Incompetente, hazmerreir de toda Francia, payaso... son las
frases con las que la comisaria Babette Fournier, un portento de mujer
pelirroja de 1,80 cm, obsequia a Putain nada más entrar en su despacho de la calle Pierre Marcel Allain-Souvestre.
—¿Cuántas veces más se nos va a escapar Nicole Moloko?
¿Cuántas veces más tengo que ver mi nombre en los titulares de los periódicos de toda Francia
junto a la palabra ridículo? ¡Es inaceptable, Arsène! Sabe de sobra que le
estimo y que le he salvado el culo infinidad de veces, pero es hora de traerme detenida
a … —demanda una enfurecida Fournier. Su rostro es cada vez más parejo
a su volcánica cabellera contrastando con su pálida blusa. Es una depredadora a punto de saltar sobre a su presa. Para rondar los cuarenta, a Babette bien se le puede poner mirando a Cuenca —piensa Arsène. Lo de la ciudad de Cuenca le sale al inspector por su abuelos españoles. Le consta que el abuelo Ramiro ponía a la yaya constantemente en dirección a esa ciudad por los siete hijos que tuvieron.
Putain asiente estoicamente el chaparrón que le está cayendo a su ego profesional. Entretanto intenta disimular de nuevo la colosal erección que le produce que le griten. A
medida que la comisaria se acerca cada vez más a su rostro, salpicándole con
finas gotas de saliva, menos la escucha y más se le pone dura. Como un peñón.
Podría derribar el Arco del Triunfo a golpe de cuatro pollazos.
Su fantasía le transporta a su habitación dónde la comisaria
hincada de rodillas le ruega que se la folle como la perra que es. Desnuda a excepción de unos coloridas botas skating de ruedas desgastadas. Su larga cabellera está recogida tras una barata gorrilla transparente de tintes cobaltos de camarera estadounidense. Su sexo depilado brilla como el faro de Alejandría. Soberano, de pie, Arsène la observa y le dice que tenga menos prisa. Que antes ella le debe preparar
un sándwich y servirle un batido de leche. Tiene Putain maniatada al cuello a la comisaria con una
fina cadena de acero. Ella asiente llorosa, agradecida y se desplaza a cuatro
patas a la cocina, culo en pompa mientras las ruedecillas de sus botines inline giran perezosas. Detiene el inspector a su jefa, tirando bruscamente de la cadena, y sin
avisar le mete un pollazo en el culo que la hace doblarse y rezar a
la Meca. Le empala la inflamada polla sin piedad en su estrecho culo con un sonoro plop. El ruido de la penetración se asemeja como quién hunde los pulgares en un tarro de Nutella. Fantasea que es la primera vez que le dan por culo a Babette de manera no figurativa. Ella empieza a soltar bufidos de placer. Se mezclan las risitas con un repentino hipo de apagados ladridos. Babette extasiada se muerde los puños hasta hacerse sangre. ¡Menudo es Putain! Sabe exactamente como tratar a las de su calaña. Le estruja con vehemencia las untadas tetas por detrás. Tiene tanta leche en los huevos que podrán hacer batidos para todo el fin de semana. Con la cadena apresada entre los dientes, Arsène le sigue dando su merecido mientras gruñe febril "Puta Moloko, me tienes hasta la huevos... reputa Moloko… puta..."
—… Moloko. Ya se ha reído de nosotros demasiadas
veces. ¡Ni una más! En una semana, la afamada DJ, diseñadora y modelo de la marca
de ropa interior Secretíssimo, Becky Door, presentará su colección "Hot Egypt". Llevará colgada al cuello, para esta ocasión tan
especial, el consolador original de Cleopatra VII. Será en el "Moulin Baton*", cerca del rio Sena. Estoy
segura de que Moloko se querrá hacer con este objeto tan codiciado y hará todo lo posible por robarlo. ¡No se lo permita! Y no le pierda ojo a Becky Door ¡Sea su puto tampón si fuera necesario! —termina la comisaria dejándose caer a plomo en su silla. Al hacerlo su corta
falda oliva levanta el vuelo, dejando entrever su tanga perdido en combate entre sus rosados labios
íntimos.
