Arsène Putain y la oferta irrechazable (Inspector Arsène Putain #17)
EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS
Yate privado de Lady Shui Komoko.
Chao Phraya River, Bangkok.
—¿Qué le ha hecho pensar que le ayudaría? —pregunta curiosa Lady Komodo dejando caer su kimono transparente de seda al suelo e introduciéndose felinamente en el amplio y burbujeante Jacuzzi de la cubierta de su yate.
El menudo cuerpo de Shui Komodo, la dama del crimen local de Hong Kong, cubierto de tatuajes que acentúan aún más su salvaje erotismo, se la están poniendo durísima a Putain. Al bueno de nuestro inspector siempre le ha puesto cachondo el peligro y está ciertamente en un aprieto si su plan trazado con Moloko horas antes no sale como espera. Moloko, por cierto, seguía cabreada consigo misma por haber fallado de nuevo la manera de joder a nuestro bravo inspector en el control de aduanas.
Lady Komodo se recoge el largo pelo sedoso azabache con ambos brazos en un improvisado moño. Al hacerlo sus pechos pequeños y duros como cocos se elevan, navegan decididos separando el espumoso agua como la proa de un barco a alta velocidad.
Arsène no puede más que admirar el delicado tatuaje de un dragón que empieza mordiendo el pezón derecho de Lady Komodo, para después enroscar su escamoso cuerpo oliváceo con trazas rojizas en el pecho derecho de la infame dama del crimen. La cola del lujurioso dragón termina adornado y descansando sobre el depilado monte de Venus de la exótica mujer. ¡Nada escapa del ojo clínico y justiciero de Putain!
—Máxime tras revisar las cámaras de seguridad del aeropuerto. La agente Lok ingresada con la mandíbula desencajada tras practicarle una felación, la agente Xu desaparecida y seguramente embarazada y la jefa de ambas, Chung que apenas se podía mover ni articular palabra alguna, le tuvieron que traer una silla de ruedas para que pudiese irse a su casa. Con estos mimbres, esa desfachatez e insolencia tan típica occidental, se planta en uno de mis locales horas más tarde, y demanda verme voz en grito como un energúmeno. ¿Quién se cree usted que es? ¿Qué es lo que me impide matarle ahora mismo y darle de aperitivo a mis dragones Komodo? —continua la tailandesa clavando sus ojos atigrados en tranquilo Arsène.
—Lady Komodo, con el debido respeto. Si hubiese querido matarme, ya lo habría hecho y no me habrá traído a su yate, haberme hecho desnudar, meterme en su jacuzzi y servido una copa de champán mientras le esperaba. Le doy las gracias por tener un estilo inconfundible, pero usted no ha llegado a dónde ha llegado siendo estúpida. Al contrario, es una de las mujeres más fascinantes de Tailandia. Es pragmática, y no lo neguemos, tiene muchísima curiosidad por saber que le pudo ofrecer.
La tailandesa enarca las finas cejas, se acerca mientras aparta con el dorso de su mano, la polla periscopio de Arsène dándole unas juguetonas palmadas en el glande y le ofrece una nueva copa de champán.
—Cómo dicen en mi película favorita: "Antes tenía mi curiosidad, ahora mi atención". ¿Qué me puede ofrecer que yo ya no tenga? No me insulte con banalidades —aparta de un manotazo el rabo submarinista de Arsène, que parece tener vida propia, esta vez con más violencia, a un lado.
» ¿Una polla gorda? ¡Já! —mira de reojo el troncho de Putain y corrige a polla gordísima— ¿Qué le hace indicar que no posea rabos a miles como el suyo entre mis piernas con un simple chasquido de dedos?
—No como la mía. Seamos honestos y adultos. A usted le gusta estar en posesión de lo más exclusivo y a mí me gusta follar. Y servir a mi país y resolver casos, claro, pero follar también. Usted me cuenta todo lo que sabe de Sor Inés y su Hermandad y yo en cambio le haré una oferta que no podrá rechazar, como dicen, esta vez, en mi película favorita. ¿Sabe de qué película le hablo? Por supuesto que sí.
