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Xanadú Monet y la visita inoportuna (Inspector Arsène Putain II #17)

EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS



Las calientes aventuras en Niza del
Inspector Arsène Putain #5

Despacho del capitán Gaston Boulard.
Por la mañana.

—Dele un poco de bola, agente Monet —demanda sibilino el capitán Boulard—. Nos interesa tener al inspector Putain de nuestro lado, comprometido. No me fio de él. Hágale la sal gorda, llévelo por ahí. Hágase amiguita de él.

—¿Y también me lo follo? —responde irónica Xanadú encendiéndose el quinto cigarrillo delante del orondo y sudoroso capitán.

—¿Cómo dice? ¡No! Bueno haga lo que quiera, pero no, no hace falta que se lo folle —le quita el cigarrillo de las manos y le señala el cartel de prohibido fumar de su despacho. Está hasta los huevos de que Monet le hiciera el truco del heladero de Dondurma sustituyendo los conos de helado por los pitillos y ha pasado directamente a quitárselos él.

Xanadú sonríe y se enciende otro. No está ella para que le toquen el chumino ahora mismo.

Boulard, ojiplático, desiste de volver a quitarle el pitillo. Que se fume siete paquetes si quiere. Una tras otro ¿qué más le da a él todo ya? Desde que le dijera hace más de una semana, su secretaria Rebecca Lomaine que su affaire se ha terminado, está con los huevos a punto de estallar y con pocas ganas de batallitas.

Encima le ha deslizado -como amenaza velada- que como haya algún tipo de represalias, ella tiene todas las de ganar. Boulard cual perro apaleado le afirmó con la mejor de sus sonrisas de sapo estreñido que aquí todos somos amigos y que -cuando quisiera y tal como le había prometido- ya disponía de su ansiada plaza de garaje.

Muy digna, Lomaine, le respondió que después de dos años esperando ya no le hacía falta y que el inspector Putain le había cedido la suya sin contraprestación alguna. A Boulard, por supuesto, no le hizo ni puta gracia este hecho.

—Recoja a Putain en su barco —continúa el capitán secándose la frente y el bigote de morsa con un pañuelo bordado con sus iniciales—. Visiten a las invitadas de la función especial del circo Lupanarelli de la pasada semana e interrógueles, pero todo esto de buen rollo. No olviden que son integrantes notables y muy influyentes de nuestra ciudad. Han decidido testificar contra el clan Kazalauskas y el circo Lupanarelli a cambio de inmunidad. ¡Quiero que, entre ambos, repito entre ambos, finiquiten el caso para finales de semana!

Puerto marítimo Lympia de Niza. 
Yate deportivo "Rey Carmesí" propiedad de Putain.
Algo más tarde.

—¿Siempre recibe a sus visitas medio desnudo y con una toalla anudada al cinto? —pregunta sumamente contrariada Xanadú Monet apagando su cigarrillo en la puerta—. Tenemos un día largo de entrevistas delante nuestra. Usted visitará a la heredera Milton y yo empezaré a tomarle declaración a la excéntrica actriz Brigitte Bordel. ¿Tiene café? ¿O tampoco dispone, a semejanza de sus normas de etiqueta? 

Putain le señala una cafetera humeante y le ruega a la agente algo de tiempo para vestirse. Monet resopla por la necesidad de tener que esperar y aparta de un puntapié un tanga enrollado como un coletero de camino a la cambusa. Se sirve un café abrasagargantas tras retirar asqueada con dos dedos de la mesa un sujetador rojo putón de pezoneras transparentes.

Por el rabillo del ojo ve a Putain por la puerta entreabierta de su camarote. Distingue un par de larguísimas piernas derrengadas en la cama de su cubículo. Será cerdo. Seguro que ha pagado -muchísimo- a una puta barata del puerto. La mujer de pelo rasurado estilo boyish se incorpora y sin mediar palabra le retira la toalla -plaf- y empieza a darle los buenos días chupándole la inmensa polla. Dice con fuerte acento británico entre slurp y slurp que el inspector no se puede ir sin su desayuno de caballeros habitual.

