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Regreso al pazo de Alcina Benavente (Especial Cthulhu 2024)

 EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS



Regreso al pazo de Alcina Benavente

Desde hace meses, las pesadillas se repetían cada noche.

En una mar embravecida, Norberto rema al límite de sus fuerzas, pecho descubierto, hacia el amparo de una playa cercana. Es de noche cerrada, sólo la luna burlona de su destino y las luces del pazo de Alcina Benavente en lo alto del acantilado iluminan la mar.  A pesar de los nobles esfuerzos de Norberto, la tormenta salvaje e inmisericorde amenaza hacer naufragar su barca con cada golpe de viento y embestida de las olas. Perlado en sudor, sal y desesperación, sabe que seres nauseabundos acechan en las aguas bajo suya.

Recortada contra la luna de sangre, se alza majestuoso la mansión de Alcina Benavente. Sobresale como único punto de la negra estructura la luz que emana del ventanal del dormitorio de la alcaldesa. Viste la dama sólo una semiabierta camisola de seda que deja al aire todos sus encantos mientras sostiene con una mano su sombrero de ala ancha para que no se le vuele. Su aterciopelada voz, a pesar del estruendo de la tormenta, le alcanza cristalina y seductora. Le ordena en un extraño idioma -pero que no obstante, comprende de modo insólito: "Regresa y que termina lo que empezaste". "Que sus hijas y ella están a falta de pulpo, del bueno, no de la vulgar sepia".

Tras, a pesar de los hercúleos esfuerzos por evitarlo, un nuevo y potente golpe de viento que volcarse la barca al fin, y Norberto García (Norbert Jones aka el prestigioso fotógrafo gastronómico de la revista de culto Ponerse morados) cae dándose un panzazo en las gélidas aguas y soltando un exabrupto. Es ése, curiosamente, lo único que cambia de un sueño a otro. Nada más caer en las frías aguas, decenas de manos escamosas femeninas le abrazan y arrastran a las profundidades. Sabe que le llevaran a una ciudad sumergida de construcciones monolíticas ciclópeas donde le espera la muerte fornicando a todas horas. Luego una húmeda oscuridad y una erección del quince.

Norberto se levanta, empapado en sudor, sobresaltado de la cama de su lastimoso estudio madrileño. De nuevo ha vuelto a soñar con el maldito pueblo O Poxardo de abaixo. La verdad es que tan mal no le fue para tener tantas pesadillas, noche tras noche.

Le pagaron por adelantado por un reportaje fotográfico que nunca llegó a entregar, se pasó por la piedra a medio pueblo y no le denunciaron ni por golpear con la polla a dos doncellas del pazo de Benavente ni por robar una moto en su huida del pueblo. Sonríe y se recoloca el paquete.

Violeta, la hermosa cubana culona del local con karaoke "Dámelo todo papi" que conoció destrozando a capela Un velero llamado libertad de José Luis Perales. Aprovechando que la caribeña estaba muerta de risa -la engañó diciéndole que era un cazatalentos de los buenos haciendo mucho eso del encuadre con las manos- duerme a su lado con la sábana metida entre los muslos.

Menudo corrida le metió entre las morenas piernas y dentro de su fosco coño. Mucho: "Papi ¿te has puesto condón?" y mucho "Sí, claro, por supuesto y calla joder que te voy a hacer famosa" para luego metérsela a pelo sin intuirlo la morena boba.

Gato con guantes no caza ratones. Eso lo saben en Cuba hasta las más viejas del Malecón.

El cansino timbre de la puerta le arranca de sus cavilaciones. Ring. Malhumorado, se enciende antes un Ducados rubio y rascándose el culo se acerca a la puerta. Ring. Como de costumbre, abre sin mirar. ¡Ya voy coño!, dice. Ring.

Le espera una menuda joven de largo cabello castaño de tez bronceada con una boina vasca calada. Vestida con una chaqueta de cuero jalonada con infinidad de pins con los brazos en jarras le espera con el ceño fruncido. Tiene un arreo de tres pares de cojones a pesar de que está igual de conjuntada como un mono con pistolas. El troncho del muchacho desperezándose presenta sus respetos como el caballero que es.

—¿Qué cojones haces tú aquí? —responde "Norbie" colocándose el paquete de nuevo al reconocer a la capitana Leonor Orduño Benavente, la capitán de policía de O Poixardo de mais abaixo—. Carnaval cae algo lejos, aunque si quieres caramelitos, tengo una piruleta aquí mismo que por mucho que se chupe no se...

