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Marina en "Noche de disfraces" (Saga Marina Parte 4)

 EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS


—Bebé, me voy al trabajo. ¿Nos vemos luego a la noche, ¿vale? —exclamó Marina mientras abandonaba su apartamento—. Hermana, ¿quedamos mañana para comer?

Blanca asintió con la cabeza mientras trotaba frenética sobre la polla de Mario, el marido de Marina. Sus gordas tetas de mamá primeriza botaban al compás de las penetraciones.

Apenas media hora antes, se había personado en casa del matrimonio arrastrando su carricoche con su bebé de cuatro meses, Izán. Estaba muy cachonda. Nada más abrir la puerta Mario, soltó al bebé en brazos de Marina, y le bajó la cremallera del pantalón al hombre.

Tenía las hormonas desatadas. Se metió la cada vez más gorda y palpitante polla de Mario en la boca mientras se descalzaba y le empujaba contra el sofá. Tras unos minutos lamiendo su verga, se enrolló la falda de tubo en la cintura y se quitó las bragas. Ella, que había sido madre apenas cuatro meses antes, embarazada de un amigo común, estaba muy cachonda. Sus melones, fuera del sujetador de lactancia, gordos, brillantes, blancos, eran una delicia para cualquier hombre.

Blanca se sentó encima del esposo cerrando los ojos, mordiéndose los labios y agarrándose las tetas.

—Hermana, ¿así andas? —preguntó divertida Marina mientras acunaba al bebé. De acuerdo, fóllatelo pero nada de que se corra dentro de ti, ¿vale? No queremos más sobrinitos.

Mario estaba disfrutando como nunca. Estaba en la gloria bendita, como el bebé que dormía plácidamente, de vuelta, en el cercano carricoche.

Mario siempre fantaseó con cepillarse a una madre primeriza, y Blanca estaba más que dispuesta.

Estando Izán dormidito en su carricoche, Marina salió de la casa cerrando lentamente la puerta.

Con Marina fuera de la ecuación, ambos amantes decidieron que la norma de no correrse dentro la iba a respetar su puta madre. De hecho, nunca la respetaban. A Blanca le encantaba sentir la caliente leche en su interior, la hacía sentir poderosa, y a Mario le enloquecía no seguir las normas. 

Estuvieron apenas cinco minutos más follando como animales, hasta que Mario, sintiendo ya la inminente descarga, chupó con su boca uno de los gordos pezones de Blanca, y, mientras eyaculaba con fuerza en el interior de su cuñada, succionó su leche materna.

Era un ciclo natural, él la daba su leche y ella le daba la suya. La hermana, amorosamente, le sujetaba la cabeza por la nuca para que mamara sin problemas en tanto se corría como un titán. Aquí no se derrama ni una sola gota de leche.

No se puede decir lo mismo del esperma de Mario, ya que, debida a la cantidad expulsada, ya formaba charcos en el suelo. Mario pasó al otro pezón, mordisqueándolo y provocándole otro orgasmo a su cuñada.

Mario sacó su cada vez más flácida polla del coño de su cuñada y la dejo reposar al exterior. Blanca, con los ojos cerrados, disfrutaba de su orgasmo.

—Cuñadita, antes de que te vayas, te echo otro polvo. Muy mal cuñado sería si te dejara que te fueras en ese estado. Ni te pongas las bragas, ya que te la voy a meter por el culo. ¿Te apetece un café? —preguntó el hombre mientras se dirigía a la cocina y Blanca intentaba limpiarse con su prenda íntima el estropicio lácteo que tenía entre las piernas.

***

—Bebé, me lo voy a follar. En su cama, mientras su estirada mujer y sus bobas hijas están agilipolladas en la planta de abajo— afirmó, sin ningún tipo de duda, Marina.

El atrevido matrimonio había sido invitado a una fiesta de disfraces nocturna y temática por el atractivo jefe de Mario en su chalé en la sierra madrileña. La fiesta duraría todo el fin de semana. Daniel, el anfitrión, había prometido dar una excelente noticia a los socios esa misma noche.

—Cariño, sabes que siempre he tenido la fantasía de follarme a tu jefe, me da igual que esté casado, está un rato bueno. Y, además, así le doy en los morros a la gilipollas de su mujer. ¿Sabes cómo me miró de mal en la fiesta anterior de Nochebuena? ¡Cómo si fuera una puta!

—Amor, tenemos que parar algún día. Tú tienes cada vez más fantasías y yo no sé si puedo... —intentó articular Mario al volante, pero era difícil mientras Marina le masturbaba.