—¿Habitual? ¡Pero si apenas lleva un mes en Niza! —susurra Xanadú atónita entre dientes—. ¿Y le ha parecido que es la voz de Cyrielle Foyamé? ¿La CEO de Morange, el gigante de telefonía móvil, internet y televisión? ¿No era lesbiana militante y convencida? ¡Otra inocente caída bajo las garras del fauno despiadado de Putain! ¿Ha oído bien? ¿Le acaba de decir buena chica a Foyamé mientras se lleva las manos a las caderas?

Xanadú se inclina un poco -simula buscar una cucharilla para remover un café que no lleva azúcar- para cerciorarse del tamaño del nardo de Putain. No puede ser tan grande como dicen los mentideros de París. Mon dieu! ¡Foyamé se va a desencajar la mandíbula si se mete todo eso de golpe! ¡Otro putón desorejado!

Verle la pétrea y colosal polla de 25 centímetros ancha como un rodillo de amasar pan endurece involuntariamente los pezones perforados con piercings de Xanadú. Contrariada por este hecho, grita a Arsène que le esperará en el coche y sale dando un golpetazo a la escotilla. Antes de enfilar por el pontón dirección a su vehículo, Monet no puede evitar echar la mirada atrás y escrutar la ventana del camarote de Putain. Pone una mano en forma de visera para ver mejor.

Como era de esperar, solo consigue ver el fornido y depilado trasero del puerco de Putain -bien amarrado por las manos de la ejecutiva- y sus musculosos movimientos de cadera cipotear inmisericorde la boca de Foyamé. Si no tuviera Cyrielle la testa rasurada seguro que el vicioso de Arsène le estaría tirando de los cabellos como si manejara una vespino.

Corniche André de Joly.
Cuarenta minutos más tarde.

—¿Una chupadita? —ladra indignada Xanadú— ¡Que falta de profesionalidad! ¿Se cree que soy una de sus putas del bar Metesaca 69? ¿Se cree que estoy tan, tan, tan desesperada por comerle la polla? Dígame, ¿cómo se lo hubiese imaginado? ¿Aquí en el coche? ¿Hacemos una paradita y le como la polla, no? Al final, por supuesto, me lo trago todo o mejor, en su imaginario, ¿me pinta la cara a pistola? —continúa Monet desbocada más roja que un camión de tomates en las fiestas de la tomatina de la navarra Buñuel.

—Le he ofrecido un poco de café, inspectora Xanadú. He dicho; ¿Quiere una tacita? —responde Putain bebiendo lentamente con la mirada fija en su termo—. No sé lo que ha entendido usted. Por lo que dice, el sexo oral no le es ajeno. Que rico café —sopla y sonríe.

—¿Sabe algo Don Casanova de mercadillo? Por supuesto que sé lamer un buen nardo. ¡Me he comido decenas, miles, que digo yo, millones de pollas! —sentencia Xanadú pisando el acelerador de su Citroën DS blanco.

—¿Ah sí?

Xanadú boquiabierta se descubre presentándose ante Putain como una comepollas insaciable, una depredadora oral. Nada más lejos de la realidad. Ha quedado como una gilipollas. El sátiro del inspector se pensará que se pasa chupando rabos cada dos por tres. ¡Qué vergüenza!

Para salir del atolladero, frena de sopetón con la vana esperanza de que el puto café le queme el puto paquete al puto impertinente de Putain y le revela con una voz más gélida que la nevera de un yeti vegano que han llegado a la Manior Milton -en realidad faltan más de 400 metros cuesta arriba pero que se joda- y que se baje. Que ella va a visitar a Bardel a un kilómetro de ahí. Ya le recogerá más tarde o nunca. Aún no la decidido.

¡Me tiene hasta el coño! ¿Quién se ha creído el capullo ése? —se repite Xanadú golpeando con los puños el volante durante dos minutos—. ¡Hasta el putísimo coño! ¡Le mato, le mato!

—Sigo aquí —interrumpe Putain los exabruptos de la agente Monet—, ¿Puede liberar el seguro de la puerta para que pueda salir, por favor?

