores.
—No me cree, ¿cierto? ¡Tóqueme las...! demanda Becky y antes de terminar la frase, Arsène ya se ha quitado los guantes de cuero y ha empezado a magrearle, con gran profesionalidad, las tetas. Tras cinco minutos queda satisfecho mientras la DJ no para de poner los ojos en blanco. Da por concluido su experta exploración afirmando a su joven ayudante Michelle Dupont que las tetas son como melocotones maduros. De la mejor parte del mundo, de Calanda. Tanto él como su ayudante erecto oculto bajo su holgada gabardina dan su aprobación.
—Situaremos una pareja de policías en cada una de las seis entradas del local. Entre los invitados y el público se encontrarán a su vez más policías de incógnito. Nadie podrá acceder al interior del Moulin Baton sin una invitación personalizada y ni un alma podrá abandonar el local sin pasar por estrictos controles "corporales". A su vez, mi ayudante (está vez no se refería al del interior de su gabardina) y yo estaremos cerca de usted en cada momento para garantizar su seguridad personal y la del consolador.
—Perfecto —responde Becky Door mientras le susurra al oído a Arsène que, si la presentación es un éxito, le mostrará la razón por la que sus amigos la llaman, en la intimidad, "Back Door". Termina la invitación mordiéndole el lóbulo de la oreja y pegándole a escondidas varios estirones a la polla como quién abre y sacude de agua un paraguas.
Algunas horas más tarde.
Queda poco menos que una hora para que empiece el espectáculo, cuando una muy alterada Michelle Dupont se acerca al inspector. Nerviosa se sube el caballete de las gafas a la nariz. Avergonzada no le aguanta la mirada a Putain y empieza a plancharse la falda con las manos. Está muy excitada con el devenir de las próximas horas ¿Llevará esta vez las bragas que tanto le gustan?, se pregunta Arsène mientras despacha con las últimas indicaciones a un panzudo y paticorto policía. Nada que ver con la novata tunecina de piel almendrada y ojos oscuros en prácticas. Le había pedido que echará un vistazo concienzudo a unas fotos de Moloko dónde había colado una "fotopolla" suya. Así sin más.
Puntualmente Becky Door hace presencia ataviada de sacerdotisa egipcia. Alas doradas, antifaz áureo y un cetro en forma de miembro erecto masculino. Porta como había anunciado el consolador de Cleopatra al cuello. Dos imponentes negros ataviados tan sólo con un taparrabos la suben de las axilas al estrado. Tras las pertinentes bromas de rigor y anunciar la DJ e influencer que está muy contenta de estar en Praga, arranca con una cuidada selección de música tecno que hace enloquecer al público. Ella los insulta, los escupe, los llama esclavos. El público entra en éxtasis. Los altavoces vibran y parecen las trompetas de Jericó anunciado el fin del mundo. Si Moloko aparece no habrá forma de comunicarse con el resto del cuerpo de policía. Tampoco ayuda el espectáculo de luces que ciega al personal cada dos segundos.
Una sudorosa Becky Door simula hacerle una pausada felación al micrófono mientras uno de los nubios se ha sacado la polla. Le restriega el paquete por el culo como quien pinta una puerta a brocha gorda. El público no se queda atrás y cerca del escenario un joven le está comiendo el conejo a una madre y a su hija agarradas de la mano que no paran de soplar un silbato, brazos en alto. Más atrás, un hombre brazos en jarras está a punto de eyacular sobre una explosiva asiática de lengua desenfrenada que le está pegando un repaso a los huevos a conciencia. Tiene la tailandesa la palabra "Cum" tatuada en la lengua. La verdad que el show está bien.
—¿Por qué lo negros tienen siempre esos pollones? —se pregunta contrariado el inspector.
Putain ve acercarse al escenario por el rabillo del ojo, a una mujer vestida de cuero azabache de larga melena dorada. Está bailando y danzando… ¡haciendo el robot! Antes de que se lance a apresarla, Michelle le detiene, agarrándole del brazo. Le ha leído los pensamientos y con la mirada le señala al resto de invitados. Es una fiesta de temática egipcio y todos bailan igual. Brazo arriba, giro de cintura, andando de lado. Al estilo egipcio. A Arsène todos le parecen lo mismo… unos gilipollas.
Los conductos de ventilación de humo empiezan a sisear y arrojar extensas nubes de un gas de extraña tonalidad. ¡Gas adormecedor! Putain se da cuenta demasiado tarde que eso no lo había contemplado. Moloko no quería entrar, Moloko ya estaba dentro. Los invitados empiezan a desmayarse y caer a plomo al suelo como los juguetes de un niño díscolo. Becky se ha caído con las piernas abiertas tras la mesa de mezclas con un sonoro crác. Adiós al coxis y al concierto Fin de año en el Mont Saint-Michel. El nubio del pollón cae de frente y se dobla la polla 45 grados contra la tarima. El otro muchacho de color ébano se pega una hostia padre contra un altavoz y queda arrodillado con el culo en pompa. El joven de la eyaculación, antes de pie, ahora caído e inconsciente, ha empezado a correrse, poniéndolo todo perdido, como un aspersor defectuoso. La fuente del Hotel Bellagio de Las Vegas estaría más que celosa.
