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Max MegaPower, una polla como una olla (Parte I)

EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS
 




    Me llamo Aurelio Ortiz.

    Dios tiene un plan para mí. Uno enorme. Tan grande como el pollón que calzo. Y ese plan no es morirme de asco en mi pueblo natal de mierda, Los Olmos de San Juan, Ávila.

    El plan podría pasar por tener estudios, pero a mí no me gusta estudiar ni nunca me ha gustado. Yo soy más de follar. Y mucho.

    De adolescente, mi padre y mi tito Andrés estaban muy pesaditos con enseñarme su fatigoso oficio de ganaderos. A ordeñar a las vacas. Y yo sólo quiero que me ordeñen a mí. Como hizo la prima Sarita. Estaba deseando verme el nabo, y cuando lo vio casi se desmaya. Me dijo que la tenía muy gorda y desarrollada para mi edad. Yo todavía no sabía lo que era eso de follar, pero Sarita me enseño enseguida. Era bastante putita. Me rebañó hasta la última gota. Muy mal, no debí portarme, ya que al día siguiente vino con su mejor amiga, de la mano, para repetir la faena. Yo me deje hacer y ellas se dieron un lujazo. No se veían hartas y no cejaban en decirme que tenía una polla como una olla. Desde entonces no hay día en que no haya mojado el churro.

    En los pueblos pequeños hay mucho vicio.

    A veces venía Sarita sola, otra vez con su amiga, su hermana, madre o cualquiera que tuviera falda. Yo tenía para todas. Colas en la puerta de casa tenía. Ninguna se quejó nunca. Lo único que me decían es que no abriera la boca. Que era un paleto, que no sabía hablar y que había cateado hasta en el jardín de infancia. Era sacarme el pollón gordo y largo y las dejaba hipnotizadas, se relamían y a más de una la he tenido que apartar para que esperara su turno, la cacho ansiosa. Pero que no hablara, que estaba muy bien dotado, pero, al contrario, era muy corto y burro. Yo me reía ya que no entendía lo que querían decir y les pegaba otro pollazo en los dientes por listas.

    Me repetían una y otra vez que era más tonto que una piedra, que no había estudiado nada, mientras yo las ponía mirando a Cuenca de un pollazo, me reía con la boca abierta, los calzoncillos bajados hasta los tobillos y las preguntaba: ¿Y a ti para qué te ha servido tanto estudiar, si te está follando el tonto del pueblo? Más de una se ha corrido como una perra mientras me contestaba que "para nada".

    Mis padres, intentando encauzarme, ya que no hacían carrera de mí en el instituto, me metieron a estudiar con el padre Andrés. Fui monaguillo hasta los 17. Pero me seguían buscando todas las del pueblo, me encerraban en el confesionario, me rogaban que hiciera el papel de padre Miguel y escuchara sus pecados. Yo me ponía muy burro escuchándolas. Eran todas muy golfas. Confesaban y oraban para que las sacara el demonio de su interior. Yo no estaba para sacar nada, yo estoy para meter. Meterles el diablo rabioso a base de polvos. Ellas asentían encantadas. Me cambiaba de habitáculo y ahí mismo me las follaba unas cuántas veces. De los golpes que se daban con la cabeza contra la pared, la desconchaban entera y se caían los crucifijos con el trapecista.

    Luego, las cacho putas, que eran todas muy devotas, mientras las metía mi cirio pascualero, gritaban el nombre de Dios, del Señor y de todo el santoral. Me rogaban también que la sacara a tiempo para no dejarlas preñadas, pero a veces lo hacía y otras, muchas, no. Paso de todo. ¿No soy tan gilipollas? Pues eso, mascletá para dentro.

    Una vez me zumbé hasta a la madre y a la hija al mismo tiempo. Luego me limpiaba el nabo con la pila del agua bendita mientras ellas se santiguaban delante del altar y echaban unas monedas de ofrenda. Yo no podía parar de reírme. No dejé a ninguna del pueblo sin absolución. Incluso la joven viuda, vestida de negro riguroso, del alcalde muerto dos días antes, se llevó mi hondo pésame y pollazo. A esa, reciente conocedora de mi herramienta, se la me metí en el culo hasta hacer tope con los huevos. No veas como chillaba la guarra. Todos en el tanatorio de al lado pensaba que era de dolor por su marido muerto. Que seguramente desearía la joven viuda reunirse con el marido de tanto chillido. Te digo yo que en esos momentos nada más alejado de la realidad.

    Dios me había bendecido con una tranca que no me merezco. Y ese pueblo de mierda no iba a cortarme las alas. Dios tenía grandes planes para mí.

    Antes de salir del pueblo ya me había pasado por la piedra a todas. También a mi tía Alejandra, la madre de Sarita, para que dejará de llorar por mi marcha. Y a la viuda otra vez, que estuvo una semana sin poder sentarse de cómo la deje el culo. Todos en el pueblo a los nueve meses celebraron que estuviera preñada del difunto. Sí, del difunto.