—Es usted muy, muy atrevido, Don Corleone. Dejarme follar por usted a cambio de traicionar a una fiel compañera de negocios. ¿Qué tipo de lealtad criminal tendría yo si me dejase joder por cualquiera, por usted? —responde Lady Komodo dándole la espalda y contoneando las caderas igualmente tatuadas, arrimando el miembro de Arsène a su culo. El cuello blanquecino y terso de la mujer, a pesar de haber sobrepasado el ecuador de los treinta, es una invitación devastadora.
Putain se acerca y le susurra al oído la índole de su irrechazable propuesta. Komodo abre los ojos de par como un ciervo y tras negar una y otra vez con la cabeza exclama con voz trémula y labios temblorosos: "¡Imposible! ¡Eso es una leyenda urbana!"
El inspector vuelve a asentir levemente su propuesta con la cabeza. Lady Komodo se mordisquea los labios y se aprieta contra el intachable inspector. Sin que Shui Komodo pueda pronunciar palabra alguna más, Putain la agarra de los hombros y le mete una estocada de carne por detrás que desplaza dos litros de agua y pone perdidos las botas de los sufridos guardaespaldas que pensaban que habían visto de todo y que no saben ni que hacer ni donde esconderse.
Shui se muerde los nudillos desesperada por haber perdido tan fácilmente el control. Intensas y rítmicas oleadas de placer la inundan. Cada embestida le hace perder la conciencia por segundos. Es un animal potentísimo. ¡Un miura desbocado sediento de coño! El pollón del agente de la ley francesa está destruyendo su vulva como una bola de demolición una casa de papel.
Komodo abrumada, mueve la cabeza de izquierda a derecha como si estuviera rodando la última parte de "El Exorcista" sin dejar de soltarle los musculados cachetes del culo al inspector. Ni así consigue despejar la cabeza. Pone los ojos en blanco de placer. El inspector la está partiendo el conejo al mismo tiempo que le penetra con dos dedos su decoroso culo.
Sin poder resistirse más a las embestidas, se corre violentamente como una novia el día de su boda. Arsène al sentir la vagina de Shui contraerse en violentos espasmos orgásmicos, acelera las acometidas sin descuidar de morderle los hombros y agarrar posesivamente a Komodo del cuello. Le arranca el collar aro dorado y se lo tira a los pies de los guardaespaldas. Si no hubiese sido virtualmente imposible, Arsène hubiese jurado que el segundo dragón tatuado de la espalda de la mafiosa había empezado a bizquear y sacar la lengua bífida.
Le mete otro pollazo gratis a ella y al dragón. Komodo fuera de sí empieza a relinchar como un caballo. Otro orgasmo esta vez acompañado por el cálido esperma del inspector en su vagina. Aún estando su jacuzzi ajustado a una temperatura ideal de 32 grados, siente el cambio de calor del interior de su estrecha vulva con la furia desatada de los latigazos de semen del inspector.
Las perladas gotas de semen del inspector se dispersan por el jacuzzi y se pegan como una segunda piel a los amantes (y joden de paso el PH del agua). Sin mediar palabra, Putain le coge en fornidos brazos y la sienta en el borde del jacuzzi de cara a él. Shui temerosa de que los guardaespaldas la vean perder los pocos papeles que le quedan, les ordena que se vayan a tomar por culo. Que lo tiene todo bajo control (mentira, más quisiera ella) y que no hace falta que vean además a Arsène comerle el chichi.
El adalid de la justicia parisina hunde su calva entre los muslos y obsequia a la dama del crimen con una ronda de experimentada lengua francesa desatada. Komodo, rendida ante su impotencia, echa la cabeza y los brazos para atrás y se deja hacer. Mira al estrellado cielo para terminar pensando el crimen hace extraños compañeros de cama.
A este no le va a dejar escapar, le va a proponer matrimonio, que le haga un bombo, dos, tres, los que sean, se la chupará todos los días mirándole a los ojos, le ofrecerá el culo todas las noches aunque no se lo pida, pero éste se queda a su lado y la entierra, aunque sea a polvazos, con una sonrisa.
Medianoche.
*Bebida alcohólica de higo muy fuerte.
