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Arsène Putain y el ataque de las putichicas (Inspector Arsène Putain II #10)

  EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS


ARSÈNE PUTAIN Y EL ATAQUE DE LAS PUTICHICAS


Lavadero de coches "l'impoluto Monsieur Putonium".
Medianoche. Ahora. 

—¿Cómo que aún nada? —vocifera Luna Bellum al teléfono más cabreada que una suegra con dos yernos—. ¡¿Entre las tres os lleváis follando al endemoniado inspector Putain más de cuatro horas y me dices, tan ancha, que aún nada, pedazo de zorrón?!

La nerviosa voz de su lugarteniente, Pétalo, le confirma sus peores temores, que el inspector sigue igual de palote que cuando empezaron a "interrogarlo".

En el fondo siempre supo que era un plan de mierda, se lamenta Luna Bellum masajeándose las sienes para pasar a continuación a pellizcarse con dos dedos el caballete de su respingona nariz.

Frustrada, le da una patada -¡iaaa!- a la silla giratoria de su despacho. Esta se termina estrellando contra un archivador metálico -¡clónc!- que ofendido escupe media docena de libros con la contabilidad manipulada, más falsos que un sordo afinando una guitarra. Aunque tampoco es tan extraño, no tiene ni un solo libro en su estantería que no haya sido "repasado".

Confiar en las bondades de un muñeco vudú ocultista de Putain para doblegar su voluntad y obligarle a cometer actos depravados con sus putichicas. ¡Já! ¡Puta mierda!

Chantajear a continuación al bueno del inspector con emitir esos videos subidos de tono en prime time en todos los canales de televisión franceses y acabar con su intachable reputación ¡Já! ¡Cagada monumental!

¡En qué hora se dejaría convencer por Pétalo que hacía uso de esta artimaña con la casquivana de su hermana Burbuja uno y otra vez!

Mostrar detalladas primeros planos de su flácido miembro, derrotado y más arrugado que el pescuezo de una tortuga a toda Francia para ser motivo de chanza constante ¡Já! ¡Fracaso total! Otra idea "estupenda", esta vez de la lumbreras de Cactus, que lo hacía constantemente para ridiculizar a sus incontables folla-novios.

Nada ha surtido efecto. Lo que único que aquí está funcionando es que el inspector se está poniendo morado a follar. ¡Con el salami siempre en oferta! ¡Parece que trabajase en una empresa de embutidos! ¡Menudo éxito!

¿En qué momento se torció todo?

Luna Bellum ya ni se acuerda. Se acerca a la licorera y se pone un negroni.

La jugada de meterle varios audífonos espía en el coche al inspector y así anticiparse a todos sus movimientos era digna de una súper mente criminal privilegiada como la de ella. Averiguar de paso qué información exacta disponía el puto inspector sobre su taller de lavado y el anillo de Salomón. Un estrategia maravillosa. ¿Para qué le ha servido estudiar en una afamada Academia de súper villanos de Ginebra, Suiza? ¡Para nada! ¡Putaaaa Mierdaaaaaa!

Y eso que todo iba al principio de peluches; una conversación robada al casquivano agente de la ley donde afirmaba a un colega conocer el paradero del anillo de Salomón hurtado, disponer de información capaz de desenmascarar a su organización y hacerla caer en cuestión de días.

Bien, bien. Perfecto, pero ¿por qué una mujer de marcado acento árabe de fondo tiene la voz entrecortada? ¿Se le están chupando en el coche mientras confiesa? ¡Será cerdo!

Después la petición del inspector de encontrase en el gimnasio "El pato mareado" propiedad del susodicho amiguito para hacerle entrega de un seguro de vida en caso de que le pasase algo. Después, regresa la voz de la chica pidiendo... no, exigiendo que se corra en sus tetas. A continuación, varios sonoros splashs y el ronroneo gatuno de la muchacha satisfecha.

