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Lola en "Donaciones solidarias"

 EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS



Las caras del personal sanitario son un poema.

—Es lo que hay— repite vehemente Salustiano Romero, el cincuentón director del hospital jugando con una patilla de sus gafas de pasta color cobalto—. En los próximos días, les ruego vayan pasando por mi despacho para hacerles entrega de una propuesta de despido. No les mentiré, las condiciones variarán según la antigüedad, el puesto y el salario actual. O adelgazamos la plantilla un 50%, nos hacemos más competitivos, recuperamos prestigio o tendremos que cerrar las puertas de nuestro centro Hospital Sanitum a finales de año.

—Pero ¿qué ha pasado? —pregunta alzando la voz frente al descontento murmullo de médicos, enfermeros y personal de limpieza, la enfermera Dolores "Lola" Peña que, a pesar de acabar de cumplir los treinta, es toda una veterana entre el personal—. Éramos un referente en la atención privada de calidad en la provincia de Madrid y ¿ahora vamos a cerrar antes de comernos el turrón?

—Por una parte, la crisis del sector nos ha hecho mucho daño, más la brutal carga de los desajustados sueldos del personal residente -ajenos a toda realidad- y por otra parte, para acabar de enterrarnos, la entrevista a los despedidos doctores del centro Olmo y Tamayo tampoco nos ha ayudado.

—¿Qué entrevista? —alza la voz la explosiva y novata enfermera Inmaculada Soria con sus voluminosos labios de colágeno pintados de rojo pecado. Sus pechos demasiado redondos también se han beneficiado de las maravillas de las operaciones estéticas al poco de llegar a la capital desde Valencia. De inmaculada y pura no tiene nada, bien podría llamarse Bimbo, la hermana atómica putón de Barbie. 

—Usted lleva poco tiempo señorita y es normal que no estuviese al tanto —resopla sumamente disgustado el facultativo. No le queda más opción que volver a sacar a la luz la razón del despido de los doctores ante el personal congregado.

» Olmo y Tamayo llevaban cada uno una lista con todas las mujeres con las que se habían acostado -ya fuese del personal del centro como pacientes- y una apuesta en firme quién llegaba antes a la cincuentena en determinado espacio de tiempo. Al parecer algunas de sus compañeras aparecían en ambas listas.

La mejor amiga de Lola Peña, la dominicana Candela Sánchez retrae el rostro como si condujera a más de 200 kilómetros por hora y aprovecha para sacarse un café de la máquina vending. Tan solo le hace falta silbar.

Se miente a sí misma musitando, que la engañaron con muy malas artes y omitiendo que les llamaba Doctorcitos lindos, mientras se la metían hasta la empuñadura por la cococha y el asterisco al mismo tiempo.

—Cuando nuestra principal inversora y dueña del centro, la honorable Doña Julia de la Osa, fue consciente de tal libertinaje, los despidió a ambos de inmediato. Los doctores, no contentos con todo el mal que habían ocasionado, amenazaron con chantajear al centro con algunas inexactitudes contables, irregularidades en diferentes contratas y exponiendo a la luz pública al centro como la representación moderna de Sodoma y Gomorra cuando en realidad eran ellos mismos los que habían convertido el centro en un lupanar, un patio de juego de sus escarceos sexuales.

—Doña Julia accedió a un acuerdo de confidencialidad, pero por lo que cuenta el Dr. Romero ambos se lo han pasado con ambas manos por el arco del triunfo —continúa una enfurecida Lola golpeando la palma de su mano repetidas veces con su dedo índice dando un paso al frente—. Y ahora qué ¿todos a la puta calle?

—Bueno, ya veremos. De momento, ya están informados todos. Son lentejas... —finaliza el doctor cerrando su carpeta y colocándose estratégicamente el escaso pelo que le queda a un lado de la testa para que luzca algo más.

» Pueden ir pasando por mi despacho a partir de mañana a las diez. ¿Señorita Soria? ¿Podría acercarse dentro de un rato con el expediente del paciente de la habitación 221? Necesito repasar algunas fechas antes de la videoconferencia con Doña Julia. Gracias.

