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La Nochebuena especial del inspector Putain (Especial Navidad 2025)

EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS



Niza. 24 de diciembre. Por la noche. 
Yate de Arsène Putain atracado en el puerto de Niza.

De todos los posibles regalos navideños que esperaba recibir el inspector, el presente de la ilusionista, maga y tahúr Morgana Blair es el más inesperado.

Envuelto con delicadeza en papel japonés washi hecho a mano con fibras de morera y generosamente perfumado con Victor & Rolf Good Fortune, la nota que acompaña el regalo no puede ser más sorprendente.

"Mi odiado Arsène. Es de buena familia ser agradecida, así que me veo obligada a regalarte algo muy especial este año por los servicios prestados. Y no, no son unas bragas para tu colección de prendas íntimas femeninas, troglodita pollón, sino una botella de absenta La Clandestine Angélique Verte Suisse. Una edición muy limitada, destilada en las catacumbas secretas del Rey Defenestrado, producida clandestinamente antes de la legalización y mejorada con una receta familiar.

Bébetela a solas esta noche antes de la hora bruja y te prometo que no te arrepentirás.

Fdo. Morgana Blair, Primera de Su Nombre, Tejedora de Hechizos, Guardiana de los Secretos Arcanos, Señora de los Elementos, Protectora de los Reinos Invisibles, Rompedora de Encantamientos, Portadora de la Luz Esmeralda, Destructora de Maldiciones, Invocadora de Sombras y Fuego, Soberana de las Tormentas Místicas y Defensora de la Sabiduría Eterna. Se engrasan trabucos tipos Curro Jiménez sin cita previa, se arreglan motosierras a domicilio y se reparan relojes Casio. Consulta nuestras ofertas."

PS: No es veneno, pedazo de cabrón. Tengo más estilo que eso.

Tras releer detenidamente la nota una segunda vez decide confiar en sus instintos y no sospechar de posibles e improbables intentos de envenenamiento por parte de Blair. Está convencido de que, en el fondo, él le cae bien a la ilusionista y que a ésta le gusta montar el numerito para dársela de dura. Además, le pica la curiosidad por saber la razón de la insistencia de Morgana de tener que tomarse el brebaje a solas antes de la hora bruja. 

Decide que la exótica botella hará de postre y redondeará la frugal cena que tenía en mente. Como buen connoisseur tiene preparado una pequeña selección de quesos brie, comté y chèvre fresco, algo de pan artesanal, unos veinte pistachos, unas pocas uvas y dos copas de excelso Montbazillac "Marquis de Rufineberg 1972".

Hace semanas que tenía decidido cenar a solas, tomarse una copa al término del ágape, llamar a su hija Camille y acostarse pronto. 

Insistía Morgana en su nota que se tomará una copa de la botella antes de las tres de la mañana (sí, querido lector la hora bruja tradicional es esa y no la medianoche) y Putain como incansable adalid de la justicia francesa no pensaba desatender -estando mermado en sus facultades al día siguiente- a su única amante reconocida, a la patria de los poetas, al corazón de Europa... ¡a la noble Francia!

La criminalidad no descansa y demanda un agente comprometido con los sentidos agudizados. Al pensarlo, Putain no puede evitar apretarse el paquete.


Dos horas más tarde. 

Recién duchado, vestido con unos desgastados vaqueros y una raída camiseta negra ajustada de los Ramones, Putain descorcha el regalo de la ilusionista.

Nada más descapullarla, el aroma herbal penetrante y algo amargo del interior de la botella adormece sus fosas nasales. Se sirve una copa y se la termina de un trago. Muy bueno, susurra Putain sorprendido de que la Absenta pudiera gustarle tanto. 

Fuera ha empezado a nevar, algo realmente extraño tratándose de una ciudad costera como Niza, donde los inviernos son normalmente templados y poco navideños. 

El inspector se sirve otra copa. Se le está subiendo un montón... todo.

De imprevisto se abre la puerta de la cabina principal y una nube de nieve anuncia la llegada de una silueta vestida de rojo y cargando un pesado saco al hombro. 

De algún modo, los instintos de Putain, afilados como la lengua de una vieja chismosa- no se ponen en alerta. El único que parece reaccionar aquí es su rabo que se endurece intuyendo cosas que ni el mismo Putain sabe aún, pero eso tampoco es nuevo.

Es el pollón de Putain el más confiable palo zahorí de las situaciones excitantes.