Mario, tras unos minutos, no pudo más y se corrió como un toro. Para que no se pusiera todo perdido, Marina se metió todo su rabo en la boca y la chupó con sumo placer. Solo levantó la vista y su limpieza del sable cuando llegaron a las puertas del inmenso chalé.

Celia, la imponente mulata y esposa de Daniel, el jefe de Mario recibía a todos los invitados a pie del parking. Ella disfrazada de Wonder Woman saludaba según iban llegando.

Al ver aparecer a la pareja, y sobre todo a Marina, se le torció el gesto. Ella le correspondió con dos fríos besos en la mejilla.

—Si puedo me follo hasta a las hijas veinteañeras— farfulló una indignada Marina disfrazada de Spider-Woman. ¿Has visto cómo me ha mirado, la cacho guarra?

Mario, de Batman, alzó los hombros y puso cara de circunstancias.


La fiesta discurrió de forma amena y los casi cien invitados disfrutaron enormemente del evento.

Daniel resultó ser un anfitrión extraordinario haciendo que todo el mundo estuviera muy cómodo y fomentando las interacciones.

Mientras Daniel daba las gracias por su asistencia, vestido de Supermán, a los socios, Marina no podía dejar de observar el enorme pollón que se le intuía al jefe de su marido en los rojos calzones. Se sorprendió a sí misma mordiéndose el labio y haciéndose la boca agua.

Rozando la medianoche, Daniel reclamó la atención de los presentes golpeando con una cucharilla su copa de champán.

—Amigos, amigas, socios y socias de Zaramelo, me es muy grato comunicaros que nos expandimos con la compra de Xocolate—dijo Daniel orgulloso—. Mi bellísima mujer, Celia, será la nueva CEO de la empresa que, estoy seguro, solo nos reportará alegrías. En los próximos días nombraremos a su director general.

La noticia fue muy bien recibida en tanto que los diferentes camareros empezaron a sacar más viandas y champán. Todo estaba resultando perfecto.

Más tarde, cuando, ya el ruido de las copas y las animadas conversaciones, fueron disminuyendo, señal inequívoca de que la fiesta esa noche llegaba a su fin, Marina aprovechó para acechar a Daniel.

Mario charlaba riéndose mucho con Celia y las dos rubias hijas del primer matrimonio de Daniel. Cuando quería, él podía resultar muy divertido. Ya solo permanecían ellos despiertos, el resto se había retirado a sus respectivas habitaciones.

Daniel, un poco achispado, entró en el baño para orinar, hecho que aprovechó Marina para colarse dentro y cerrar la puerta con pestillo.

Ah, hola... perdona— balbuceó el hombre—, creo que no has visto que estaba ocupado.

—Sí que lo he visto, llevas provocándome toda la puta noche con ese pollón. Y ahora lo quiero ver —respondió Marina, mientras se agachaba, metía la mano en los calzones y le sacaba el pistón de los calzones.

Era divina, gorda, nervuda. Tal cómo se la había imaginado. Se la metió, la parte que pudo, en la boca.

—No, no. Ha habido un malentendido... yo no quiero... esto no...—intentó articular el pobre hombre.

—Pues no es lo que dice tu amiguito, tu polla, está a punto de estallar— verbalizó Marina mientras se sacaba las tetas del sujetador.

—Yo soy un hombre fiel, por Dios— dijo mientras agarraba a Marina de la cabeza con ambas manos para que se tragara toda la polla—. Mi mujer me va a matar. Así, así, con dulzura. Llevaba razón, eres muy guarra. Dios me voy a correr en tu boca, cacho puta. ¡Perdóname, Celia!

Y así sucedió, tras apenas unos minutos, el jefe eyaculó, con los ojos cerrados, en la boquita de piñón de Marina. Ella se sacó la polla de la boca y se restregó la caliente leche recién exprimida sobre sus bonitas tetas al aire.

—Y ahora vas a follarme en tu cama de matrimonio, quiero sentir tu pollón dentro de mí— exigió Marina mientras le agarraba del rabo y se lo llevaba a la planta superior—. Y quiero que, mientras me la metes hasta el fondo, ver la foto de tu boda con la cornuda de tu mujer, la puta nueva CEO.

Pero no pudieron entrar en la habitación del matrimonio. Estaba ocupada. Se oían unos escandalosos gemidos.

Marina se asomó y quedó lívida de la sorpresa.

