Vania en "Sin agua caliente"
Vania no se podía creer su mala suerte. Justo ahora cuando quería dar por finalizada su azarosa tarde en el despacho de Artes Gráficas, darse un relajante baño en casa y hablar con su prima Claudia. Abre el grifo, pone algo de música y al tocar el agua... helada. Otra vez. Ya le pasó hace algunas semanas. "Cuanta incompetencia", se resigna con un bufido Vania. Decide llamar al servicio de atención de emergencia 24 horas del Canal de Gorozabel III.
—¡Que venga el mismo tío de la última vez, por incompetente! Me da igual que sea lunes o el día de la muerte de su abuela. ¡Que venga el mismo señor! —exige malhumorada Vania al teléfono haciendo un esfuerzo para que su usual timbre bajo de voz suene amenazante.
El servicio de atención al cliente se disculpa cientos de veces y le confirma que el señor Moya llegará en menos de una hora a su casa en el Barrio de Salamanca.
Al colgar el teléfono, no puede evitar resoplar un "Se va a enterar. Le voy a cantar las cuarenta en bastos y las veinte en oros, espadas y copas" mientras se termina de atarse con el cinturón su mullida bata blanca con su nombre grabado. No debería volver a secar la bata en la secadora. La bata ha vuelto a encoger otra talla. Apenas puede cerrarla, aunque ella no sea especialmente voluminosa de pecho. Es menuda de estatura, apenas 1,65 de alta, de largo pelo rojizo suelto que le alcanza hasta la parte inferior de la espalda. Corona el objeto del deseo, un culo en forma de pera, que habría persuadido a Adán de haber mordido antes el culo de Vania en lugar de la pérfida manzana que le ofrecía la estirada de Eva en el paraíso. Viste debajo de la bata, apenas unas bragas y medias de encaje blanco.
Eran sus formas menudas, la dulzura andaluza de su voz las que agitaron ese cóctel explosivo que aún son su prima Claudia y ella cuando salen por Madrid de marcha. Ambas objetos inalcanzables del deseo, atraían a los hombres cual Circes modernas para reírse de ellos después. Atraídos a la luz para ser cegados con su encanto para dejarlos más tiesos que los ojos de Espinete. Pero era Claudia las que los despachaba con más desdén. Tenía la jodida, un arte. Ellos pagaban las copas y después los platos rotos de su indiferencia. Ay, que tía más brava, sonríe Vania al recordar.
Apenas 35 minutos después, llaman al timbre. Es el señor Moya. Vania le abre la puerta vestida únicamente con la bata y una copa de vino. Está muy alterada casi rozando la excitación. Le indica por las claras que está muy descontenta con su empresa y con él, en particular.
—¿No le molesta ser tan incompetente? —pregunta sin mayores miramientos. Esto le pasa por ser un chapuzas. Hacemos el trabajo a medias y al final toca venir dos veces. Lo dicho, por incompetente. Si estuviera a mi cargo, ya me lo habría cargado.
—Lamento las molestias, señora. Déjeme mirar primero y ver qué puedo hacer. ¿De acuerdo? —se disculpa nuevamente el sr. Moya, depositando su caja de herramientas en el suelo y juntando delante suya sus manos en forma de plegaria.
—Lávese primero esas manos, Sr. Incompetente, están llenas de grasa. Así no va a tocar usted nada de esta casa. Mi marido es muy pulcro y no le gustan los cerdos.
—¿Es éste su marido? —señala el fontanero, sujetando con sus manos un cuadro de ambos risueños habiendo escalado con éxito el Naranjo de Bulnes asturiano, para después limpiárselas en su mono azul —es muy apuesto.
—Pues sí, y además folla como un semental —asevera Vania, para ponerle los dientes largos. Pero usted, no ha venido aquí a hablar de mi marido. A lo suyo, señor chapuzas. Más le vale que cuando llegue esto esté todo funcionado y usted fuera de mi casa.