Antes de que pueda terminar la frase, Orduño le pega un puñetazo con todas sus fuerzas. La señora hostia manda a Norberto primero contra una estantería y después a dormir boca abajo. La polla tiesa del fotógrafo culinario hace un extraño y queda doblada en unos imposibles veinticinco grados. El libro Confesiones de un apicultor marsellés en Normandía tras la Gran Guerra cae de la vencida estantería y cubre decentemente el culo de Norberto.

—No tengo tiempo para gilipolleces —exclama la hija de Alcina Benavente. Esta vez, terminaremos lo que empezamos el año pasado.

Una curiosa Violeta Guzmán, con las gordas tetas al aire, se asoma por la puerta del dormitorio. Asume que la boxeadora es otra novia despechada o modelo en ciernes y se vuelve a la cama no vaya a ser que la peguen otra manopla de regalo a ella. Bastante tiene con haberse quedado a dos velas con el cazatalentos de los cojones. 

—Le está bien merecido al tirafotos. Seguro que no es ni cazatalentos ni nada por el estilo— refunfuña Violeta—. Que me iba a sacar del anonimato. ¡Já! Al final no me ha sacado, sólo me ha metido. Me tenía que haber dado cuando le hice la paja bajo la mesa en el local mientras me tocaba las tetas y después me tocó a mí pagar las copas. ¡Soy más inocente que el asa de un cubo!

» Menos mal que se ha puesto la camisinha —se convence la caribeña y se echa a dormir de nuevo—. Quedarme encinta es lo único que me faltaba.


Norberto sueña. De nuevo.

Ha regresado a su escuálida barca de noches anteriores, pero ya no rema buscando refugio hacía la seguridad de la costa. Se aleja decidido cada vez más al mar abierto. En lo alto del acantilado, la majestuosa mansión de Alcina Benavente ilumina la mar y su voz desde un ventanal le llama, le seduce con promesas carnales indecentes, con el calor húmedo de sus muslos. Que ella y sus hijas necesitan que su poderosa simiente las inunde. La tormenta zarandea una y otra vez su barca haciéndola naufragar. Al caer a la gélida agua, infinidad de manos femeninas le arrastran al fondo. Algunas impacientes no dejan pasar la ocasión y se aferran a su falo no vaya a ser que después se queden a verlas venir.  Luego oscuridad y otra erección del quince.

Norberto abre los ojos. Está en el camastro de un barco pesquero de medianas dimensiones. No es Violeta la que yace a su lado sino una joven menuda en pullover y en bragas.

—Tranquilo amor —le calma Millarca acariciándole el pecho desnudo y chupándole los pezones—. Estás a salvo. Es sólo una pesadilla.

—¿Dónde estoy? Tengo un dolor de cabezas de cojones —se incorpora el fotógrafo del camastro. —¿Y tú quién pollas eres?

—Una amiga que sólo te desea bien. Estás a bordo del barco pesquero Boneco do Alba cerca de la costa gallega. Has estado varios días inconsciente. El golpe que te dieron fue tremendo. Y pertinente al dolor de huevos.  —Millarca le desbotona la bragueta, se retira el pelo pajizo a un lado y agarra con firmeza el duro miembro amoratado de Norberto que empieza a lamer y a morder. —Tengo una solución perfecta para tus males. Slurp. He cuidado de ti y de tu polla estos días sin descanso y por lo que veo vuelve a estar en plena forma. Slurp.

Norberto la mete mano por debajo del pullover. No lleva sujetador y sus pechos menudos de pezones duros como conchas, se estremecen con el cálido contacto de su mano. Con la mano la agarra de la nuca para asegurarse que no cambie de idea. Como chupa la tía. Se la ha quitado hasta el frio, oiga.

Bonita, no te olvides de lamerme los huevos —le recuerda a la joven. Millarca asiente y se aparta las bragas con dos dedos y empieza a tocarse el sexo depilado.

Por supuesto Norberto omite que dijo tener dolor de cabeza y no de huevos. Pero si la amiga es dura de oído que se aclare antes la garganta con una buena corrida Made in Norberto, que es mano de santo. ¿Dijo que era una amiga? Qué más da quién sea, toda mujer que le chupa la polla nada más despertarse pasa al círculo de sus amistades saltándose todas las etapas. Es como jugar al Monopoly y trincar la pasta sin tener que pasar por todas las calles.