    Soy un cacho pan. Agujero que veo, agujero que tapo.

    Ah, otra cosa, siempre follo a pelo. Follar con condón es hacerlo como si estuviera metida en un guante.

    Yo controlo más que todos vosotros juntos.

    Harto de estar encerrado en vida, y admito que huyendo de Asunción que iba soltando la mentira que le había hecho un bombo, me largué del pueblo. Sólo me la follé una vez tras una higuera, así que es imposible que la dejara preñada. Eso lo sabe todo el mundo, de una vez no te quedas preñada.

    Mi primo Rogelio tenía un negocio de reparto de quesos en la capital. Le llamé y le propuse irme a ayudarle con la furgoneta a repartir por el barrio. Que con mi mera presencia íbamos a vender un huevo. Que sólo me acogiera en su casa durante unas semanas hasta que pudiera encontrar un sitio dónde quedarme. Él vivía con su novio medio novicia. Antes de irme le pegue otro polvo de despedida a Asun. También sé que si te follas a la misma tía por el mismo sitio se anula lo anterior, con lo que es imposible que se quedara preñada. Eso se estudia en filosofía. La ley de Morgan, creo que se llama. Antes de que pudiera levantarse con las bragas colgándole de un tobillo, yo ya estaba cogiendo un autobús hacia la capital.

    Yo tengo mucha polla, pero soy un poco manirrota con lo que pagué el viaje con los cuatro ahorros de la viuda que se había encaprichado conmigo.


    Me recogió Silvia, la novia de mi primo, en la estación Sur. Que pedazo de novia se había echado el tontopolla de mi primo. Era una chica modosita que estudiaba en la Universidad eso de los animales…

    Con toda lo buena que estaba, con su pelo recogido en una trenza, sus manos entrelazadas como si fuera a rezar, su traje de flores y las tetas sin sujetador era un horror conduciendo. Como todas las tías. Pega unos frenazos de espanto. No había semáforo en rojo dónde no clavara freno. Me confesó que no cogía mucho el coche y que estaba un poco nerviosa. Normal, me habría visto el paquetón que tengo y no podía fijar la vista en nada más.

    Le pedí amablemente que aparcase y ya lo llevaba yo. Nada más estacionar, me saqué la polla que la tenía ya más dura que el peñón de Gibraltar. Ella abrió exageradamente los ojos mirando mi tranca hipnotizadora.

    —Silvia, anda pégale una mamadita. Esto no se va a chupar sola. Dale la bienvenida a la ciudad. Yo también vengo muy alterado del viaje y a ti te vendrá bien también relajarte.

    —Pero Aurelio, ¿Qué me estás pidiendo? Soy la novia de tu primo y... ¿aquí en medio de la calle, dónde todo el mundo puede vernos? Y el pobre Rogelio, deslomado, harto a trabajar y yo chupándote esa gorda y maravillosa polla…

    —Te pongo la chaqueta encima de la cabeza y me echo para atrás el asiento. La gente pensará que estoy durmiendo. Que vengo reventado de trabajar. No pasa nada. Aquí todo el mundo va a su rollo. Vamos, joder, que se me está bajando y tú no quieres eso, ¿verdad?

    —¡Eres un sinvergüenza, pedirme esta indecencia... sólo insinuármelo ya me da asco! —protestó Silvia, mientras me lamía la polla con ganas retirándose el pelo tras la oreja.

    Cuando me corrí a los pocos minutos aproveché para tocar repetidamente el claxon del coche. Que se entere toda la ciudad que había llegado. A Silvia le dejé la cara y el pelo hecho una asco. Que hubiera estado más lista.

    Al llegar a casa de mi primo, éste se alegró mucho de verme y se disculpó varias veces por no haber podido recogerme. Le dije que no pasaba nada que Silvia se había portado muy bien y qué me había traído incluso algo para picar. Me preguntó por su hermana Sara y Charo. Les dije que estaban bien al igual que su madre. Que no le faltaba de nada en el pueblo. Y que incluso su madre había cogido algo de peso y estaba un poco más barrigona.

    Por la noche me volví a follar a Silvia. Contra una pared. Esa noche, no le dio ni tiempo a quitarse las botas. Le quité las bragas, las tiré a una lámpara y se la metí de una tacada. Para ser medio novicia estaba tatuada hasta las tetas. Silvia me rodeó el cuerpo con las piernas y rogaba, mordiéndome la oreja, que la perdonara. Que era muy débil y que mi pollón la tenía hechizada con malas artes. Pero que amaba profundamente a mi primo mientras me exigía que aumentara el ritmo y me corriera dentro, de lo contrario me iba a denunciar.



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¡La banda sonora de Max MegaPower!

David Guetta feat. Flo Rida - Club Can't Handle Me





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