—Perdone, no quería molestarla. Ahora mismo me ocupo del agua caliente. ¿Me indica dónde está la caldera, por favor?
—¿No se acuerda? Claro, usted pensando es como un colibrí —vuelve a arremeter Vania golpeando su hombro-. ¿No le molesta ser tan imbécil? ¡Es que me tiene muy harta, uyyy!
Tras las indicaciones de Vania, el señor Moya, se pone manos a la obra mientras ella va a ponerse otra copa de vino. Al volver observa como Daniel se ha deshecho de la parte superior del mono, está con el pecho descubierto y está intentando acceder a una llave de paso a ras de suelo, oculta tras la caldera. Encoge y cierra las piernas intentando llegar a la dichosa llave provocando que la parte de su bragueta se alise una y otra vez, marcando un voluminoso paquete. Al parecer, el señor Moya no tiene todas las herramientas en la caja y se guarda la más gorda bajo el sucio peto azul, se relame Vania, apurando su copa de un rápido sorbo mientras no deja de mirar.
—Sin chapuzas, está vez, señor Polla —dice nuestra cliente, para arrepentirse acto seguido de su desliz vocal. ¿En su casa saben que es usted un puto incompetente?
A Vania le pareció, aunque no estaba segura del todo, que al fontanero le había aumentado, con la mención de su falta de habilidad, una talla de pollón.
—¿Disculpe? —responde el fontanero sorprendido, descubriendo su atractivo rostro de cabellos salpicados de briznas de plata y barba de cuatro días, debajo de la caldera.
—A lo suyo, que se me despista muy rápido —le corta Vania— ¿O es que no tiene las herramientas adecuadas? Quizá, aparte de un incompetente, ¿también sea un olvidadizo? Estoy segura de que le quitaban los bocadillos en el recreo. Es usted patético. No me extraña que sea un fontanero del montón —mientras vuelve a soltarle un débil puñetazo, esta vez, en la pernera.
Daniel ladea con la cabeza, vuelve a su trabajo, y al regresar bajo la caldera, la parte inferior del mono queda anclada a un destornillador de la caja de herramientas y desviste parcialmente al señor Polla y deja al descubierto una generosa tranca erecta que se bambolea como el mástil de un velero en una tormenta para finalmente, caer rendido por la gravedad y sobrepasar el meridiano de su ombligo. Marcados abdominales acogen su expectante y erecto falo.
—¡Pero será usted guarro! ¿Cómo se atreve a sacarse esa... pedazo polla... delante mía? —replica ofendida Vania— ¿Y ni lleva calzoncillos? ¿No puede permitírselos?
—Ha sido un lamentable accidente —confiesa el sr. Mástil —mientras se recoge la polla en el peto con escaso éxito, puesto que, al volver a sus tareas, la polla vuelve a disparársele como un resorte de una caja de sorpresas rota con el payaso Don Pim-Pollón en todo su esplendor.
Harta de tanta incompetencia, Vania se hinca de rodillas, le da otro sorbo a la copa y con la mano que le queda libre, agarra con firmeza la venosa polla, le hace una corta mamada, y la mete ella misma en el peto, no sin antes meterle dos agresivos buenos arreos de arriba a abajo con el puño, dejándole la palma de la mano, cubierta de viscosa masculinidad. "Que sufra y trabaje ahora con la picha tiesa" piensa Vania.
Daniel no réplica más que con un bufido de placer y sigue a la tarea.
—Bueno, esto ya está —exclama un risueño fontanero—. Al final siempre es la presión la que nos juega una mala jugada. ¿Lo ve? —mientras abre el grifo marcado con un anillo rojo de la bañera.
—¿Seguro que ahora está arreglado, señor? ¿O es otra chapuza de las suyas, que cuando esté metido en la bañera me quedo helada? —replica Vania, dedo índice en alto.
—Está bien, seguro que sí —afirma convencido Daniel.
