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El aniversario (Perlas de pasión #4)

EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS

Foto:  Anissa Kate

Rémy había heredado el puesto de chófer de la acaudalada familia Martin de forma natural. Su padre, tras muchos años de servicio, se jubiló, y Rémy asumió el cargo con agrado. El único consejo que recibió fue claro y conciso:

—Si quieres evitar problemas con la familia, mira y calla. Nada de lo que veas te concierne. Y sobre todo, mantente lejos de Joëlle, la joven y flamante esposa de nuestro empleador.

Joëlle era, sin duda, una mujer de belleza deslumbrante: rostro ovalado, piel morena clara, ojos oscuros de mirada hipnótica, labios generosos y cabello negro como una noche sin luna. Esbelta, pero con curvas que desafiaban la lógica. Lo tenía todo, y lo sabía.

Por supuesto, el anciano señor Martin le aguantó dos asaltos, cuatro polvos y el viejo fue directo al hoyo sin pasar por la casilla de salida.

La discreción de Rémy fue puesta a prueba el mismo día del funeral del anciano.

Tras el sepelio, la afligida viuda en la parte de atrás de la limusina ya fue consolada por el hijo adoptado del millonario.

Apartándole las bragas a su madrasta con una mano, dio buena cuenta de su perfumado coño con la lengua. Cuando ya parecía que iba a morir sofocado, Joëlle pasó a la acción y empezó a lamerle el rabo. No parecían ambos ni una pizca de afligidos.

Intentó subir la mampara para ofrecerles privacidad, pero Joëlle, con una mirada firme, le indicó que no lo hiciera. Le gustaba ser observada. Le excitaba el poder, se ponía a mil, que ejercía incluso sobre los empleados.

Alain no pudo aguantar mucho más -le estaban haciendo la mamada de su vida- y se corrió chillando encima del velo de la viuda mientras ésta le acariciaba los cargados huevos con sus guantes negros de viuda.

Joëlle le repasó un poco el goteante miembro y terminó de limpiarlo con sus braguitas, prenda interior que dejó en los asientos de atrás para que lo recogiera Rémy, no sin antes guiñarle un ojo.

Todos en la familia sabían, o al menos sospechaban, que la reciente viuda, se había casado con el viejo por el dinero. Con lo que, para sorpresa de nadie, existiera en las últimas voluntades del hombre una cláusula que impidiera acceder a la viuda a la fortuna hasta pasados cinco años desde el entierro. Para que no se dilapidara la fortuna en cuestión de pocos meses.

En el fondo, el Sr. Martin estimaba a Alain más de lo que ciertamente merecía.

Joëlle lo tenía todo estaba bien calculado. El millonario no tenía descendencia directa ni exesposas que le pudieran quitar su bien merecida herencia. Con respecto a Alain, el pendenciero hijo de una de sus exesposas, ya se había encargado ella de malmeter a su difunto marido -que en paz descanse- para que no dejara nada más que una mierda pinchada en un palo.

Así que Joëlle le echó los cuatro polvos, anteriormente mencionados, al viejo y este no tardó en irse directo al otro barrio. Una vez muerto, hasta que se abriera el testamento, se haría la afligida viuda y después a vivir el tipo de vida que siempre se había merecido.

¡Suficiente ya había sufrido aguantando ella los baboseos, los chistes sin gracia y decepcionante sexo del anciano picha flácida de 90 años!

Pero lo que Joëlle no había considerado en su plan maestro era tener que enfrentarse a la deslealtad de su difunto marido. 

No solo no podía disponer del dinero hasta dentro del mencionado lustro, si no que además debía cumplir con dos demandas innegociables del puto viejo; no volver a casarse jamás y llevarle flores a su tumba casi a diario.

Joëlle entró en cólera. El viejo la había jodido más estando muerto que vivo. Y para joder ya estaba ella. 

Alain Martin fue el primero que se folló, pero no iba a ser el único y su lista no era nada corta. 

Su renovado plan pasaba por arrastrar por los suelos el buen nombre de los Martin en todo lo que posible, pasándose por la piedra a todo el personal de la mansión -masculino y femenino-, longevos socios empresariales, vecinos... vamos a todo dios.

Al personal lo terminaba despidiendo ella con excusas banales, a los socios ahuyentando o con los matrimonios rotos y a los vecinos contrariados por el lupanar que se había convertido la casa Martin, eso sí, ellos, bien follados.

Así continuaría hasta que los albaceas de su dinero -su legítimo dinero- acordarán darle lo antes posible lo que era suyo por miedo a ser el hazmerreír de todo el país.

Era una cuestión de tiempo y Joëlle, no es que le sobrara, estaba dispuesta a esperar.

Por que seamos sinceros, el testamento decía que no debía casarse y la obligatoriedad de llevar flores a la tumba, pero nada de no ser una puta con pintas moteadas de colores.

Al bueno de Rémy le tocó el turno al año exacto del aniversario del fallecimiento de Bernard Martin.

Joëlle mandó que la llevará a la ópera y durante todo el trayecto no dejaba de abrir las piernas en la parte trasera de la limusina. Rémy al comprobar por el retrovisor que no llevaba braguitas, se puso malísimo y detuvo el vehículo con la excusa de que tenía que comprobar el aviso de presión baja de un neumático.

Su perdición fue echar una mirada al interior del vehículo, donde Joëlle abierta de piernas, con el trasero alzado, se acariciaba el sexo lentamente con una mano y le invitaba a penetrarla por la puerta trasera.

Media hora más tarde, Rémy se corría con la polla abrochada dentro del culo de la viuda desobedeciendo el único consejo de su sabio padre.

Jöelle por supuesto despediría a Rémy pocos días después alegando que no respetaba ninguna señal de tráfico, ni límite de velocidad alguno y que temía acabar accidentada en día de estos. 

Otro amante despedido que pudiera irse de la lengua. Pero el plan de Jöelle tenía un fallo gordísimo. 

Obsesionada como estaba ella en hundir la reputación de los Martin no vio venir que los abogados de la familia se la ingeniaron para certificar que era mentalmente inestable -había pruebas de su alocada y casquivana vida a punta pala- y si eso no fuera suficiente había incumplido infinidad de veces una de las condiciones para heredar; llevar flores casi a diario a la tumba.

Ella lo negó, dijo que no había habido día que se le hubiese olvidado. Pero los abogados se remitieron a los hechos. Ni un solo ramo de flores pasaba la noche en el cementerio y cómo la fama era la que era la que tenía Jöelle, nadie la respaldó y al final se tuvo que conformar con un mísera pensión de menos de mil € al mes.

Ahora se cumplirán dos años de la muerte de Bernard y Joëlle caída en desgracia, sin apenas ingresos y abrasada a denuncias de los abogados de la Casa Martin, malvive rodando cortos eróticos en la parte trasera de una limusina dentro de un canal porno llamado "Fake Luxury Limo".

Buscadlo, la página sube un video casi a diario y ¿a qué no sabéis quién es el conductor, pone la limusina, se lleva una buena mordida de los ingresos de cada polvo y tiene el derecho innegociable de que se la chupen una vez al día?

Exacto.

¿Y a qué también adivináis quién estuvo retirando las flores cada noche del cementerio durante bastante tiempo, muy cabreado de que le echaran del trabajo que su padre tanto se había esforzado en vida y que le había dejado en herencia?

Bingo.

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¡La canción del relato!

Julio Iglesias - La vida sigue igual.


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Comentarios

  1. Excelente historia. Todo el tema de las viudas siempre me ha dado mucho morbo.

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