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Iryna en "Servicio de habitaciones"

 





Budapest, la perla del Danubio, una de las ciudades más bonitas del mundo, estaba sumergida en niebla.

    Lánguidas y aburridas farolas iluminan las calles con la promesa de un mañana radiante y transportan fantasmales voces por el ambiente de los últimos e irreductibles amantes del carnaval. Pero el traficante de secretos industriales, Elías Navarro no tiene el cuerpo para romanticismos. Desde la ventana de su lujosa habitación del Hotel Four Seasons Gresham Palace Budapest, con vistas al puente de las cadenas del rio Danubio, espera impacientemente que su anónimo comprador le contacte al móvil con las indicaciones donde realizar la transacción. Una vez dejada atrás la venta del maletín y con la cuenta llena de dinero, se iba a dar el lujo de follarse a todas las mujeres que pudiese de camino al aeropuerto. Seguro, que por unos pocos euros, cualquiera que se le antojase por la calle, se la podía chupar. O metérsela sin condón. Y correrse dentro. ¿Quién le iba a decir a él que no? Él tenía dinero a espuertas y estas pánfilas, no. Había visto muchos videos en Internet de tíos que por pocos euros le hacían de todo a estas muertas de hambre. Fácil. Algo tenía que haber de verdad en ello. Seguro.

    Empezaría por la chica del servicio de habitaciones. Dejaría colgada la dichosa señal de que la habitación estaría disponible para su limpieza, y cuando ella entrase, él saldría, bata y pollón en mano, del baño. Seguro que no había visto una polla tan lustrosa y venosa como la suya en su puta vida. Y además saldría agitando 200€, y segura que se la calza. O quizás con 100€ sería suficiente. Puede ser. Además, el pagaría en €, no en florines húngaros y así se lo haría saber. Dinero del bueno —le repetiría. Total, aquí, el servicio de habitaciones gana una miseria.

    Ya le había echado un ojo a una rubia húngara hace días. Una rubia alta, de pelo largo rubio recogido en una trenzada coleta, tímida de las que bajan la mirada cuando la hablabas, y chapurreaba en inglés. Ojos cristalinos como el mar. A la chica ni le habían dado un uniforme decente que le estuviera bien, era una talla demasiado pequeña. El uniforme consistía en un oscuro traje con cofia, camisa blanca y amplios botones níveos en la parte delantera. Se colocaba las tetas y se estiraba las medias cada cinco minutos mientras maldecía en susurros y retiraba su sedoso pelo díscolo de la frente. Le había visto agacharse grácilmente para recoger unas toallas sólo para mostrar unas braguitas encarnadas que le marcaban golosamente sus labios íntimos. ¿Marcaban éstas un pendiente íntimo? Ya se encargaría él de ponerle el conejo al rojo vivo, al estilo fuego carnaval. Y con fuegos artificiales de colofón. Y después la echaría de la habitación sin asearse. Tal vez hasta la pagaría menos. No será ni el más atractivo ni el más apuesto de los hombres ya metido en los cuarenta largos, pero tenía una tranca que no le había dejado en la estacada nunca.

    Ya la oye venir por el pasillo. Hoy tiene tarea extra aspirando todo el confeti que tiraron unos ruidosos alemanes celebrando carnaval la pasada noche al grito de alaaf, alaaf. Se asoma brevemente al pasillo y la ve junta a otra asistenta, aspirando, saliendo de la habitación para depositar unos cuernos de diablesa en el cesto del carro de la limpieza y unas carísimas botellas de champán a medio terminar, cuatro puertas más adelante. La morena llama a la rubia, "¡Iryna!", y parece contarle algo sumamente divertido, ella esgrime una pícara sonrisa y parece indicarle que tiene aún mucha tarea. Puede oír que la tetona morena del pelo corto se llama Ludmilla. Elías cuelga el cartel en el pomo de la puerta, mientras se empieza a masturbar. A la puerta a su derecha, una señora mayor, del aspecto de una cacatúa disecada al sol, cuelga del pomo malhumorada, el reverso del cártel, del mismo color que el de su ira.

    Al entrar Iryna, Elías se mete en el baño y la está espera con la bata abierta, manoseándose la polla erecta. Iryna empieza a arreglar la cama cuando Elías sale del baño a escondidas para casi plantarse delante de la despistada asistenta. Está escuchando música con los auriculares puestos, se gira y sus ojos se abren como platos. Se quita nerviosamente los cascos.

    —Sorry, mister, yo no saber usted aquí. Yo irme, venir luego, ¿ok? So sorry —contesta una ruborizada Iryna dando dos pasos hacia la puerta abierta con la mirada baja.

    —No hay problema, ha sido culpa mía, debí confundirme con el cartel. Y ya ves, que situación más rara tenemos ahora entre manos, ¿no te parece? —responde Elías mientras no deja de tocarse el glande delante de ella – Ahora me ha entrado hambre al ver tanto dulce.