Lola está indignada. Al igual que su amiga Candela. Ahora que parecía que se habían consolidado en el hospital con opciones a mejores turnos de trabajo, la amenaza del despido las sobrevuela como un buitre leonado malagueño.

Por antigüedad, ni ella ni Candela, serían las primeras de la lista para poner de patitas en la calle, pero ¿quién se lo puede asegurar? Las enfermeras novatas Inmaculada Soria y el putón de su amiga venezolana Gloria Tejón llevan poco tiempo, y ganan una miseria, pero quizá eso sea un factor a su favor para mantenerlas en plantilla antes que a ellas. 

Mucho se ríen y les tocan el hombro a los doctores. Demasiado. Es más, según Nika, la de limpieza, el atractivo y joven traumatólogo Dr. Tranca -con un miembro acorde a su apellido-, estaría engolosinado con la caraqueña y trataría de hacer todo lo posible con la dirección para que se quedara. 

—¿Qué hacemos tía? —pregunta con cara de ciervo degollada la mulata Sánchez—. Yo no quiero volver a servir copas en un bar o chupársela a algunos clientes en el baño para que me den buenas propinas.

Lola abre los ojos de par en par y la abraza.

—¡Eres un genio, Candela! Mira que te quiero —continúa Lola fuera de sí—Y parecías tonta cuando te cambié por un botijo en el rastro. ¡Es una idea genial!

—¿A qué sí? —responde la morena sin tener ni puta idea a lo que se refiere su amiga. Se hará la tonta. Se le da bien—. Joder, cada vez está más amargo el café. ¿Ya hemos empezado a ahorrar, pariguayos?

Dolores se dirige excitada como una exhalación al despacho del doctor Romero. Las lolas le botan bajo la casaca como si fueran a darse a la fuga.

Llama a la puerta con los nudillos por educación y sin esperar respuesta entra el despacho del galeno. Se encuentra éste inclinado sobre la mesa de madera maciza con varios expedientes desperdigados encima de la cara. Está lívido y tiene mala cara.

—¿En su Cádiz natal, la gente no espera respuesta antes para entrar en un despacho?

—Perdón. Candela... la Srta. Sánchez y yo tenemos una idea genial para evitar el cierre del hospital y salvar los puestos de trabajo. Usted sabe qué hace poco cerraron el Cum Laude, la única clínica de donación de esperma de la capital. La otra noche estuve leyendo, por Internet, que un laboratorio estadounidense de alto nivel quiere hacer un estudio sobre el esperma latino —prosigue la emocionada muchacha—. Desea muchas muestras no típicas, nada de tristes eyaculaciones en un bote de plástico. Las quiere que hayan sido provocadas bajo un alto nivel de excitación. Las posibles trazas de contaminación que pudieran tener por haberse obtenido por la intervención de una mano, boca o lo que quiera imaginar, la eliminaran con no sé qué fármaco patentado. ¡Recojamos el testigo! 

Romero cierra los ojos cerrados y se muerde el labio inferior. Sin duda alguna, muy concentrado en la inminente propuesta de Dolores.

—Ofrezcamos un maratón de donaciones solidarias en nuestro centro durante unos días. Nosotros ofrecemos una atención personalizada y reforcemos el concepto altruista de las donaciones. Suficiente hacemos con poner las instalaciones y no les pagaremos nada. Son ellos los que donan al centro por partida doble; dinero y esperma. Un 2x1. El eslogan sería "Una mano amiga entre amigos" —visualiza Lola extendiendo los brazos como extendiera una bufanda en un campo de fútbol, al hacerlo casi se le sale una teta de la casaca.

—¿Usted cree que podría funcionar? —interroga con semblante serio y voz entrecortada el galeno a Lola. 

Entretanto la enfermera Soria, oculta, por debajo de la mesa, no deja de aserrarle la polla entre sus redondas tetas operadas y chuparle el descompensado glande de su duro y venoso rabo. No tiene el facultativo mal estetoscopio para su edad.

—Que boquita tienes. Dios, me voy a correr —susurra el honorable doctor a la enfermera Inmaculada—. No pares, puta. 

