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Arsène Putain y el escándalo Ludovico - 4a parte (Inspector Arsène Putain II #4)

 EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS




Arsène Putain y el escándalo Ludovico (4a parte).

Día tres. 
Cerca de la medianoche.
Despacho de Bernadette Monzepat.

Tras la cena benéfica en honor a la duquesa Putova de Valéry, el intachable inspector Arsène Putain ha pedido reunirse con la gobernanta Bernadette Monzepat-Saint Omer, con su díscola hija Alessia, con su mejor amiga (y ocasional amante lésbica) Carla Deveroux y Nina Putova para esclarecer la identidad del chantajista Ludovico.

—Tras agotadoras pesquisas y gracias a mis excepcionales dotes de investigación —explaya Putain con vehemencia sirviéndose una copa—, he descubierto el lienzo secreto de la identidad de Ludovico con la tinta de mi ingenio.

En realidad, el indómito inspector se ha pasado más tiempo follando que investigando, pero eso no viene al caso. ¡Un profesional como Putain no se (le) arruga ante nada y hace lo que haga falta en pos de la justicia!

Bernadette se incorpora nerviosa de su sofá y espera de pie, pitillo en mano, que Putain le ofrezca fuego. Putain se acerca y cumple su cometido no sin antes darse una vuelta por la balconada de los exuberantes pechos de la pelirroja. 

A Bernadette le ponen muy cachonda los hombres inteligentes y decididos. Y Arsène lo es. Aparte de calzar una polla como un asno. Eso le consta por unas fotografías que le han llegado a sus manos. Las mismas manos que después terminaron en las partes más púdicas de su anatomía. 

La gobernanta hizo muy bien en pedirle ayuda al bravo inspector. Putain será sin duda un buen partido para la casa Monzepat-Saint Omer y entre sus prietas piernas.

—Algo no terminaba de cuadrar en el chantaje de Ludovico, un criminal de tres al cuarto. Había demostrado tener un exquisito gusto por el detalle en sus amenazadoras misivas, pero cometió un fallo grotesco la pasada noche —continúa Putain sirviendo una copa al resto de los presentes—. Un fallo sólo visible a los ojos de un experimentado agente de la ley como yo.

Alessia, cruzada de brazos y cerca de la licorera, mira intranquila a su amiga Carla. Teme que Putain se explaye en demasié y exponga su implicación real en todo este asunto. No le interesa para nada que su madre sepa que es un poco putón.

—Para terminar de sustentar mis sospechas debía tenderle una trampa. Sin perder el tiempo, me informé -valiéndome de mi condición de agente de la ley- en la recepción de la dirección de la mansión Melun. ¿Por cierto, cuántas horas al día trabaja Maxim Lloris? Y me dirigí raudo a encontrarme cara a cara con Nicolette, la ex amiga de Alessia.

—¡Lo sabía! ¡Hija de mil zorras! —grita Alessia aliviada, incapaz de contenerse golpea la licorera y de paso tira dos carísimas botellas. Al hacerlo sus pechos creen erróneamente que toca salir a pasear y amenazan rebelión dentro de su camisa ajustada de seda—. ¡Raposa! ¡Comepollas! Nunca superó la humillación de su fiesta de cumpleaños.

—No seas vulgar, Alessia. Eres una señorita y no una meretriz malhablada del Puerto deseosa-de-que-se-la-metan-por-una-copa-de vino—la reprime con voz alzada Bernadette— Inspector, por favor, continúe.

Putain asiente, se gira, de frente a los amplios ventanales y de espaldas a la familia Monzepat & Co. para darle más dramatismo, y continúa con sus explicaciones. Otro factor para girarse era que se la estaba poniendo gorda otra vez. Asombrado había constatado que, de las cuatro féminas presentes, se había follado a todas menos a Bernadette. No está mal para llevar apenas tres días en el hotel y estar a punto de resolver el caso.


Día tres. 
Ocho horas antes.
Mansión Melun.