Así, por las buenas. Como si fuera un día cualquiera en la oficina, Hablando del indigno acto de detenerla mientras le mete una señora corrida a una (quién sabe si lleva la muchacha hasta hiyab). Que poco respeto. Seguro que la tiene durísima como el pistón de un Land Rover. Se pone otro negroni, se lo termina de un trago y estrella el vaso contra una pared.

Su organización y ella se merecen un respeto. Sí, su organización. Y sobre todo ella ya que aquí Ambrose "Papa" Toussaint pinta menos que un cenicero en una moto.

Crear un personaje pantalla como de Toussaint -un imponente musculado negro que según los mentideros también estaba dotado de un pollón descomunal- fue una idea magistral para desviar la que realmente movía los hilos de la empresa criminal.

Mandaría a sus putichicas a hacerle una inesperada visita. Para soterrar y obligar al licencioso inspector a cometer las acciones sexuales más deleznables y depravadas, les entregaría un muñeco vudú hecho exprofeso por una amiga hechicera suya. 

Anulada la férrea voluntad del agente de la ley, todas sus perversiones serían grabadas y subidas a un servidor para chantajear al "señorito" con hacerlas públicas si no soltaba la gallina, la mosca, el parné o la pasta gansa.

Ahora, rendida a la evidencia tras la conversación con Pétalo y por más que haya hecho esta uso del puto muñeco, por más agujas que le ha metido, por más que haya retorcido sus miembros (todos ellos) en posturas imposibles, lo único que parece haber surtido efecto es en tenerlas a todas descoyuntadas a follar y con la mandíbula desencajada.

La que peor parada parece ser Cactus (y eso que iba de dura). Que incluso ha llegado a gritar "¡Misericordia!". ¿Y de los amorales actos? Nada de nada. Ni han llegado sacarle al intachable agente nada de información. Ellas no han sacado nada y el amigo es el único que está venga meter. 

Al final le va a tocar a ella arreglar el desaguisado si no quiere volver a perder otra partida con el inspector. Se sirve otro negroni. Se lo acaba en menos de lo que canta un gallo. Va un poco -bastante- achispada.

Le mete otra patada al mobiliario de su oficina -¡iaaa!- y descuelga del golpe -¡plaff!- un cuadro de unos perros jugando al póker. Los perros parecen expresarla con su mirada que es una puta borracha y que se prepara fatal los negroni.

Desde luego, no gana para muebles.

Alterada, se sube la falda, agarra una de las muchas medallas -la que más relieves tiene- que ganó durante su estancia en la Academia de villanos y se empieza a acariciar la pepitilla por encima del tanguita. Con toda la tontería se ha puesto trotona. Primero a calmar la panocha y luego ya irá a poner orden en el taller.

Endemoniado Putain. Se la va a pagar todas juntas. Qué manía le tiene. ¿Ya se ha acabado el negroni? No se acuerda. Se hará un cocktail de otra cosa. De lo que quede. Qué más da.

No pocos combinados han salido de mezclar lo que quedaba en el minibar. Maldita sea, maldita como la polla del desgraciado de Putain, se dice.

¿Nadie se ha dado cuenta que la palabra cocktail cita dos veces la palabra polla en inglés? ¿Cock y tail?, se reafirma en su estado borrachil.

Trastabilla un poco.

Bellum aún no ha empezado a despotricar por la rama por parte materna del adalid de la justicia, cuando un muy placentero por inesperado orgasmo le funde los plomos.

*El Negroni es un cóctel preparado a base de ginebra, Campari y vermú rojo.


Taller mecánico y gimnasio de boxeo "El pato mareado".
Cuatro horas antes.

—¿Entramos así por las buenas, le sacamos al inspector lo que sepa con cuatro hostias y ya está? —pregunta Cactus a su malhumorada hermana, Pétalo—. ¿Para qué entonces nos han entregado el muñeco vudú?

—¡No te has enterado de nada, joder! —le reprimenda Pétalo ajustándose el ostentoso lazo carmesí—. Hay que follárselo y hay que grabarlo todo, todito. En 4K si fuera necesario. El muñeco es para obligarle a que nos meta mano de la forma más cochina posible y llevarlo a la ruina.

