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La chica de la curva (Especial Halloween 2022)

EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS




    —¿Te lo dije o no te lo dije? ¿A qué ha sido el mejor polvo que has echado jamás? Y además ella no se puede negar a hacernos lo que le pidamos, tantas veces como queramos. Así es su maldición. Esta noche está obligada a satisfacer todos nuestros deseos. Joder, tío, ¿no estamos en el puto cielo? Lavinia no envejecerá nunca, siempre como un cañón de buena con esa carita de guarra, siempre dispuesta a comernos la polla. Ostia puta, sólo de acordarme de ella se me pone la picha como el candado de un penal. No importa los cascados que estemos nosotros. Que sólo sea una vez al año, en Halloween, es lo de menos.

    »Tienes mucha suerte que seas colega mío. Yo me la llevo follando ya casi 5 años. ¡Pum! Yo no falto a mi cita todos los años. Aquí estoy, tieso como un clavo. La recojo en el coche y a follar. Le pongo el conejo más rojo que la nuca de un albañil. Que le den por culo a mi parienta. No me deja hacerle ni la mitad de las cosas que le hago a la guarra de la Lavinia. ¿Cómo qué está tiesa? Claro que no, no soy un puto enfermo. Está atrapada entre dos mundos a la espera de no sé qué pollas y, entretanto, podremos follárnosla cada año, eso me ha dicho —promete Sebas a Pepe mientras se enciende un cigarrillo y expulsa el humo por la ventanilla trasera del coche a la gélida noche de noviembre. ¡Y peores cosas te has follado, gilipollas! 

    Su gorda polla venosa, vencida, aún palpita por la reciente eyaculación. Un pequeño charco de esperma se ha acomodado en su ombligo. Sus depilados huevos son mandarinas deshinchadas en comparación con su miembro.

    Fuera del coche, la oscuridad es total y sólo las luces de los faros rasgan las tinieblas del bosque. El gatuno ronroneo del motor en marcha y el canturreo de Pepe que vuelve de miccionar contra un árbol rompen el silencio. Se sube la cremallera y se vuelve a meter en la parte trasera del coche en busca de algo de calor. No le gusta el bosque. Es más, lo odia y lo evita todas las veces que puede, pero ya no podía más y tenía que mear como un caballo.

   A escasos metros, Lavinia vestida con un camisón desgarrado que deja al descubierto sus menudos pechos, observa contrariada de pie la situación. Su largo pelo castaño en cascada contrarresta con la palidez de su bellísimo pétreo rostro. Sus ojos azules desafiantes apenas pueden contener la furia de su ultrajado ser. Grumosas gotas de cálido esperma de la anterior corrida de Pepe abandonan perezosas su sexo. Pepe se ha corrido de nuevo en su culo con ganas. Sus medias de rejilla rotas no pueden ocultar los moratones de las despiadadas embestidas sexuales de Pepe y anteriormente de Sebas. Se han ido turnando. Mientras uno se la follaba encima del capo, el otro esperaba fumando y jaleando. Animales desatados. Ellos creen que sólo quedará liberada de las apetencias sexuales de los faunos al despuntar el alba. «Que lo sigan pensando». 

    A Lavinia, el resto del año, la conocen como la chica de la curva.

    Bien es sabido que todos los lugares tienen una mala carretera, una curva peligrosa en la que los accidentes son habituales. La leyenda cuenta que una chica de blanco, algunas veces vestida de novia y camino de su propia boda, perdió la vida en uno de estos tramos, aparece de repente y espera a que un coche la recoja. Si alguien se detiene, la chica se sube sin mediar palabra en el asiento trasero del coche. Sólo rompe su silencio para prevenir al conductor de la peligrosidad de cierto tramo de la carretera donde ella falleció para después esfumarse. La chica de la curva no es un ser malévolo, es en realidad una guía que anhela evitar que otros conductores corran su fatal destino.

    —Tengo unas ganas locas de que me la coma otra vez —se lanza Pepe— y esta vez quiero que se lo trague todo, nada de correrme en su culo. Eso ya me aburre.

    Se aprieta con virulencia el miembro que vuelve a erguirse orgulloso en el asiento trasero del coche, escupe una generosa salva espumosa sobre su enrojecida polla y choca las palmas con Sebas, sentado a pocos centímetros al lado suyo y sale del coche.

    —Pues claro que sí. Lo que quieras —ríe un divertido Sebas, mientras se incorpora y llama riendo esta vez a Lavinia por su apellido—. ¡Srta. Expósito! ¡Aquí hay una polla que no se va a chupar sola! ¡La noche es joven y te queda tarea!

    Pepe palidece, se para en seco y se gira tembloroso a la ventanilla abierta del coche:

—¿Has dicho Expósito? —pregunta, temeroso de la respuesta afirmativa que sin duda recibirá.