—¿Disculpe? ¿Qué acaba de decir de mi boca? — responde Dolores saliendo de su imaginaria sesión de fotos para la portada de la revista Forbes a la emprendedora del año. 

—Perdone, Lola. No se dé por aludida, estaba con la cabeza en otra parte. Sí, sí. Buena idea. —se disculpa mientras la cabeza a la que alude el doctor es devorada lentamente por la enfermera desde la punta hasta la base de los huevos—. Presénteme un estudio de los costes y corremos... digo tiramos para adelante. Ahora márchese, tengo mucho por trabajo.

Lola asiente y se retira del despacho más contenta que unas castañuelas. El doctor Romero tenía ciertamente mal semblante, no dejaba de revolver los papeles de su mesa de un lado al otro y resoplar como un viejo caballo percherón en la Feria de Sevilla. No estaría pensando en tocarse después pensando en ella, ¿verdad? Aunque no le extrañaría. Ella gusta mucho y no sería la primera vez que un hombre se aliviara fantaseando con ella.

Antes de que se haya agotado el hipnótico retumbar de los crócs de la señorita Peña por el pasillo, Salustiano Romero orgasma en las tetas y labios de la enfermera Soria como un adolescente tras un verano en el pueblo compartiendo habitación con los abuelos. Le promete que ella no está en peligro de despido alguno. No mientras él sea el director del centro. Que no se deben preocupar ni ella ni su amiga Gloria siempre y cuando pasen por su despacho mínimo dos veces por semana para "hablar". Él es muy de hablar. De siempre.

Después exhausto, mientras Inma, ya más tranquilizada por su futuro inmediato, da cuenta y lame las últimas perlas de semen de sus salpicados pechos frente a su nuevo benefactor para recordarle su promesa, el doctor llama a su santa mujer por el móvil preguntando que qué hay de cena. Que haya croquetas de jamón, por favor, piensa.


Dos semanas después.

Gracias a una inteligente campaña de marketing ideada entre Candela -que por fin pudo dar rienda suelta a su añorada y abandonada carrera universitaria de marketing- y Lola, la acción de captación de donantes es un éxito incontestable.

Los carteles promocionales reforzaban el carácter altruista de la acción con vivos colores y ese hecho junto la inteligente elección de las imágenes de las más explosivas enfermeras acompañando frases motivadoras como:
  • Da lo mejor de ti sin mirar a quién. 
  • Ayudar a la felicidad de una familia depende solo de ti.
  • Mujer desesperada busca padre.
  • Unos minutos tuyos. Una vida de felicidad para otros.
Por supuesto, entre las enfermeras representadas se encontraban ellas mismas junto a Inma y a Gloria. Incluirlas fue un mal necesario para remarcar el componente multirracial tan de moda. 

Y el temor a las iras de los grupos de feministas más militantes se disipó con esta acertada elección de imágenes dónde se sentían representados todas las etnias. Es más, incluso algunos colectivos LGTBQ+ habían aplaudido y apoyado la acción con grandes sumas de dinero.

La estratégica inclusión de un texto debajo de las picaronas enfermeras -armadas unas con estetoscopios y otras con botes vacíos- de "Enfermeras auténticas del centro. Sin trampa ni cartón. 100% reales como tú", potenció sin duda alguna el éxito de la campaña.

Por su parte, el director Salustiano Romero no podía estar más encantado. En buena medida a que tanto la enfermera Soria como Tejón se pasaban por su despacho cada dos días. Estaba de un talante excepcional. Hasta le veían canturrear despreocupado por los pasillos canciones de Raffaella Carrà, haciendo bromas con una sonrisa de oreja a oreja. Y es que con los huevos descargados se vive mejor. De siempre.

Sí Lola le hubiese llegado a proponer, desalojar una planta entera y montar un sarao con enanos dominatrix y partidas de póker ilegales, habría aceptado sin pensarlo.

