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La sombra de Drácula (Especial Cthulhu 2023)

EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS



Diario de Mina Murray, 15 de mayo

"Amado Jonathan, te echo tanto de menos. No veo la hora de poder estar juntos de nuevo. Esta ausencia tuya me aflige tanto el corazón y me causa mucho desosiego. Anhelando que regreses de nuevo entre mis brazos tras ese encargo, sin duda, tan noble que llevas a cabo en Transilvania. Es sin duda, tu buen amigo Quincy, un soporte para mí en estos momentos de tanta soledad. Posee un buen carácter que me hace muy llevaderas las frías noches de Londres y que..." 

Mina intentaba escribir con pulso firme, estando a cuatro patas, y que no se le notara la mano trémula al redactar. Quincy, mientras tanto, se corría gruñendo sobre su pálido pero espléndido culo en forma de melocotón, sosteniendo con una mano su inflamada polla y con la otra estrujándola el generoso pecho. Éste, hace apenas unos minutos, como un animal la había levantado la falda, puesto a lo perrito y poseído. Mina soltó vencida la pluma al tanto que su propio orgasmo la recorría el cuerpo en oleadas. Era ciertamente Quincy, un buen amigo y mejor semental. Y considerado, ya que de todas las veces que habían follado desde que asumiera Jonathan su nuevo trabajo y se marchara a Transilvania, jamás se había corrido en su interior. Lo dicho, un verdadero caballero.

Diario de Mina Murray, 18 de mayo

"Amado Jonathan, debo confesarte un terrible secreto. Aunque seguramente nunca leas este diario me veo en la necesidad de reflejar esta quemazón por escrito. Ayer me acosté con mi buena amiga de la infancia Lucy Westenra. Como sabes, es por su belleza, pureza y su dulce naturaleza, un ser de luz. Su mera presencia nos alegra el corazón a todos. Posee una sonrisa que despeja incluso los nubarrones más oscuros. Recientemente ha aceptado la proposición de matrimonio de Sir Arthur Holmwood y su corazón está lleno de dicha, no ya su coño que está repleto del zumo vital de nuestro, pero pobre, amigo y médico John Seward. Ayer me confesó sus libertinas actividades con el psiquiatra. No desea un matrimonio alejada de las comodidades de los lujos y de la riqueza, pero siente un deseo carnal que raya en la locura por John. Estaba muy afligida por esta situación con lo que me vi empujada a comerla el coño. Al inicio, se quedó muy sorprendida cuando mi lengua empezó a acariciarle su deliciosa pepitilla, pero tras unos minutos, me empujaba con suavidad la boca contra su vulva mientras gemía y nombraba a John. Retiré mi boca y me desprendí de mi ropa interior. Cruzamos las piernas, uniendo y frotamos nuestros sexos hasta que llegamos a un compartido orgasmo. Nadie le hace el amor tan bien a una mujer como otra mujer. Mientras me acariciaba extenuada la cara, y me agradecía mi sincera amistad, me confesó que, hace semanas, también le había lamido el enorme pollón de caballo a Quincy, en un confesionario durante la misa del domingo. Se había quedado muy maravillada de la alta calidad y cantidad de su esperma cuando se descargó en su cara y cabello. Asentí, sin decirle, que daba fe de ello ya que lo había comprobado personalmente. La primera vez que me folló en la cama de mis padres y se corrió encima de mi vientre, rebotando su viril leche rebotó varias contra mi cuerpo, como cuando lanzas una piedra plana al río, hasta alcanzar mi boca abierta".

Diario de Jonathan Harker, 25 de mayo

"Amadísima Mina, me encuentro en grave peligro. Las tres vampiresas me tienen al borde de la extenuación, demandado cada vez más encuentros carnales. He decidido huir, por la mañana, lanzándome con una cuerda hecha por sábanas anudadas por una ventana lo más cercana al suelo. Tras conseguirlo con cierto éxito, he deambulado desorientado varios días por el cercano bosque. No recuerdo mucho más. Me desperté hace unos días en un monasterio en Budapest donde unas ambles monjas me cuidan con sumo cariño. Por las mañanas una bella, joven y hermosa novicia me da friegas por todo el cuerpo con aceites especiales. Julinka, así se llama mi cuidadora, recorre mi cuerpo desnudo con sus pequeñas manos entreteniéndose en mi mástil. Mientras éste se yergue, para eso no estoy malo, ella me hace poner las manos para orar, y con un dedo en su boca, indicándome silencio, me acaricia la polla. Julinka debe ser virgen, ya que cuando mi nabo estalla de placer, se la introduce rápidamente en la boca para que no quede constancia de nuestro secreto. Tras repasarme a conciencia mi tercer brazo de caballero inglés, se retira de mi sexo y me muestra con la boca abierta, el resto de mi masculinidad. Acto seguido se lo traga. Me encuentro muy indefenso".

Diario de Jonathan Harker, 28 de mayo

"Amadísima Mina, gracias a los cariñosos cuidados de Julinka me voy recuperando poco a poco. Esta noche, para terminar de curarme, la novicia se desprendió de toda su ropa, a excepción de la cofia, y se aprovechó de mi inocencia. Posee un cuerpo delicioso, joven, es una perla entre las mujeres. Me recuerda mucho a ti. Julinka se introdujo mi vigoroso sexo en su estrecho coño profano y, emitiendo un largo gemido, empezó a galoparme. No consintió, la mosquita muerta, que apartara mis manos de su trasero hasta que alcanzó su clímax. También me exigió que la insultara durante la cópula como si representara al Maligno. Al finalizar su ruidoso orgasmo, remoló unos minutos encima mía con su empapado sexo, con los ojos en blanco y mordiéndose el labio inferior. Luego, me dio permiso, acunando con sus manos mi cara y dándome un lascivo beso, para que pudiera yo correrme también. Yo ya lo había hecho hace minutos, con lo que disimulé un poco y retiré mi polla de su vulva con un sonoro "plop" acompañado de ríos de mi leche inglesa. Mientras me corría sólo pensaba en ti. Te amo tanto Mina".


