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Azafatas en la nieve (OpenFly Air, Parte III)

EXCLUSIVO MAYORES DE 18 AÑOS



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    Manu y Vane han sido invitadas a la bucólica localidad de Zell am See, Austria a pasar unos días de descanso, invitadas por la antaña mejor amiga de Manuela, Lucía Cardoso. Aunque siguen trabajando en la misma compañía aérea OpenFly Air, hace meses que no coinciden en ningún vuelo. Lucía es una morenaza de largo pelo azabache sedoso, con unas tetas 110, copa H, y un delicioso culo respingón. Son sus pechos su seña de identidad y ciertamente lo único desproporcionado de su cuerpo. Ella se vanagloria que sus tetas llevan más corridas que una plaza de toros. Su dulce voz no puede, en cambio, ocultar cierta arrogancia en sus maneras. Estar como un queso otorga esos derechos. Pero, en definitiva, buena chica, un poco putón, pero oye, esto no son relatos para pusilánimes.

    Zell am See se encuentra a algo menos de 100 km de Salzburgo y con apenas 10.000 habitantes es un destino ideal para las regiones lindantes para practicar esquí, senderismo y demás actividades lúdicas en los nevados meses de invierno.

    —Echo de menos pasar tiempo juntas. Vente a pasar un fin de semana, tía y nos ponemos al día. Conoce a mi marido. Es un encanto. ¡Y también podrías volver a practicar esquí! Lo pasamos de miedo aquella vez en Galicía, aisladas por una tormenta en esa cabaña, rodeados de esa despedida de soltero ¿te acuerdas? Que ilusión tía, si pudieras venir. ¡Y tráete a tu novio!

    —Hace tiempo que le mande a volar —afirma categóricamente Manu al teléfono— Era muy posesivo y una nulidad al cuadrado en la cama. Para eso me compro un gato.

    —Pues, entonces, que se venga tu guapa amiga Vanessa, la del pelo corto rubio, es muy graciosa. Lo pasaremos bien las tres juntas.

    Dicho y hecho, a las pocas semanas, Lucía las recogía del aeropuerto W.A. Mozart en Salzburgo entre risas cómplices. Manu no pierde la ocasión para recordarle que aún le debe 200€ de una apuesta en Ibiza. Lucía se ríe y contesta que Manu hizo trampas pero que ya se lo ha perdonado. Después de refrescarse un poco en el coqueto apartamento de Lucía, Manu y Vane se dirigieron a alquilar el equipo de esquí para estar preparadas para ir a esquiar al día siguiente. Lucía les recomendó el local "Schnee, Himmel & Brezen" en la Nikolaus-Gassner-Promenade.

    —Yo iré después, tengo que atender algunos recados aún —les confirma Lucía adecentando sus inmensas tetas frente al espejo.


Algo más tarde, cerca de las 18 horas

    Thomas Meier, orgulloso dueño del local de venta y alquiler de equipo de esquí, está a punto de cerrar por hoy. El concepto de su tienda es, cuanto menos, muy original. Combina una surtida tienda con todo tipo de equipo en la parte superior de las dos plantas del local con una pequeña cafetería en el piso inferior con salida directa a las pistas de esquí. La coqueta cafetería ofrece excelentes tartas locales, cerveza Egger Maarzen bien servida y, por supuesto, humeante café caliente tras un largo día esquiando. Amplios ventanales ofrecen espectaculares vistas a las diferentes pistas de esquí y la entrañable música local despierta una inmediata sensación de bienestar.

    Cuando su hijo Sepp le propuso el concepto mixto, le pareció una soberana gilipollez que les iba a dar sólo disgustos.

    —Bastante tenemos con atender la tienda —dijo un nada convencido Thomas, mesándose su bigote de morsa, constantemente húmeda.

    Ahora, casi 3 años después, la idea y el negocio han prosperado y la clientela no deja de llegar. Herr Meier se vanagloria de haber pulido el concepto de Aprés-ski*. Su hijo atiende la tienda, y echa una mano en la cafetería, junto su sobrina Nicole, pero no es raro el día, que la tienda haya ya cumplido su horario comercial y la cafetería del piso inferior siga a pleno funcionamiento, atiborrada de clientes.

* Es el término utilizado para describir el entretenimiento que se ofrece a los turistas en las estaciones de deportes de invierno después de haber esquiado o practicado el snowboard.