La anterior tarde, al buen director, había exigido metérsela por el chiquito a la enfermera Inmaculada mientras él tan solo vestía una bata, unos calcetines con motivos de locomotoras y la corbata vuelta sobre el hombro. Había hecho mucho hincapié que Gloria Tejón tuviese metidos en la boca sus académicos huevos en su totalidad en todo momento. Por supuesto, el galeno no sacó su herramienta en ningún momento, canturreaba algo parecido a "para hacer el amor, lo mejor es que se la chupen a doctor" y se corrió sin avisar, cerrando los ojos con fuerza, con el exagerado bramido de un toro acatarrado.

Joder con el cincuentón, se repetía la enfermera Soria con el culo al rojo vivo y las tetas amoratadas de los apretujones del director. Pero lo importante era que su puesto de trabajo estaba asegurado y que le gritase "Toma culada, Inma" era lo de menos ya. 

La única cosa que la sacaba de quicio era la descontrolada risita de ardilla de su culona amiga que le debía hacer una gracia desproporcionada ver cómo le metía corrida tras corrida el director del centro.

Sala de enfermeras.
Unas horas antes del primer día de las donaciones.

—En total había contado con seis compañeras; Candela, Gloria, Inma, Rosana, Aurora y servidora. Las donaciones tendrán lugar en una sala grande habilitada para tal ocasión con camillas separadas por biombos —explaya una entusiasta Lola—. Según estudios recientes los donantes no tienen problema alguno con compartir una habitación con otros donantes. Es más, algunos incluso les "encanta" ver a otras enfermeras (además de la suya) con una polla en la mano. Nuestro objetivo es entregar entre 60 y 72 viales de dos ml de esperma por turno de trabajo y por enfermera. Es decir, unos 1.200 viales tras la campaña. ¿Podemos conseguir más?

Todas asienten. Se juegan mucho. Incluso Tejón y Soria con el respaldo del comodín del director quieren ir sobre seguro y jalean ruidosamente que se puede.

—Tenemos una motivación extra para destacar en esta donación. Doña Julia de la Osa ha prometido una paga extra a aquella que consiga hacerse con más donaciones. La baja inesperada de Rosana Díaz la cubriremos con Nika Novak, la chica de la limpieza que dejará en la guardería del centro a su hijita Timea mientras nos echa una mano y nunca mejor dicho. ¡Gracias Nika, eres un ángel!

Nika levanta un pulgar y roja como un tomate tras su largo cabello rizado dice en un precario castellano que ellas son sus priatelia y qué está aquí para ayudar. Omite que se le hace la boca agua pensando en tantas pollas tiesas.

Embarazada a los 17 años de su novio en Bratislava la primera vez que se la metió, no ha visto más rabo que el diminuto de su Bohumil. Mucho chándal, mucho deporte y mucho lucir músculos, pero de lo importante se queda corto, muy corto. No ve la hora de sentir una buena polla explotar en sus manos. Se está poniendo malísima solo de pensarlo. De siempre.

Por la tarde, a pocos minutos de terminar el primer día de donaciones.

—No veas que risa, Lola —relata entre hipos descontrolados Candela a su amiga del alma—. A Gloria le salió el tiro por la culata. Para ganar el bonus de donaciones, tumbó uno al lado de otro a los hermanos mecánicos, una mano para cada polla y empezó a masturbarles al mismo tiempo.

—¿A Lucio y a Claudio? ¿Los gemelos del Taller "Hermanos modorros"?

—Esos mismos —confirma la dominicana—. Con lo que no contaba la venezolana es que se corriesen al mismo tiempo. Se agarraban las manos mientras lo hacían. Y al tener ambas manos ocupadas la amiga, no le dio tiempo a hacerse con el vial para recoger la exagerada eyaculación. Intentó ganar tiempo metiéndose la polla de Claudio en la boca y con la mano que le quedaba libre agarrar un bote de una mesa cercana. Imposible. Lucio ya estaba orgasmando pim pam, pim pam como un caballo. Parecía una manguera defectuosa de jardinería poniéndolo todo perdido.

—¿Qué hacía mientras tanto Claudio? —pregunta Lola celosa. Hace tiempo que no se pasa por el taller. La última rectificación y petroleado que le metió Claudio a sus bajos la dejo temblando de piernas toda la tarde. A su novio, El banano, le contó que estaba baja de azúcar.