Que siga chupándole a fondo para despejarle la cabeza (la de abajo) y luego ya veremos... ¡carallo! "Me voy a correr enseguida como siga así", piensa Norberto con los ojos cerrados y mordiéndose los labios.

Al intento de tocarle Norberto la almeja a Millarca, ésta le golpea la libidinosa mano y le reprimenda con un gruñido.

—Ok, ok, sólo chupar... por mí, vale — se conforma el prestigioso fotógrafo con cierto fastidio, ya se había hecho ilusiones.

Tras una hora seguida de lamidas, chupadas, mordidas y tragarse, sin rechistar Millarca, la descarga de tres potentes corridas, dónde el falo de Norberto no ha visto la luz del día a excepción de contadas ocasiones, el muchacho extenuado cae dormido como un bebé.

No puede más. Le ha llamado de todo a la comerrabos, desde un afable pero mentiroso "te voy a hacer a famosa", pasando por un agónico y muy real "¡Hijadeputa, me vas a matar!". Nada ha impedido que Millarca dejará de chupar.

Todo intento de detener la felación terminaba con un gruñido animal de la muchacha que avergonzada después se detenía, le sonreía culpable y volvía a la carga. De nada servía que, tras la pertinente corrida en la boca de su cuidadora, su miembro flácido tardase en recuperar su vigor. Chupaba incluso con más ahínco, cómo si tuviera prisa. Tiene los huevos como canicas pequeñas.

Tras dejarle dormido en el camastro, Millarca sube a cubierta limpiándose la cara con una servilleta. La última corrida la pilló desprevenida y casi la ciega. A los mandos del barco pesquero la capitana Leonor Orduño le pregunta curiosa a su hermana si todo va bien.

—Perfectamente. ¿Cuánto queda para llegar? —pregunta Millarca Benavente repasándose el carmín de los labios en un sucio y resquebrajado espejo.

—Unas dos horas. Madre me ha hablado psíquicamente. Me ha recordado que el ritual debe seguirse paso por paso, siguiendo el libro maldito. El sujeto deberá llegar por mar, madre de toda vida, y habiendo descargado trece veces. Ni una más ni una menos. Del resto se ocupa ella y que está todo preparado —responde la capitana sin perder de vista la mar embravecida. En el horizonte se vislumbra la costa y en lo alto, el infame pazo de la alcaldesa envuelto en bruma.

—¿Qué pasa si se despierta antes? Le he dejado seco y no he dejado que me la meta, tal como me dijiste.

—Le vuelves a chupar hasta partirle el alma y completar las trece eyaculaciones. Nada de intimidar con él. Te deja preñada como una yegua si le dejas. Sólo el vientre de Madre debe ser la destinataria de su simiente. Tiene que estar bien seco. Es el único modo de poder asegurar que su simiente no esté corrompida, libre de los incontables vicios del amigo y de primera calidad. Solo la simiente más pura tiene opciones de engendrar un heredero a Madre y marcar la entrada de regreso de nuestro señor, Kaboath, el gul libertino —adoctrina la primera de las cinco hijas de la alcaldesa Benavente apretando con fuerza el timón.

Millarca asiente cabizbaja, echándose en cara ser tan estúpida por volver a preguntar. Tenía que haberse aplicado más en sus estudios y haber estado menos ocupado comiendo rabos.

A escasos metros de cubierta, Norberto con un vaso de orujo pegado a la oreja, escucha atentamente la conversación del contubernio.

—La anterior vez, tradujimos como unas tontas del bote, el libro de Unaussprechliche Kulte y fuimos descuidadas ¡Muy descuidadas! Nos pudo el ansia. Como locas a que nos pusiera el "tirafotos" mirando a R’lyeh y que nos entregará la lechada el señorito de los collóns a todas las del pueblo cuando sólo Madre debe ser el recipiente, cumpliendo uno a uno todos los rituales.

A pesar de que Leonor hable pausadamente, Norberto no se entera de nada. Nunca ha entendido el gallego. Le suena la voz de la capitana, pero todo lo que no sea castellano le parece igual. Aburrido por no pillar ni una, se vuelve al camastro. Tiene las bolas como si hubieran bailado unas muñeiras sobre ellas. Se la está poniendo dura de nuevo. Le pega otro lingotazo a la botella del orujo que se ha encontrado. 

