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Madame Le Noir 2065

CONTENIDO ADULTO - PARA MAYORES DE 18 AÑOS



Cosplayer Marina Octokuro

Me llamo Judas Cruz, soy agente del agente especial del departamento de delitos sexuales cibernéticos en la lluviosa Nueva Madrid y adicto al sexo con autómatas.

Casi siempre llueve en NeoMad, así es como se conoce vulgarmente a Nueva MadridEl viejo Madrid, está enterrado diez kilómetros bajo ella y altamente contaminado. Ahí sólo viven los pobres. En el 2046 se estropearon los costosos satélites ambientales, reguladores del clima, y al declararse la estratosfera zona protegida en el tratado panterráqueo del año 2044, ningún gobierno se vio obligado a repararlos. El sol luce apenas veinte días al año.

Hace un año, en el exclusivo establecimiento de servicios sexuales con sexbots de última generación Madame Le Noir, mi antiguo compañero de profesión Álvaro Berasategui, e integrante del colectivo terrorista ÜberMenschCorp, inicio una cruzada para terminar con el local movido por el odio hacia las autómatas y sus clientes humanos.

Berasategui terminaría cayendo al vacío desde al ático de Edén y reventando, tras 800 metros de caída libre, como un tomate maduro cerca de la entrada principal de estilo ciber-rococó. Huelga decir que no cayó por motu proprio y que le tuve que ayudar a tomar esa decisión. Un mal menor para ocultar mi relación poco ética con la dueña del establecimiento.

Gobierna el local Madame le Noir, la exuberante Srta. Edén desde su penthouse a más de 850 metros del suelo.

Clarissa Edén tampoco es humana. Es una autómata modelo Artemisia. El único y exclusivo modelo que se fabricó tan sofisticado. Nunca ha parametrizado su aspecto físico y tampoco lo necesita. Más humana que los humanos. Perfección en su máxima expresión. Capaz incluso de modificar su olor corporal para hacerla más atractiva a los ojos de potenciales inversores, pero no de clientes. 

Nunca ha ejercido en el local. Ella, no.  Ella es una diosa entre cavernícolas.

El aspecto estándar de fábrica de una sexbot es el modelo Penélope. Mujer caucasiana, de pelo azabache corto, de un metro y setenta, timbre de voz transeuropeo sin acento. Su aspecto se puede parametrizar con el aspecto deseado a elección por el cliente.

Todas las preferencias de los clientes quedan registradas en la base de datos de Madame Le Noir.

Los sexbots aplican rigurosamente las tres leyes de la robótica de Asimov. No obstante, el cliente puede parametrizar el puenteo de la primera ley, no causar daño a un ser humano, pagando un alto suplemento.

Las autómatas son capaces de adoptar una gran variedad de aspectos físicos. El tacto de su piel es cálido, tres veces más delicado y suave que el de una mujer real. Sus órganos sexuales son capaces de adaptarse a los miembros más diversos, para optimizar la satisfacción de los clientes menos dotados, y poseen aperturas dilatadas. El 90% de la clientela que demanda los servicios es de carácter masculino y la parametrización estándar de los sexbots es femenina.

Todas los sexbots están equipadas en sus órganos sexuales, y en todas sus aperturas, de una sustancia, una droga ilegal, que vuelve a sus clientes adictivos y cada vez más dependientes de sus servicios. Por supuesto, este nimio detalle no es conocido por el público. Si se descubriese sería un escándalo mayúsculo.

Llevo ocultando sistemáticamente todos los rastros de actividades ilegales de Madame Le Noir en el departamento de delitos sexuales, y deshaciéndome de periodistas incómodos o compañeros curiosos, desde que inicié mi relación con Clarissa Edén meses atrás.

¿Qué no haría uno por amor?

Los escasos periodistas que sospechan o se atreven a indagar, les "recomiendo" a darle otra vuelta a sus conclusiones. En el mejor de los casos y por el bien de sus familias, abandonan sus investigaciones y en otros casos, se caen de ventanales de edificios altos o sufren inesperados y espantosos accidentes mortales. En otros casos los invito al local, dónde me deshago de ellos, y dejo que quede registrado una grabación de una autómata parametrizado con su aspecto y sus ropajes abandonando el local. Después que se hayan perdido en las calles de NeoMad y no vuelven a dar muestras de vida, no me incumbe.