—Pero quizá no haga falta hace uso del muñeco después de todo —corrige Burbuja, poniendo paz entre sus hermanas —. Yo, teniendo una polla en la boca, hago cantar a un mudo como si fuera a ganar Eurovisión, pero, tienes razón, no está de más tener un salvoconducto si el Monsieur no "colabora".

Todas asienten a la vez entre graznidos y risitas. A continuación pegan un grácil salto de medio metro en las alturas encogiendo la pierna izquierda, golpean sonoramente -¡paf!- sus palmas en el aire y gritan al unísono "Sugar and spice and all things nice"*. 

Todo saldrá de peluches. Seguro.

Spoiler: No.

Después se meten en el callejón tras el gimnasio. Cactus fuerza el ventanuco de un lavabo. Se cuela pegando un ágil salto y rodando al interior del aseo. Pocos segundos después, invita a sus hermanitas con un sonoro ¡tachán! a entrar por la puerta trasera (que estaba sin cerrar) a pocos metros del ultrajado ventanuco. A nadie de las putichicas se le ocurrió comprobar antes si la puerta estaba abierta. Las malditas prisas. Es lo que tiene el directo.

Una vez dentro, las tres espalda con espalda, brazos en postura de ataque, siguen el alegre canturreo una canción de Manu Chao. Tras pasar el gimnasio desierto -es que no son horas de entrenar ya-, llegan al solitario taller.

Debajo de un argentado Porsche 911 Carrera, el indecente golfo está entretenido con las piernas recogidas cambiándole el aceite al deportivo. ¡Ajeno al inminente e irreparable peligro que sufrirá su reputación de un momento a otro!

Ni corta ni perezosa, Burbuja se arrodilla y con un hábil tirón le despoja del grasiento mono al adalid de la justicia hasta los tobillos. La polla del incauto se balancea cual mástil de un barco en plena tormenta. No han transcurrido ni diez segundo, cuando la libidinosa rubia de las coletas ya está se metiendo en la boca la polla del hombre hasta la empuñadura.

—Qué dices ahora, ¿eh? Eso sí que no te lo esperabas, puto vicioso. ¿Qué sabes del lavado de coches y de Madame Bellum, eh, polla gorda? —vocifera Pétalo de pie mientras su hermana no deja de dar buena cuenta del pistolón del amigo. Con toda la tontería se le ha olvidado comentarle a su hermana Cactus que empezara a grabar con el móvil. 

Bueno, ya habrá tiempo más adelante, piensa mientras retuerce el monigote de lana con dos botones como ojos que supuestamente debería ser Putain. Se parece el muñeco como un huevo a una castaña al inspector y a excepción que es igual de calvo y del miembro colgante que le llega a media rodilla. 

—¡O nos cuentas todo y te denunciaremos por abuso de la autoridad! Diremos que te beneficiaste de nuestra candidez. —Pétalo retuerce el muñeco vudú—. Que nos obligaste a hacerte todo tipo de actos depravados con la amenaza de enchironarnos bajo mil denuncias imaginarias. Con malas artes.

—¡Muy malas! —corrige Cactus levantando un dedo y librándose con un soplido de un díscolo mechón esmeralda de la frente. Está pasando un calor horroroso.

Burbuja con el culo en pompa asiente sin soltar la presa del durísimo miembro en la boca. Aunque el amigo tiene buena herramienta, lo cierto que no es tan extraordinaria como se lo hubiese imaginado. La gente es que es demasiado parlanchina. Atenaza con todas sus fuerzas el glande por su parte inferior como si fuera a asfixiar a una gallina y da comienzo a su técnica especial; lametazos y pequeñas chupaditas al orificio en forma de rendija del glande. Ya más adelante, procederá a devorar la espada al completo, pero de momento que sufra.

—Pues para ser tan listas, no dais ni una —corrige Putain sentado en una mesa a pocos metros en la penumbra, pelando una naranja—, aunque seguro que mi amigo aquí, René, no tiene queja alguna. ¿Os apetece un trozo?