    —Mister, mí perdonar. Yo salir ahora.

    —Iryna, ¿verdad? Así te llamas, ¿no? ¿Qué te parecería ganarte 100€ por diez minutos de nada? Sé que no ganáis una mierda aquí. Es mucho dinero ¿no te parece? 10 minutos y seguro que te puedes comprar algo bonito después. Tu novio o marido ni se va a enterar, porqué una cosa tan bonita como tú seguro que está comprometida ¿verdad? Tú sabes lo que una polla, estoy convencido. Bajo esa carita de ángel te las comes dobladas. Seguro que él se corre siempre en tu cara. Yo lo haría sin duda.

    —¿Ese dinero ser de verdad? ¿Para mí?

    —Sí, sólo me tienes que chupar esta polla enorme, y si te esmeras, te lo prometo, me corro enseguida.

    Elías no tenía ni intención de correrse enseguida, ni que sólo se la chuparan. Ni de lejos. Él pagaba y él ponía las condiciones. Iba a terminar metiéndosela por el culo. De gratis. Lo tenía decidido. Y, quizás, se correría dentro de ese culo blanquito sin avisar. Él es muy machote, y qué cojones… lo está pagando, ¿no? Pues eso, él es en el fondo un buen samaritano.

    —Ponte los cuernos de diablesa, Iryna, y gánate tu propinita —exclama Elías, mientras se deja caer de espaldas sobre la deshecha cama, pollón palpitante en alto —Y ponte purpurina en los pezones.

    Iryna no es tan inocente y sabe que, si le enseña las tetas al mismo tiempo, durará mucho menos. Antes de ponerse la diadema infernal, gira el cartel del pomo a "No molestar", cierra la puerta abierta, y se desabrocha la camisa. Su voluptuoso pecho, ansioso de libertad, se desparrama. Agarra la polla, y le vierte encima la media botella de champán que recogió antes, mientras le mete los primeros arreones. Arriba y abajo mientras que con una mano le acaricia suavemente los huevos.

    —Yo ser chica buena, no puta. Pero 100€ ser mucho dinero en Budapest —llega a decir antes de introducirse ávidamente en la boca, la polla hasta los huevos. Alterna la inocente asistente las chupadas de polla con mordisquitos en el saco testicular.

    —Una carita así necesita rabo todas las noches, ¿Estás de acuerdo conmigo? —pregunta Elías. Iryna asiente con la mirada mientras sigue chupando. —Me lo imaginaba —se auto responde Elías.

    Elías gruñe complacido mientras la agarra de la nuca.


    —Joder cómo la chupa —piensa el traficante internacional —Ésta no es tan timorata cómo me pensaba. Me va a dejar los huevos como dos uvas pasas de la chupada que me está metiendo. No tan deprisa con esa boquita que yo he puesto un dinero —dice el traficante. Joder, me encanta Budapest.

    Iryna no responde y sigue chupando la cada vez más inflamada polla criminal.

    —Date la vuelta, quiero follarte por el culo —ordena, viendo que se iba a correr como un adolescente en breves instantes.

    —Eso no hablado, no acordado—responde Iryna consternada, aún con la explosiva polla en la mano, mientras no ceja de meterle apretones y le mira como una gatita falta de leche.

    —Te pago 100€ más, joder y déjate de gilipolleces—exclama enrabietado Navarro, mientras agarra el cinturón de cuero de su pantalón y se lo abrocha a Iryna al cuello. Ahora si la puede montar por detrás y llevar el control del polvo. La golpea el perfecto y níveo culo con la mano libre. Por puta.

    Iryna no se deshace de las braguitas rojas, levanta el culo descubriendo, como ya suponía Elías, un piercing vaginal. Elías aparta la prenda interior con su tranca y la embiste con virulencia.

    Ludmilla ha entrada en la habitación a ayudar a Iryna. Tardaba mucho. Se ha quedada boquiabierta con los brazos en jarras y plumero en mano. Viendo a ambos jadear, ha visto el dinero encima de la mesilla, y ha atado cabos muy pronto. La escena la excita en sumo grado. No puede evitar levantarse la corta falda y masturbarse debajo del tanga. Pregunta atrevida al huésped, con un algo más aceptable inglés que Iryna, si puede participar ella también. Él la mira despectivo, y le dice altivamente que no, que siga limpiando mientras tanto la habitación. Ludmilla no se da por vencida tan fácilmente, tira la cofía a un rincón, se desnuda cintura para abajo, dejando al descubierto un minúsculo tanga celeste hundido entre su sonrisa vertical, y empieza a morderle los pezones sin quitarse los guantes de látex amarillo.

    —Decidme algo en húngaro, cacho putas —exige Elías que le excita escuchar otros idiomas. —me corro, joder.

    En ese mismo instante llaman al móvil. Elías le demanda a Ludmilla que lo coja y lo ponga en modo altavoz. Éstas no se enteran de nada, qué más da –piensa. Es el comprador. Le indica la cita a las 18 horas en la Plaza de los héroes.  Elías responde entre jadeos que ya mismo se corre. El comprador no entiende nada y le recuerda que quedarán a las 18, no ahora.