—Joder, ¡qué malo está! —susurra en voz baja y una vez metido dentro del catre, chista a Millarca mientras se saca la cerúlea y dura polla—. ¡Millarca, me vuelve a empezar a doler la cabeza! ¡Si ves que estás ocupada que venga tu amiga!


Alcina Benavente está intranquila.

Aunque todo parezca marchar según su elaborado plan, no puede deshacerse de la sensación de que algo impedirá que el último descendiente directo de Cthulhu la posea y le engendre, de una vez por todas, un vástago varón y conquistador de este mundo de paletos. 

Ella que ha invertido años enteros en encontrar a un descendiente de Cthulhu y darle a Kaboath, su hermano licencioso, un heredero. Anda que no se ha cepillado centenares de hombres durante en su durísimo periplo. Ya que había que probarlos a todos antes de desecharlos. Varias veces. Pero ella no es puta ¡No! ¡Comprometida! Esa es la palabra idónea... bueno, quizás un poco puta también. Bastante. Un mogollón.

Por el camino, cinco hijas putas como cinco soles, una solapada frustración y la certeza de que no valía cualquier paleto pelagatos del pueblo con ínfulas de picha brava. 

Durante demasiadas generaciones la carga hereditaria de Cthulhu en Poxardo de Arriba se ha ido difuminando hasta extremos insostenibles. ¡La mitad de ellos ni sabían leer ni hablar el aklo y algunos ni siquiera sabían nadar! ¡Agilipollados con las consolas y el Netflix!

Un pura sangre es lo que necesita entre las piernas. Nada de mestizos de grandes pollones y de carga hereditaria diluida.

¿Qué eso ya lo sabía tras cepillarse media Galicia y sólo parir muchachas una tras otra? Pues sí. Pero se hizo la inocente. Una también tiene sus caprichitos y apetencias. Si no que la pregunten a su amiga, y muy puta, Silvana, la bruja suprema de Zurratemicoño, que también llevaba un tiempecito en busca de un heredero. ¡Qué puta es! ¡Y cómo se lo pasaron follándose a ese grupo de gaiteros gallegos! ¡Que corridas en sus caras!

Se lleva las manos a las sienes. Espera que sus hijas hayan cumplido a rajatabla sus precisas indicaciones y estén dejando al fotógrafo al borde de la muerte a base de polvazos.

Una torpe y apresurada interpretación del infame libro Unaussprechliche Kulte la llevó al desastre la última vez. Sus bobas hijas, a base de estar todo el puto día hablando gallego, se le olvidó la particular traducción del aklo.

El ritual era claro y si sus hijas fueran menos putas y más estudiosas, lo sabrían.

El ritual exigía, entre muchas polladas que, en una orgía, el último descendiente del Gran Soñador impregnara al recipiente (que se corriera dentro de ella) después de haber eyaculado trece veces, yaciera y compartiera fluidos íntimos con sus sacerdotisas, las muy putas de las hijas, y cuando estuviera a punto de descargar, lo hiciera dentro de la Suma Sacerdotisa. Todo debería producirse en escasos minutos. Y aquí paz, y después gloria. Si en algún momento, se desviará algo este sagrado ritual, había que empezar de nuevo. Y todo había que cumplirlo dentro de esta noche del mes.

Se levanta de su sillón y se vuelve a asomar al balcón. A lo lejos se vislumbra el barco pesquero. Ya queda poco. Pone una aria italiana en su gramófono. Un instrumento hecho a medida cuyo brazo cónico asemeja el de un pulpo y la bocina a la de una concha gigante. El cráneo del constructor ahora es una copa de vino más en una polvorienta estantería.

Poco a poco con el O mio babbino mio caro de Puccini se empieza a relajar. Pronto sentirá dentro de ella la explosión de la cálida simiente del heredero. Después lo matará. Nadie más debe quedarse embarazada después de ella. Que luego todo son líos y luchas por herencias al más estilo Juego de Tronos. Quita, quita.


Al atracar en el muelle subterráneo debajo del pazo Benavente, un exhausto Norberto apenas puede caminar ya. Con el pelo revuelto y las ropas holgadas, parece como si unos guardacostas le hubiesen sacado del mar con un garfio.

Y todo es culpa de la incansable Millarca que ha vuelto a dar buena cuenta de él en la última hora. Él que iba de muy machote, ahora le pesaba no haberse hecho el dormido en el barco.