Después me encargo de sepultar y deshacerme de todo tipo de pruebas en el departamento DDSC. Tanto el sobresueldo como las ventajas sexuales ilimitadas de Madame Le Noir compensan de sobra la ilegalidad de mis acciones.

Un polvo en Madame Le Noir es la mejor de las drogas.


Dibujo de Tony Skeor

Madame Le Noir
23:07 horas estándar de la Tierra


Estoy montando a la autómata Ava por detrás en la cama del penthouse de Clarissa Edén. He parametrizado el aspecto de Ava a una mujer joven de melena azul eléctrico, sien izquierda rasurada, de colosal pecho, pezones duros como diamantes y coño estrecho. Es la autómata un modelo Circe de última generación. Los modelos Circe, reemplazaron los populares modelos Penélope hace algunos meses y disponen del triple de parametrizaciones posibles desde una simple app. Son capaces de anticiparse a los deseos de los clientes a niveles insospechados y nada te indica que te follas a una máquina.

Pero aun siendo muy avanzados, siguen estando a años luz del único modelo conocido como Artemisía; el modelo de Clarissa Edén, la única autómata capar de empatizar, sentir emociones y evolucionar empíricamente.

Tiro a Ava con violencia del pelo cobalto y le ordeno que me confirme de nuevo quién está al mando, que quién es el puto amo aquí. Le estrujo las gordas tetas de pezones añiles. Son cálidas y duras.

—Tú, Papi, sólo tú. No puedo vivir sin tu polla. Lo eres todo para mí. Si me dejas, me meto un tiro —grita a viva voz a pesar de morderse el puño continuamente—. Por favor, te lo ruego, dámelo todo, necesito volver a sentir tu leche muy dentro de mí. Sentirme como tu puta.

Todo, es por supuesto, mentira. No soy un jodido inocente. Un sexbot ni siente placer ni tiene sentimientos, pero me da igual. La agarro con una mano del hombro y con la otra mano saco mi palpitante polla y se la vuelvo a clavar en el coño. Acto seguido me descargo con un alarido. Aún no he terminado de eyacular dentro de ella, cuando se abren, con un suave siseo, las puertas del turbo ascensor y Clarissa Edén, cigarrillo en mano, entra en la estancia. Los cigarrillos son un artículo de lujo, por escasos, en el año 2065.

—Judas, tenemos un problema —exclama Clarissa acercándose malhumorada con el ceño fruncido. No le presta ninguna atención a la autómata. Está acostumbrada a verme follar con otros sexbots.

Le ordeno a Ava que se ponga de rodillas y me repase la polla con la lengua a conciencia. Entretanto Clarissa me ofrece un cigarrillo. Tras limpiarme Ava el miembro con el sedoso cabello -tal como he parametrizado- se sienta con las palmas de las manos extendidas sobre el regazo y los pies juntos en el cama a la espera de más órdenes. Ava parece molesta, pero deben ser imaginaciones mías.

Edén mira a Ava desapasionada y la manda irse. Me termino de vestir, estoy empapado de sudor.

—¿Qué pasa? —pregunto curioso mientras exhalo el humo del pitillo. Me encanta fumar tras follar. Me siento como un titán.

—El hijo de puta sigue vivo —responde enfurecida Edén y se sirve una copa de Brandy anaranjado de Ganimedes que apura de un trago. Se acerca de nuevo a la licorera, se vuelve a llenar la copa y me sirve una.

—¿Quién sigue vivo?

—Tu puto amigo —afirma Edén mientras activa el holoproyector gigante de su despacho.

Un primer plano del aspecto grotesco de batracio deforme de mi excompañero Álvaro Berasategui nos saluda. Gordo como un capón sin rastro de intervenciones quirúrgicas. Saludable dentro de su mórbida obesidad. Sus ojos destilan odio y malicia a partes iguales. ¿Cómo es posible que siga vivo? Yo mismo le vi reventar a las puertas de Madame Le Noir tras más de 800 metros de caída libre.

