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El especial de Navidad 2023 de Valentin@

EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS



ESPECIAL NAVIDAD 2023

Taller "Hermanos Modorros"
24 de diciembre a media tarde.

—Mucho me temo que no podremos arreglar su coche hasta el año que viene —aclara Claudio con voz apesadumbrada a la neumática Larissa que tiene la boca abierta de par en par de incredulidad—. Le puedo acercar a la estación de tren o llamar un taxi. Aquí hay poco que hacer con tan poco tiempo.

La madurita, pero aún de muy buen ver, Larissa Fonseca no le cuadra las opciones. Ninguna de ellas. No entra en sus planes llegar muerta de frío a su cita, con los pelos como un nido de golondrinas y una vulgar plebeya en un autobús de línea. ¿Un taxi? Ella no paga para que la lleven, faltaría más. Eso es de pobres.

—De eso nada, monada. Tengo muchísimos compromisos aún a los que no puedo faltar. Me lo arregláis hoy. Como sea. El dinero no es problema. Por aquí tenéis un montón de coches. Desmontáis, si hace falta, las piezas que necesitéis de otros automóviles. O de otros bugas, como decís en el gremio. Me da igual.

—Pero... pero es que estamos a punto de cerrar. Es Nochebuena. Lo siento mucho —intenta defenderse Claudio apelando al espíritu navideño mientras termina de estrangular un ofendido trapo entre sus manos. —Lo siento mucho, de verdad.

—Me importa una puta mierda —rectifica la mujer clavando ambas manos en su cintura de avispa e inclinando su recauchutado cuerpo en dirección a Claudio que da un paso atrás intimidado. Su voluminoso pecho podría noquear de un tetazo al bueno del mecánico. —Y ni se te ocurra ofrecerme un coche de reemplazo de esos asquerosos que tenéis por aquí. ¿Quién es tu jefe? ¡Es evidente, que tú no! ¡Quiero hablar con él!

—El taller lo llevamos entre mi hermano gemelo, Lucio, y servidor. No hay un encargado como tal —responde Claudio cerrando de golpe -clanc- el capo del Mercedes.

—Mejor me lo pintas. Un negocio propio y tíos fortachones como dos osos con unas manos sanas. Profesionales, sin duda ¿No van a poder reparar una tontería en las cuatro horas que os quedan? Venga ya, por favor— exclama la cliente mientras se enciende un pitillo bajo el cartel "No fumar".

Claudio resopla resignado. No puede dejar de verle las bamboleantes tetas talla "destroza matrimonios" a Larissa. Gordas como si estuvieran rellenas de leche materna. Es algo hipnótico. De buena gana, le haría un chequeo gratis al airbag para chequear calidades. Se tapa la erección con una llave inglesa.

—Háblalo con tu hermano, Rucio o cómo se llame, mientras paso al excusado. ¿Por dónde cae el aseo? Tenéis aquí de eso, ¿verdad? ¿U orináis en un cubo de sepiolita?

El hermano de Lucio le indica una puerta adornada con la pizpireta Miss Julio 2016, de pezones gordos como malvaviscos, lamiendo una piruleta dentro de un coche, cortesía de "Baterías Esparta".

A pesar de los humos del taller, Miss Julio resiste impertérrita ajena al paso del tiempo. Tiene mejor color de cara que el resto de sus compañeras repartidas caprichosamente por el harén del taller y hartas a tragar gases de combustión.


—¿Lucio? —Claudio entra en el despacho superior dónde su hermano gemelo repasa una pila de facturas en la mesa con semblante serio— la petarda rubia de abajo insiste en que le arreglemos el Mercedes Clase A, hoy. ¿Qué hacemos? En cuatro horas cerramos.

—¿Cómo va de chapa y pintura? —contraataca Lucio sin levantar la vista—. Si la respuesta es de puta madre, se hace lo que sea por tenerla contenta. ¿Le has comprobado el sistema de suspensión delantero? Si la respuesta es afirmativa de nuevo, tenemos tarea.

Claudio hace el signo universal del ok y ambos ríen como renos finlandeses acatarrados. Cualquiera que los hubiese visto hubiese pensado que estaban sincronizados como el carrillón de la plaza mayor de Leganés.

Claudio no tiene ni puta idea cómo les va a dar tiempo. Pero si su hermano echa una mano, quizás entre los dos, puedan obrar un milagro digno de los panes y los peces, o ¿era hacer del agua, vino? Que sabrá él, si tuviera tanta retentiva no estaría deslomado catorce horas en el taller con las uñas llenas de grasa y un mono que cada vez le está más estrecho de cintura. Culpa, sin duda, del detergente de la ropa y no de los chuletones que se mete con su hermano todos los viernes.

—Llamaré a Silvia, le diré que tenemos curro. Que llegaremos algo más tarde. Me montará un pollo, pero ¿cuándo no me lo monta? Mira que está buena la tía, pero está como envenenada todo el día. Empieza tú a indagar que le pasa al coche que ahora voy yo.