—Seguía corriéndose sin piedad dentro de la boca de Gloria. Tejón estaba desbordada. Entre la corrida de Lucio que llevaba en el cabello, las tetas y la mano derecha, ahora se veía obligada a tragarse la lechada de Claudio al completo para tener alguna opción de supervivencia.

» Se la tragó e intentó en vano salvar algo de la corrida de Lucio. Tarde, eso habría que haberlo pensado antes. ¡Antes! Resignada puesto que ya llegaba más tarde que un runner haciendo un maratón a la pata coja, hincó las rodillas entre ambas camillas y dejó que los hermanos descargaran sus últimas y aun voluminosas salvas sobre su rostro. Parecía que hubiese metido la cara en un cubo de pintura blanca de cinco litros. Cuando se pudo recuperar, los hermanitos ya se habían puesto a la cola de nuevo para otra donación -son unos profesionales-, justo detrás de tu novio, el Banano.

—Vaya, vaya con el amigo. Y eso que dijo que estaba liado en el trabajo y no le iba a dar tiempo a venir.

—Pues ya era la quinta vez que se ponía en la fila. Y el muy zorro siempre se las apaña para terminar con una enfermera distinta. Luego, claro, se saca ese pollón como la chimenea del TITANIC -que suerte tienes, pedazo puta- y nos enamora. Luego nos cuenta la misma cantinela; que no se puede correr si no toca pelo o le dan una chupadita entre medias. Y claro, caemos todas.

—¿Todas? ¿Cuántas veces se la has meneado tú?

— No sé, ¡no me acuerdo! ¡Qué cosas tienes, tía! Pocas veces. ¿Tres? ¡Oye, que soy un profesional de tomo y lomo!

— Sin duda, mi querida Candela, sin duda alguna... pero muy puta. Has pajeado nada menos que tres veces de cinco a mi novio y te has dejado meter mano al peluco —continúa Lola, brazos en jarras—. ¡Oye que, si te lo quieres follar, habérmelo dicho y no vayas de mosquita muerta por ahí!

— ¿Perdón? Yo no...— intenta replicar Candela, disimulando que al novio de su amiga ya se lo ha follado en el cuarto de la limpieza una vez que vino a traerle flores. Las flores para Lola, el capullo entero para su coño.

— Es broma, mi amor. ¡Bien hecho! ¡Lo que han de comerse los gusanos que lo disfruten antes los humanos! ¿Te lo quieres follar este finde? Seguro que no él tiene inconveniente. Pero ahora que no se me despiste y que descargue todas las veces que pueda estos dos días que quedan. Estamos entregando más de 450 viales por día. Todo en éxito.


A escasas horas de terminar la campaña de donación.

Los dos siguientes días de donación transcurren sin mayores incidentes y con unas cuotas cada vez más altas de participación y de esperma entregado a excepción del monumental cabreo que se agarró el director del centro Romero cuando Lola le denegó la opción de donar. 

Enfurecido porque ni Tejón ni Soria habían atendido sus obligaciones últimamente al estar ocupadas con la donación, el licencioso director malhumorado se subía por las paredes. Se había malacostumbrado y necesitaba eyacular. Quedaba descartado meneársela teniendo una compaña en ciernes en su hospital. Pero desde luego no pensaba hacerlo delante de todos los demás en la sala común. Sería en un cuarto apartado para él solito. Y, además, exigía que fuera Nika o Candela las que se encargarán de recoger las muestras.

— Sr. director, no sólo sobrepasa la edad máxima acordada fijado en 40 años, sino que además no puedo habilitar una habitación exclusiva para que pueda hacer una donación a una compañera.

— Pues me la chupas tú, joder. En mi despacho. Ya me encargo yo de tener el botecito de los huevos a mano. Te recuerdo que no es muy inteligente no acatar mis órdenes y puedo...

— ¡... llevarme a comer! —saluda su emperifollada esposa Paloma que acaba de llegar al hospital vestida con un aparatoso traje de visón y más perfumada que un burdel de carretera—. Mi amor, venga, vámonos, que nos esperan mis padres en el coche para ir todos juntos.