Mario estaba penetrando a cuatro patas a Celia. Ella chillaba loca de placer. Mario la azotaba el culo con ganas. De vez en cuando le estrujaba las tetas y le besaba el cuello.

—Fóllame, fóllame, hijo de puta— exigía la mulata—. Quiero que sufra tu puta esposa, que sepa que me estoy follando a su marido. ¡Qué asco le tengo! Está noche tendrá unos cuernos de aquí a Lima.

—¿Y qué pasa con tu esposo, con mi jefe? —preguntó Mario sin perder ni un segundo el ritmo.

—Tú no vas a decirle ni una mierda a nadie exceptuando a la puta de tu mujer. ¡Qué sepa que obtengo todo lo que quiero! Daniel seguramente estará dormido borracho en una tumbona de la piscina, y tu esposa descansando en la cama de invitados. Y yo, mientras tanto, siendo penetrada con rabia por la polla de un tío del que no me acuerdo ni de su nombre.

Mario sacó la gorda polla del negro y rizado coño de Celia, la dio la vuelta y metió la verga entre sus enormes tetas de ébano. Celia se sujetó ambos pechos para que la paja cubana fuera más placentera. Mario con una mano le iba acariciando el clítoris.

—¡Ya me viene, puto blanquito de los cojones! ¡Dios santo, qué orgasmo! —chilló de placer la mulata.

—Me llamo Mario. ¡Mario, joder! — en tanto la seguía dando enérgicas embestidas.
—¿Te vas a correr en mis tetas, desgraciado? No te atreverás, ¿verdad? ¿Pero tú sabes quién soy yo? ¡Soy la puta CEO de Xocolate!

Mario, cuando oye hablar así a una mujer le cuesta mucho aguantar, y ya no pudo más y finalizó en el divino valle de las montañas gemelas de Celia. Ella le ayudó a eyacular, agarrándole el mástil con una mano y con la otra sujetándole la base del troncho.
Agarraba la polla como si fuera un tubo cañón de confeti. La leche salió con unas potentes ráfagas alcanzando la abierta boca -y lengua sacada- de la excitada mulata -y puta CEO de Xocolate-.

El hombre arqueó la espalda y el última disparo de viscosa leche alcanzó la foto de la boda de Daniel y Celia de la mesita estrellándole contra el suelo.

—¡Marioooooo! —gritó loco de placer, apoyándose con una mano en el perfecto pecho de Celia, y con la otra mano, agarrándose la goteante verga para volverla a meter en el húmedo coño de la mulata. Ella sonrió. Lo mismo la dejaba preñada. 

Marina se giró solo para ver como Daniel estaba dormido como un bebé apoyado contra la pared y con la polla fuera.

—Joder—pensó Marina.

Y entró en la habitación.

—¿Te gusta lo que ves, Marina? ¿Has visto cómo yo siempre consigo todo lo quiero? —preguntó Celia mientras se mordía lascivamente un pulgar—. Tu marido conmigo se ha corrido como un adolescente. ¿Crees que me habrá dejado preñada?

Marina calló y con un gesto de la cabeza indicó a Mario que salieran de la habitación. Su marido, obediente, recogió sus pantalones cayéndosele todas las monedas. Daniel había desaparecido.

—¡Esto ya es personal! —exclamó Marina—. ¡La cacho puta cree que puede así reírse de mí! ¡Y encima no he cumplido mi fantasía, no me he follado a su marido, tu jefe! ¡Solo se la chupado! Mario, pasamos al plan B.

—¿Y ése cuál es? — preguntó solícito Mario.

***

A la mañana siguiente, la fiesta continuaba con un recorrido por las bodegas de los viñedos de Daniel. Marina no perdió ocasión para engancharse de su brazo para que la mostrara de primera mano todo el proceso de la elaboración del vino.

Marina prestaba mucha atención a las explicaciones y se reía exageradamente de todas las gracias de Daniel. Celia, a poca distancia, estaba que trinaba con la situación. A Mario, todo lo relacionado con los viñedos le aburría soberanamente y prefirió desayunar tranquilamente en el porche.

—¿No vas a acompañar a nuestros padres al recorrido? —le preguntaron al unísono las hijas de Celia, Ana y Laura, mientras se sentaban junto a él.

—Pues no me apetece mucho, la verdad. Prefiero disfrutar del paisaje. Es espectacular.