    Muchísimo trabajo, pero merece la pena cada hora invertida. Para que funcione un negocio, hay que echarle horas y billetes, se dice continuamente Thomas. Aunque él, empieza a notar el paso de los años, y necesita bajar una velocidad. De seguir a este ritmo sufrirá un infarto. Cierto es que el abuso de cerveza y las generosas porciones de Kaiserschmarrn que se ventila alegremente cada día, tampoco ayudan en exceso y son éstas, las facturas de peor pago... pero sus preocupaciones son otras ahora mismo.

    Hace apenas unos meses, contrató, por expresa recomendación (eso hay que decirlo bien alto) de su santa esposa Nina, a la joven mulata Solani Adebayo de intachable figura con un voluminoso trasero ajustado que sus vaqueros realzaban como la fruta prohibida del Edén. Ella tendría que echarle una mano con el inventario de la tienda, hacerle el café por la mañana y sustituir a su joven sobrina de camarera a corto plazo que estaba hasta el coño de trabajar hasta altas horas de la tarde y, ciertamente, más preocupada en disfrutar de la juventud que en servir cafés.

    —Necesitas a alguien te descargue con lo más aburrido del trabajo, mi hermano ya me ha dicho que su hija no puede más. Pero en cambio, la negrita esa de la peluquería "Trenzas" a la que voy cada jueves, es bastante inocentona y seguro que la puedes dar una miseria por ayudarte —le indicó Frau Nina, mientras su adorado perrito Fifí de raza Papillón, le comía la cara a su dueña a lametazos. ¿A quién quiere Mami? ¡Sólo a Fifí, mi perrito precioso!

    El perrito, que es un coñazo de pesado, después se folla el bolso Gucci, de 10.000€de su doña con los ojos a punto de salírselos y cuando termina, se mete dentro... a lo calentito. Decían que a Fifí le limpiaban el culo con toallitas húmedas calentadas en el microondas, pero esto jamás se pudo comprobar.

    Y ciertamente Solani estaba cumpliendo a rajatabla sus cometidos y descargando al señor Meier... Sudoroso, con la camisa a cuadros abierta, pecho enrojecido y pantalones vencidos a ras de suelo, el honorable presidente para la integración al extranjero y brazos abiertos a las culturas africanas, montaba por detrás a Solani mientras miraba nervioso su ostentoso reloj de pulsera, deseando cerrar la tienda y correrse esta vez (para variar) encima del chocolateado culo en lugar (como siempre) de su delicioso y sonrosado melocotón. Obligó a la señorita Adebayo a tomarse la píldora anticonceptiva bajo riesgo de despedirla y arruinarle la vida de no hacerlo. Él mismo se encargó de que se la recetara un amigo suyo farmacéutico que ya le suministraba con ingentes cantidades de Viagra. Yo controlo -decía orgulloso. Siempre le pillaba el toro (o mejor dicho la negra) y descargaba dentro entre exagerados espasmos, sólo para disculparse cada vez diciendo que estaba muy tenso aquel día y que no volvería a ocurrir.

    —Sí Papi, eres el mejor. Colonízame. Muéstrales a todas quién es el puto amo blanco. Mándame a recoger el almacén de un pollazo de tu gorda fusta —recita aburrida la señorita Adebayo, mientras se termina de pintar las uñas, culo en alto.

    —Sufre, puta negra... sientes cómo mi polla blanca te parte tu negro coño africano, ¿verdad? Me tienes que estar muy, pero que muy agradecida por hacerme cargo de ti —gruñe entrecortado Thomas, con el rostro desencajado y con los ojos más parecidos que nunca al puto perro Fifí, mientras piensa en darse un homenaje después con otra buena porción de Garmknödel con salsa de Vainilla. ¡Para poca salud, ninguna!

    El alegre tintineo de la campanilla de la puerta de la tienda y las alegras pisadas subiendo las escaleras de madera, anuncian que unas risueñas Manu y Vane van a subir a tropel envueltas en una fina nube de polvo nieve.

    —¿¡Holaaaaaaaaa!? ¿Estáis abiertos aún? —vocifera Vane campechana, mientras Manu la pega un codazo en las costillas.

    —Compórtate, que no estamos en tu pueblo —la corrige divertida Manu sacudiéndose la nieve— rodeados de paletos.