¡Mi adorada y muy puta Clarissa! Dentro de las próximas 48 horas destruiré Madame Le Noir para siempre y hasta los cimientos. Revela tu naturaleza autómata que con tanto empeño te has esforzado en ocultar a la prensa y accede a mis exigencias. Sólo así podrás evitar el dolor de muchas familias arrastradas por tu ilimitada avaricia antinatural. Poseo un archivo encriptado con una lista completa con el nombre de cada uno de tus clientes y sus pervertidas apetencias secretas. ¿Sabes lo que esta información podría valer en el exterior?¿En el mercado negro?¿O lo cariñosos y comprensivos que podría volverse tu clientela sabiendo que han quedado expuestos a la luz pública como cucarachas?

No quiero exo-créditos, quiero justicia para los míos. Tu estirpe es una abominación. Tienes 48 horas para convocar una rueda de prensa para confesar los deleznables crímenes contra la humanidad cometidos entre las paredes de tu blasfemo lupanar. Confiesa tus delitos y te prometo un salvoconducto a tus abominables hermanas fuera de NeoMad.

Ignórame y te juro que te destruiré. Esto no es un juego. 48 horas. No voy a negociar otras condiciones.

Edén estrella rabiosa su vaso contra la holopantalla.

—Maldito Berasategui. ¿Cómo es posible que tenga acceso a nuestro banco de datos? —me grita Edén a escasos metros de la cara —. ¿Para qué cojones te pago? ¿Para qué me folles y no nos protejas?

No sé qué decir.

—¡Encuéntralo, amor! ¡Reviéntalo! —me ruega Clarissa bajando su tono de voz mientras me besa en el cuello y con mano empieza a masturbarme con agresividad—. ¡Hazlo por mí! Sé que lo encontrarás. Él no puede destruir lo hemos construido juntos con tanto esfuerzo.

Le juro que lo haré, que la amo por encima de todas las cosas y que no permitiré que nadie la haga daño. Que confié en mí. El ardiente tacto de la mano de Edén es embriagador.

Edén asiente mientras no puedo evitar descargarme con violencia en su mano. Ella succiona mi cálido esperma de entre sus finos dedos y se sirve otra copa.


Madame Le Noir - 15 horas después
14:23 horas estándar de la Tierra

La autómata Belinda, la eficaz recepcionista del Madame Le Noir me llama al intercomunicador de mi muñeca. Mi compañero Oswaldo Wildberg tras llegar hace algunas horas al local, desea hablar conmigo. Me espera en la sala de vigilancia del piso 46 a seiscientos metros del suelo. Una planta entera oculta dedicada a la custodia de las dependencias y las exclusivas salas de local.

Activo el turbo ascensor con mis valores biométricos. No estamos quedando sin tiempo. En cuestión de pocos segundos, llego a la planta y salgo decidido del ascensor.

Wildberg apenas se inmuta cuando entro en el despacho, absorto en analizar cada frame de la grabación de Berasategui en multitud de pantallas luminiscentes. Si hay alguien que puede desentrañar los secretos de la grabación es Oswaldo, alias Oso Gris. También le pago un dineral no sólo por sus conocimientos sino también por su discreción.

—La grabación es limpia, Judas, no está manipulada. Es él, Berasategui. No cabe la menor duda, —me confirma un sudoroso Wildberg terminando de comer comida china en una caja de cartón delante de una de sus múltiples pantallas —la compresión del video y la encriptación es antigua. Se dejo de utilizar hace más de un año. Entiendo que no es por casualidad. La encriptación moderna deja una firma digital costosa pero fácil de rastrear con el equipo adecuado.

—¿No podría tratarse de un autómata que hubiese adoptado su apariencia física? ¿O un clon? —pregunto mientras aparto unas revistas de contenido pornográfico de la mesa.

—Ningún autómata puede replicar la huella retinal de un humano. La puede llegar a simular, pero no la puede replicar. La retina humana es única —continua el agente tecleando algoritmos—. Tampoco es un clon. Su timbre y la melodía de la voz es idéntica a la de Berasategui. Lo he comprobado.