—Yo no me la juego otra vez, señor chapuzas. Usted se queda aquí sentado en el taburete, mientras yo me meto dentro de la bañera y después, cuando esté a mi gusto, se va usted y su herramienta, digo, caja de herramientas.
Poco a poco, Vania, se desprende de la bata, para desvestirse de las bragas, y finalmente de las medias. Las bragas las tira a la caja de herramientas para dejarlas colgadas de unos alicates.
También deja el vaso de vino a un lateral y abre el grifo a tope. Daniel, ve como el perfecto culo respingón de ella se posiciona a escasos centímetros de su cara cuando se inclina para verter las sales de baño en la bañera.
Para darse la vuelta de seguido y casi aplastar su sexo de color anaranjado en su rostro boquiabierto.
—Usted aún no se va a ningún sitio. Quiero estar bien segura de que el agua siga saliendo caliente —le ordena Vania —recoja sus herramientas mientras tanto si eso. Me conozco a los de su calaña. Todos unos chapuzas, lo dejan todo a medias.
—¿Se refiere a esta herramienta? —exclama un bravo Daniel mientras desaloja su inmensa polla de la pensión de trancas Rompe Coños. ¿Ésta? ¿Sí?
—¿Llama a esa pollita de juguete, una herramienta? Espere que me ría... no puedo. Anda, no sea ridículo, esa polla… —queda interrumpida al introducir sin previo aviso la tranca Daniel en la boca.
—Me refiero justo a está. Y ahora me voy a cobrar la reparación y el desplazamiento todo junto, pedazo de puta.
Vania apenas consigue deshacerse de la polla de su boca para exclamar a continuación.
—Pues si es tan bravo y macho, quítese la ropa, pedazo mierda, que me va a poner la casa perdida de grasa.
Daniel ya no hace caso a nadie, y se mete vestido en la bañera, desplazando una ingente cantidad de agua (caliente para más inri) a ambos lados de la bañera. Ya dentro del amplio cubículo de espuma, toma lo que tanto lleva deseando desde hace ya cinco años. Gira a Vania, poniéndola de cara al amplio ventanal del baño. Antes de penetrarla al estilo perrito, se da el lujo de tirar de un pollazo el vaso de vino. "Que lo recoja el mierda del marido" sonríe para sus adentros. Ella gime al sentir la primera estocada, y agarra una de las manos de Daniel y se las pone en las duras tetas.
—Estrújalas, bien, pedazo de mierda. Incompetente de pacotilla —gime la pelirroja—. El cliente es el rey, siempre lleva la razón y... fóllame hasta las costuras. No dejes nada para nadie. Rómpeme de una puta vez.
Daniel la pega otro pollazo con la herramienta, mientras la muerde los delicados hombros llenos de espuma para lamerlos y besarlos acto después. Ella echa la cabeza para atrás buscando sus labios. Se besan apasionadamente, mientras sus lenguas bailan un sensual vals dentro de sus bocas. Al retirar su lengua, él, la muerde el labio inferior.
Ella abre sus piernas y le muestra un depilado coño entre montañas de blanca espuma, coronado por una cuidada mata color fuego pálido. Cierra los ojos y le indica que ya puede empezar la escalada con su lengua hasta hacer cumbre con su esperado orgasmo.
—Y nada de descansitos en los campamentos base... de tirón con el pollón —ordena Vania sorprendida de lo bien que sabe rimar.
—Te voy a comer viva, Pumuky, y luego vas y lo cascas al guapito de cara de tu maridito —dice Daniel antes de empezar a chasquear con su descontrolada lengua las húmedas paredes de su vulva y tirar de la pepitilla de su clítoris como un perro con el más delicioso hueso. Ella gime, y con ambas manos, le empuja hacia su sexo.
Tras cinco minutos de escalada, se corre en su boca, mientras sus piernas cruzadas tras los hombros del fontanero atrapan a éste sin remisión. "Joder, con el fontanero" se relame.