Poco después la nube de nieve se disuelve como por arte de magia y revela la escondida figura que huele a tarta de limón y canela. La mujer que acaba de llegar viste un grueso gabán carmesí abierto sin abotonar y un pizpireto gorro de Navidad rojo con borde y pompón blanco. Sobre el hombro carga un pesado saco a rebosar de regalos.

—¡Mama Noël! —aplaude con entusiasmo Putain como un chico con zapatos nuevos.

—La misma que viste y calza —responde lasciva la exuberante rubia dejando caer el pesado saco a sus pies. El sonido dramático de un arpa de fondo acompaña la escena—. ¡Un punto extra para mi niño por no mentar ni esperar al gordito de mi marido!

A continuación, deja caer esta vez la gruesa chaqueta de pana -no lleva más que un conjunto de lencería minúsculo y unas medias de rejilla rojo putón debajo del abrigo- junto a tres kilos de nieve. La mujer será muy mágica y toda la pesca, pero está dejando todo el cabina perdido de agua.

Lujuriosa empuja a Putain contra uno de los sillones, levanta su larga pierna derecha y clava el tacón de sus botas en el pecho del inspector impidiendo que se mueva.

» Y bien ¿has sido bueno este año Arsène? —inquiere lasciva Luparna -Mama Noël para los poco instruidos- mordiendo una patilla de sus gafas—. Ya sabes que a los chicos malos mi maridito les trae una mierda pinchada en un palo, pero en cambio, a mí, me ponen muy, pero que muy trotona.

—Muy malo. Mamá Nöel ¡malísimo!

—¿Ah sí? ¿Cómo de malo, mi querido Arsène? —responde Mama Noël. ¿Te tengo que castigar?

—Llevo deseando esto desde que vestía pantalones cortos. ¿Sabes que desde siempre fuiste mi más secreto sueño húmedo?  —responde Putain bastante achispado contestando lo que le sale de los huevos—. Que buena estás, Mama Noël.

» Siempre estuve convencido que Papa Noël debía tener algún premio por repartir alegría y regalos a los niños en estas fechas durante siglos ¿no es cierto? Nunca me entró en la cabeza que pudiera tener por esposa a una vieja cascarrabias pasada de peso.

 —Exacto, mi niño. Bien visto. Y sé que desde siempre has defendido a capa y espada ante tus amigos que yo debía que ser una mujer joven de bandera y no una vieja pelleja con una puta cofia en la cabeza como si fuera una criada. Mira por donde tu perseverancia va a tener recompensa y habrá regalito extra esta noche.

» Ahora, dile a Mamá que es lo que más deseas —responde Noël sumamente satisfecha y respaldada esta vez con el sonido de fondo de una campanillas mientras rebusca en su saco frente al agente.

Arsène responde a la pregunta bajándose la cremallera del pantalón y desencajando un cimbel que por poco le saca un ojo a la mujer de Santa—. Antes te presentaste como la que viste y calza, pues mi deseo es darle remedio a eso. Dentro de un rato NO vas a estar vestida, pero SÍ bien calzada.

Luparna atónita por el tamaño de la herramienta del inspector se le cae el gorro al suelo y queda momentáneamente sin habla, pero recula pronto.

—Así me gusta, sin rodeos, ni gilipolleces —replica recogiéndose su largo cabello en una coleta y arrodillándose delante de Putain. Como es muy avispada, Luparna ha colocada bajo sus rodillas el gabán para no mojarse las rodillas—. ¿Corrida en la boca de Mamá Noël?

 —Ya veremos —responde el licencioso inspector llevándose las manos tras la nuca.


Sin más dilación, Luparna empieza a lamer los huevos de nuestro agente sin dejar de masturbarle con su mano derecha enguantada. Acompaña los lametazos con pequeños mordiscos de ratoncita en busca de sus bolitas de anís. Sigue sonando la melodía de un arpa en alguna parte.

Una vez que se ha asegurado que la pulsaciones del granítico miembro están disparadas, Luparna golpea divertida el cipote del agente como si fuera un sonajero reiteradamente contra las gélidas mejillas de su rostro blanco como la harina y sus orejas.

—Laponia llamando a Niza, ¿hay alguien por aquí? —dice la cachonda muerta de risa apoyando la oreja al palpitante pollón.

Al no recibir respuesta de Rabo City, presiona con el índice el inflamado prepucio salpicado de infinidad de gotas preseminales del inspector. Apresa acto seguido con los labios el glande de Putain para engullir el miembro poco a poco hasta la base de los huevos como si le estuviera vistiendo con un condón con la boca. Por supuesto, el contacto visual con Arsène es innegociable y no lo pierde en ningún momento.