—Inspector Putain, no tenía ninguna duda de que pasaría verme más pronto que tarde —levanta la vista Nicolette recostada en su jardín. Está leyendo cautivada un libro y sin intención alguna de levantarse de su tumbona. Va de divina—. No podía quitarme los ojos de encima en el hipódromo ¿verdad? Lamento desilusionarle, no estoy interesada en cuarentones.

—Señorita Melun. Disculpe mi atrevida presencia. No es mi intención molestarla más de lo indispensable pero la justicia requiere de su inestimable ayuda —explica Putain de pie frente a ella con las manos estiradas en los bolsillos para realzar su paquete—. Por cierto, está leyendo el libro al revés.

Avergonzada por su torpeza, Nicolette tira el libro "Confesiones de un apicultor marsellés en Normandía tras la Gran Guerra" a la piscina hundiendo un flotador con forma de pato. A pesar de tener letras tan grandes como para graduar la vista de un cegato, la joven veinteañera apenas lleva una docena de páginas.

—La verdad es no me gusta leer. Me ha descubierto. Me aburre sobremanera la vida de los demás. Me apasionan otras cosas —se levanta, le pasa una mano por el bíceps derecho a Putain y sisea como si se hubiese quemado la mano—. ¿Cómo le puedo ser de ayuda? Estoy muy ocupada, pero le daré diez minutos de cortesía. Haga el favor de acompañarme a la biblioteca.

Nicolette le chista a la doncella y le ordena que traiga un pequeño tentempié. La joven tiene una buena vuelta a la noria. Culo ovalado, pechos pequeños, pero de aspecto duro y un cuello terso moteado por un pequeño lunar en forma de corazón. Su peinado bob refuerza sus grandes ojos oscuros. A Putain le gusta que las féminas calcen botas altas de cuero y si encima lo hagan en conjunto de un jumpsuit, mejor. El amigo bajo los pantalones de Putain asiente con un balance de cabeza que subscribe cada pensamiento y pregunta que cuando toca salir a presentar los respetos a la dama.

Entran en una biblioteca repleta de lomos de libros impolutos que confirma a Putain todas sus sospechas. A Nicolette le gusta figurar. Dárselas de intelectual. Podría ser que Melun fuera una persona que cuidase mucho sus libros y fuera esa su manera de leerlos, pero entonces no habría tirado el coñazo del libro del apicultor a pescar.

Ciertamente es la decoración muy particular. Cuadros de parejas copulando, inmensos miembros masculinos de madera e innumerables objetos de índole sexual adornan las estanterías. Tiene la Srta. Melun una obsesión por el falo masculino digna de ser tratada.

—Si no ha venido a seducirme, ¿de qué va todo esto? ¿Dice que necesita de mi ayuda?

—Necesitaba una excusa para salir del imperio Monzepat y tenderle una trampa a un criminal para confirmar mi teoría. Si mis sospechas son acertadas, el malhechor del caso que me ocupa me seguirá hasta su mansión con el malvado propósito de extorsionarme.

—¿Y por qué particularmente mi mansión? ¿Por qué no elegir una localización al azar? No sé, ¿una cafetería en el centro? —interroga la Srta. Melun repanchingada en un amplio sofá. Se ha quitado las botas. Tiene una manicura perfecta—. ¿Qué pensaba que iba a pasar aquí para que ese tal Ludovico le pudiese chantajear?

—Le iba a pedir que simuláramos frente a sus ventanales que usted me hacia una felación.

¿Excuse moi?

—Tengo mis motivos para pensar que Ludovico estará apostado en la arboleda que da opción a unas vistas esplendorosas al interior de esta biblioteca y los de su dormitorio para hacer fotografías indecentes. Aparte de que no le he dicho el nombre del criminal y se acaba de meter en un lío.

Nicolette sonrojada por su torpeza, admite que sabe de la existencia del delincuente pero que no tiene nada que ver con el chantaje. Que por favor no dude de ella y vaya a comprometer su posición entre la nobleza. Saber cosas no la hace a una cómplice.