El inspector busca desesperadamente a su joven ayudante y la encuentra a pocos metros con la mirada perdida. Con las manos le indica que no se mueva, y que se tape la boca. Demasiado tarde, como dos borrachos se acercan uno a otro. Por el rabillo del ojo, el inspector ve acercarse una figura familiar con máscara de gas y traje látex ajustado. Putain no puede dar un paso más y se desploma encima de su ayudante. Una mano termina bajo la falda de Michelle. No lleva bragas como suponía. Tiene el conejo más caliente que una máquina de café de un bar de carretera. Sonríe hundida su cabeza entre las tetas de Michelle. Después oscuridad... Puta Moloko.
Al despertar, Putain no tarda más de diez segundos en cerciorarse de su realidad. Está enjaulado en una celda de gruesos barrotes. A unos dos metros de distancia está su ayudante Dupont maniatada por un argolla al cuello a un cohete gigantesco. Sus manos atadas con una brida parecen rezar. El pullover desgarrado de Michelle deja al descubierto una grácil barriguita. Desnuda de cintura para bajo. Su pizpireto sexo al aire. Eso sí, aún lleva puestas las gafas de pasta negra. Frente suya una a unos dos metros, una columna con una amplia botonera parpadeante y un temporizador fijado en cinco minutos y a su izquierda… Moloko.
Sentada en una silla de mimbre al revés, respaldo al frente, vestida con el equipo habitual. Traje de látex ajustado negro que remarca su cuerpo como queso sándwich fundido. Encuadra el hueco de la silla la entrepierna de la ladrona. La cremallera parece a punto de ceder por tamaño de los labios de Moloko. Lo que no es diferente es la habitual máscara de gas ocultando su rostro. Un dispositivo distorsiona su voz, aunque esta vez Putain cree reconocer cierto timbre vocal. No consigue recordar de qué. Puta Moloko.
—Este juego, como todos los buenos juegos, es simple. —explica Moloko con voz metálica sentada en su silla abierta de piernas. —Tu estimada señorita Dupont está atada a un cohete que la lanzará e iluminará los cielos de París. La única forma de detener el temporizador y salir de tu jaula es pulsar la botonera situada a dos metros de ti. Tienes cinco minutos. De lo contrario, Dupont au revoir y toda mi guarida quedará inundada por las aguas del río Sena.
» Te preguntarás... ¿y cómo voy a conseguirlo? Pues muy fácil... la eyaculación de un hombre sano puede alcanzar hasta un máximo de dos metros de distancia. ¿Eres lo bastante hombre para masturbarte delante de una desconocida y que tu descarga sea suficiente para alcanzar la botonera? Te lo he puesto fácil, la botonera es amplia y reacciona al cambio de temperatura. Si tu hipotética corrida la alcanzase, se detendría la cuenta atrás y se descerrajará la puerta de la jaula.
—¿Qué ganas tú con todo esto? le grita Putain golpeando las barras de su jaula como un lobo enrabiado.
—¡Humillarte! ¿Te parece poco? Tú sabes muy bien que tenemos cuentas pendientes, monsieur Putain. A mí realmente todos estos juguetitos me la soplan. Es más, los dejaré aquí para que el improbable caso de que consiguieras escapar tu novia y tú, puedas vender esto como un éxito. A mí lo que realmente me gusta es el hecho de ganarle la partida a la policía de Paris, verte la polla y, claro, humillarte. Por cierto, llevo planeando este juego un montón de tiempo. Así que, ¿qué va a ser? ¿Jugarás o no?
El inspector sin alternativas reales se saca lentamente la tranca de caballo que gasta. Una polla gorda, hermosa y venosa de las que ya en estado latente ya dan miedo… mucho miedo. Terror en los corazones de los débiles delincuentes y humedad en los coños de las delincuentes. Palpita en la palma de su mano como un pez fuera del agua. Le harían falta dos manos para abarcar su polla y aun así el glande quedaría al aire como un champiñón de los gordos. Moloko se levanta asustada y se echa dos pasos para atrás, sólo para balbucear "Mon Dieu, los rumores eran totalmente ciertos...". Un objeto que causa admiración y terror a partes iguales. Michelle Dupont en cambio se reclina curiosa para ver mejor la monstruosidad que se acaba de liberar y tomar nota mental que debe ir a visitar al inspector más a menudo.
El tiempo apremia y Arsène empieza a masturbarse sin perder de vista a Michelle. Ella se percata del hecho y como fiel ayudante levanta con los dientes el desgarrado pullover para mostrarle las gordas tetas a su jefe. Ella siempre estará ahí para ayudar. El inspector le da las gracias con la mirada y sube una velocidad. Tiene los huevos a punto de explotar. No es fácil transportar tanta sangre a su tranca equina y le está costando correrse. El temporizador marca 0:03:16.
