Xanadú Monet y la visita inoportuna (Inspector Arsène Putain II #17)
EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS
—La carrera de una actriz, aunque tenga un talento descomunal y un cuerpo de pitiminí goloso como el mío, a cierta edad es aterrador. Ya no te ofrecen nada más que ser la madre del protagonista —recita las tres veces ganadora del César francés y dos del Lumiéres a la mejor actriz—. Todo se lo dan a las jovencitas deseosas de abrirse camino y de piernas. Antes mi casa era el punto de encuentro de los directores más transgresores, de los actores más atractivos, de los ejecutivos más influyentes, de todo aquel que preciara de ser alguien. ¿Y ahora? Pocas opciones nos quedan a las MILF como yo; la industria pornográfica más sórdida, ser la consentida querida de alguien o malvivir de memorias inventadas en formato lectura de una sola mano.
» Si alguien se
pusiera en serio a analizar mi biografía se daría cuenta que es imposible que hubiese
viajado tanto. En fin, mis lectores nunca han sido los más
lumbreras. Pero, a lo que vamos; siempre me ha gustado mirar y que me mirasen. Soy así de rara. Es usted una chica muy mona pero un poco estirada tirando a mustia.
» La vida me ha enseñado que nada es gratis, incluso la muerte te cuesta la vida. Ustedes quieren algo de mí y yo también tengo mis apetencias, mi plan de ruta. No solo testificaré, sino que además les entregaré una lista de todos los actuales y potenciales clientes de Pimmel Power de Francia y sus relaciones con el clan Kazalauskas si usted me hace un favorcito de nada. No soy mala. Es solo un nimio detallito. Soy una chica de principios, de las buenas. Nacida y criada en la conservadora Bretaña. Demando, sí, pero también doy. ¡Sígame!
No me cabe la menor duda, responde Monet entre dientes y acompaña a la actriz que parece tener prisa por abandonar su recargada sala de estar. Se ríe como una cocaburra afónica tras tropezar con una de las botellas y continua el paso.
Atraviesan un pasillo atiborrado de instantáneas enmarcadas de la actriz con todo tipo de famosos, Bardel descerraja una puerta y ambas entran en una amplia estancia estilo victoriano con una cama doble con dosel, amplios ventanales y una pared cubierta de papel pintado con motivos florales. Una silla y varios cojines de plumones de ganso acompañan como único mobiliario la solitaria pared. El suelo de madera cruje bajo sus pies.
—He disfrutado y
sigo disfrutando de los más grandes, nervudos y duros miembros de la Costa
Azul —se vanagloria la actriz y se acerca sinuosa a la pared como si
estuviera en una pasarela de la semana de Haute Couture en
París—. ¿Ve los tres orificios de la pared a poco más de un metro del suelo? Dan a una estancia anexa sin ventanas que no puede vernos. En cuanto haga sonar esta
campanilla —levanta un timbre de servicio de la mesilla— empieza la fiesta. ¿Curiosa?
Monet asiente.
Bardel hace sonar la campanilla -ding ding- y acto después de dos de los tres orificios del glory hole se asoman un par de relucientes pollas erectas y se descuelgan sus correspondientes y depilados sacos testiculares como botas de vino a rebosar. Uno de los miembros es muy moreno con un insultante glande color púrpura y el otro miembro, caucasiano de brillante bálano es menos voluminoso, pero más estilizado.
La actriz se
posiciona de espalda a la pared entre ambos rabos y levanta una rodilla hasta posar un tacón en la pared. Al hacerlo se levanta su falda -no lleva bragas, ¡qué raro!- mostrando el tatuaje del monigote de El santo en el muslo derecho. Escupe sobre las manos y masturba agresivamente los dos cipotes al unísono. Tras el tabique los espadachines de armas desenfundadas empiezan a jadear agradecidos; se estaban quedando pajaritos de frío con el sable y los huevos al aire. Sin
embargo, el agujero más a la izquierda, el tercero en discordia sigue cegado, huérfano y despollado.
—Elija arma —ordena resolutiva—. Niéguese y su departamento se va a llevar una mierda seca pinchada en un palo. Lo negaré todo y les meteré una denuncia por acoso policial y acusaciones infundadas que no se la salta ni Sergey Bubka en sus mejores tiempos.
—¿De quiénes son
las pollas?
—¿Qué más da de
quiénes sean? Unos rabos sanotes, duros y más afiladas que la tarjeta de crédito de un
novio en su primer día de San Valentín. A ver si ahora nos vamos a poner
exquisitas. Le aseguro que no saben quién eres solo saben mi nombre. Han venido
a que se la chupen y a meter. Están a nuestra entera disposición. ¡Podemos hacer con ellas lo que queramos! Como si le queremos dar un ladrillazo. Y bien, ¿con qué nardo te vas a quedar? Perdón por tutearla, pero en presencia de pollas tiesas queda feo hablarnos de usted. Una para ti y otra para mí.
Para sorpresa de
la pechugona actriz de pitones temibles -sólo contaba para hoy con los dos cipotes que tiene entre manos-, Monet elige una recién asomada polla color carne de la
izquierda. Una polla colosal, gruesa, venosa con un glande ancho como un
champiñón. De libro. Bellísima, reluciente y digna de una estrella consagrada del porno.
—Es grandísima.
Es tan grande que por el agujero de la pared solo entra el falo y no se pueden ni descolgar los
huevos del desconocido —balbucea Monet—. Para que luego vaya alardeando el
imbécil de Putain de su miembro. Esta polla es, por lo menos, igual de gorda y larga.
Siendo tan majestuosa seguro que pega el petardazo enseguida y me pone toda perdida a la primera lametada. ¡Si es que no hay
sangre en el cuerpo que pueda soportar una erección así durante mucho tiempo!
—No contaba con un tercer pollón hoy, pero me parece estupendo. Bienvenida sea. Más para mí —celebra la Bardel arrodillándose delante de una de las polla para lamerla sin dejar de masturbar a la otra.
Monet hace lo mismo con la polla de la izquierda. Los sacrificios que hace una por el bien de la ciudad de Niza son dignos de elogio.
—¡Mírala, gime como su madre! —sentencia divertida Bardel—. Ojo de loca nunca se equivoca. Van de modosita y luego es una gata Flora más.
Todos los derechos reservados.
Comentarios
Publicar un comentario