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Vania en “Agencia de viajes”

 
EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS



Agencia de viajes "Zaramelo Tours".
Última hora de la tarde.

Aburridísima, sería la palabra más adecuada para definir el estado de la pelirroja Vania Guillén.

Laboralmente ha dado más vuelta que una peonza. Todo enseguida la aburre sobremanera. Que le va a hacer. Es un culo inquieto como dice su marido.

Desde una empresa de Artes Gráficas muy esnob pero que pagaba mal, tarde y nunca, pasando por la agencia inmobiliaria de MundoPiso2025, para terminar un sábado por la tarde atendiendo una solitaria mesa atiborrada de catálogos de destino exóticos.

Aporrea el teclado de su ordenador con sus uñas perfectamente arregladas.

—Vaya rollo macabeo— susurra la muchacha clavando la vista por enésima vez en el póster de una idílica playa caribeña tras suya—. No avanzan las horas, coño —resopla.

Vania está harta de navegar por internet, comprarse siete gilipolleces en Amaxon.com y no ve la hora de marcharse a casa y quitarse los pikolinos que, serán muy sexies, pero aprietan más que la bolsa de una canguro con mellizos.

Su compañera Blanca se disculpó horas atrás diciendo que tenía que dar el pecho a su hijo Izán a casa de su hermana Marina, así que le quedaba a ella otra que echar el cierre sola.

—Te llevas muy bien con tu hermana, ¿no? —le preguntó hace algunas semanas, sorprendida de que se ausentara tanto del trabajo—. ¿Trabaja Marina desde casa?

—Qué va, pero su marido, sí —respondió Blanca ajustándose las almohadillas de los pezones a rebosar de leche materna—, y que viva tan cerca pues es un plus.

» Además Mario es un encanto, me hace la comida, me echa... perdón me puedo echar la siesta un rato. ¡Vamos que me cuida como si fuera su esposa! Ay, tía, qué dolor de tetas llevo, tengo que descargar ya mismo.

Vania sonríe indulgente, ya se puede imaginar qué tipos de comidas le hace el bueno de Mario a su compañera.

—¡Por fin! —se vanagloria la pelirroja al ver su reloj marcar las ocho de la tarde a falta de tres minutos y sin más dilación se levanta como alma que lleva el diablo de su silla dispuesta a echar el cierre de la agencia.

Antes de que pueda echar el pestillo, un joven vestido de forma casual con vaqueros y una camisa raída de "Los Zarandeños" entra, medio despistado, en la agencia.

—Disculpe, señor, estamos a punto de cerrar —detiene Vania en seco al desaliñado muchacho que pareciese que hubiese salido de trabajar doce horas en un bar de mala muerte. No está ella con ganas de que la toquen el higo a estas horas.

—Aún no son las ocho, ¿verdad? —responde altivo el joven señalando el reloj de pared — Si solo vengo a informarme, no tardaré mucho.

—No vendemos billetes de metro aquí, señor, ni somos un estanco para venderle el abono transporte...

—¿Usted siempre es tan graciosa? Busco un viaje al Caribe para dos, para mi mujer y servidor. De los caros, de esos que van con todos los gastos pagados y te ponen un collar de flores nada más llegar. Que no se diga que el Sr. Jacobo Díaz es un mierda seca pinchado en un palo. El dinero no es un problema —se señala el bulto de su pantalón, que bien pudiera ser tanto un fajo de dinero enrollado como un pollón.

Esgrimiendo la mejor de su sonrisas, Vania resopla y corrige al paleto que lo de los collares de flores es típico del estado de Hawái situado en el océano Pacífico y no del Caribe, ubicado en el océano Atlántico. Contoneándose echa el pestillo de la puerta de la agencia diciendo que así no los molestan y se vuelve a sentar con fastidio en su escritorio.  

Un listo con poco dinero pero que calza bien. En peores plazas hemos toreado —piensa Vania mordiéndose fugazmente el labio inferior—. A éste le saco hasta el dinero del entierro de su abuela haciéndome la tontita y enseñando un poco de tetamen.

Enciende el ordenador.


Tras más de media hora mareando a Jacobo con vuelos directos o con escalas, estancias a pie de playa, tipo de camas, canales de televisión, actividades en helicóptero, buceo y cenas temáticas, Vania decide hacer una pausa. 

Hábilmente no ha dejado de golpearse con el lápiz sus esplendorosas tetas mal resguardadas bajo su blusa ajustada estampada de cuello de tortuga con el estampado de las manchas de una vaca.

—¿Le apetece un café mientras sopesa las opciones, sr. Díaz? —pregunta nuestra protagonista pelirroja alisándose la falda con la mano y levantándose de su silla con un largo suspiro—.  ¿Cómo quiere la leche? 

—¿Usted qué cree? —responde el frescales del joven apartándose del escritorio y apretándose el paquete como una bocina—. Pues a tope y pringando tus gordas tetas.

—¿Cómo se atreve? —¡Me refería a cómo va de leche su café! Si mucha o poca. Esto es una agencia de viajes seria no el Bar metesaca de su barrio, so paleto. Le ruego se comporte. Soy una sufrida asalariada. ¡Una profesional!