Claudio asiente y sale del despacho. No ha terminado de bajar las escaleras de caracol metálicas, cuando Larissa le intercepta. Ya no viste el abrigo de piel y yace este sobre una aburrida silla al lado de la máquina vending de refrescos. Los pezones se le marcan a fuego en la camisa de seda color perla.

—¿De qué habéis hablado, putos cerdos? —exclama ofendida Larissa agarrando de los huevos a Claudio y arrastrándole al vehículo -que ahora sí -tiene más papeletas que el puesto de Doña Manolita para ser reparado —¿De coserme a pollazos como pago por arreglar el coche a tiempo? ¿Follarme con esa mierda de herramienta que tengo ahora mismo entre las manos?

El muchacho lívido no consigue articular palabra alguna, mientras Lucio levanta la mirada curioso de la mesa al oír las voces fuera. Desde su mesa no ve una mierda con los cartelones y expositores de neumáticos. Un día los va a tirar todos a tomar por culo. Ya arreglará la disputa su hermano. Suspira, se arma de valor y llama a su novia. Le tiene hasta los huevos.

—Sé muy bien, pero que muy bien de qué pies cojeáis los brutos libidinosos como vosotros —Larissa vuelve a apretarle el paquete como la bocina de una bici pequeña—, a la tonta de la rubia de bote, coño morenote, le decimos cualquier tontería tipo: La trócola pivotea sobre el eje -total no se entera- y le metemos una clavada primero al bolsillo y luego entre las piernas, pasando por dejarme todas las gordas tetas llenas de grasa como si me fueran a emplumar en el salvaje Oeste. Así por las buenas.

» ¡Pues vas muy equivocado, energúmeno de polla gorda! —la mujer empuja al pobre de Claudio contra el asiento del conductor de vehículo averiado. —¡Y quítate ese puto mono lleno de mierda si me vas a follar en el coche! ¡Que vais a lo loco!

—Señora Fonseca, que yo no estaba insinuando nada —repite Claudio que tiene una erección que de puro milagro no tumba el freno de mano y toca el claxon.

—Me conozco de sobra la jugadita —sentencia la rubia haciéndose un mono con un lapicero de Repuestos Francisco para después bajarle la cremallera del mono al inocente autónomo—. ¡No te atrevas a contradecirme! ¡Conozco perfectamente a los de tu calaña!

» Vaya con el tontito. Si al final la caja de herramientas la tiene mejor surtida de lo que parecía —afirma Larissa tras golpear con la palma de la mano repetidas veces el pollón de Claudio para después escupir un largo salivazo sobre su cerúleo glande.

Aprieta al inocente de Claudio los cojones con la palma de la mano, variando la intensidad de los movimientos de sus dedos en el durísimo saco testicular. Se va a pegar una corrida el amigo que le va a dejar la cara como pintada a pistola.

El mecánico no sabe ni como ponerse, así que se deja hacer. Tiene la polla gorda como el pistón de un Monster Truck.

—Tú te portas bien con Larissa (lametazo), le arreglas la tontería esa del coche (lametazo) y la señora Fonseca te hace una limpieza de los bajos de escándalo (lametazo). Y paso por alto que te hayas aprovechado de mi inocencia.

Claudio está en la gloria. Por el reojo casi juraría que Miss Julio no le está gustando ni una pizca ser relegada de una manera tan sibilina. Ella que ha visto tanto, ha ayudado con sus curvas en los momentos de soledad. Anda si a ella le diera por hablar.

Larissa se sube la falda, levanta una pierna y se baja las bragas empapadas. Acto seguido, se las mete en la boca a Claudio. Huelen a pecado ancestral.

—¿Te va a quedar mirando toda la tarde o me la vas a meter todavía antes de fin de año? —pregunta Larissa a un sorprendido Lucio que acaba de llegar, levantando el culo y separando las piernas. La vista que se le ofrece a Lucio es gloria bendita.

Sin mediar palabra le mete una estocada al conejo de la señora Fonseca que la desplaza a ella con la polla metida en la boca de su hermano, medio metro.

Tiene el coño, Larissa, como le gusta a Lucio, terso, muy caliente y un poco peludito como un melocotón. Nada que ver con las chicas modernas de ahora que se le depilan a diario y se hacen unos destrozos. A él desde siempre le gusta sentir pelo. Donde hay pelo, hay alegría.

La agarra de las caderas. Tiene el culo frío, pero seguro que de los pollazos que le va a meter de aquí a un rato se le va a quedar más rojo que el hipotético hijo de Santiago Carrillo y Dolores Ibarruri "La Pasionaria".

—¡Folladme, hijos de puta! —grita Larissa en los breves ratos dónde no atiende con devoción la hinchada tranca de Claudio. Clava sus uñas en el culo a Lucio para que no pare las embestidas — ¡Me vais a arreglar el coche como sea hoy, me cagüen en vuestra puta madre! ¡Y no me vais a cobrar ni un puto duro! ¡Aprovechados!

Los hermanos asienten. Están espléndidos hoy. No la cobrarán ni un céntimo. Los ha atrapado sin duda el espíritu navideño.