Abatido y maldiciendo su suerte, Romero se despide con una falsa sonrisa gatuna de Lola y del resto del equipo deseándoles mucho éxito sin saber que ese día sería el último como director del centro.

— ¿Qué ha pasado? —pregunta el joven Dr. Tranca que se ha acercado curioso mientras porta una docena de expedientes.

— Nada importante —responde Lola sin poder apartar la mirada del paquetón que calza el joven mulato—. ¿Has donado ya, Maximiniano?

— Eh, no. Pensaba que el personal del centro estaba excluido.

— Ni mucho menos, anda entra en esta habitación y déjame confirmar si das el perfil — sentencia Lola metiéndole mano y masajeándole el blanquecino glande amorcillado. — Sí, das de sobra el perfil que buscábamos.

Maximiano sonríe como un asno destentado. Había quedado con Gloria dentro de un rato pera que la den por culo. Siempre le ha gustado más Lola. De siempre.

No había traspasado la puerta de la habitación cuando Lola ya le había bajado los pantalones junto a los calzoncillos de un solo tirón y le estaba dando buena cuenta de la gruesa morcilla. No es tan grande como la de su novio, pero en la variedad está el gusto.

— ¿Y el bote para la muestra? —pregunta descolocado el mulato con los ojos en blanco.

Lola le responde que no fuera gilipollas.

Una semana después.
Casa de Lola.

— ¡No puede ser verdad! —responde atónita Lola —¿Me estás tomando el pelo?

— ¡Te lo juro! —confirma Candela a galope tendido sobre la monstruosidad de la polla de El Banano—. Nuestro querido director fue despedido el último día de la campaña. No se ha sabido hasta ahora. Doña Julia de la Osa lo ha mantenido en secreto, pero al parecer Romero se estaba tomando demasiadas libertades con el personal.

El Banano ajeno a las intrigas palaciegas agarra de las cachas a la dominicana y le mete otro pollazo demoledor. Que sigan hablando las amigas todo lo que quieran, él a lo suyo, que es defender el fuerte con todos los medios posibles.

— ¡Yo creo que las mosquitas muertas de Inma y Gloria han tenido algo que ver! —continua Candela descabalgando y dejando a Lola que ocupe su montura—. Esas dos se la tenían jurada. Veremos a ver cómo termina todo esto.

— Mmm —continúa Lola poniéndose escopetada camino al rancho de Banana Joe—. Otro escándalo es justo lo que no necesitamos. Ahora que nos habíamos hecho con una inmejorable reputación tras el éxito de la campaña, nos vemos de nuevo en la picota con el sorpresivo despido del director—. Me corro, joder.

— Madre, que líos siempre —finaliza la mulata sacando la dura polla venosa del muchacho del húmedo sexo de Lola. Da un par de largos lametazos al troncho de Mr. Cowboy y vuelve a metérsela a su amiga sin dejar de apretarle los huevos al Banano. A pesar de que ya lleva una buena corrida -la que se llevó ella metida dentro-, las bolas están de nuevo gordísimas y muy duras, a punto de rendir finalmente el fuerte del Álamo—. ¿Cuándo me toca a mí otra vez? —pregunta con un mohín.

La impertinente melodía de llamada del móvil interrumpe la respuesta de Lola. Duda en cogerlo, pero el display indica que es doña Julia la que llama. Aún montada sobre su montura coge el teléfono (a la tercera puesto que el jamelgo es bravo e indómito) y responde con un enérgico ¡Sí!

— Buenas tardes. Soy Julia de la Osa. Sra. Peña, soy una mujer muy ocupada y no me andaré por las ramas. También le confirmo que no aceptaré un No por respuesta. Nuestro hospital necesita aire fresco, ideas claras, gente viva con ganas de tomar decisiones poco convencionales. ¿Qué le parecería ser la nueva directora del centro?

Antes de poder dar una entusiasmada respuesta afirmativa, Lola se corre mientras Candela le saca la polla al novio y se la introduce en la boca donde eyacula él.


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Comentarios

  1. Extraordinario. Me he reído muchísimo. Más historias por favor.

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