—¿Cómo? —exclama una lívida Pétalo visiblemente nerviosa— ¡Hermana Burbuja, deja de chuparle la polla al tío ese! ¡Que ése no es Putain, joder! ¿Dónde cojones está el muñeco vudú? Ah sí, lo tengo en la mano.

Agarra el muñeco por el culo y le pone a penetrar el aire. Como un resorte, el inspector suelta el cítrico, deja de hablar, se desabrocha los pantalones y libera un pollón tieso de 28 centímetros de pura gloria que deja tanto a Burbuja y Cactus sin habla. 

En cambio, Burbuja, sigue a lo suyo que es chupar sin piedad alguna el rabo de René. Que le importará a ella que no sea el miembro del agente de la ley el que tenga en la boca. Ella tiene unas obligaciones adquiridas y no a va dejar que un rabo abandone sus labios más duro de lo que entro. O sale derrotado o no sale. Faltaría más. 

Cactus tras salir del trance de la visión del pollón del adalid parisino, se arrodilla y le retira la falda color cielo a su hermana Burbuja, por encima de las caderas. Le baja las minúsculas bragas y descubre su delicado melocotoncito de gordísimos labios. Atiza varios cachetes al culo de su hermana. A continuación, le da repetidos besitos al trasero enrojecido y le da el ok al inspector para el acción de monta.

Nuestro bravo y solicito inspector, escupe sobre el cabezal de su caja de cambios y sin mediar palabra alguna, la penetra por el culo hasta la empuñadura. 

—¡Oye! —grita Pétalo a su hermana Cactus exigiendo una explicación mientras acciona la cámara de su Pineapple X Pro —¡Qué se la está abrochando por el culooooooooooo!

Cactus, desconocedora que hubiese un manual de instrucciones del puto muñeco, alza los hombros dando a entender que no está muy ducha en el manejo del monigote, que su hermanita se deje de monsergas y que empiece a grabar con el móvil.

Burbuja al sentir la hercúlea estocada de Arsène, pone los ojos en blanco ante la monstruosidad de la herramienta pecaminosa del inspector. Jamás ha sentido tanto dolor y placer al mismo tiempo. Siente que la van a partir en dos. Finalmente termina relajándose y sigue a lo suyo, que es chupar. 

El endurecido y muy venoso miembro rechupado del amigo debajo suya está a punto de estallar y entregar su ardiente magma lechoso. En peores plazas ha toreado una y oye una se debe a la familia. Sigue chupando.

—¡Hijo de puta! —le grita Cactus a Putain estrujando con ambas manos su bolsa testicular y golpeando con el puño el musculado trasero del agente—. Te gusta metérsela por el culo, ¿a qué sí? ¡Fóllatela! Pedazo de cabrón. ¡Métele hasta las escrituras de la casa por el asterisco! ¡Que la cacho puta no se pueda sentar en un semana!

—¡Joder, Cactus! ¡Qué eso no lo podemos grabar! ¡Tiene que parecer que nos están obligando a tener sexo con él! —le recrimina la líder de las putichicas—. ¡Y vas tú y empiezas a soltar gilipolleces! Anda borra todo lo que tengas grabado y empieza de nuevo.

René, ajeno a todo y a todas, mientras recoge y estira las piernas como una persiana, se descarga entre espasmos en la cálida lengua extendida de Burbuja. Cómo la chupa la niña, piensa.

*La traducción literal sería "Azúcar, especias y todo lo bueno", aunque un sentido más ajustado sería que las niñas pueden ser (al contrario que los niños) estupendas.


Media hora después.


—¡Así no vamos a ningún sitio! Este desconsiderado no se corre ni a tiros y este paso va a matar a pollazo limpio a Burbuja —exclama desesperada Cactus a Pétalo—. Encima me he confundido y le he dado al botón de hacer fotografías en lugar de grabar. Y es mejor que se descargue y empezamos de nuevo. ¿No puedes hacer que se corra el inspector?