    —Sí, sí. Ahí estaré — y ordena a la asistenta de color azabache que corte la llamada. Ya no puede más, se va a correr como cuando un caballo se mea en la calle.

    Ludmilla vierte el resto de otra botella de champán sobre su recién descubierto sexo y se siente a horcajadas encima de Iryna, que sigue de espaldas amarrada a la improvisada brida de Elías.

    —Tú beber ahora de mi coño, busó* — ordena sin miramientos Ludmilla, mientras ofrece su empapada vulva.

    Refrescante champán sobre un depilado y cálido coño. Elías bebe con devoción de sus labios íntimos mientras suelta el cinturón. Iryna aprovecha para girarse y volver a comerle la polla, esta vez con la ayuda inestimable de su amiga Ludmilla que restriega una y otra vez por el hinchado miembro, las correas del martinete de goma encarnado a juego con los cuernos de diablesa. La corrida es descomunal. Elías vierte sobre sus rostros una monstruosa lechada mientras no deja de agarrar por el cinturón del cuello a la doncella rubia y con la mano desnuda a la morena.

    El señor Navarro les tira el dinero a la cara como si fueran unas apestosas y se enciende un cigarrillo. Iyrna y Ludmilla se vuelven a vestir con sumo pudor, recogen el dinero de la mesilla de noche (apenas hay 50€ para las dos), algunas toallas sucias y se marchan. Antes de verlas marchar, se vanagloria del culo carmesí que le ha dejado a Iryna y de la corrida que se lleva puesta mayormente Ludmilla en la cara y en el corto cabello azabache. Se vuelve a tumbar en la cama. La vida es maravillosa, piensa sujetándose el flácido miembro y se queda dormido. 

    Por la ventana apenas entra luz, cuando los agresivos golpes de la puerta despiertan a Elías. Se ha quedado dormido ¿Qué hora es? Más de las 19 horas. Joder, la cita –piensa aturdido.

    Abre la puerta, y un gorila de dos metros le aparta de un empujón, haciéndole caer de culo.

    —¿Dónde está el maletín, gilipollas? —grita el guardaespaldas mientras un enclenque y nervioso hombre vestido de esmoquin aparece tras suya. Se trata de "El comprador".

    —Aquí mismo, lo siento, me he quedado dormido, no sé cómo ha podido pasar...

    Con pavor, Elías descubre que el maletín ya no está donde debiera. Sorprendido mira a los dos hombres sabiendo que la vida ha dejado de ser maravillosa. Puta Budapest.

    Las putas doncellas es el último pensamiento de Elías antes de caer desplomado del puñetazo del guardaespaldas.

Epílogo - Algunos días más tarde.

    El café y las pastas que las acompañan son maravillosas, y las vistas de la Pastelería Gerbeaud, a la plaza Vörösmarty tér, extraordinarias. Vestidas con elegantes abrigos de piel, insuperables labios rojos y gafas de sol, las agentes Iryna alias Blancanieves y Ludmilla alias Rapunzel del Servicio de inteligencia exterior rusoesperan a llegada de su jefa, La Zarina

    Fue un juego de niños, engañar y adormecer al traficante. Ahora no sólo se han hecho con el maletín sino además conocen la identidad del comprador. La idea de humedecer el sexo de Rapunzel con un potente narcótico fue magistral. Tampoco se dio cuenta que ella no se quitó los guantes de látex para evitar el contacto con el narcótico.

    Ludmilla aprovecha para terminar de contarle el chiste a Iryna sobre la estupidez masculina que empezó en el pasillo del hotel. Ambas ríen y se terminan el café. La vida es bella.

    Una página agitada por el viento del periódico Magyar Hirlap queda atrapada entre los tacones de Iryna. Relata la muerte del ciudadano español de 46 años E.N.V. encontrado ahogado la pasada noche en el Danubio. Su nivel de alcohol era tres veces más alto de lo que cualquier persona podría soportar sin caer en el coma etílico. La policía se inclina por un trágico accidente por consumo irresponsable estos días de fiesta y no habrá más investigaciones al respecto.

*Ser monstruoso que porta una máscara de madera, pieles de oveja y ruidosos cencerros, típico de los carnavales de Mohács, a 200 km de Budapest.


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Banda sonora de Servicio de habitaciones

Nico Santos - Play with Fire


Britney Spears - Toxic





Comentarios

  1. Felicidades valentin@!!una vez más ,se me hacen cortos tus relatos!!!como se conocieron ludmila,iryna y la zarina ?

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    Respuestas
    1. A la Zarina ya la conocíamos del relato de "La guerra más caliente / OpenFly Air 2". Cómo reclutaron a Ludmilla y a Iryna se contará en un relato corto más adelante. Gracias por tu interés. ¿Alguna idea? :)

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