    —Sí, Lavinia Expósito, así se llama la gilipollas de blanco. ¿Por qué?

    —La hemos jodido, tío —gimotea un cada vez más ceniciento Pepe a medida que su piel empieza a agrietarse y descarrillarse a capas como pintura vieja.

    Sebas, aterrorizado, quiere gritar, pero su ennegrecida lengua se ha despeñado de su boca y yace a sus pies junto a la alfombrilla salpicada de gotas de semen como una sanguijuela inerte. Sebas intenta incorporarse mientras sus huesos, quebradizos como astillas secas se parten y sus músculos empiezan a deshilacharse.

    Lavinia observa satisfecha la agonía de sus captores. Tras años de espera, la noche de su venganza ha llegado.

Seis años antes

    Pepe no debería haber cogido el coche aquella noche, pero qué demonios… eran las fiestas del pueblo, y no iba a coger un taxi que le iba a meter una clavada de las que no estaban escritas para cruzar los tres kilómetros de bosque. En un alarde de valor (el alcohol nos hace mejores conductores y hablar todos los idiomas posibles sin acento), agarró las llaves de la ranchera de su tío y atravesó el bosque a toda mecha. Cuando más rápido circulase, menos opciones tenia de causar un accidente, era la maravillosa sinapsis que su abotargada mente le había propuesto.

    El impacto lateral contra el Renault de la señorita Expósito no fue espectacular pero sí lo suficientemente fuerte para desplazar el diminuto Clio de la carretera y lanzarlo ladera abajo dando varias vueltas de campana para detenerse violentamente contra una fila de árboles. Pepe por supuesto no paró, ¿para qué? Seguro que el conductor estaría bien. Ahora los airbags son una maravilla e iba ya tarde. Y además nadie le había visto. Llegó a casa de los amigos, aparcó el coche, y continuó la fiesta hasta altas horas de la mañana que terminó vomitando sobre el regazo de su prima puta Rosita, que seguro le habría chupado la polla de no estar tan perjudicado. Para eso está la familia.

    Solo días después, por casualidad, se enteró del fallecimiento en un accidente de tráfico de L. Expósito, una joven vecina del pueblo colindante. No le dio más importancia. Seguro que debía tratarse de un accidente de tráfico diferente. «Esa curva es muy jodida. La gente va como loca. Seguro que la tía esa no sabía ni conducir, ninguna sabe cómo los tíos, o iba puesta de algo», pensó y se fue de fiesta de nuevo.


    La chica de la curva observa curiosa a sus pies los restos mortales ennegrecidos de Sebas y Pepe. Tras tantos años, al final su venganza se ha consumado. Hacerle creer a Sebas, cuando la recogió a la orilla de la carretera, que él podía hacerle lo que quisiera en Halloween, fue la primera parte de su venganza. Tras lamerle el miembro en el asiento delantero del coche y dejar que se corriera en su boca, le dijo que se había encaprichado de él. Que ella no era capaz de negarse a ninguna de sus apetencias. Pero que por favor no le dijera a nadie, que estaba obligada por una fuerza oculta a satisfacer todos los deseos que tuvieran los que la recogieran en la noche de Halloween. Lo que desease, las veces que quisiera. Sabía que Sebas no iba a cumplir su palabra.  Tan solo debía tener paciencia y que el tiempo encaminase su plan. Y el tiempo es el menor de los problemas para un fantasma. Tocaba esperar, esperar que Sebas se fuera de la lengua e invitase a su amigo Pepe al bosque a disfrutar de su "conquista". Sebas era el anzuelo. Ella quería a Pepe, Sebas era un desagradable medio para su fin. Una vez Sebas atrajera a su amigo entrarían en vigor otras reglas, las suyas. Seis años tardó en completar su venganza.

    Pronto quedará liberada también ella. Las obras de la autopista a pocos kilómetros están muy avanzadas y la carretera actual a través del bosque quedará obsoleta y olvidada. Ella será libre. No queda mucho. Paciencia. El tiempo no será ningún problema. El tiempo no significa nada para ella.

    Entre los picos más altos de los pinos, el alba anuncia su llegada. Lavinia escupe sobre los restos humeantes de los chicos y se marcha.

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¡No te pierdas el resto de los relatos inéditos de Halloween que os hemos preparado bajo el siguiente enlace!

¡La banda sonora!

Simple Plan - Untitled


Low Shoulders - Through the Trees


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Comentarios

  1. Me sorprende tanto el poco valor que se le damos a Valentin@ por encuadrar sus relatos en los diferentes meses temáticos del blog amigo Décimo Círculo del Infierno. He aqui una gran alabanza por el relato y por el esfuerzo realizado.

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  2. Una pregunta: ¿El nombre de Lavinia es homenaje a uno de los pocos personajes femeninos de H.P. Lovecraft? Gracias desde Chile

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