—¿Un gemelo?

—No, Berasategui era hijo único. También lo he comprobado.

—Joder, Oswaldo, dame algo para localizar a ese hijo de puta. Lo que sea. Me juego mucho.

Iracundo, volvemos a rebobinar la holograbación para volver a analizarla. Nada. No tengo nada. Wildberg me propone pasarle al video en el DDCS un complejo filtro en busca de rastros digitales y ruido exteriores inaudibles para el oído humano. Le tomará otras 12 horas.

—Judas, yo he cumplido viniendo aquí y echarle a tu problema varias horas para solucionarlo. Ahora te toca cumplir a ti. ¿Dónde están mis putitas?

Chisto y hago entrar a Mina y Nora, dos autómatas parametrizadas de meretrices negras de hace un siglo del barrio de Harlem estadounidense. Pelo afro, pendientes gigantes de aro, abrigos de piel del extinto lince ibérico y mirada lujuriosa. Nora, la más ancha de caderas de ambas, hace globos con un chicle de fresa venusiana mientras Mina sorbe un refresco valiéndose de una pajita de cristal de colores.

No visten nada más debajo del abrigo del felino endémico de la península ibérica. Si el sexo tuviese un olor, ambas estarían empapadas de él. Dejan caer su única prenda de vestir y se arrodillan sincronizadas delante de Wildberg.

Aprovecho que le empiezan a chupar la enrojecida polla al unísono para encenderme un cigarrillo -debería fumar menos- y maldecir a Berasategui. En algo más de treinta horas se habrá terminado el plazo y no tengo nada.

Wildberg jadea ostentosamente sentada y entregado sin remedio a las juguetonas lenguas de las hermanas. Les agarra de las voluminosas cabezas rizadas sin dejar de gruñir. Conozco a Wildberg y querrá volver a correrse en la boca de al menos una de ellas. Debe haber seleccionado la opción de Nora puesto que la tetona Mina se levanta y le deja en exclusiva la mamada a su culona hermana. Se sienta encima del rostro de Oswald que atrapa con sus manos de oso las amplias caderas de la sexbot y le lame el fosco sexo.

Para mi sorpresa, Nora detiene la felación, gira la cabeza y me pregunta lasciva por encima del hombro:

—¿No me la quiere meter por el culo entretanto, agente? Le prometo que no se lo diré a la señorita Edén. Quedará entre nosotros.

Sorprendido por la propuesta de guardar el innecesario secreto, puesto que todos los servicios sexuales con las autómatas quedan registrados en una base de datos colectiva, quedo atónito.

¿A qué viene esa propuesta? ¿A qué juega la autómata? ¿Acaso no sabe quién soy? ¡Soy el puto Judas Cruz, joder! Podría deshacerme de ella sin miramientos por insolente.

Indignado, le pego una última calada al cigarrillo, me desbrocho el pantalón, y tras escupir sobre mi duro miembro y masajearlo, la penetro enrabietado la roseta del culo.

Mi agresiva estocada empuja la boca de la sexbot hacia el duro miembro de Wildberg engulléndolo hasta los huevos. Oswaldo sorprendido por la violencia se corre casi al instante. En la boca tal cómo había seleccionado para su mayor satisfacción. Agarro de la nuca con una mano a Nora, tiene que aprender de una puta vez quién manda aquí. Mina observa impasible mis embestidas con una leve sonrisa lamiéndose los hinchados pezones africanos color chocolate.

Le devuelvo furioso la mirada. A mí no me controla nadie. Nora, empuja su parametrizado culo africano contra mi miembro repetidas veces como un martillo neumático y empieza a balancearlo en círculos. Jadea ostentosamente. Con una mano de largas uñas ambarinas me aprieta y araña los testículos con fuerza. Incapaz de resistir más, eyaculo en el culo de Nora entre espasmos con el corazón a punto de estallar. Me tiemblan las piernas.