    Solani se levanta cual resorte tras el mostrador, ocultando sus negras tetas tras su encarnada camisa y subiéndose la ajustada falda de cuero. Y dejando a un señor Thomas corriéndose ojiplático sobre los tobillos de ella.

    Fue ésta su última corrida, ya que días después su pobre corazón dijo basta. Dejaría a su esposa desolada y a su lozano hijo Sepp, que se haría cargo del negocio familiar y de su ayudante con bastante más éxito. Solani se casaría con el mozalbete, embarazada, apenas nueve meses después (con la firme desaprobación de Nina y Fifí). Tuvieron tres hijos, el primero de ellos a los 7 meses (sietemesino dijeron, ¡já!). Todos aprendieron a esquiar a corta edad, y la verdad es que Solani y Sepp fueron muy felices.

    —Hola, señoritas, claro. ¿Cómo podemos ayudarles? —pregunta Solani con sus cuidadas trenzas dreadlocks y su gorra de lana calada con los colores de Jamaica.

    —Yo tengo el equipo al completo, pero mi amiga aquí —Manu señala a Vane— necesita de todo, desde las botas hasta el casco pasando por las bragas. ¿Nos podrán ayudar aún?

    —Por supuesto que sí, ahora mismo les atiende Sepp. Es maravillosamente servicial, seguro que atiende a su amiga como es debido. Voy a cerrar la tienda, pero ustedes quédense tanto como necesiten —les indico Solani mientras trataba disimuladamente de subirse el tanga enganchado al tacón de su bota.

    —¡Perfecto! Yo me voy a tomar un café mientras tanto abajo —sonríe Manu. 


    Solani toca un timbre de mesa y apenas dos minutos después, el joven hijo del dueño, vestido como demanda la situación, de pulcro tirolés, hace acto de presencia. Rubio con el pelo recogido en una revoltosa coleta, unas discretas gafas y con una divertida semi barba de cuatro días.

    —¡Sepp! La señorita aquí necesita de tus hábiles manos —anuncia Solani— y yo ya he colgado el cartel de "Geschlossen", así que no te entretendrá ningún cliente más. Voy a cuadrar la caja (y de paso dejar salir con cierta dignidad al señor Meier escondido aún tras el mostrador).

    Sepp asiente solícito mientras termina de doblar unos pantalones.

    —¿Alguna idea en concreto, señorita?

    —Ni idea, no tengo ni idea... sácame de todo -se ríe Vane, fijándose en el estupendo culo que gasta el amigo— Ñam.

    —Por favor sígame, aquí están los vestidores... ¿Qué talla de...? —pregunta el inocente y atontado Sepp.

    —Tío, no seas pardillo, no le preguntes eso nunca a una tía. ¿Tú qué crees que calzo?— le dice Vanessa mientras se viste un invisible pullover desde el cuello hasta la cintura con ambas manos.

    Sepp empieza a traer prenda tras prenda. Mientras Vanessa dentro del vestidor empieza a probárselas todas. Deja a propósito las cortinas siempre medio corridas para no perder detalle como el pobre Sepp se sonroja a cada minuto que pasa y la tiene más tiesa que la picha de un novio, al verla semidesnuda.

    —No... No... éste tampoco— mientras lanza las prendas al pecho de Sepp— Ay, señor, por favor... No... No... ¡qué horror! ¡Pero en qué siglo vivís aquí? ¿Sale el monstruo de Frankenstein por las noches o ya os lo habéis cargado?

    Un sonrojado Sepp asiente divertido mientras no pierde detalle del exquisito bamboleo de las tetas al aire de la exuberante Vanessa tras las cortinas.

    —¡Hala, y estás también me sobran! —afirma Vanessa al lanzarle sus perfumadas braguitas con esencia de mujer al rostro— ¿Y bien? ¿Necesitas un cartel o me vas a decir por dónde cae Cuenca de una puta vez?

    El pobre muchacho no entera de la película y su erección aumenta 3 grados dentro de sus, hace media hora, empapados calzoncillos. Una erección qué más quisiera su padre tomándose un barco entero de sus pastillas "salva matrimonios" azules.

    —¡Joder, que me folles de una puta vez, niño! —anuncia nuestra amiga mientras le empuja contra un sofá lleno de ropa y le monta a horcajadas. A estos tontainas hay que ponérselo en la cara para que se enteren por dónde va el Schnitzel.

    Vanessa le agarra ambas manos y se las pone en el culo.