Al contrario que su rostro, su boca es sumamente cálida y su piel insinúa matices de mazapán recién horneado. Repite inmisericorde esta chupada Mama Noël multitud de veces. Confía que la generosa lechada de Arsène le espante del cuerpo el frío que ha pasado medio despelotada en su largo viaje a Niza y le hidrate la resecada garganta.

El cipote del parisino protagonista de este relato engorda otra talla más para poco después estallar e inundar en una explosión de leche afrutada y ardiente como plomo fundida la boca de la joven. Sn rechistar Luparna se traga la corrida sin pestañear. Después muestra su despejado paladar a Arsène para confirmarle que ha sido buena chica y no se ha dejado nada en el plato de su precioso liquido del amor. Sabe que ese detalle vuelve loco a los hombres.

Animada por su incontestable éxito, toca continuar. Lentamente se termina de desvestir delante de Putain como si estuviera en un espectáculo de variedades y una vez desnuda a excepción de las botas, acomoda su húmedo sexo sobre el granítico rabo del inspector como si fuera un perro buscando el mejor sitio para echarse a dormir. Las grandes manos del parisino no pierden el tiempo y apresan el pizpireto culo de Luparna.

No han transcurrido ni cinco minutos cuando una certeza innegociable escapa furtiva de los labios de Mamá Noël.

—Que bien te mueves hijodeputa... ¡mucho mejor que Mick Jagger! ¡Tienes la fama bien merecida! Y yo que pensaba que tu hermoso trabuco eras más inútil que las putas manecillas de un reloj roto.

—¿No hablas bastante mal para tener fama de persona respetable?

—¡Yo hablo como me sale del coño! Sigue jodiéndome listo de los cojones o te quedas sin regalo. ¡Fóllame más duro de como lo hace mi follaamigo, el Krampus!

—¿Pero no era el Krampus más feo que un pato con gafas de sol de colores? —cuestiona Putain alzando su musculado y depilado culo para hundir de nuevo 25 centímetros de tieso nardo -huevos incluidos- en el sexo de Luparna.

Mama Noël, completamente fuera de sí por las cornadas de Arsène, gira los ojos más descompensados que un loro tartamudo. Ella no se esperaba que el grosor del pollón del agente pudiera ser tan doloroso y placentero a la vez. Ya tuvo problemas para metérselo en la boca, pero no esperaba que su caja de caudales fuera de modosita esta noche.

—¡Tonterías lanzadas por mi celoso maridito para atemorizar al personal! El bueno de Krasimir Melampus es un cariñoso padre familiar muy fiel a sus tres esposas y un demonio insaciable en la cama. Lo único que es cierto, y comparten el Krampus y él, es una larga, afilada y muy juguetona lengua —corrige Noël chillando y acelerando el galope.

» Santa lo transforma cada 24 de diciembre para que lo acompañe en su tarea nocturna y lo presenta a la sociedad como una bestia inmunda para meter miedo, afianzar su postura de tío guay y hacer un poco el paripé —continua Nöel a un galope matacaballo con la lengua fuera. Tiene el conejo completamente desfondado. Decide castigar la osadía de tanta preguntita indiscreta levantando las caderas y dejando solo el glande de Putain atendido entre sus húmedos labios íntimos. Da media vuelta al ruedo y se queda de espaldas a Arsène. La polla de Putain por supuesto no ha perdido su sitio y sigue encallada.

El placer de ver perrear el delicioso culo de Noël acaba con las últimas defensas de Arsène haciéndole eyacular como un reno entre otra vez entre incontrolados espasmos. La esposa de Santa se lleva suficiente crema pastelera para dos tartas de cumpleaños a entregar al día siguiente en una residencia de solteronas militantes negacionistas, terraplanistas y adoradoras del Rey Carmesí de Laponia.

La voluminosa eyaculación del parisino -como si hubiese reventado una espray de nata montada dentro de ella- junto a dos inesperados orgasmo seguidos propios pilla por sorpresa a Luparna Noël que deja de golpear las piernas de Putain y llamarle hijodeputa desorejado. Con los ojos cerrados, levanta los brazos y se desata la coleta. Su largo cabello dorado como el oro desciende en cascada por debajo de su cintura y cae sobre el pecho de Arsène.