—A pesar de que la omisión de información está penada, omitiré ese detalle en mi informe. No obstante, la creo. No creo que tenga que ver nada con el caso. ¿Me ayudará?

Melun aún sentada en el sofá le baja la cremallera al inspector, y tras magrear el voluminoso paquete de Putain, le retira el calzoncillo oscuro. La polla de Arsène sale escopetada como el muelle de un juguete roto y golpea primero el ojo derecho y después el izquierdo de Nicolette. A las pocas horas no podría ocultar ni con kilo de maquillaje ambos moratones.

—¿Para qué simular una mamada pudiendo llevarse una de verdad? ¿A quién no le gusta ayudar a la justicia y más aún si tiene ésta una polla tan gorda? —atestigua solícita la joven del peinado bob deslizando la cremallera de su jumpsuit hasta descubrir sus pequeños pechos puntiagudos—. A Ludovico le va a hacer falta una cámara de gran angular para retratar esta hermosura de rabo.

A doscientos metros, mal encaramado a un roble, un muy celoso Ludovico no para de hacer foto tras foto maldiciendo para sus adentros a Putain. Clic, clic, clic. Amargado fantasea que debería estar penado tener una polla así y qué es indispensable que deba terminar en prisión por abusón. ¡Qué abran las puertas de la Bastilla! Clic, clic, clic. Que ojalá se le cayesen los huevos y se lo pusieran negros como un grillo una buena mañana. Clic, clic, clic. Que no se le empine la polla nunca más ni con un camión cargado de Viagra. Clic, clic, clic. Ludovico odia muchísimo a Putain. Clic, clic, clic. Desde siempre. Clic. 

La forma de lamer de Nicolette es ciertamente particular. Golpea el glande de Putain repetidas veces sobre sus labios sin terminar de meterse el pollón de Arsène en la boca. A lo sumo una pequeña succión del bálano. Con un mano aprieta los huevos del inspector mientras con la otra descerraja violentamente el falo de Arsène desde la base hasta el prepucio como si fuera una escopeta recortada. El troncho de Putain es de todo menos recortada y con las manos en la cintura, el bravo azote del mal espera que Ludovico haga cientos de fotos que soporten su teoría sobre su identidad. 

Menos mal que él está ahí para salvaguardar a la inocente ciudadanía. Dándolo todo. No se merece su querida Francia menos.

No tardará en correrse en la boca de piñón de Nicolette. Le hubiese gustar follarse a la ratón de biblioteca de postín, pero el deber y la falta de tiempo obliga a hacer sacrificios. Las bragas se la llevará de todas maneras.

La hija del cónsul Melun, se ha comido muchas pollas en su vida, pero ninguna como la de su reciente visita. Y aunque le encanta follar, ella ha sido siempre más de chupar. Las gordas venas palpitantes del pollón de Putain y la curvatura de su duro y gordo nabo cada vez más pronunciada la señalizan su inminente eyacular. La doncella entra y viendo el percal, avergonzada se da la media vuelta.

Nicolette le da el visto bueno con la vista y una levísima afirmación con la cabeza al inspector qué no le importará que se corra en su cara. No va a renunciar ahora a batir su récord personal en destruir una polla con su boca. Tiene previsto recuperar su cetro. Putain aprieta los cachetes del culo. Está a punto caramelo.

Huelga decir que explosiva lechada de Putain sorprende a Nicolette por su delicioso sabor salino y una incomparable textura cremosa. La corrida de un caballero sin igual. Así da gusto colaborar con la justicia.

Peina la joven sus mejillas con los últimos estertores lechosos del troncho de Putain. A pesar de ser las postreros salvas del orgasmo de Arsène, queda tras la corrida, con el rostro pintado de blanco y los ojos morados como un oso panda tras salir de fiesta toda la noche.