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—A ver si lo he entendido —exclama Moloko llevándose las dedos al puente de la nariz —. No sólo Lady Komodo va a traicionar a la Hermandad del miembro erecto, si no que te ha desvelado el plan al completo de Sor Inés. ¡Con pelos y señales! Así por las buenas.
—Exactamente. No ha sido tan fácil. He tenido que aplicarme a conciencia para convencerla, pero al final ha reconocido en sus propias carnes que tenernos de aliados tiene sus indudables ventajas. ¡Lo que yo no haga por mi amado país y la seguridad mundial!
—Y ahora esperamos a que Sor Inés junto a su hermandad hagan acto de presencia para detenerlas esta noche en el puerto. ¿Por qué iban a aparecer? Es una trampa a toda vista y ¿por qué estoy esposada?
—Como es bien sabido por nuestro último encontronazo, Sor Inés y su Hermandad desprecian la irresistible dependencia que toda mujer tiene del falo para calmar sus instintos sexuales. Es cierto que una mujer puede alcanzar el orgasmo y el clímax de múltiples formas, pero es un hecho innegable que todo objeto necesario para calmarlas simula, de cierto modo, una polla erecta de mayor o menor tamaño. Los consoladores, los satisfayer, todo es al final, un rabo de repuesto.
» Tras perder el crucifijo de Santa Cataplina a manos tuyas, los estudios de un objeto que lo pudiese substituir condujeron a Sor Inés a la búsqueda del mítico pollón de Giacomo Casanova. Al miembro del seductor veneciano se le atribuía no sólo una resistencia y una dureza inusual durante días enteros sino además dejar en juguetito de parvularios el crucifijo de Santa Cataplina a la hora de entregar orgasmos casi instantáneos. Un molde de tan extraordinaria lanza sería un más que digno reemplazo para justificar la renacida cruzada. Obviamente, ni Casanova ni su miembro están entre nosotros, pero si un descendiente directo suyo igualmente dotado. ¡Yo, Monsieur Arsène Tiberius Putain! Siempre lo sospeché. Mi pollón no puede ser normal. Sor Inés conocía de mi noble linaje y nos tendió una trampa en Roma para hacerse con un molde de mi falo.
» Ayer, por mediación de una solícita Lady Komodo, me he puesto en contacto con Sor Inés y le he ofrecido durante una semana entera prestarla mi polla para que hagan los moldes que les viniesen en gana. Un modelo personalizado a las necesidades de cada miembro de la Hermandad. ¿Por qué conformarse con un único modelo universal pudiendo tener un modelo personalizado? A cambio sólo deseaba dinero, muchísimo dinero. Ya ves, se lo han tragado. Se cree que el ladrón que todos son de su condición. Y bueno, tener derecho de pernada de cada nuevo miembro futuro de la la hermandad los próximos diez años y un bono de diez polvos gratis trimestral con quién yo quiera de la Hermandad durante doce meses.
—¿Y si lo han creído? Ok, me lo trago. Son bastante estúpidas, pero ¿por qué estoy esposada? ¿Y para qué me he colocado una peluca rosa para pasar desapercibida si saben quién soy?
—¡Ah eso! Bueno también les dije que te había apresado y que te entregaría para que te castigaran por prófuga. Una muestra más de buena voluntad hacia ellas. Y la peluca rosa te queda muy sexy.
» Pero no temas, si mi plan sale tal como me he imaginado, no tendremos ni que detenerlas, la Hermandad se disolverá por si sola y para siempre. Un líder sin argumentos es mejor que un mártir convencido. Y ahora en serio, me decepcionarías mucho si no fueras capaz de deshacerte de las esposas en cuanto quisieras.
Los focos de un jeep militar acercándose a toda velocidad, interrumpen la escena. Es Sor Inés y tres miembros más de la Hermandad. Entre ellas, Antonella Morelli. Esos labios tamaño bote neumático y unas tetas del tipo melones cantalupo son inconfundibles. A las otras dos no las conoce. Tampoco ayudan que vistan casi igual de forma sexy y pecaminosa. Cabello y cuello ocultos bajo la blanca cofia y hábitos ajustados abiertos en el frente mostrando pechos duros y apretados. Completan la vestimenta, Ligueros ajustados, tanga e impolutas botas Doc Martens. Sólo Sor Inés viste de forma diferente para remarcar su rango de líder con un traje de látex ajustado de pies a cabeza. Desde luego, de estilo no se les puede poner ni un pero.