—Ahora, me vas a chupar la polla hasta que me corra en tu boquita a la que tanto le gusta llamarme mierda incompetente —demanda Daniel, mientras se sacude la polla para hacerla aún más gorda y dura—. Tengo los papeles de reclamación aquí mismo —termina mientras muestra sus depilados e igualmente gordos huevos cogidos en una mano. Pero antes coge el megáfono que te he visto en la estantería del comedor del mitin antisistema que acudiste con tu primita Claudia.
Vania, acude rauda y sin rechistar a cumplir las demandas de Daniel. Al volver éste se ha sentado en el borde de la bañera y le ordena con la mano abierta que ya está tardando en comerle el rabo.
—No te olvides de los huevos —le recuerda Daniel —Lame de arriba a abajo, y entretente en mi cerúleo glande. Déjame ver esas tetas, restriega mi polla en tus pezones. Y olvídate de que te avise cuando me corra. No va a pasar. Yo me corro y ya está. Lo de avisar se lo dejo al gilipollas de tu marido.
Vania empieza en ritual sin queja alguna. Mordiendo y lamiendo los gordos huevos, pasa a lamer el falo pausadamente, sintiendo cada pulsante vena de esa maravilla de polla que gasta el amigo. Al llegar al glande, aplica sus labios y succiona una y otra vez. Daniel gruñe de placer. Le encanta su boca.
Al poco rato, siente que el señor fontanero está a punto de hacer cumbre y aumenta la velocidad de la mamada mientras alterna uno que otro mordisco en los testículos.
—Me voy a correr —dice Daniel, mientras se levanta del borde, agarra el megáfono y abre la ventana-. No dejes de chupar, joder.
Y mientras Daniel se corre en la boca de Vania cual toro desatado, grita megáfono en mano:
—Soy Daniel Moya, del sexto B, y estoy haciendo cumbre, ¡me cagüen en todos y en vuestra puta madre montada a caballo!
—Daniel, joder, que tenemos una reputación, cariño. Ahora ya lo sabe todo el vecindario -se ríe Vania mientras se termina de limpiar los labios tras la voluminosa corrida de su marido. Le ha puesto la cara perdida de leche.
Vania y Daniel llevan casados desde hace tres años y les encanta los juegos de rol.
—¿Cómo te ha ido el día, cielo? —pregunta más tarde Vania, mientras se acurrucan en el sofá.
—Bien, si no fuera por una pesada que decía no sé qué de una caldera. Al final, me la tendré que follar... —confiesa Daniel—. Por cierto, la próxima vez te toca a ti hacer el juego de rol. Estoy pensando en que podrías ser una vendedora de pisos de una inmobiliaria. Con su carpetita, sus gafitas y un poco tontita.
Ambos ríen a mandíbula batiente y piden algo para cenar.
Epílogo
Vania y Daniel desconocen que la puerta de casa se quedó abierta y por ella ha entrada Doña Julia a cotillear. Con ojos como platos ha estado observándolos desde el principio. En la cabeza de la cacatúa, una sola idea fija. Deberían llamar sin falta que revisen la presión de la caldera, seguro que el agua no sale caliente desde hace días… mejor llamar cuanto antes. Y que venga el incompetente ése.
Este relato está inspirado en una idea original de Klaus Fernández.
Buen relato, con el morbo habitual que nos tiene acostumbrados Valentina@. Mi idea original en la que basó el relato fue tan extensa como: Casada y Fontanero. Todo el resto es la imaginación del@ autor@. Así cualquiera. Entonces tengo ideas a cascoporro. Jaja. Felicidades.
ResponderEliminarMe encanta Valentin@ y sus relatos eróticos. Me río muchísimo. Gracias. Y no podía faltar la cacatúa... que ya tiene nombre. :)
ResponderEliminarme ha recordado al título de una película ,el fontanero y su mujer y otras cosas que meter.mis felicitaciones ,soy fan tuyo valentin@!
ResponderEliminarExperiencias sexuales con mucho sentido del humor.
No voy a escribir mis sensaciones, hay ropa tendida, al leer este relato.
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