Durante tres días tuvo que llevar gafas de sol a todas horas. Hecho que todos sus conocidos interpretaron como un acto de soberbia y pijería innecesaria. Nada más lejos de la realidad.


Día tres. 
Medianoche.
Despacho de Bernadette Monzepat.

—Al poco de volver al Hotel, tras realizar cuatro llamadas telefónicas, mis sospechas se confirmaron y la identidad de Ludovico quedaba esclarecida.

—¡Díganos de una maldita vez quién es! —sube la voz Bernadette Monzepat visiblemente alterada para disculparse después. Una dama como ella no debe levantar la voz jamás.

—Maxim, el hijo secreto de Eduard Bonnafont. Ex marido de la duquesa Nina Putova de Valéry. Encarcelado actualmente en la prisión de Maison d'arrêt de la Santé por su implicación en una red de apuestas ilegales y primo segundo de Bernadette Monzepat.

Nina no cabe en su asombro. ¿Su exmarido Eduard? ¿El padre de su hija Pauline, alias Nicole Moloko? ¿Por qué sería capaz de un chantaje tan despreciable? ¿Y por qué el objetivo de su ira es su prima Bernadette? ¿Y desde cuándo tiene el hijo de puta un retoño secreto fuera del sagrado matrimonio que ella respeta a ultranza?

Su affaire con Putain y que se la pasara por la piedra durante meses no cuenta. No ha nacido mujer que se pueda resistir a la capacidad de seducción de un varón como Arsène y lo que es imposible, es imposible y nadie puede culparla por ello. Ya está. Había que decirlo y se dijo.

—Tras regresar al hotel de la mansión Melun, la trampa había surgido efecto. Sobre mi cama una docena de fotografías junto a cartas amenazadoras de Ludovico. Que dejara de investigar, que dejara el hotel, que dejara de follar. Gilipolleces que no iban a persuadir mi indomable búsqueda de la verdad. 

—¿Y cuál es su papel en todo esto Monsieur Putain? —pregunta Bernadette encendiéndose el enésimo pitillo. Está muy nerviosa. Putain duda en hacer una pausa, echarla un polvo y continuar después. 

—Una sucesión desafortunada de circunstancias se volvieron en contra de Maxim. Su plan original era hacerse con el dinero del chantaje sin realmente nada de logística detrás. Desde que encarcelaron a su padre y siendo hijo bastardo desconocido se había quedado con nada y menos. Ni Nina conocía se su existencia —continúa Arsène con las manos en los bolsillos. Le encanta hacerse el interesante.

» Eduard convenció a su hijo desde prisión de la idoneidad de chantajear a Bernadette aprovechando que haría lo que fuese para no dinamitar aún más su maltrecha reputación. Propuso que utilizar el nombre del amante imaginario de juventud de Nina y Bernadette, Ludovico. En la intimidad de la alcoba se cuentan muchas cosas, Nina.

Nina se lleva la mano al caballete de la nariz. No quiere que Putain la tome por estúpida.

—Todo se vino abajo con mi inesperada presencia en el hotel. No contaba con ello. El mundo es ciertamente una prenda de ropa interior, perdón un pañuelo —sonríe el inspector—. Enrabietado por hacerme culpable de la desgracia de su padre cometió el primero de múltiples errores. Se justificaba que si yo no hubiese tenido un desliz con Nina, su padre no hubiese apostado tanto y perdido más, que si la abuela fuma, que si el clavo de la herradura que hizo perder una guerra.

» El primer error fue tachar con virulencia mi miembro en las fotografías de mi colisión sexual con la duquesa de la pasada noche. Eso lo hizo personal. Me indicaba que el problema era yo, y no la duquesa o la familia Monzepat. Su segundo error fue caer en la trampa de mi visita a la mansión Melun. Pregunté expresamente en la recepción a Maxim por la dirección de Nicolette. Quería asegurarme que supiese dónde me dirigía y, con algo suerte, que me siguiese.

Alessia no puede más. Está muy enamorada. Que despliegue de inteligencia.