Putain, en trance, no ha dejado de tirar con los dientes de las coletas a Burbuja.

—¡Yo qué sé! ¿Qué quieres qué haga? ¿Le hago una paja al puto monigote, so lista? —responde altiva la pelirroja Pétalo que ya no sabe cómo retorcer el muñeco—. ¡Como le está dejando el trasero a la amiga!

El gruñido de Putain descargándose finalmente en el ojal de la rubia Burbuja interrumpe las deliberaciones de las hermanas. La pobre Burbuja, fulminada, culo en pompa -con cinco orgasmos metidos en el cuerpo ya no está para nadie, se abraza instintivamente al cuerpo aletargado de René -La muchacha siempre ha sido muy de abrazar- y queda dormida igualmente. Una amplia lechada abandona a borbotones irregulares su pizpireto y abochornado culo formado una amplio viscoso surco entre sus piernas.

—¡Por fin! —respiran aliviadas las hermanas abrazándose y dando pequeños saltos circulares, pero quedar confrontadas por el peso de la duda— ¿Y ahora?

—¡Túmbale y móntale! —ordena la líder de las putichicas— ¡Que parezca que te obliga a cabalgarle! Yo lo grabo todo, aún estamos a tiempo de capear el temporal de Madame Bellum.

—¡Ok! —responde Cactus llevándose el canto de la mano a la frente al estilo militar, asombrada de que la polla de Putain no haya perdido un ápice de vigor ni dureza. Será por la poderosa magia vudú—se autoconvence—, no puede ni debe haber otra explicación.

Tras hacer el paripé, insultando al más intachable representante de la justicia de París, diciendo que se ve obligada a montarle, que lo hace en contra de su voluntad y demás polladas que nadie en su sano juicio se creería sin estar harto de vino -o negronis-, le mete las chorreantes bragas en la boca a Arsène para acallarle las posibles reticencias y se deja caer a plomo sobre la pétrea cachiporra reduce-delincuentes del inspector.

—¡Hijoputa! —vocea Cactus al sentir el yelmo del pollón de Putain invadir la flor abierta de su rosa íntima, para después quedar empalada con el palpitante y venoso troncho del insobornable agente de la ley, sin parar de golpearle el pecho con los puños—. ¡Eres un mierda! ¡Un impotente! Te crees que con ese pollón lo tienes todo hecho, ¿verdad? ¿Qué soy una de tus zorritas? ¿Quién te folla mejor? ¡Dímelo! ¿Mi hermana o yo? 

—Calla, joder, Cactus, ¡calla! —exclama a grito pelado, Pétalo— ¡Que la estás liando otra vez! ¡Que tiene que parecer otra cosa! ¡Si le tenemos que quitar el audio a la grabación, valdrá el vídeo menos que el limpiaparabrisas en un submarino!

—Sí, sí, perdona. —se disculpa torpemente la que va de dura de las putichicas mordiéndose el labio inferior— ¡Me siento tan ultrajada! ¡Maldito cabrón que me obligas a montar esa monstruosidad de polla maravillosa, cincelada por el mismísimo Michelangelo! ¡Si la sacas, te mato, hijo de la Gran Puta de Babilonia! Te gustaría descargarte dentro con esa mierda de polla que tienes ¿verdad? ¡Pues no! ¡Antes debo correrme yo! Esto... ¿Qué es lo que tenía que decir?

Pétalo fuera de sí ya no sabe qué hacer con el monigote, ni tampoco encuentra el móvil, ni se acuerda a qué cojones han venido al taller. Aparta unas facturas de la mesa, se sienta y empieza a comerse una naranja. Lo único que se le ocurre decir a una Cactus embravecida de placer hasta el paroxismo, montada encima del adalid como si fuera una endiablada jockey a punto de ganar en las carreras de Ascot, es: "Después me toca a mí, ¿eh?" y "Cómete un limón más tarde para quitarte esa cara de felicidad que tienes, cacho puta".

Una hora después.