    —Aquí las dejas tranquilitas —le dice— Fóllame a conciencia, que estoy pasando un frío de cojones medio en pelotas y tú, tan agustito vestido de lagarterano.

    Mientras tanto Manu se ha sentado en una mesa libre y ha pedido a una hastiada Nicole un café y unas pastas. No deja de observar a una señora sentada dos mesas más adelante con unas gafas de pasta negras horrorosas... juraría que la conozco —piensa Manu intentando hacer memoria. Un piso más arriba, justo encima de la vieja, Vanessa y Sepp están en el presente y no en el pasado como Manuela.

    Las estocadas hasta los huevos que le mete el empleado del mes a Vanessa la dejan sorpresivamente sin palabras. Huevos duros, una polla tiesa como una roca y más caliente que el infierno. Vanessa se lo está pasando en grande. Se correrá enseguida, nunca ha durado mucho cabalgando (es una de sus debilidades nunca confesadas). Saber que ella marca el ritmo, la pone la mar de cachonda. Él ha empezado a golpearla el culo con ambas manos, clavando sus cuidadas uñas en el terso y blanquecino culo de ella. Una estocada, dos golpes con ambas manos. Es como una melodía de película barata porno... Pam, plas... Pam, plas. Vanessa se ríe ella solita de lo graciosa que es mientras se corre encima de la polla por primera vez inundando con sus jugos gran parte del catálogo de ropa desechado.

    —No pares —le ordena— Muérdeme los pezones, hunde tu cara de pardillo en mis tetas y sigue follando. Me estoy animando.

    Al poco, se vuelve a correr brutalmente.

    —¿Qué me pasa? Ya me he corrido dos veces... con el tontaina este y éste la sigue teniendo dura como una barra de acero. Vane se incorpora y sin mediar palabra se mete la tranca en la boca hasta hacer tope con los huevos. Ahora si, siente el ineludible palpitar de las venas de la polla avisando de la inmediata explosión.

    —Si es que tengo una boquita de piñón... ya me lo decía mi profesor de autoescuela —se alegra Vanessa.

    Él la agarra de la nuca con ambas manos con la sana intención de correrse en su boca, hecho que Vanessa rechaza amigablemente con la vista mientras le señala el ventanal con vistas a los Alpes.

    —Primero, me terminas de follar como Dios manda, vamos, incrústame contra el ventanal. Que me vea toda Austria el culo. 

    Sepp, solícito como es, la agarra de los muslos y la carga en sus musculados brazos contra la ventana, aprovechando el hecho, para "arrearla de gratis" otras cinco puñaladas de carne por el camino. El culo de Vanessa se pega al ventanal y divisa en todo su esplendor las pistas de esquí adyacentes. Manu no puede pararse de reír al ver el culo de su amiga hacer ventosa una y otra vez contra la ventana.

    —Seguro que termina con un importante descuento —se ríe Manuela, piso abajo, sorbiendo su mocachino.

    —¡Córrete frente a la ventana! Quiero ver como tu leche sale rebotada contra el cristal, como se desliza pastosa, cristal abajo, quiero una burrada de leche —exige Vanessa, mientras empieza a masturbarle con ambas manos. ¡Córrete, Sperminator!

    El chico ya no aguanta más y gruñendo lanza una ráfaga de 6 espesos y voluminosos disparos de semen contra una de las ventanas... abiertas. Ups —piensa Vane. La viscosa masculinidad de Sepp se pierde por la ventana abierta haciendo una parábola sin "tocar aro" hasta alcanzar en toda su gloria la hermosa pieza de tarta de la señora Milagros y el interior del café con un inaudible plop. La cacatúa no se percata al escudriñar, ojos medio cerrados, en ese preciso momento a nuestra otra azafata, Manuela, creyendo reconocerla...

    Buah, qué más da quién sea —se dice mientras remueve con su cucharilla el café. —Qué rica cremita la del café aquí y el topping de la tarta es divino.

    Vane vuelve cargada de bolsas y más feliz que unas pascuas. Manu no puede evitar una sonrisa cómplice.

    —¿Encontraste todo lo que buscabas?

    Vane asiente con la cabeza. Al poco rato llega Lucía con su todoterreno y las recoge. Al salir de la cafetería, la cacatúa está llamando a la camarera preguntando si es posible hacerse con la receta de la deliciosa tarta.