—Una profesional que me la está poniendo muy dura. Déjese de tonterías. ¡La tengo calada! ¿Cuánto me pretendía ofrecer la oferta especial, eh Pumuky? ¿Ese que por un poquito más se me chupa o me la puede follar encima de la mesa mientras me enseñas unos catálogos que me importan una mierda?

—Será cavernícola. ¡Australopithecus! ¿Usted se ha visto? ¿Con qué me pensaba follar? ¿Con esa pistolita birriosa que tiene metida en el pantalón vaquero? —contraataca Vania sin dejar de lado su discurso y apretando con una mano los huevos a Jacobo. Con la otra mano le desabrocha los vaqueros deseosa por salir de dudas de si el joven viene armado o no.

El duro y nervudo sexo de Jacobo no se hace de rogar y sale disparado del calzoncillo como un cañón de confeti en una fiesta mejicana.

—Y ahora me la vas a chupar muy, muy lentamente Pumuky. Sin dejar de mirarme a los ojos o te juro que me largo de aquí y te quedas sin comisión o cómo cojones se llame eso que os lleváis. ¡Y súbete la blusa de las vacas por encima de las tetas! Me ponen muchísimo... tengo las venas de la polla como la soga de un ahorcado.

—¡Cromañón! ¡Viene Usted a aprovecharse de una trabajadora con malas artes! Me amenaza con sacarse ese pollón, de negarme mi merecida comisión, me insulta, reniega de mi bonita blusa estampada y...

—¡Calla joder! Y chupa de una puta vez. No te olvides de lamerme las bolas. Estás muy equivocada bonita... me encantan las vacas lecheras... moooooo. No hay nada mejor que ordeñar una buena vaca. Mooooo.

Vania aturullada por la iniciativa y la inesperada resolución del señor Díaz, comienza a masturbarle mientras le lame los depilados testículos. Tiene unos huevos pétreos como los de su marido. Y menuda polla dura gasta el troglodita, dura como el acero de los altos hornos de Vizcaya coronada por un glande hermoso cual seta de San Jorge.


Se va a enterar el imbécil este. Le va a hacer la mamada de su vida. Después quién es el listo que le va a negar el paquete exclusivo -y carísimo- Cristóbal Pollón para irse al Caribe. El amigo, para pagarlo, va a tener que empeñar hasta los dientes de sus sobrinos, se vanagloria la pelirroja engullendo el sable del muchacho hasta la empuñadura.

Por el continuo temblar de las piernas de Jacobo y la cada vez más incipiente curvatura del miembro masculino en su boca, la pelirroja operadora turística sabe que está a punto de zaramelo -que para saber eso tiene ella muchas tablas, si no que se lo digan a su marido que es de escrupulosa mamada diaria antes de irse a trabajar- .

—¡Me voy a correr joder! —revela sin necesidad ninguna de hacerlo público al ser más que evidente, el muchacho sin dejar de apretarle las tetas a Vania—. No dejes de mirarme a los ojos, Pumuky.

Vania asiente con los ojos y le introduce un dedo en el ano. Jacobo no puede más y se descarga como un toro en la cálida boca de la agente de viajes. Pareciese que Vania hubiese querido taponar la explosión de una botella agitada y al sol de Rabo-Cola con la boca. Labor del todo imposible a pesar de los encomiables esfuerzos de la muchacha. 

Al cavernícola le da tiempo a sacarla aún y darle unos buenos latigazos de leche a las ubres de Vania. A Pumuky sólo le da tiempo a golpearle reiteradamente los muslos en señal de que pare de una puta vez de bombear.

Los restos de saliva y esperma forman la tan deseada guirnalda de bienvenida alrededor del cuello de Vania que tanto deseaba recibir Jacobo.

Temblando por el salvaje orgasmo, un infartado sr. Díaz descansa derrengado en una silla. No puede más. Juraría que hasta se ha mareado. Entre los dos polvos en casa antes de salir a trabajar y ahora la mamada, está para que le echen de comer aparte.

—¿No se te ha ocurrido otro nombre más feo que Jacobo, Daniel? —interroga Vania a su marido—. Mira que los hay más bonitos, como Nicolás, Luigi o Berto y ¿te sales con uno que es una empanada de jamón cocido y queso fundido? ¿Y dónde se ha quedado mi corrida entera solo entre las tetas? Me lo prometiste.

—Yo la sé, mi amor—responde Daniel—. Pues el primero que se me ocurrió. Te resarciré. Esto de los juegos de rol está muy bien pero uno ya no está para ir en busca y captura de buscar nombres exóticos para darle más mordiente al asunto.  

—Lo que si espero amor mío, es que te quede aún algo de tinta en esa pluma —exige Vania resolutiva golpeando con un dedo el deshinchado miembro de su esposo—. Y mientras se te vuelve a poner dura y me follas como Dios manda sobre el escritorio, ya sabes lo que toca. 

—El que madruga come pechuga y el que trasnocha, panocha —responde Daniel poniéndose manos a la obra. 

Así sí da gusto viajar. 5 estrellas en el Google Guide, sin duda.

No te pierdas ninguna aventura de Vania pulsando aquí.
Y tampoco ninguna de Marina pulsando aquí.

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¡La imprescindible banda sonora del relato!


Tommy Cash - Espresso Macchiato.


Magneto - Vuela, Vuela.


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