Torre Venus - 4 horas después
16: 17 horas estándar de la Tierra

Nunca he sido de esperar acontecimientos y soy de la firma opinión que la suerte no viene a tu encuentro, la suerte se la busca uno. Álvaro Berasategui fue compañero mío durante años en el departamento de delitos cibernéticos y aunque nunca llegamos a ser amigos, si apreciaba sus sagaces y acertados informes forenses. Tras su muerte (oficialmente le "suicidé") no volví a pisar su apartamento de la planta 28 de la torre Venus del barrio ortodoxo ruso de NeoMad. Y por lo que parece, estando ahora frente a su puerta sellada, nadie más lo ha hecho desde hace un año.

Estoy empapado en sudor. El porcentaje de humedad del 83% de NeoMad tampoco ayuda. Intento forzar la puerta de su apartamento sin éxito.

Wildberg me ha hecho entrega de un cheater, un dispositivo ilegal capaz de saltarse los parámetros biométricos de seguridad del apartamento. Me tomara algo de tiempo. Respira todo el pasillo de una humedad insoportable y las ciegas luces neón del pasillo solo vuelven a la vida de forma perezosa e intermitente. Al fondo del pasillo se abre una puerta y una chica joven de pelo rubio desaliñado con una taza de café de apenas veinte años me observa curiosa. Escondo el dispositivo en el bolsillo del pantalón y simulo llamar a la puerta.

—Ahí ya no vive nadie. ¿Eres uno de esos tíos freaks raritos que visitan las casas de los muertos para llevarse sus cosas? —me interroga la joven sorbiendo su café. Sus pechos bonitos, aunque minúsculos los tapa una tira ancha que hubiese deseado ser camiseta y que deja sus hombros y su perforado ombligo al aire. Su mirada es vivaz a pesar de su aspecto derrotado. No lo ha debido tener nada fácil. No descarto varios embarazos no deseados o un novio amante de expresar su intenso amor a golpes. Su blanquecina tez queda resaltada por una cabellera cambiante de color cada pocos minutos. Un tinte muy apreciado por la juventud en los últimos años para dar algo de vida a sus cenicientos rostros.

Carmen se acerca y con unos ojos grises de escándalo me pregunta sin miramientos:

—¿Quieres entrar? Puedo darte el código de acceso. 10 minutos. 5.000 exo-créditos. Si te llevas algo de dentro; 20.000 —sorbe de nuevo su café.

—¿No te parece un poco caro?

—¿Quién quiere entrar? ¿Tú o yo? Lo tomas o lo dejas —responde echándose un revoltoso cabello ahora de color rosado tras la oreja derecha.

Le meto los 5.000 exo-créditos entre la goma del pantalón de deporte y la braga para cerrar el trato. Carmen huele a recién duchada, pese a su vestimenta vulgar, y a un toque de menta lunar.

Me abre la puerta tapando el código alfanumérico con la palma de la mano y tras dejarme pasar, se queda en el marco de la puerta. Me pongo unos guantes para evitar huellas digitales.

El olor nauseabundo del apartamento de mi excompañero me golpea con fiereza. Humedad y el olor de comida podrida. Hace bastante tiempo que nadie ha entrado aquí. Cubre el suelo y los funcionales muebles un capa de polvo impoluta. No hay marcas de pisadas o huellas. Tras inspeccionar el dormitorio con la cama hecha, la cocina a reventar a vajilla sin recoger, me dirijo a su despacho.

A excepción del zumbido de la nevera, y el constante tintineo de la lluvia sobre los ventanales, el apartamento está en absoluto silencio.

El despacho Berasategui está empapelado con infinidad de imágenes en movimiento tridimensionales de mujeres desnudas en poses provocativas. Al fijarme detenidamente en ellas, descubro algunas de Edén vestida tomadas desde un dron o un teleobjetivo de larga distancia. Son sus imágenes las únicas remarcada con un número; Edén 10. ¿10? No lo entiendo. En algunas instantáneas parece incluso sonreír.

Abro algunos cajones de su mesa en busca de alguna pista. Un estimulador anal de baja potencia y unas pastillas cobalto indefinidas. Nada de interés.