Al día siguiente

    Manu y Vane aún no han podido conocer al marido de Lucía, al tener este turno de noche en el hospital, pero lo harán esta tarde.

    —Es un traumatólogo muy querido —afirma Lucia, embutida hasta las cejas con su traje rosa acolchado.

    —Seguro que tiene unas manos divinas —añade Manuela.

    —No sólo eso... —corrige Lucía— pero ahora toca coger la góndola que nos llevará a lo alto de la pista de esquí. Nos va a acompañar, Ludwig. Él se encargará de enseñarle los fundamentos básicos de esquí a Vanessa. Es profesor ocasional y muy buen amigo mío. Ah mira, ya llega la góndola. Yo tomaré la primera con Ludwig, y vosotras tomad la siguiente… qué esta va casi llena —les dice Lucia metiéndose en el cubículo.

    —Si va vacía… —le susurra Vane a Manu.

    —Déjala, tendrá que comentarle algo que no quiere que sepamos como el precio de las clases o si te hace un descuento —corrige Manuela.

    Al poco de arrancar la góndola, nuestras amigas dejan de ver a Lucía y a Ludwig parece estar sentado solo mirando al infinito. Ha echado los brazos para atrás y parece distraído. Al poco llega otra góndola, y nuestras amigas las toman junto a otros 6 ruidosos esquiadores alemanes.

    Al llegar a la cima, Lucia y Ludwig ya les están esperando. Lucia lleva la cremallera del anorak rosa a media altura y así se lo indica Vanessa.

    —Uy, perdón. Es que hacía bastante calor dentro de la góndola y me bajé un poco la cremallera.

    —Ya, ya —piensa Manu. —Te olvidas mencionar el corridón que se ha metido el tipo entre tus tetas o ¿sólo se las has mamado?

    El resto del día es un divertido trajín de caídas, risas y buen rollo. Ludwig es un excelente profesor. Muy paciente y profesional. Cierto es que da la sensación de que arrima el paquete demasiado al culo de Vane y que sus manos se entretienen bastante en sus caderas, pero a la señorita López no le importa. Le encanta saber que se la pone dura a los tíos… y además Ludwig no les va a cobrar ni un céntimo… pues que arrime el material.

    Al terminar la tarde, y tras una pequeña batalla campal de bolas de nieve, deciden bajar al valle y regresar a casa. Esta vez, toman una góndola junto a otros 4 pasajeros, y estando Vanessa al lado de Ludwig, aprovecha que Lucía y Manuela hablan acaloradamente sobre el pasado juntas y están ocultas tras otros pasajeros, para meter la mano en la bragueta y obsequiarle con una enérgica paja exprés. Por su paciencia enseñando los misterios del esquí. Apenas dos minutos después, Ludwig ya se ha descargado en la mano de Vane y en el interior de sus pantalones. Al llegar al valle, se despiden con dos besos en la mejilla y toman el todo terreno camino a casa.



Casa de Lucia

    Michael les espera con la cena puesta y ésta huele de maravilla.

—Bienvenidos a su casa —dice en un más que aceptable español a nuestras amigas.

    Lucía le besa en la boca y le da las gracias por los preparativos y por dejarle el coche.

    Michael ronda los cuarenta años, de sienes plateadas y constitución atlética. Seguro que las enfermeras hacen cola para preguntarle toda clase de tonterías —medita Manu mordiéndose el labio. 

    Acompaña al asado de cerdo, bolas de sémola, una deliciosa salsa de arándanos y pan recién hecho. Todo ello regado con casi media botella de vino para cada uno. La tarde es deliciosamente divertida y ya a altas horas de la noche, Vane se disculpa diciendo que está bastante cansada del día y que se acostará. Se quedan sentados en el comedor Lucía y Manuela mientras Michael se ha ido al trastero a por una botella de vino para las ocasiones especiales.


    —¿Qué te parece Michael? —le pregunta Lucía a su amiga.

    —Me encanta. Es todo un partidazo. Un tío muy culto e inteligente. Y además debe follar de maravilla, viendo sus delicadas manos y el pedazo polla que debe gastar —afirma Manu.

    —No me puedo quejar, pero él tiene algunos secretos que acabo de descubrir hace un mes — confiesa avergonzada Lucía.

    —No me jodas… ¿Tiene una amiga en el hospital? —pregunta curiosa Manuela.