Las veinteañeras se rieron tomando asiento una a cada lado de él. Eran realmente unos bellezones. Ana tenía un estilo hipster, con el pelo corto, un aro en la nariz y pecas por doquier en su pelirroja cara. En cambio, su hermana Laura, era más clásica y llevaba una estética rockera.

Ambas poseían la belleza natural que da la juventud, el olor de la fruta fresca. Deberían tener pretendientes a patadas.

—Mario, ¿qué hacías ayer por la noche en la habitación de nuestra madrasta? —preguntó pícaramente Ana.

Mario no supo salir de ese embrollo y permaneció callado.

—No te la estarías follando, ¿verdad? ¡Seguro! Bien hecho sí lo hiciste. Ayer nos caíste fenomenal, eres un tío muy divertido.

—¡En cambio, Celia nos cae putofatal! —continuó Laura. ¡Ojalá pudiéramos putearla de algún modo!

—Quizás si podamos hacer algo para fastidiarla. ¿Queréis hacer algo divertido? —preguntó Mario posando una mano en cada muslo de las chicas —. ¿Queréis conocer la razón de que disfrutara tanto Celia ayer? ¿Estáis preparadas? ¿O sois unas niñas inocentes?

***

En el interior de la bodega, mientras Daniel explicaba a unos socios las variedades de la uva, Marina se dirigió a Celia. Ella estaba sola tomando una copa de vino apoyada contra una tinaja.

—Celia, creo que hemos empezado con mal pie —dijo Marina mientras la empujaba al interior de un pequeño almacén.

Cerró el pestillo dejando a ambas mujeres aisladas del resto del grupo.

—¿Qué... qué haces? —inquirió la mulata dubitativa.

—¡Voy a comerte el coño, so puta! Nadie le come el coño a una mujer como otra mujer— respondió Marina.

La empujó contra la pared, empezó a besarla con intensidad y le bajó la falda. Celia, por supuesto, no llevaba ropa interior.

Celia estaba descuadrada, no se lo hubiera esperado ni en un millón de años. Marina sintió con la punta de sus dedos la humedad de su sexo. 

Al inicio, Celia estaba un poco rígida, pero fue perdiendo la compostura poco a poco. Marina se acomodó entre sus piernas y empezó a lamerle el coño a la mulata. Su vulva poseía un olor fuerte, pero agradable. Buscó con su lengua la pepitilla y empezó a chupar, lamerla delicadamente.

La copa de vino se cayó de la mano de Celia estrellándose contra el suelo, Marina seguía lamiendo con destreza y la mulata empezó a tener calor, mucho calor.

Se descubrió empujando la nuca de su enemiga hacia su coño para que su lengua penetrara más a su interior. 

Celia se descubrió los pechos, necesitaba aire. Estaba a mil de excitación.
Se iba a correr con otra mujer, y ese fue el inicio del primer clímax de los tres que sufriría a manos de Marina esa mañana.

***

Otra vez en la cama de matrimonio de Daniel y Celia, a Mario se la estaban chupando a dos bandas sus dos hijas. A Laura y Ana les había parecido muy adecuada, y normal, la propuesta de Mario.

Se lo llevaron ambas de la mano hasta el lugar donde más morbo les daba hacerlo. Al dormitorio de sus padres. ¿Dónde si no? Y había que grabarlo todo con un móvil.

Mario, con pulso trémulo, intentaba no perder registro alguno de la maravillosa felación que le estaban realizando. Ambas muchachas se pasaban el gordo miembro como buenas hermanas cada poco tiempo. Se habían desprendido de sus camisetas y llevaban las gordas tetas al descubierto. Rosados y maravillosos pezones que pedían a gritos ser chupados.

Cuando la polla de Mario estaba ya bien lustrosa, se desprendieron del resto de su ropa quedándose solo con las braguitas, menos Ana que insistió en dejarse puesto su gorro de lana.

A Mario le dio eso un plus de excitación e hizo amago de ponerse un preservativo, pero ellas se negaron en rotundo.  Para que la humillación a su madrastra fuera mayor, había que hacerlo sin protección.

Ana se puso al estilo perrito y le indicó con la mirada que la penetrara por detrás.

Mario, obediente, arrimó su polla al rubio coño de Ana, bajándole las bragas. Laura en tanto estaba recibiendo una lamida de coño de su hermana de escándalo, haciendo verdaderos esfuerzo para mantener el encuadre de la grabación con su Iphone.

—¿A dónde crees que vas, Mario? ¡Por el coño, no, joder! ¡Métemela por el culo! —exigió la rubia.