Xanadú asiente y avergonzada desbloquea el cierre centralizado del vehículo.

Después pisa el acelerador a fondo con toda la intención del mundo de que la gravilla escopetada de las ruedas traseras de su Citroën le haga una señora avería al listo del inspector y con suerte dejarle más tuerto que un camaleón borracho.


Mansión Bardel.
Media mañana.

—¿Quién demonios es usted? —pregunta malhumorada la madura actriz Brigitte Bardel—. No tengo tiempo para hacerme budista, ni hacerme amiga del hurón de patas negras de las Grandes Llanuras ni apadrinar el ajolote mejicano y me importa una mierda el abisal de color arco iris. Su visita es no solo inoportuna, sino que además...

—Soy la inspectora Monet —interrumpe Xanadú—. Estuvimos hablando ayer por la tarde pertinente a su posible testificación contra el clan Kazalauskas ¿lo recuerda?

—¿Monet? Disculpe mi torpeza. Viene a por lo de la testificación. Por favor entre en mi humilde morada —invita la intérprete que luce espectacular a pesar de estar a pocos años de cumplir los cincuenta.

Viste la mujer un vestido charlestón negro con tirantes finos y adorno blancos en los hombros inspirado en los años 20. Del cuello cuelga un largo collar de perlas que cae hasta su cintura. Su falda cortísima muestra orgullosa unas piernas tersas embutidas en medias semi transparentes. Su cabeza luce una cinta plateada con un adorno de pluma negra y blanca, típica del estilo flapper.

—Espero no interrumpir su... ¿fiesta?

Bardel niega con la cabeza y se enciende su cigarrillo fino colocado en una boquilla larga de marfil. También va bastante achispada a tenor de las dos botellas de Absenta "Emperador Jules Rufinod" derrotadas en la alfombra.

—La carrera de una actriz, aunque tenga un talento descomunal y un cuerpo de pitiminí goloso como el mío, a cierta edad es aterrador. Ya no te ofrecen nada más que ser la madre del protagonista —recita las tres veces ganadora del César francés y dos del Lumiéres a la mejor actriz—. Todo se lo dan a las jovencitas deseosas de abrirse camino y de piernas. Antes mi casa era el punto de encuentro de los directores más transgresores, de los actores más atractivos, de los ejecutivos más influyentes, de todo aquel que preciara de ser alguien. ¿Y ahora? Pocas opciones nos quedan a las MILF como yo; la industria pornográfica más sórdida, ser la consentida querida de alguien o malvivir de memorias inventadas en formato lectura de una sola mano.

» Si alguien se pusiera en serio a analizar mi biografía se daría cuenta que es imposible que hubiese viajado tanto. En fin, mis lectores nunca han sido los más lumbreras. Pero, a lo que vamos; siempre me ha gustado mirar y que me mirasen. Soy así de rara. Es usted una chica muy mona pero un poco estirada tirando a mustia.

» La vida me ha enseñado que nada es gratis, incluso la muerte te cuesta la vida. Ustedes quieren algo de mí y yo también tengo mis apetencias, mi plan de ruta. No solo testificaré, sino que además les entregaré una lista de todos los actuales y potenciales clientes de Pimmel Power de Francia y sus relaciones con el clan Kazalauskas si usted me hace un favorcito de nadaNo soy mala. Es solo un nimio detallito. Soy una chica de principios, de las buenas. Nacida y criada en la conservadora Bretaña. Demando, sí, pero también doy. ¡Sígame!

No me cabe la menor duda, responde Monet entre dientes y acompaña a la actriz que parece tener prisa por abandonar su recargada sala de estar. Se ríe como una cocaburra afónica tras tropezar con una de las botellas y continua el paso.

Atraviesan un pasillo atiborrado de instantáneas enmarcadas de la actriz con todo tipo de famosos, Bardel descerraja una puerta y ambas entran en una amplia estancia estilo victoriano con una cama doble con dosel, amplios ventanales y una pared cubierta de papel pintado con motivos florales. Una silla y varios cojines de plumones de ganso acompañan como único mobiliario la solitaria pared. El suelo de madera cruje bajo sus pies.