Una complacida Noël sintiendo los últimos estertores de la polla del parisino dentro de ella, se gira nuevamente 180 grados y sepulta el rostro de Putain entre sus tetas para que se dé una señora hartá de postre. Las puntas de su cabellera pasan ahora a acariciar los descargados e hipersensibilizadas testículos del agente enloquecido de placer.

Minutos después, con el deber cumplido, la pródiga corrida de Putain abandona perezosa y a irregulares oleadas el interior de Noël. Se enreda en su salida con el ensortijado y rizado sexo de la esposa de Santa formando bolas de esperma en un erótico collar. Es tan fosco y frondoso el arbusto color whiskey de Luparna que pocas perlas de semen llegan a tocar el suelo de madera del yate.

Exhausto, nuestro agente se queda dormido casi al instante con una amplia sonrisa en el rostro. Lo último que recuerda son sendos mordiscos en sus pezones, una sedosa voz deseándole una feliz Navidad y el gruñido de unos renos hasta los cojones de echarse tres mil kilómetros a la espalda durante una sola noche. 

En nada se ponen en huelga y a ver quién es el listo que se recorre un millón de casas así a las bravas.

Niza.
25 de diciembre. Por la mañana.

La primera sensación al despertar Arsène es de desconcierto. Su embarcación se mece con un ritmo lento y, ahora sí, navideño. A sus pies rueda una botella. Vacía. No recuerda habérsela bebida entera. En realidad, apenas recuerda nada a excepción de retazos sueltos. Se ausculta la bolsa testicular. Certifica que están pulidos y bien descargados. Entonces no ha podido ser un sueño. Satisfecho se prepara un café y sale desnudo del yate.

La cubierta está húmeda, ligeramente resbaladiza y fría al tacto de sus pies descalzos. No llueve, pero el aire es gélido y cada respiración entrega un pequeño rastro de vaho de regalo. Eso no es impedimento para que al amigo se le vuelva a poner dura. Tan dura y recta que podría partir cocos a pollazo limpio o sustituir el mástil de la bandera de la proa de su yate.

Es la famosa maldición de los Putain; una polla siempre insultantemente erecta y dispuesta a entrar en acción. En un rato llamará a una amiga para solventar su problema y es que su campeón tiene las horas de comer muy medidas.

Meses más tarde, al regresar a su amada París, descubrirá en su apartamento el inesperado epílogo a esta historia navideña entre su colección de ropa interior íntima en forma de tanga.

Acompañará a la prenda pulcramente doblada y perfumada con un aroma leve a galletas recién horneadas y chocolate caliente un sobre carmesí firmado por una tal Luparna con una simple pero enérgica demanda; no abrir hasta dentro de un año y que la espera merecerá la pena.

En algún sitio remoto de Laponia.
25 de diciembre. Seis horas antes.

—Amor ¿Qué haces despierta aún? —pregunta amorosamente Papa Noël pasando una mano enguantada por el rubio cabello de su adorada y aparentemente dormida esposa—. Te dije que no hacía falta que me esperaras. Anda, métete en la cama. Es tarde y aquí en la sala de estar hace bastante frío.

—¿Qué tal la noche, mi rey? —responde estirando los brazos Luparna Noël y simulando un bostezo.

—Bien, bien. Y ahora a la cama, fus, fus —ordena Santa acompañando su demanda con un significativo ademán de manos—. En un rato te acompaño, mi amor. Termino de entregar unos albaranes, firmar unos documentos, contratar a unos elfos y me meto contigo.

Luparna le da un candoroso beso en la mejilla y renqueante se sube al dormitorio dando bandazos por las escaleras. Con un poco de suerte, su maridito achacará sus andares de pato mareado a que está medio dormida y no que a la han aniquilado a polvos. Estaba tan excitada aun pensando en Putain que nada más llegar a casa se tuvo que hacer un dedo.

Papa Noël le lanza un beso al aire y se vuelve con pasos pesados a su despacho con una amplia sonrisa cómplice.

Está perfectamente al tanto de la escapadita de Luparna. Quizás algún día su querida esposa se percatará que su fingida ignorancia y permisividad es el regalo secreto que le he hecho él a ella este año.

En fin —se consuela— y se siente a la mesa a terminar de valorar los currículum vitae de varios elfos, entre ellos el de un tal Fingus.

¡Feliz Navidad a todos!


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¡La estupenda banda sonora!

Mariah Carey - All I want for Christmas is You (Epic Version).


No te pierdas las primeras aventuras del intachable inspector Arsène Tiberius Putain bajo el siguiente enlace o en su libro recopilatorio.


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