¿Quién es Mario para negarse a tal ruego? ¡Nadie! 

Escupió sobre su glande y se la metió de una estocada. Esa entrada ya había recibido muchas visitas y no le costó nada acceder a su interior. Agarrándose a las caderas, comenzó el rítmico bombeo. De la primera embestida, Ana casi quedó sofocada en el coño de su hermana. Las tetas de Ana se bamboleaban divinamente y de modo circular con cada estocada. ¡Divino tesoro es la juventud!

En el almacenillo, las tornas habían cambiado, ahora era Celia la que le comía el coño a Marina. Esta la aferraba el pelo para que no perdiera comba.

—¡Chupa, so puta! ¡Me vas a comer el coño hasta que me corra en tu cara! —chilló Marina—. ¡Y luego hablamos de mi marido y del tuyo! ¡Pero esto lo arreglamos ahora entre nosotras!

***

Mario estaba al límite, Ana ya había tenido su primer orgasmo anal, pero exigía otro.

Pero era el turno de Laura. Ella llevaba ya un rato estrujándose las tetas de pura excitación.
Mario sacó su nervudo miembro y con el dedo indicó a Laura que era su turno. Ya se dirigía a la entrada trasera, cuando ella le dijo que era virgen por ahí. Su hermana mayor le dijo que se dejara de gilipolleces, que algún día había que dejar de serlo. Y hoy era el día. Qué mejor que con este semental.

Mario fue muy delicado y la penetró suavemente. Se detuvo al meter la cabecita y hasta que ni recibió el beneplácito de Laura, no la metió del todo. Poco a poco. ¡Dios que prieta estaba!

Mientras el hombre hacía verdaderos esfuerzo en no correrse dentro de Laura, su hermana Ana le daba con sus blancas y firmes tetas en la boca a Mario. Hasta que Laura no chilló de placer, habiendo alcanzado su primer orgasmo, Mario no se permitió tener el suyo.

Como buen caballero, sacó su miembro a punto de estallar de su prieto interior y dejó que las hermanas terminaran de chuparle la verga. Ellas se lanzaron como hienas sobre una gacelita herida.
Las braguitas de ambas, de color rojo, estaban anudadas en la base de su mástil como el pañuelo de una dama dada a un caballero medieval en una liza. No era para menos.

—¿Puedo correrme ya, por favor?— solicito Mario—. Llevo ya un rato pensando en accidentes aéreos y en mis abuelos follando para poder aguantar no correrme en vuestros estupendos culos.

Ellas rieron, asintieron con la mirada y él, con la venia de sus señorías, juntó ambas cabezas de sus jóvenes amantes y eyaculó con fuerza. Blancas lechadas recorrieron sus caras, no parecía tener fin su explosión. La leche resbalaba por sus mejillas, por sus barbillas, muriendo en sus hermosas tetas sin broncear.

Mario, con pulso trémulo, lo registraba todo con su móvil. Era material de primera. Ellas hacían el símbolo de la victoria mientras se limpiaban la leche con el gorro de Ana mirando a la cámara. A Mario le encantaba el plan B de su esposa.

***

En el almacén, las dos mujeres acababan de llegar a su tercer orgasmo conjunto. Habían entrelazado sus piernas, en un posición de un máximo contacto con sus sexos. Sus húmedas vulvas habían estado frotándose, restregándose hasta alcanzar el ansiado clímax.

—Ha... ha sido... maravilloso. Nunca me había acostado con una mujer antes— reconocía Celia—. ¿Cómo es posible que haya disfrutado tanto? ¿Podemos ser amigas, por favor? ¡Como muestra de amistad, haré director general de Xocolate a tu marido!

—Celia, acepto tu ofrecimiento encantada —respondió Marina mientras Celia la besaba el cuello completamente rendida al recién descubierto sexo lésbico. Marina tachó mentalmente otra fantasía sexual. La de acostarte con una enemiga.

"Después de todo—pensó Marina—, quizás el video porno que estaría grabando Mario con sus hijastras, para chantajearle, en estos momento no me hará falta".

***

De noche ya, en el coche de vuelta su casa, el matrimonio repasaba el fin de semana. Todo había sido maravilloso, a pedir de boca. Quizás la única pega había sido cumplir la fantasía de Marina de poder follarse a un jefe de Mario, pero con su nuevo puesto, seguro que no iban a faltarle oportunidades.

Y tampoco había que ser tan ansiosa, ¿verdad?



¡La banda sonora!

Antonio Flores - Coraje de vivir


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