A pesar de que la muchacha le daba amorosas friegas de té de manzanilla en el miembro para calmarlo, cada vez que su venoso mástil estaba cerca del calor de Millarca, su polla se alzaba cual El Cid Campeador para presentar una última batalla contra los musulmanes y terminaba eyaculando de nuevo en sus carnosos labios.

Más que una de sus voluminosas lechadas habituales (eso de las cucharadas soperas queda para los picha flojas del resto de la ciudadanía) apenas le queda algo más que un cubilete de aguachirri en los arrugados testículos.

La entrada al muelle subterráneo, excavada en la misma roca, se esconde bajo un manto de ennegrecida maleza retorcida y lánguidas algas que parecen tener vida propia. 

El decadente muelle se extiende en una amplia caverna cuyas aguas negras reflejan caprichosas las formaciones del techo. Formaciones que se asemejan a columnas, testigos de eras pasadas. El olor de agua estancada es insoportable y la poca luz del interior de la caverna proviene de la antorcha que porta una muchacha con ropajes oscuros que espera ansiosa a los pasajeros del barco. 

Es Noelia, la hermana concebida poco después de Leonor.

—¡Daros prisa! ¡Mamá está de un mal humor abismal! —espolea Noelia sin prestar atención a un tambaleante Norberto— ¿Es "esto" lo tanto hemos estado esperando? No parece gran cosa— continúa la muchacha apretando la dolorida huevera al fotógrafo y girándola de una lado a otro.

Norberto hace de tripas corazón y suelta de nuevo unas de sus machadas que tanto disgustos le han causado.

—Oye muchacha, ¿tú sabes quién soy yo? Me presento; me llamo Norberto, quizás me conozca de ser finalista del prestigioso certamen de fotografía Mar y sal. ¿no? Bueno, no importa, tampoco fui.

»Te veo algo paliducha de carita. ¿Te apetece un poco leche condensada en tubo, rica en proteínas, ideal para ese semblante avinagrado que gastas? Tengo para todas. Para ti, para tu hermanita Millarca de las tetas puntiagudas y... —el fotógrafo se detiene un segundo al reconocer a la capitán de policía, Leonor— ...para la que me soltó el hostión en mi casa. Pero no soy rencoroso. ¡Si he de morir que sea matando!

—Por eso no te preocupes, Romeo —responde Leonor y empieza a subir la negra escalinata rocosa, excavada por manos que ya no pertenecen a este mundo, como si estuviera montada en una montacargas invisible. —Ahora al lío.

—¿Habéis seguido las instrucciones al pie de la letra? —interroga Noelia a su hermana Leonor— ¿Está con los huevos a rebosar de dulce néctar? ¿Se ha corrido el número de veces establecido?

—¡Por supuesto! —responde Leonor. 

Millarca en cambio sabe que la ha cagado. En un arrebato en el barco, permitió que el fotógrafo la bajara las bragas, y con la falsa promesa de que "sólo te meteré la puntita", se la estuvo follando contra la pared, contra unas cuerdas y apoyada sobre unas cajas de cerveza "Estrella Galicia". 

Debió hipnotizarla con ese pollón como un faquir a una cobra. Sólo que aquí, la serpiente también la ponía el faquir y ella era sólo la cesta. No se veía harto el muy canalla. Tras unos minutos, ambos gruñendo, descargo una espesa lechada dentro de su culo (ya no) virginal mientras la besaba el cuello y la estrujaba las tetas. 

Al menos, cree que, por detrás no la puede dejar preñada. Pero al ser el ultimo descendiente del Gran Soñador, puede ser posible todo. ¡Me cago en la oscuridad!

De todos modos, las cuentas no le salen. Este hijoputa lleva ya dieciséis descargas.

»Cómo se entere Madre me va a caer la del pulpo y nunca mejor dicho, se lamenta Millarca. Debo hablar con Leonor, cuando empiece el ritual, este gilipollas de polla gorda libidinosa debe correrse otras siete veces antes de impregnar a Mamá. Joder, que me ayude, coño. Qué yo la eché un capote cuando Mamá la pilló con esos tres pescaderos.


Tras interminables lúgubres pasillos dónde la luz de la antorcha de Noelia proyecta alargadas sombras dotadas de vida propia sobre las paredes recubiertas de desgastado y descolorido papel pintado. Los polvorientos y antiguos muebles a juego con las desgastadas alfombras parecen susurrar a cada paso.