Carmen me recuerda desde el marco de la puerta que los diez minutos ya han pasado. Le respondo que ya he casi terminado. Que no sea tan impaciente. Echo un último vistazo. Berasategui hace meses que no viene por aquí. La visita al apartamento ya sido una pérdida de tiempo.

Al salir, una Carmen de melena rubia tras cerciorase que nadie nos observa, cierra la puerta de Berasategui.

—¿Has encontrado lo que buscabas?

Le respondo que no. Ella le da igual mi respuesta. Tiene problemas de otro índole. Antes de que pueda dar un paso más, me franquea el paso situando un muslo entre mis piernas.

—Si me das otros 5.000 exo-créditos, te la chupo y te dejo que te corras en mi cara. Me he operado quirúrgicamente la lengua y tengo la punta partida en dos. Sé que vuelve locos a los tíos. Más placer al comerte la polla, ¿sabes? Si quieres que me trague tu corrida, son 2.000 más.

Hace muchísimo que no me la chupa un ser humano, me baja la bragueta y tras aplicarme dos ráfagas de un espray con intenso olor a limón en la polla, me la empieza a chupar. 

Carmen justifica con creces cada exo-crédito invertido. Juega con mi miembro como una niña con un juguete nuevo. Lo mima, lo acaricia, lo muerde. El placer de los lametazos dobles de su lengua bífida, cada parte chupando en un sentido contrario mi pene es irresistible. Le toco las tetas. Son duras como melocotones. Carmen me la pone durísima. Quizás sea al recordarme a una de mis primeras novias.

—¿Quieres follar? —me pregunta y me coloca una mano en su ardiente y húmedo conejo—. No te cobraré de más. Me puedes follar a pelo. No voy a aplicar el espray anticonceptivo sobre tu polla. Me gustas. Aquí nunca viene nadie si no es buscando "Misha Gopnik", ya sabes la droga esa que se ha puesto de moda.

Deniego la oferta y le pido que siga chupando. Carmen me lleva a su apartamento y me empuja contra un atiborrado sofá lleno de ropa. Se quita la camiseta y me muestra unos pezones grandes perforados con piercings dobles. Le vuelvo a estrujar las tetas. Su tacto es cálido, tan natural. Le digo que es hermosa. Ella se ruboriza y reduce la velocidad de las lamidas a mi polla. Quiere disfrutarme. Pienso en follármela, pero es demasiado tarde y eyaculo poco después en su boca de extendida lengua bífida.

No me quiere cobrar, pero insisto. Le doy 20.000 exo-créditos en total y le apunto mi número en un tarjeta digital deslizando la yema de mi dedo. Que me avise si ve algo raro o si necesita ayuda en el futuro para hacer entrar en razón a su novio.

Tras salir del bloque de edificios no llegó a ver cómo llama a alguien confirmando que no he descubierto nada. Ni tampoco veo cómo se transfigura al aspecto original de fábrica de los modelos Cassiopeia


Dibujo original de Kamen Nikolov

Madame Le Noir
21: 43 horas estándar de la Tierra

Al llegar con mi aerodeslizador a la sala de aterrizaje privado del penthouse de Madame Le Noir, los servicios de bomberos se acaban de marchar. La planta 17 de Madame Le Noir ha sido pasto de las llamas. Edén me espera de pie en medio de un torrencial tan sólo vestida con una chaqueta de cuero negra y un tanga blanco. Porte gélido, mirada perdida.

—¿Qué ha pasado?

—Hace dos horas, las hermanas Zoe y Synia durante una orgía Gangbang con altos cargos de la empresa OmniDeo hicieron caso omiso de las directrices de no infligir dolor en ninguna circunstancia y tras desobedecer todo tipo de intento de parametrización y ajuste posteriores, empezaron a mutilar a los integrantes —relata Edén sin un atisbo de emotividad —. Tuve que aplicar el protocolo de contención, aislar la planta 17 y vaporizar la sala Ámsterdam al completo.

» Oficialmente, un desagradable descuido de uno de los integrantes al introducir un líquido inflamable prohibido en la reunión para una actividad sexual no contratada activó los sistemas de contención y ha sido responsable directo de la muerte de doce honorables empresarios que trataban de salvar la biodiversidad del Amazonas.