—He disfrutado y sigo disfrutando de los más grandes, nervudos y duros miembros de la Costa Azul —se vanagloria la actriz y se acerca sinuosa a la pared como si estuviera en una pasarela de la semana de Haute Couture en París—. ¿Ve los tres orificios de la pared a poco más de un metro del suelo? Dan a una estancia anexa sin ventanas que no puede vernos. En cuanto haga sonar esta campanilla —levanta un timbre de servicio de la mesilla— empieza la fiesta. ¿Curiosa?

Monet asiente.

Bardel hace sonar la campanilla -ding ding- y acto después de dos de los tres orificios del glory hole se asoman un par de relucientes pollas erectas y se descuelgan sus correspondientes y depilados sacos testiculares como botas de vino a rebosar. Uno de los miembros es muy moreno con un insultante glande color púrpura y el otro miembro, caucasiano de brillante bálano es menos voluminoso, pero más estilizado. 

La actriz se posiciona de espalda a la pared entre ambos rabos y levanta una rodilla hasta posar un tacón en la pared. Al hacerlo se levanta su falda -no lleva bragas, ¡qué raro!- mostrando el tatuaje del monigote de El santo en el muslo derecho. Escupe sobre las manos y masturba agresivamente los dos cipotes al unísono. Tras el tabique los espadachines de armas desenfundadas empiezan a jadear agradecidos; se estaban quedando pajaritos de frío con el sable y los huevos al aire. Sin embargo, el agujero más a la izquierda, el tercero en discordia sigue cegado, huérfano y despollado.

—Elija arma —ordena resolutiva—. Niéguese y su departamento se va a llevar una mierda seca pinchada en un palo. Lo negaré todo y les meteré una denuncia por acoso policial y acusaciones infundadas que no se la salta ni Sergey Bubka en sus mejores tiempos.

—¿De quiénes son las pollas?

—¿Qué más da de quiénes sean? Unos rabos sanotes, duros y más afiladas que la tarjeta de crédito de un novio en su primer día de San Valentín. A ver si ahora nos vamos a poner exquisitas. Le aseguro que no saben quién eres solo saben mi nombre. Han venido a que se la chupen y a meter. Están a nuestra entera disposición. ¡Podemos hacer con ellas lo que queramos! Como si le queremos dar un ladrillazo. Y bien, ¿con qué nardo te vas a quedar? Perdón por tutearla, pero en presencia de pollas tiesas queda feo hablarnos de usted. Una para ti y otra para mí.

Para sorpresa de la pechugona actriz de pitones temibles -sólo contaba para hoy con los dos cipotes que tiene entre manos-, Monet elige una recién asomada polla color carne de la izquierda. Una polla colosal, gruesa, venosa con un glande ancho como un champiñón. De libro. Bellísima, reluciente y digna de una estrella consagrada del porno.

—Es grandísima. Es tan grande que por el agujero de la pared solo entra el falo y no se pueden ni descolgar los huevos del desconocido —balbucea Monet—. Para que luego vaya alardeando el imbécil de Putain de su miembro. Esta polla es, por lo menos, igual de gorda y larga. Siendo tan majestuosa seguro que pega el petardazo enseguida y me pone toda perdida a la primera lametada. ¡Si es que no hay sangre en el cuerpo que pueda soportar una erección así durante mucho tiempo!

—No contaba con un tercer pollón hoy, pero me parece estupendo. Bienvenida sea. Más para mí —celebra la Bardel arrodillándose delante de una de las polla para lamerla sin dejar de masturbar a la otra.

Monet hace lo mismo con la polla de la izquierda. Los sacrificios que hace una por el bien de la ciudad de Niza son dignos de elogio.


Más tarde (pero no mucho más).

La primera de las vergas ha decidido rendir la plaza. Lo ha intentado todo para no hacer el ridículo. Nada ha servido. Ni imaginarse un rebaño de cabras jugando al póker, ni trabajar aseando adorables ancianitos en un asilo ni un instituto entero de adolescentes gritando a los dos minutos de interrumpirse el internet. Mira que se la ha machacado antes para durar más, pero al final... puta mierda.