Al poco, las tres hermanas llegan a la decrépita biblioteca de Alcina Benavente. Llaman por cortesía a la puerta y sin esperar respuesta, penetran decididas la estancia. Un fuerte olor a algas marinas y sal yace en el habitáculo. Estanterías a rebosar de encuadernadas versiones en cuero de libros de H.P. Lovecraft, Clark Ashton Smith, Lord Dusany, Pato Aventuras, entre otros. La música de una aria perdida de Turandot llega a su fin abruptamente. Entre dos cuadros de unos descendientes bastante poco agraciados de la familia Benavente, medio bizcos, un ostentoso ventanal anuncia que ya ha caído la noche.

Norberto ya conocía la amplia biblioteca de la anterior vez que tuvo el placer de visitar el pazo hace dos años. Menuda "hartá" a follar se llevó el paisano.

La exuberante y la altísima sin igual Alcina Benavente está de pie con los brazos extendidos, desnuda a excepción de su impertérrita pamela y unas medias de rejilla.

Alejandra y Cordelia, las hijas gemelas de la alcaldesa embadurnan a ésta de aceites marinos mientras recitan versos en gallego elevando la voz cada vez más y pegando fuertes pisotones al piso. Quién las viera diría que están como cabreadas o pisando uvas garnachas.

—¡Por fin llegáis! Por las barbas del patriarca de los Martense ¿qué os ha tomado tanto tiempo? —clama desesperada la alcaldesa cuyo ensortijado sexo destaca en la palidez de su cuerpo como las cerezas en una tarta de nata—. ¡Desnudadle y empezad a follároslo!

—Sí, madre —responden todas las hijas, vestidas ya con túnicas rojas ribeteadas con dorados detalles, al unísono.

—Recordad, mis queridísimas hijas, que antes de soltar la lechada, debe maridar sus excelsos jugos con al menos tres de vosotras. Dejadlo bien tieso, sin que se corra, y a punto para mí. Tiene que terminar eyaculando dentro de mi vientre. ¿Lo habéis entendido, so putas? Repito en gallego ¿Entendeches?

—Sí, perfectamente —responde Alejandra que de un empujón ha desplazado a su gemela Cordelia para ser la primera en disfrutar del pollón del último descendiente de Cthulhu.

Hincada de rodillas y apresando con ambas manos las caderas de Norberto como un náufrago un bote salvavidas -ella no necesita más que su experta lengua para hacer una felación- siente la primera descarga de esperma deslizándose por su garganta como lava líquida pocos minutos después.

—¡Alejandra, pedazo de puta! —grita la alcaldesa indignada —¡Que se te acabe de correr!

—Disculpa madre, ¡Este panxolas ni me ha avisado! —se excusa con poco sentido de culpabilidad la criaturita, limpiándose la comisura de los labios con la palma de la mano. Bastante poco le importa a ella la agenda y los plazos de su madre. 

Millarca respira aliviada, al final la pánfila de Alejandra se ha comido el rabo, digo el muerto.

—¡Vuelta a empezar! ¡Tened más cuidado, collóns! ¡Que sólo tenemos una noche al mes para que me impregne y ya se ha descargada una vez! —grita fuera de sí Alcina mientras ha pasado a beber a gollete de una carísima botella de vino —. ¿Cuántas descargas más creéis que le pueden quedar? ¡Ahora deberá correrse otras doce!

—O otras seis— susurra Millarca.

Leonor mira a una Millarca con el rostro contraído de vergüenza. Ambas callan. Joder, la ha liado. Hay que hacer algo. ¿Pero qué? No tienen ni idea. Así que a follar y ver si suena el ulular de los flautistas amorfos de Azathoth.

Entre ambas tumban a Norberto en una alfombra con el pelaje del último desgraciado gatipedro gallego -en que mala hora se coló aquella noche en la cama de la alcaldesa-. Noelia sin perder más el tiempo, monta al fotógrafo a horcajadas, mientras Carmilla hunde su oloroso sexo en el rostro del muchacho. Entretanto, una espabilada Noelia, culo en pompa, se mete al completo los testículos a Norbie en la boca.

No han pasado ni cinco minutos, cuando una volcánica carga de leche abandona la vulva de una enloquecida Leonor que no ha parado de golpear con los puños el pecho de Norberto y perjurar el gallego. En una de éstas incluso le ha soltado un par de tobitas a Millarca. Seguro que se las merece por algo, la cacho guarra. 