    —No es eso, hace algunos meses, al hacer algo de limpieza en el trastero, encontré un disco duro repleto de fotos antiguas nuestras juntas… en la playa, en OpenFly Air y curiosa como somos las mujeres, le pregunté a Michael si te encontraba sexy. Me afirmó que mucho.

    —¿Te la follarías? —continué—. Él respondió "Claro que no" con la boca pequeña. No me quedé para nada convencida. Conozco a mi marido. Seguro que se la menea contigo desde hace semanas. No quiero que seas su fantasía inalcanzable. Pronto será su cumpleaños y quiero hacerle el mejor de los regalos… ¿Te quieres follar a Michael, mientras os miro y me masturbo? ¿Me harías ese inmenso favor?

    Al volver Michael del trastero silbando con dos botellas de vino en la mano, no puede dar crédito a sus ojos. Manu está esperándole en el sofá, tan solo vestida con una bata abierta de enfermera y unas medias y ligueros bancos a juego, mientras que su mujer está haciendo uso de un vibrador en el sofá contiguo.

    —Ya era hora, estaba sedienta —le indica Manu— Mi amiga aquí me ha pedido que te eche un polvo. Las amigas se echan una mano o se follan al marido de la otra si hace falta, pero claro aquí no obligamos a nadie. La prominente erección del marido de Lucia es suficiente respuesta para unas divertidas Manuela y Lucía.

    —Lo sabía —afirma Lucía desde el sofá —mientras se lame los pezones de las bombas atómicas de destrucción masiva que tiene por tetas. ¿Qué prefieres, follártela ahora o qué me folle ella a mí primero?

    —Quiero follarme a Manuela primero. Y luego quiero que os comáis el coño el uno a la otra. Y después…

    —Eh, semental, paso a paso… A ver si se te va a ir la fuerza por la boca -dice Manu mientras se abre de piernas y con el dedo anular e índice abre su perfecta delineada vulva. ¿Te gusta lo que ves? Pues ya estás tardando para metérmela hasta el fondo. Y otra cosa, cuando te vayas a correr, me avisas y te corres en las tetas del zorrón de tu mujer. Quiero verlo. Hace tiempo que no lo veo como alguien se corre en ellas y me vuelve loca. Y después ya seguimos hablando o follando.

    Lucía sube otra velocidad a su consolador de color violeta. Michael se ha desprendido de sus pantalones y los ha arrojado a una esquina. Su hinchado miembro bambolea dirección al sofá arrojando gotas de viscoso líquido preseminal a diestra y siniestra cual botafumaiero libidinoso. Antes de llegar a Manu y a su glorioso sexo, Lucía le pega una larga chupada apretándole los huevos.

    —Ahora te las follas. ¿No era ese tu deseo secreto? Pues venga, Mami te deja —le autoriza mientras aplica el dildo sobre sus erectos pezones.

    Michael aparta las larguísimas piernas de Manu y se las coloca en los musculados hombros y la penetra con tanta virulencia que el sofá se desplaza dos centímetros golpeando la pared, descarrilando la pintura y cayéndose un cuadro. Gruñe como un animal desatado, liberado al fin de sus cadenas morales. Lucía le encanta lo que ve. Ver el culo de su marido hundirse rítmicamente entre las piernas de su antaña y recuperada amiga del alma. Sube otra velocidad de su consolador. Quiere correrse viéndolos joder como bestias. La pone cachonda como una perra.

    Manu jadea con cada estocada y le marca con sus largas y cuidadas uñas, el depilado culo del marido de Lucía.

    —Ay, por favor... lo que te estás perdiendo —le dice extasiada a Lucia. 

    Michael no reduce ni un ápice la intensidad de sus estocadas y mueve otros 2 centímetros el sofá de sitio. Ciertamente, no es una polla excepcional la que atesora, pero gorda y venosa. Y muy, muy juguetona. Otra estocada. Otra vez los huevos impiden que se la meta hasta el alma a Manu. Lucía por su parte, se ha corrido ya dos veces. La pone muchísimo ver como su marido, el amor de su vida se está follando a Manu sin piedad. Le pone pero que muy húmeda. Manuela se está corriendo. La conoce bien, conoce de sobra sus jadeos cuando está a punto de descarrilar. Con un bufido, se corre con la polla de su Michael. Sí, con la polla de mi marido. Manu le ha marcado también la espalda con vivos colores encarnados. Su marido está empezando a ponerse tenso... está a punto de caramelo.