Al poco de sentir la juguetona lengua de Bardel lamerle el cimbel desde la base de los huevos hasta la punta del glande se corre como un león y le substituye el collar de perlas que lleva Bardel colgado por otro de fabricación 100% ecológica y respetuosa con el medio ambiente. ¡Cuidar nuestro planeta es labor de todos!

—Madre que corrida me he metido —se vanagloria el padre de familia buscando la complicidad de sus compañeros de correrías a pocos metros de él—. Ahora a mimir.

Bardel sin asearse el pecho perlado de esperma se sube la falda, arrastra el taburete y se sienta frente a la pared. Abre sus larguísimas piernas, apoya sus pies en la pared, arrima su vulva al agujero y grita que es hora de que se la follen como Dios manda. La polla morena tras el tabique accede de inmediato y empieza a penetrarla con rabia contenida. El hombre gruñe de placer y decide, en un rato, correrse dentro sí o sí.

Monet maravillada por las posibilidades reveladas decide arrimar el trasero al agujero. Se le estaban poniendo los morros como un bote neumático de tanto chupar. Con algo de suerte su polla eyaculará con el roce de las mejillas de su culo y así trato cumplido a las primeras de cambio. Aunque, la verdad sea dicha, se lo estaba empezando a pasar bomba.

Para su sorpresa el falo de su amante desconocido tiene otros planes y le abrocha el falo en el ojal al completo de un estocada a excepción de los ridículos dos centímetros del ancho del tabique. Sin avisar, sin pedir permiso. Del pollazo recibido, a Xanadú le quitaron el hipo de por vida.

—¡Oye! Haber avisado, joder —se rebela una muy poco convencida Xanadú con los pezones durísimos de placer. Se calla que el anal siempre ha sido su debilidad y que teme que no podrá evitar correrse en un santiamén con la polla del desconocido metida hasta el fondo.

A sabiendas que es tontería ponerle puertas al mar se deja hacer y tres minutos después -con un gritito ahogado- se corre. Su amante, todo un caballero, acompaña su corrida para no desentonar.

Antes de que Xanadú pueda reaccionar y aún embelesada de placer, su caballero de la Orden de la espada reluciente retira su pollón incandescente y la penetra vaginalmente. El esperma de su anterior corrida abandona el culo de la inspectora a borbotones y es separada a escasos centímetros por el falo del amigo cual Moisés dividiendo el mar rojo durante su huida de Egipto.

¡Mírala, gime como su madre! —sentencia divertida Bardel—. Ojo de loca nunca se equivoca. Van de modosita y luego es una gata Flora más.

¿Qué dices de mi santa madre, carcamal? ¿Y quién cojones es la gata Flora? —jadea Xanadú pulverizada a estocadas de ingobernable rabo y con la conciencia a la misma distancia años luz de la Tierra que el satélite Poyager 1. 

Xanadú no puedo más y ha perdido la cuenta de las veces que se ha corrido. A pesar de otrora reciente explosiva corrida de su indómito amante hace apenas un minuto, éste no parece querer ponerle fin a la fiesta y parece decidido a volver a meterle otra inundación a la casita de su sufrido conejo. Aliviada siente erguirse y palpitar el miembro de su amante dentro de ella, síntoma inequívoco de otra inminente eyaculación. Con suerte es la última. Tiene la casita de doña conejo devastada por el tamaño del falo. No podrá soportar más visitas.

Bardel sorprendida de que los pollazos de los amantes no hayan reventado el tabique que las separa no haya cedido al más estilo Herman Monster en la intro televisiva de Los Monsters- se percata igualmente del cercano orgasmo del hombre, desatiende el cuidado de su polla y retira con violencia el reluciente sable del húmedo y desfondado sexo de Xanadú. 

Tras restregar el palpitante glande con poquísima gracia por la hinchada pepitilla de la agente decide que ella, la divina Bardel, será la encargada de la estocada final, del coup de grâce y se introduce en la boca el nervudo nardo hasta hacer tope con la pared. Tiene la actriz más tablas que el almacén central de Ikea.