—¡Mira que le gusta pegar hostias a esta chica! —piensa Norberto con el lápiz más afilado que nunca sin parar de comerle la pepitilla a Millarca—. Pues vale.

Tras varias horas de frenesí sexual...

—¿Cuántas corridas lleva ya este imbécil? Eran doce más, ¿no? —exclama Alcina fuera de sí al ver las grumosa masculinidad saliendo a borbotones del sexo de su puta hija mayor —¡No estáis a lo que hay que estar! Tened hijas para esto. ¡¡¡Mira que me lo dijo mi amiga bruja Silvana!!! 

Fuera del pazo, los negros y densos nubarrones se asemejan cada vez más a las facciones de un enorme -y muy impaciente- pulpo.

—Madre, ya lleva más de trece — afirma avergonzada y desmadejada Millarca limpiándose la última descarga de las tetas.

—¡A ver si nos centramos, cacho putas! brama Alcina, más caliente que el cenicero de un bingo. ¡Decidme el número!

—Una más y ya podrá correrse, por desgracia para nosotras, dentro de ti — gime Cordelia, espalda en tierra y con las piernas en alto, siendo penetrada con ganas por un Norberto desatado que le está repasando las ubres con la lengua a Alejandra. Es desde luego, vástago de un dios extra sideral, ya que sí no, no se explica tal poderío.
 
Norberto, es hablar de él y se pone como una moto, saca su miembro y con la ayuda de la mano de Alejandra, explosiona encima del vientre de Cordelia. Alejandra repasa con su lengua el blanco néctar del cuerpo de su hermana.

—Me lo follo ya, y punto, joder chilla Alcina poniéndose a cuatro patas para que la penetre el varón.

Norberto, bien mandado y la polla tiesa otra vez -que bien le sienta el clima gallego- la agarra de los cachetes y la penetra analmente.

—¡Por ahí no, cacho burro! —replica lascivamente la Suma Sacerdotisa, aunque tampoco con mucho ahínco y empujando su culo contra su cuerpo.

—¡Éste se ha follado a cada hija mía por los menos tres veces! ¡Puto Norberto! Que siga metiéndomela unos minutos más por ahí, luego la saque y me la meta por el coño. Y a ver si le sale de los cojones, correrse. 

La verdad, es que a estas alturas ya nadie lleva la cuenta de nada. Clavada la estaca no se escapa la vaca.

A la mañana siguiente...

Alcina se levanta tambaleante del suelo de su biblioteca. Sus hijas y Norberto duermen en un maremágnum de piernas, brazos y olor a semen.

Sabe que no está encinta, Norberto, las cuatro veces que se la metido, se ha corrido en todos los sitios menos que en su coño. En la cara, en el culo, sobre las gordas tetas y en las cortinas de su madre.

En cambio, no puede decir lo mismo de sus hijas, las ha dejado preñadas a todas. Éstas están encantadas con su virilidad y la noche de autos.

A ver quién las dice ahora, que hay sacrificar a este sátiro por libidinoso. Por correrse. ¡Por polla gorda! Le importa una mierda que sea el último descendiente, se lo va a cargar.

Pero sabe que no podrá hacerlo, según el puto libro, es pecado dañar al padre de sus futuros nietos. 

Ahora toca esperar al mes siguiente, para ver si el señorito, tiene a bien, dejarla a ella preñada también.

—Joder, ¿Y ahora qué hago? Voy a hacer café para todos —suspira Alcina.

PS:
Si te preguntas, fiel lector, cómo es posible que Norberto las hubiese dejado a todas encintas siendo estéril -tal como se reveló en la primera parte- te animo a leer la tercera y última parte para sacarte de dudas, porque para metérsela a todo ser viviente ya está el fotógrafo de marras.

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Todos los derechos reservados


¡No te pierdas la primera parte aquí!

¡La banda sonora!

Graham Plowman - From the Vault of the Miskatonic University


Puccini: Gianni Sicchi feat. Renée Fleming - O mio babbino caro


José Luis Perales - Un velero llamado Libertad


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Comentarios

  1. Me encanta. Deseando leer la tercera parte.

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  2. Otra vuelta de tuerca a los Mitos de Cthulhu, en su vertiente más caliente. Muy bien, muy bien. ¡Quiero más!

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