    Tal como se acordó, retira su enrojecida tranca para correrse encima de las tetas de una Lucía que corre presta al encuentro. Manu ayuda lamiéndole los huevos y metiéndole el dedo índice en el ano. Lucía deja a un lado el consolador y acoge la polla de su marido entre sus amplios senos. Una buena paja entre las tetas es los que demanda esta tranca como colofón. Lucía le lame la cabeza, entreteniéndose una eternidad en el valle que separa el glande del falo. Lamiendo y chupando, mientras no deja de "serrar" la polla entre sus tetas.

    —Ya no puedo más, cariño... me voy a correr como un animal —afirma entre gruñidos el señor doctor del hospital.

    —Sí, bebé, descárgate en mis tetas, píntame la cara con toda tu leche —le aprueba Lucía. mientras vuelve a succionarle devotamente el glande.

    Manu por parte no se ha quedado desocupada, y penetra a su amiga con el cuello de la carísima botella de vino cerrada. Lucía libera la polla de su marido de sus tetas y empieza a masturbarle con una mano y con la otra agarra sus cargados huevos. La explosión de semen es brutal e inmediata, inundando tanto el pecho, como parte del sedoso cabello de Lucía. Ella sigue masturbándole, demandando más leche, ordeñándole hasta la última gota. Otra eyaculación, ésta rebota en la barbilla de Lucía y se pierde entre las tetas. Y mientras Michael alcanza su merecido orgasmo, Lucía se corre una tercera vez con la botella mágica de Manu. Rendidos los tres caen al suelo. Michael busca tembloroso un sacacorchos y tras abrir la botella de vino, vierte el contenido de ella sobre los pechos de ambas, lamiendo cada gota de sus pezones.

    —El mejor regalo de mi vida. Gracias, amor, y gracias, Manu por hacerlo posible. El año que viene otra vez —demanda el doctorcito— Que se apunte Vanessa también, no me importa.

    —Sigue soñando —le corrige Manuela— No todo el monte va a ser siempre orégano.

    Algo más tarde, tras terminarse otra botella de vino, esta vez de manera civilizada, Manuela se mete en la cama que comparte con Vanessa. Ésta responde medio dormida:

    —Tengo frío. ¿Me abrazas, por favor?

    —Claro que sí —responde al instante Manuela sin dudarlo.

    —Hueles a polla... mañana me lo follo yo —murmura Vane y se queda dormida al instante.

    Manu esgrime una sonrisa en la oscuridad y ambas se duermen abrazadas.

Al día siguiente

    Lucía las ha llevado al aeropuerto con el todoterreno. Se despiden entre lágrimas, pero son de felicidad. Se besan, se abrazan, se pellizcan las tetas. Volved cuando queráis, aquí tenéis vuestra casa. Habéis salvado mi matrimonio, de verdad. Os estoy muy agradecida. Michael no deja de repetirme que os ha acogido en el corazón —afirma una apenada Lucía.

    Manu y Vane prometen volver otro año y al despedirse Manuela no puede evitar preguntar por Ludwig. Lucía se hace la sueca, y se despide lanzando besos al aire al grito de "¡Os quiero, zorrones!". Manuela y Vanessa se miran y ladeando la cabeza toman rumbo a la puerta de embarque.

    Al rato Vane le pregunta a Manu que qué era eso de la apuesta con Lucía de 200€ de Ibiza. Manuela se ríe y le contesta que eso es una historia con miga para contar otro día…


¡No te pierdas ninguna aventura de nuestras azafatas, y déjame tu comentario si te ha gustado la historia!

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Banda sonora de Azafatas en la nieve

DJ Ötzi & Nik P - Ein Stern (der deinen Namen trägt)


Andreas Gabalier - Hulapalu


Stereoact feat. Kerstin Ott - Die Immer lacht



Hazte con todas las aventuras de las azafatas Manu y Vane en el libro recopilatorio de Valentin@ "Madame Le Noir" bajo el siguiente enlace.


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Comentarios

  1. Genial como de costumbre. ¡Más! ¿Sabremos la intrahistoria de Lucia y esos 200 €?

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    1. Sí, esa historia se contará en el especial de San Valentín 2022

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  2. Ay por favor! Como siempre genial! Esperando la siguiente entrega

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