La explosión de esperma no se hace esperar y la intérprete incapaz de manejar la salvaje corrida deja caer la mayor parte de la eyaculación sobre el abrillantado trasero de Monet. 

A la diestra de Brigitte, la chocolateada polla, huérfana de los amorosos cuidados de Bardel y convencida de la nula necesidad más para quedar bien de prolongar la placentera agonía, eyacula lastimosa al aire y cae vencida como un guiñol de trapo sin dueño.

Exhausta Xanadú cae al suelo -cataplúm- con el culo alzado y la lengua de Bardel metida en el asterisco. Le acaban de echar el polvo de su vida. Está hasta mareada. Con el rabillo del ojo ve retirarse la monstruosa polla al interior de su guarida. 

Sabe que, a partir de este día, este polvazo será la vara de medir inalcanzable de su vida sexual. También decide en ese momento dejar a Ismäel, su novio argelino de hace ocho años, un playboy de familia acaudalada que calza bien de rabo, pero algo torpón en sus performances amatorias y atenciones sentimentales.

A las afueras de la Mansión Bardel.
Una hora más tarde.

Sumamente sorprendida por la presencia de Putain esperando y sentado en el capó de su vehículo, Monet hace de tripas corazón y evita seguir con los andares que harían palidecer de envidia a John Wayne. Con todo lo derrengada que está ella y el puto inspector tan pichi.

—¿Ha habido suerte, agente Monet? —pregunta Putain sacudiéndose los pantalones y recogiendo su termo del suelo a pie del Citroën—. ¿Qué le pasa? Parece dolorida.

—No es de su incumbencia. Sí, tengo todo lo que necesitamos. Ahora solo falta confrontarlo con el testimonio de Oksana Milton —responde Xanadú preguntándose cuando cojones se le acabará el puto café al amigo. Si hay algo que le molesta sobremanera es la gente que bebe a sorbitos. Le pone de los nervios. ¡Si tienen sed por qué no beben de un trago en lugar de tanto sorbo, joder! Bueno, en realidad, haga lo que haga el puto inspector le pone a mil. No tiene el coño para farolillos.

—No estaba en casa —sorbe del termo—. Su simpática y muy solícita criada italiana me he dicho que mañana sí estará. Hasta me ha hecho un café para llevar —vuelve a pegar un traguito como de pajarito—. También he aprovechado para indagar un poco por mi cuenta. Es sorprendente todo lo que se puede averiguar teniendo iniciativa y siendo un poco curioso por las villas de los famosos. Estoy agotado, drenado por el esfuerzo ¿Le apetece ir a comer?

—¿Con usted? ¡De ninguna de las maneras! —responde altiva Monet—. Le haré el favor de dejarle cerca de su nidito de amor, de su madriguera... ¡de su impío lupanar! Después tendrá que andar un poco, pero lleva café suficiente ¿no? Pues ya está.

Dicho y hecho. 

Nada más dejar a Putain a más de cuatro kilómetros con la excusa que tenía cosas que hacer, acelera dirección al laboratorio de genética forense.

Horas antes, mientras Bardel, se acicalaba en el baño e iba en busca de las notas prometidas, Monet -las más lista de la clase- recogía muestras de esperma de entre los grandes manchurrones del suelo para analizarlos a posteriori. No hacen falta grandes cantidades -con una mancha no degradada es suficiente-, puesto que prima la calidad del ADN más que el volumen y hacerse con unas muestras no fue nada difícil. Había de sobra para veintidós investigaciones.

Está segura de que la identidad de los amigos follaagujeros de Bardel podría ser una baza futura muy, pero que muy interesante siempre y cuando estuviesen registrados en alguna base de datos.

Y no andaba nada desencaminada.

¡Continuará!


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¡La imbatible banda sonora!

Brigitte Lahaie - Caresse tendresse.


Jake Marshall - The Munsters TV Theme song.


No te pierdas todas las aventuras del intachable inspector Arsène Tiberius Putain bajo el siguiente enlace o en su libro recopilatorio.


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