» Ahora váyase y llame al chico nuevo del archivo. A ese inútil y dígale que ahora
tengo una hora libre para dar respuesta a sus espantosas inquietudes sobre sus tareas futuras en
la comisaria —indica a Arsène y le despacha como quién espanta un abejorro. Al
cerrar ve como la comisaria se repasa los morros con un pintalabios rojo carmesí, se sube un poco la falda, despeja de papeles el escritorio y palmea la mesa.
*Molinillo de viento en francés.
Apartamento de Arsène, por la mañana.
Michelle Dupont acaba de llegar empapaba como un perrito. Le ha caído una chuza de escándalo. Los cielos de París llevan vomitando agua desde ayer. Carga una voluminosa caja de cartón con varios archivadores. Contienen toda la información sobre Moloko de la que dispone el departamento junto a los planos del Moulin Baton.
—Gracias por venir tan temprano —agradece Putain mientras ayuda con el chubasquero a la menuda Dupont. Ella se sube el caballete de las gafas y contesta tímida con un imperceptible "Gracias".
Arsène no lleva tanto años en el cuerpo si no cazara al vuelo ciertos detalles. Michelle está sumamente alterada. Demasiado. Sus puntiagudas tetas no paran de hincharse una y otra vez. Como si acabase de correr un maratón. No puede ser solo por el caso en ciernes. Hay algo más.
—Quítese las botas Michelle, por favor y póngase cómoda. Esta empapada. Voy a hacer un poco de café. Después repasaremos el caso... pero a usted le pasa algo más…
—Es mi novio, me tiene harta. No hay manera de salir de casa sin que esté me esperando con la… con la… —Michelle, acurrucada en el sofá, se abraza ambas piernas. Está alterada, pero no con Putain. Está deseando soltar lastre, confesarse con el recto Inspector, recio adalid de la justicia en París.
—¿Con la qué?
—¡… polla tiesa! Se planta delante de la puerta de casa y, con esa tranca de burro, me cierra la salida como un paso a nivel. ¡Sólo le faltan las luces intermitentes! Hace algunos días incluso cerró la puerta de un golpe con el miembro. Así de gorda y dura la tiene. Yo ya no puedo más. Cada día hay que follar, sí o sí. Dos, tres veces, las que le vengan bien al señorito. No se ve harto. Hay días que no puedo ni andar. Por supuesto, usted de eso ya se habrá dado cuenta dada su innegable perspicacia, inspector.
Putain asiente… por supuesto, no se había dado cuenta.
—Durante un tiempo pude librarme de sus arrebatos, chupándosela, pero ya no le vale. Quiero polvo y chupada de postre. Estoy desesperada. Hoy he conseguido escabullirme sin que me pásese por la piedra ¿Soy una estirada, inspector? Ya no sé qué hacer. Me siento como una fracasada. No se piense que no me gusta el sexo, pero tanto y tan de seguido...
—Para nada Michelle, es usted un sol. Un ángel. No se pliegue a sus deseos. Usted tiene todo el derecho a decir que no —sentencia Putain mientras le entrega un humeante café negro. No tan caliente como Michelle. Con las piernas recogidas, le está viendo las bragas. Ella acoge la taza con los finos dedos de sus manos. Sus ojos agradecen el calor del oloroso café marroquí. Putain se fija en sus pies. Pequeños pero perfectos bajo sus medias naranjas. Un bombón. Arsène toma nota mental de investigar al novio y hacérselo pagar. Quizás su amigo, René "el tuercas" le pueda meter un buen susto un día de éstos con ese bate suyo tan famoso. Se lo tiene merecido, por cansino y por polla gorda.