Michelle no quiere terminar siendo parte de la decoración navideña de los cielos de París, así que escupe y comienza a lamerse los pezones. Su lengua acaricia sus duros pezones como botones e inunda de saliva sus pechos. Ella es muy profesional y consciente de sus obligaciones con el cuerpo de policía. Aparte de qué, todo sea dicho, se está poniendo como una moto.
Moloko observa divertida como tanto el inspector como Dupont están al rojo vivo y se baja la cremallera de la entrepierna. Se separa con los dedos los labios mayores. Con ayuda del consolador robado empieza a masturbarse. 0:01:52.
El intachable Putain empieza a respirar de forma entrecortada y sin agotar el contador, se corre con varias salvas espectaculares sobre la botonera, hundiéndola con la fuerza de la eyaculación. Y cómo aún tiene tinta suficiente en la estilográfica, le mete una corrida a Moloko (a dos metros a la izquierda) en la máscara de gas y otro estallido de masculinidad a las tetas de Michelle (otros dos insignificantes metros a la derecha). Amplios ríos de pegajoso semen tapan los visores duales de la ladrona, que intuyendo su derrota se da a la fuga dejando caer el empapado consolador. Dupont en cambio permanece sumisa, abriendo la boca, esperando más salvas, de pie.
La puerta de su jaula se ha abierto tal como prometió la ladrona. Raudo corre a liberar a su ayudante. El temporizador se ha parado a las 0:00:46. Michelle cae en sus brazos sollozando como un perrito. Sus pringosas tetas descansan en el pecho del adalid de la justicia parisina. Putain la abraza y la besa amorosamente en la coronilla.
—Ya todo pasó —le dice Putain a Dupont, mientras su tranca aun tiesa está llamando a la puerta de la casa del placer de su ayudante. Arsène se retira antes de que su polla-amiga, ya en el descansillo de la casa de DuPont, ha empezado a quitarse los zapatos y traer regalos a la dueña de la casa. Michelle no puede evitar soltar un mohín de desconformidad al ver a Putain separarse de ella. Pero el incorruptible inspector tiene trabajo por delante. Arsène se sube los calzoncillos y el pantalón de un arreón. Un rápido vistazo al mecanismo del cohete confirma que el petardo era en realidad inofensivo. Era todo una farsa.
Pero no hay tiempo que perder, Moloko se está escapando de nuevo. Michelle ya liberada empieza a marcar con su móvil a la policía de Paris mientras que Putain raudo persigue el taconeo de la ladrona por un angosto pasillo débilmente iluminado. Ya se podían gastar los malos un poco de dinero en la iluminación, pardiez. Al final una puerta de emergencia anuncia la salida con un haz luminoso. El inspector la atraviesa solo para constatar que Moloko, al mando de una lancha motora, ya le lleva mucha ventaja. Está a las afueras del Moulin Baton, cerca del río Sena. No la alcanzará. Ella se gira en su motora y le lanza un beso al aire.
—Esto no termina aquí —le grita Arsène, puño en alto.
La esquiva ladrona acelera su lancha y desaparece.
Epílogo.
Tanto el cuerpo de policía como la comisaría Fournier han vendido la recuperación de todos los objetos robados de los pasados meses como un éxito. Queda la astillita de la fuga de Moloko, pero la comisaría ha filtrado a la prensa que están muy cerca de atraparla gracias a nuevas pistas encontradas en su guarida.
Arsène cierra el periódico y pensativo empieza a examinar la documentación sobre la ladrona de nuevo. Nada. Hastiado y malhumorado la aparta a un lado. Su cuerpo necesita ahora otras cosas que trabajo. Pronto será Nochevieja y está solo. Enciende el móvil y fantasea con llamar a alguien para aún echar un polvo antes de que termine el año. Podría intentar seducir a Michelle Dupont o la comisaría Fournier. Quizás Pauline, la canguro de 18 años de su hija tenga tiempo para un chupada rápida. O podría llamar a Ayana Deschamps, la guardia de seguridad del Louvre… o quizás a Monique, su exmujer. Aun separados se la folla cada vez que ella necesita su coche. Algo tiene que hacer. Tiene la polla como la pata de un perro envenenado. Marca el primero número de su lista. Una alegre voz femenina responde con ¡Arsène! Él se inventa una excusa y le pregunta si aún le queda un rato libre para tomar un espresso "petit noir".
Safe Creative 2210312535772
¡La banda sonora de la tercera parte!
Hans Zimmer feat. MI37 - Now we are free
Me gusta mucho este arco y no tengo ni idea quién es Moloko... :)
ResponderEliminarMe está gustando particularmente mucho las andanzas del intrépido e intachable inpector. Deseando leer más.
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