Diario de John Seward, 30 de mayo

"Tras pasar consulta de nuevo por la mañana en mi hospital, vuelvo a enfrascarme en mis estudios y tribulaciones. No cejo de pensar en la preciosa Lucy que ha conseguido ocupar todos mis pensamientos. Es, sin duda, una mujer extraordinaria, poseedora de una belleza sin parangón, cortejada por mi amigo Arthur, muy a mi pesar. No poseo yo ni su dinero ni su fina educación para poder competir por el amor de Lucy. Sólo soy un vulgar psiquiatra que ejerzo mi oficio con humildad en este sanatorio. No obstante, espero que pronto cambie mi suerte y sea capaz de atraer la atención de mi Lucy. Me siento utilizado por ella, tenemos encuentros sexuales licenciosos todas las noches, pero no parezco digno para postularme para ser su futuro esposo dados mis escuálidos ingresos y pobre escala social. Pero estoy a punto de girar la rueda. Mis recientes ensayos para curar la locura están dando sus frutos. Una de mis pacientes, la joven y viuda Sra. Renfield, presenta notables avances. Acudió a mí, muy desmejorada, y con una serie de sesiones de hipnosis y un cóctel de medicamentos, ha vuelto a recuperar su esplendor. 
Ha querido agradecerme mi labor, abusando de mi juramento hipocrático, que les debo a todos mis pacientes, y de mis necesidades como hombre. Debe haberme hechizado y me he visto obligado a copular con ella como un lobo rabioso sediento de sangre. Soy débil. Siempre, que se ha aprovechado de mi flaqueza, lo hemos hecho en mi despacho del hospital. De algún modo, esa situación y lugar le provocan altos niveles de excitación. Me desprende de mis pantalones con una fiereza descomunal y empieza a masturbarme con sus finos guantes de noble. En esa situación, termino eyaculando en sus hábiles manos y sosteniéndome con una estantería. Mi descarga tapa por completo su anillo de viuda.
Con cara de satisfacción, me exige, a continuación, que la monte. La Sra. Renfield, mientras copulamos como animales, me hace la pinza con sus torneadas piernas impidiendo que pueda retirarme de su estrecho y abrasador interior. Es multiorgásmica y sufre varios clímax antes de que yo llegue al mío. Cuando estoy a punto, afloja sus piernas e introduzco mi virilidad entre sus menudos pechos. Ahí termino eyaculando, poniéndola perdida, nada escapa de mi explosión, sus pechos, su barbilla, su vestido. Con los últimos estertores de mi eyaculación, vuelvo a introducir mi excitado miembro en su vulva tras restregarlo sobre sus labios íntimos y su pizpireta mata de vello púbico. Ella me ha demostrado que le gusta terminar así nuestros encuentros sexuales, para que ahí mi pene se vaya deshinchando dentro de su húmeda hendidura y calmando su innombrable enfermedad a la que estoy pensando en denominar el "Mal de Seward".

Diario de John Seward, 4 de junio

"Ayer, por noche, la Sra. Renfield vino acompañada de Dora, su hija adolescente, que, por lo visto, le aquejaba el mismo mal que a ella. Un terrible mal que parece extenderse, igualmente por el hospital entre las mujeres jóvenes, como las llamas en la paja seca. Entre llantos e hipidos, la Sra. Renfield me rogaba que sanara a su inocente y tetona hija, que parecía haber echado las gordas ubres antes que los dientes. Yo, a su hija, el único mal que la veía es que tenía una cara puta que no podía con ella. La curé también, soy un profesional, mientras su madre me chupaba y acariciaba los cargados y sudados testículos. Empecé mi terapia corriéndome en su cara mientras su madre me ordeñaba como a una vaca irlandesa. Dora recibió mi virilidad con los ojos cerrados y la boca abierta. Luego la monté por detrás, por el culo, mientras le lamía los pechos a su madre. No es para nada Dora una inocente ya que esa puerta ya había sido cruzada con anterioridad. Tras unas frenéticas penetraciones, alternando entre la boca de la madre y el culo de la hija, no pude aguantar más la divina visión de la juventud y empecé a descargar inundando el estrecho culo de la hija. La Sra. Renfield exclamó: "¡Ya viene, ya viene!". Mientras me agarraba al culo de Dora como un perro sarnoso, le respondí que ya había venido y me había ido. Ella me respondió con los ojos en blanco, una frase extraña: "Usted no, matasanos, ¡Drácula!".

Recorte del periódico Dailygraph,
10 de junio.

"La goleta Demeter ha entrado a gran velocidad, entre poderosas olas y las velas desplegadas al puerto de Whitby. Un gran estado de temor inundó a los presentes, al timón se hallaba muerto y atado el capitán del barco. Un gran lobo ha saltado de la embarcación para, acto seguido, desaparecer entre la niebla".

Drácula había llegado a Londres.

¡No te pierdas la primera parte bajo el siguiente enlace!

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La banda sonora de "La sombra de Drácula"

Wojciech Kilar - Mina's Photo


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Comentarios

  1. Drácula tiene un componente erótico altísimo y que Valentin@ refuerce este aspecto con altas dosis de humor, hace de esta segunda parte, una experiencia inolvidable. Deseando leer la tercera parte.

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  2. Me está gustando está nueva versión del clásico. Interesante.

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