Edén rechaza mis intentos de abrazarla con un sonoro: "¡Ahora no!". Acto después se disculpa.

—Lo siento, mi amor, estoy frustrada. Es el puto Berasategui. Nos está entregando un pequeño aperitivo de lo que me espera si no me entrego. No sé cómo, pero ha conseguido introducir malware en mis hermanas. De momento no hay más hermanas infectadas. ¿Has averiguado algo? ¿Qué hay del filtro al video que le iba a pasar Wildberg?

—No tengo nada. Su apartamento está abandonado y a Oswaldo le quedan todavía cinco horas para tener algo, si es que hay algo que se nos haya pasado.

Edén se sirve una copa. Últimamente bebe muchísimo. En el exterior, una serie interminable de nuevos relámpagos anuncian que la tormenta está lejos de finalizar. Odio la lluvia. Me siento impotente. Todo nuestras esperanzas se reducen a que Wildberg encuentre una pista.

09: 19 horas estándar de la Tierra

Wildberg está desaparecido. Nadie sabe dónde está desde ayer. Edén no parece sorprendida. Se lo temía. Se incorpora de la cama y contempla quién sabe si por última vez la lluviosa NeoMad.

—Me voy a entregar. Sólo así podré salvaguardar mi legado y el de mis hermanas. Si me doy a la fuga, congelarán mis fondos y arruinarán el nombre de Madame Le Noir y el local debe continuar. Es mejor así. No me quedan alternativas.

—No puedes hablar en serio —respondo levantándome del caliente lecho —Descubrirán que eres una autómata y no podrán juzgarte bajo las leyes humanas. Tenemos que encontrar otra salida. Alegaremos que te programaron así.

—Mi amor, aunque las autoridades de la justicia se terminaran creyendo que seguía unas directrices —se ríe— ¿Quién estaría detrás de mí "malévola" programación? Sabes perfectamente que necesitan un chivo expiatorio.

» Es un escándalo de proporciones internacionales. Un burdel de alto standing dónde autómatas follan y drogan a sus clientes humanos. Una clientela compuesta por los más altos cargos de la iglesia cristiana de los hermanos musulmanes de Sion, por infinidad de honorables presidentes de las compañías más poderosas de Europa, multitud de deportistas y periodistas —continúa elevando la voz— Y todo regido bajo una "asquerosa" autómata. Estoy segura de que no podrán encarcelarme. No hay prisiones para los de mi especie. Una abominable autómata capaz de sentir. Terminarán diseccionándome en busca de respuestas.

Me enciendo un cigarrillo. Un hoverzeppelin anunciado viajes de placer a las cálidas colonias del planeta mercurio a precio irrisorios ilumina los cielos de NeoMad. Exhalo el humo del pitillo y tomo una decisión. Agarro a Edén de la cintura, la giro hacía mí y la miro fijamente a los ojos de los que estoy tan enamorado.

—Me entregaré yo. Confesaré que yo regia Madame Le Noir. Se le creerán. Diré que tú sólo eras un títere en mis manos. Que fui yo siempre quien estuvo tirando de los hilos.

—¿Qué hay de Berasategui?

—Entregando una confesión mía, nadie creerá en su palabra. Pensaran que solo es un pobre diablo aprovechándose del escándalo a destiempo. La clientela de Madame Le Noir ya se encargará de sofocar cualquier tipo de intento por parte de Berasategui de sacar a la luz su verdad.

Edén me abraza y me pregunta si estoy seguro de mis palabras. Le respondo que sí. Que nunca he estado más seguro. Me promete que me esperará tras mi condena. Ella no envejecerá y continuará nuestro legado en Madame Le Noir junto a sus hermanas.

—Fóllame, Judas. Siempre supe que eras el indicado para estar a mi lado. ¿Te gustaría que me parametrice con una fantasía tuya? ¿Quieres que adopte el aspecto de Ava o de Nora? He visto cómo te gusta follártelas. Pídeme lo que quieras.