—¡Dejadme a mí, putas! —ladra fuera de sí Pétalo— ¡No se os puede dejar al cargo de nada, joder! ¡Burbuja, si has terminado de dormirte la siesta te rogaría, te pusieras a grabar con el móvil! ¡Cactus, manda a tomar por culo el muñeco vudú que no sirve para una mierda! Creo que tu "maravilloso" plan de montar al inspector no ha servido de nada aparte de ponerte la panocha al rojo vivo. ¿Cuántas veces se ha corrido? Ni lo sabes. Ni una puta pregunta le has hecho. ¿Para qué?  —resopla la pelirroja Pétalo brazos en jarras—. Es un auténtico milagro que aún la tenga dura.

» Vamos a pasar a un plan mucho más inteligente. Que me embista por delante como un miura mientras yo pongo cara de inocente como una puta fina y le he hincho a preguntas bajo la amenaza de...

—¿Puta fina? —responden al unísono las hermanas restantes que apenas se pueden poner en pie. Cactus con andares a lo John Wayne y Burbuja ladeándose de un lado a otro. Parecen que acabasen de salir perjudicadísimas de un after hours.

—¡La pitufina quería decir! —corrige avergonzada Pétalo que solo le ha dado tiempo a subirse la minifalda antes de que Putain se la meta hasta la base de los testículos. Las braguitas las deshace como papel de fumar el adalid de la justicia al primer pollazo—. ¿Qué sabes del lavadero? ¿Qué planes tienes para el fin de semana? ¿Te gustan más la pelirrojas?

Que las preguntas no tuvieran ningún sentido, ya no le importaba a ninguna de las hermanas y a Putain... menos.

Tras veinte despiadados minutos “atornillando” a Pétalo, Arsène termina liberando, y gruñendo, su simiente encima del vientre e inundando el valle de los menudos melocotones de la pelirroja, amarrando con cada mano la nuca de las hermanas restantes. Estas ni se acuerdan ya cómo el licencioso caballero parisino se ha apañado para que dejaran de grabar y pasaran a chuparle los huevos y el falo cada vez que su descomunal y lubricado miembro abandonaba la húmeda guarida de las putichicas del barrio parisino de Townsville.

El infatigable azote del crimen estaba como "encelado" y las ha echado unos polvazos que son para enmarcar en cualquier museo.

—Bueno, hora de terminar la farsa —sentencia Putain terminándose de limpiar el pollón con el lazo carmesí desanudado de desmadejada Pétalo—. Llamad a Luna Bellum y decidle que no me habéis sacado nada y que nos obsequie con una visita de inmediato. Me callaré el hecho que sabía que el muñeco vudú era inservible desde el principio y que me he hecho el tontito para daros a cada una de vosotras un buen repaso.

Acto seguido, le ordena a René que saque dos botellas de vino bueno mientras esperan a Luna Bellum. El juego ha terminado.

Atónitas de su torpeza y desconocedoras de a qué juego se refiere el inspector, las putichicas pone morritos, se sientan a la mesa junto a René y dan buena cuenta de las botellas a gollete.

El inspector se ríe echando la cabeza para atrás, con las manos en las caderas y la picha tiesa. El pollón parece como si las mantuviera a raya como el cayado de un pastor de los Pirineos a sus ovejas.

Las putichicas se muerden los labios temerosas de que Putain siga queriendo ejercitar su justicia varonil.

Spoiler: No están temerosas, lo están deseando.

A ver cómo salen de esta ahora, porque sacar no han sacado nada y el que se puesto las botas a meter ha sido Arsène.

¡Finalizará en la próxima parte o no!


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¡La banda sonora!

Eminem - Houdini.


No te pierdas todas las aventuras del intachable inspector Arsène Tiberius Putain bajo el siguiente enlace o en su libro recopilatorio.


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Comentarios

  1. El intachable inspector no falla nunca y f#lla mucho. Muy buena historia. A ver como acaba este sindiós.

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  2. Genial como de costumbre. Me encanta como Valentin@ combina humor y sexo. Este Putain tiene para todas. :)

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