Michelle bebe el café a pequeños sorbos, perdida en sus pensamientos. Aún tiembla como un perrito pequeño. Putain la arropa con una manta.
—El café está muy, muy bueno. Da la vida, parece que me han tirado de cabeza al Sena. Estoy helada. ¿Podría darme una ducha caliente? ¿Soy muy atrevida? Pensaba hacerlo en la comisaria después, pero me conozco, me constipo con una facilidad pasmosa si tengo frío y luego no hay Dios que me aguante.
—Para nada Srta. Dupont. No queremos cogernos un resfriado del copón, ¿verdad? Adelante. Hoy meteré su ropa a la secadora y estará seca en un pispás. Hay toallas limpias en el baño. No tengo gel al ser más calvo que una bola de billar como ya se habrá dado cuenta —ríe Arsène mientras vuelve a imaginarse comiéndole el coño a Michelle, como un perro bebiendo agua de una palancana.
Unos minutos después.
Michelle está duchándose sin percatarse de que nuestro integro inspector la observa por una rendija de las cortinas. Tiene la Srta. Dupont un cuerpo menudo, de primera para sus joviales 20 años. Si fuera un coche estaría sin duda en la gama alta de prestaciones y detalles. No sólo todo en su sitio, sino además bien puesto.
No era la intención de Putain cotillear, pero sumido en sus pensamientos cómo atrapar a Moloko entró en el cuarto de baño para lavarse las manos. Se paró en seco al oír el tintineo del agua, y unos leves jadeos de placer. No puedo evitar echar un vistazo. Un buen inspector no descansa, investiga siempre. Es su triste destino.
Se acerca a la armadura circular cubierta de gruesas cortinas transparentes que se alza sobre la bañera. Patas con cabeza plateadas de Lobo, modelo Rufino. Las patas clásicas contrarrestan con el toque desenfado de las cortinas con motivos de alegres piñas sonrientes.
Las intenciones de Putain eran nobles, sólo quería asegurarse que Michelle estaba bien, que no le faltase de nada. Y tanto que estaba bien... más que bien, está muy buena. Con los ojos cerrados y envuelta en espuma, se masturba, valiéndose de un gel de ducha cerrado. Con el tapón romo se acaricia una y otra vez la delicada vulva. Arriba y abajo, pausadamente para luego subir una velocidad. Sus finos dedos índice y anular apartan los labios íntimos para permitir las eventuales penetraciones del agradecido bote de gel. La pepitilla enloquecida por el placer salta como un berberecho que le hubiesen aplicado un litro de zumo de limón. Su vello púbico no está depilado, pero sí perfectamente aseado. Un reducido triangulo de fino cabello como el de un kiwi.
Michelle gime y se agarra con fuerza el brazo de la ducha. Levanta una pierna y se frota reiteradamente con el escudo de la ducha. Ronronea como una gata. Blanca espuma recorre su cuerpo como un sensual manto, donde solo sus duros pezones separan el espumoso abrigo cual Moisés las aguas del Mar Rojo. Michelle vuelve a gemir. Está a punto de correrse. Estruja de nuevo una y otra vez el bote de gel, que palpita en sus menudas manos. Se muerde el labio inferior y susurra un nombre. Tras las cortinas, Putain se maldice por no recoger esa pista esencial.
Arsène tampoco puede más y ha sacado su mejor amigo desde su infancia a escena. Asoman dos palmos de su curioso amigo entre las cortinas. No será tan gorda como la de Gideon, pero siempre ha cumplido con alta nota todo cometido impuesto. Se acaricia el glande con el dedo pulgar y el índice. Igual de calvo que su cabeza. Joder, que buena está "la Michelle".
Otra muy buena historia de Valentin@. Deseando estoy leer la tercera parte dónde espero descubrir la identidad de Moloko aunque ya creo saber quién es…
ResponderEliminarOlé
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