Claudio no se ve harto a estrujarle las gordas tetas a Larissa, parece un trilero moviéndolas de un lado a otro, mientras su querido hermano emite con el pecho encendido gruñidos como los de un lobo. Con los hombros caídos del esfuerzo titánico para no correrse parece que lleva puesto siete abrigos mojados encima. Se le está torciendo hasta la vista.

—¡Me voy a correr, joder! —exclama sintiendo como una corriente de mil vatios recorre su espina dorsal desde los dedos de sus pies.

Larissa da su aprobación con una mirada furtiva. Se está poniendo cardíaca con los gemelos. Anda que no llevaba ella deseando que le pasara algo parecido. Es una fantasía desde que es adolescente. Se seguirá haciendo un poco la ofendidita, diciendo que ni se les ocurra correrse, que son unos mierdas, que ni se les pase por la cabeza ponerse un condón ni pollas, cosas así, pero en realidad se lo está pasando bomba. Ya lleva dos orgasmos.

Poco después ambos hermanos se descargan al unísono. Uno en la boca y el otro dentro del receptivo melocotón de la damisela en apuros. Lucio ni preguntó si podía eyacular dentro. Su taller, sus reglas. Bastante tiene en no caer "desmayao" habiendo soltado siete litros -algo menos en realidad- de líquido anticongelante en cuatro potentes tiros.

Pero si pensaban que ya habían cumplido iban muy equivocados. Hubo cambio de cromos, y está vez fue a Lucio a quien le repasaron la herramienta a conciencia con la ardorosa lengua de la señora Fonseca, que de seca sólo tiene el apellido y Claudio pasó a abrocharle el culo a Larissa con su nervuda tranca.

Cinco minutos después vuelven a eyacular como bestias pardas. Esta vez, cada uno sobre una manchada teta de grasa de motor de la mujer de rodillas frente suya. Como buenos hermanos. Tras chocarse las manos, hacen el "dab".

Miss Julio, harta de tanta ofensa, se desarbola y cae al suelo cubierto de serrín. Ya la echarán de menos, putos hermanos.


24 de diciembre.
Hora de la cena.


Silvia está espectacular con su cortísimo vestido ajustado color pasión y su melenita corta. Claudio se ha hinchado a verle las bragas y los ligueros a la última novia de su hermano. Tiene una "puesta a punto" buena. De buena gana le pasaba la ITV (Inspección de taladro de verga) gratis y sin cita previa.

Mientras Silvia termina de recoger los platos de la cena, los hermanos se fuman un cigarrillo en el balcón.

Al final pudieron arreglar el coche a Larissa en menos de lo que canta un gallo. Era en realidad una tontería de la batería, pero de fácil solución.

Ambos se terminan el pitillo, se miran y no pueden evitar reírse. La tarde ha salido a pedir de boca.

—¿Te ha gustado mi regalo de Navidad? — preguntan ambos al unísono con una sonrisa picarona.

—¿Qué? — responden al mismo tiempo.

Lucio toma la delantera. Nunca fue el más espabilado ni el más ágil pero esta vez ha sonado la flauta.

—Contraté a un escort para que te repasara a conciencia. Falta te hacía con esa cara amargado que se te estaba quedando —aclara Lucio sin perder de vista a su novia que está abriendo una botella de champán en el comedor.

—¿Pero ¿qué me estás diciendo? ¡Yo también contraté a un escort como regalo de Navidad! ¿No me estarás diciendo que hemos contratado a la misma mujer? —añade Claudio muerto de risa.

—¿Y la hemos pagado dos veces? Vaya panolis estamos hechos. No me extraña que eligiéramos la misma. Somos gemelos, más que hermanos. Cojeamos del mismo pie.

Silvia entra en el balcón con tres copas de champán, y tras darle un largo beso con lengua a su novio y otro en la boca para sorpresa a Claudio, se disculpa por haber sido una gilipollas todo el año.

Se termina de un trago la copa y sin más miramientos, agarra de las bolas a los hermanos y los lleva para el dormitorio. Dice que hay que dejarse de rencores, ser una caduca del siglo pasado y que hoy toca follar como conejos. Que todo queda en familia. Luego cuando los haya despachado a los dos, llamará a su hermana Marisa que se acaba de separar y que está falta -como ella- de un buen cambio de aceite.

Ambos hermanos se miran, y presuponiendo (erróneamente) que es otro regalo de Navidad del uno al otro, entran en el dormitorio como pingüinos.

Que fuera una idea de Silvia para darse un homenaje a costa de los hermanos sin haberlo hablado con nadie de los dos antes queda entre nosotros, ¿vale?

FELIZ NAVIDAD

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¡La banda sonora!

Alok & Ava Max - Car Keys


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Comentarios

  1. Muchas gracias Valentin@ por otro estupendo regalo literario y por los homenajes de los nombres de los protagonistas. Me he reído con cada detalle no tan oculto. ¿Habrá segunda parte?

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  2. Excitante relato en línea de Valentin@, me complace ver que hay vida más allá de Putain y LeNoir. Bien, bien.

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