—Por supuesto, la cámara oculta de mi habitación, le grabó horas después entrando en mi habitación con las botas llenas de barro -llovió durante horas el día de hoy- y dejando las fotos. El gilipollas se pasó veinte minutos limpiado el pomo de la puerta, la licorera, todo objeto que pudiese haber tocado, me recogió las camisas para terminar pasando la aspiradora por toda la habitación.

—¿Esa cámara de su habitación la tiene siempre encendida a todas horas? —pregunta Carla temerosa de la contestación.

La respuesta afirmativa de Putain no es del agrado de Carla.

—Después hice algunas llamadas más y confirmé que Maxim era en realidad el hijo de Eduard Bonnafonte. Llamé a la prisión y me confirmaron que seguía teniendo una relación muy cercana a su adorado padre. Otra llamada me certifico que Maxim estaba más pelado que la pata de una gallina—termina Putain—. ¡Ah!, y no os preocupéis que Maxim pueda darse a la fuga. Antes de entrar en el despacho, le he ido a visitar y le he pegado cuatro hostias bien dadas. Está detenido. Ha cantado mejor y más bonito que los niños cantores de Viena. Cuando salga de la cárcel, tiene carrera ahí.

Aliviada, Bernadette abraza a Putain. Está súper cachonda. Una mujer agradecida al que la han solucionado un problema gordísimo. Arsène aprovecha para arrimar un paquete igual de gordo.

Último día. Mediodía.
Despacho de Bernadette Monzepat.

—Mamá, ¡Putain te va a hacer abuela! —jadea Alessia cerrando las piernas como un cepo para evitar que la abrumadora corrida del Putain encuentre una salida de su desfondado conejo. 

Un desmadejada Bernadette le responde, sin dejar de apretarse los pezones llenos de esperma espeso como leche condensada, que se calle de una puta vez. Que es más probable que pronto tenga un hermanito (o dos) del salvaje corridón que le han metido diez minutos antes al inspector mientras le cabalgaba ella a galope tendido. Sin dejar de fumar por supuesto. Tiene que dejarlo. El fumar, no el follar. Eso jamás.

La pánfila de su hija ni se dio cuenta, entretenida como estaba en chuparle y morderle las depiladas bolas al inspector. La verdad es que era difícil de averiguar sacando la polla el agente de la ley de la caja de caudales del imperio Monzepat igual de dura.

Al final la duquesa Putova sí que acertó de pleno con que Bernadette le haría dos buenas pajas cubanas con y entre las tetas -una tras otra sin pausa- como muestra de gratitud para después ofrecerle que fuese su flamante nuevo marido y "Papá" de Alessia.

Huelga decir que la corrida entre las enormes bolas de la matriarca Monzepat fue aún más espectacular de lo esperado y merecedor del título con todas las letras de "desvanecemaridos". El bravo inspector se estaba quedando limpio de polvo y paja.

No obstante, Putain rechazó la propuesta de echar raíces -él es más de echar polvos- alegando que aún tenía asuntos pendientes e ineludibles con la criminalidad de París.

Bernadette sabía que a un macho como al inspector no se le podía atar en corto. Tras echar alguna que otra lagrimita, le dio las gracias por los servicios prestados y le ofreció echarle un polvo junto a su inocente hija antes de volver a la Ciudad de la Luz. A eso sí que accedió Putain sin pensarlo dos veces y con el rabo en la mano antes de que gobernanta terminara la frase.

¡C'est la vie, no hay una polla como la de Putain!


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¡La banda sonora!

Ava Max - Maybe you´re the problem


Blosson - One in a Million


No te pierdas todas las aventuras del intachable inspector Arsène Tiberius Putain bajo el siguiente enlace o en su libro recopilatorio de próxima publicación.


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Comentarios

  1. Excelente. El inspector no da puntada sin hilo. ¿Habrá libro recopilatorio?

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  2. Esperando con ansias las nuevas y eróticas aventuras del Monsieur.

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