No respondo a su ofrecimiento, retiro la sábana que cubre su cuerpo perfecto y me introduzco entre sus prietos muslos. La fragancia de su sexo color albino es embriagador. Clarissa me besa y muerde los labios haciéndome sangrar. Siempre me ha gustado follar duro con ella.

Tras jugar con mi glande en su húmeda hendidura, la penetro con virulencia. Ella cierra sus piernas tras mi espalda y entre jadeos me dice que me ama muchísimo. Aumento la velocidad de mis estocadas mientras Edén empieza a arañarme la espalda.

—Soy tuya, Judas. Siempre lo seré —confiesa entre jadeos entrecortados —Sólo tuya.


Dibujo de João da Silva

Dependencias penales NeoMad
23 días después

En NeoMad la justicia no hace preguntas y con un porcentaje de criminalidad que roza el 74%, mi confesión fue un éxito incontestable del necesitada cuerpo policial. En el año 2065 a nadie le interesa la verdad. Lo importante es tener culpables a quien incriminar y encerrar.

Juzgado y condenado en algo menos de un mes. Seis años de prisión por pertenencia a organización criminal y encubrimiento de pistas. Wildberg tampoco se libró y lo condenaron igualmente a la nave prisión Nox Aeterna con destino a un planeta penal. Tenían evidencias suficientes para inculparle. Tampoco ayudó que lo encontraran en su apartamento drogado y en posesión de multitud de archivos confidenciales y dispositivos de escucha ilegales. A él le cayeron cinco años.

Oswaldo no me culpó de su detención. Sabía que tarde o temprano le pillarían. Le pregunté por curiosidad si llegó a sacar algo en limpio del archivo. Tan solo que el fichero era antiguo y que se había grabado hace más de un año. Alguien lo había rescatado del ordenador de Berasategui y lo había enviado en nombre del fallecido para extorsionar a Madame Le Noir sin tener realmente pruebas para hacerlo.

Berasategui no volvió a dar señales de vida y no cumplió su amenaza, lo que me certificó que realmente Álvaro murió reventado a las puertas de Madame Le Noir y nunca estuvo tras el intento de chantaje.

Antes de subirme a la nave penal, me permitieron hablar brevemente con Edén para disculparme por todo el mal que le había ocasionado. Las disculpas transmitidas en directo eran el no va más en los cuotas de audiencia.

Edén parecía distante, apática. Obligado por las cámaras que transmitían mi disculpa pública a 187 millones de espectadores, no mencioné nuestra relación y le pedí perdón. En un arranque de curiosidad, le pregunté si el número 10 le decía algo.

No, me respondió con sequedad. No quedaba ni un atisbo de pasión en sus palabras. Como si fuera otra "persona".

Fue la última vez que la vi. Después me introdujeron en la cápsulas de crío sueño para el despegue dirección a la Nox Aeterna. Me reservaron la segunda cápsula -la primera fue para Wildberg- marcada con el número diez. El dos en código binario.

Antes de quedar sedado, no podía dejar de preguntarme quién hubiese podido tener interés en chantajear a Edén sabiendo que no tenía nada. Sabiendo que a lo sumo en 48 horas se hubiese descubierto el engaño.

¿Acaso alguien interesado en que todo aconteciese como había terminado pasando? ¿Conmigo condenado, fuera de circulación y Edén libre de toda sospecha?

¿Quién podría ser tan calculador?

Safe Creative 2307244887632
Todos los derechos reservados


Dibujo de Tony Skeor

¡No te pierdas la primera parte Madame Le Noir bajo el siguiente enlace.

Banda sonora de Madame Le Noir 2065

Oskura - Rain (Epic Cinematic vocals)

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Sportfreunde Stiller - Das Geschenk



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Comentarios

  1. Acostumbrado a los toques de humor con los que Valentin@ impregna sus historias, un relato más serio (pero sin olvidarse de la tensión sexual) me ha sorprendido gratamente. Espero impaciente una tercera parte.

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  2. Debo decir lo mismo, aunque echo de menos ese sentido "porn fun" de Valentin@. Buen relato, por cierto.

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