El jeep se detiene dando un trombo a escasos centímetros de un relajado Arsène que para darle mayor misterio a su regio porte se ha encendido un cigarrillo. Se lo ha tenido que pedir a Moloko. Él hace muchos años que dejó de fumar, pero esta vez la ocasión lo exige.
—Nuestros caminos se vuelven a cruzar —exclama Sor Inés, pegando un ágil brinco fuera del ronroneante jeep. —Y la puta de Moloko, nuestra oveja descarriada también ha venido. Qué placer más inmenso. Aquí en el maletín tengo tu dinero. En metálico, no me fío de los bancos. Ya me han bloqueado la tarjeta siete veces por confundirme de PIN, de TAN, de RANTANPLAN o de su puta madre.
—No tan deprisa, Sor Inés. ¿Cómo va a funcionar todo esto? ¿Me voy con vosotras y tomáis muestras de mi polla tiesa durante horas? ¿O se va a follar aquí antes?
—Bueno, no lo había pensado, en realidad. De momento te vienes con nosotras a nuestra guarida. Y ahí inspeccionaré en detalle el material a ver si cumple las expectativas depositadas. Nadie compra un gato metido en un saco, como diría la hermana Anna en alemán —señala a la imponente mujer al volante del jeep— o en cristiano; a ciegas ¿verdad?
—¡Pero antes nos lo follaremos, cada una de nosotras, las veces que necesitemos para aplacar a nuestros demonios! Todas tenemos derecho —demanda Antonelli Morelli, subiéndose la falda para dejar al descubierto sus torneadas piernas embutidas en blancos ligueros.
La hermana pequeña de Sor Inés no lleva tanga, ¿Para qué?
—¡Que no joder! Putain es el diablo, que no os confunda hermanas —responde nerviosa Sor Inés viendo que se le está saliendo de madre de nuevo el plan con el polla gorda del inspector—. La Hermandad debe estar por encima de los libidinosos placeres carnales que ofrecen sátiros como el inspector. Yo en todo caso sería la única con la fuerza suficiente para resistir el vil influjo de Putain. Me sacrificaría por vosotras para entregar mi cuerpo y intentar aplacar el bravío al inspector.
—¿A sí, pedazo de puta? —grita Maddie "Bazooka" Kane, ex azafata de una conocida línea aérea estadounidense y uno de los miembros más longevos de la Hermandad —. Y nosotras mientras tanto a meternos una vela o un cirio pascualero, ¿verdad zorrón? Pues a ser que no me gusta una mierda tu plan.
Sor Inés intenta aplacar la revolución en ciernes llamando a la calma. Se le está yendo la situación de las manos. Con rabia, comprende finalmente el plan maestro de Putain. Encender la llama de la revolución. ¿Hay algo más francés acaso que una sublevación social? Cuán estúpida fue. Nunca fue su Hermandad contrincante para el lujurioso inspector. Su cruzada estaba condenada desde el principio. Una vez cegadas por el descomunal miembro del agente de la ley, ya ninguna quería un frío trozo de plástico entre los muslos. ¿Cómo no lo vio venir? Les está ofreciendo salami cuando veían que su líder comía jamón. Es imposible iniciar una cruzada cuando todos tus miembros son putas en ciernes a falta de rabo.
Los murmullos y los reproches entre las hermanas no cesan. Cada una acosa a la otra de ser un pendón desorejado. Y que deberían ser ella antes que nadie que debiese hacer las pruebas de calidad con el inspector. Nadie se pone de acuerdo. Parecen el meme de los tres Spider-Man con un personaje más. Sor Inés, desbordada alza la voz para preguntar que quién todavía cree en su liderazgo. Las hermanas Antonella, Maddie y Anna bajan la vista avergonzadas. No están nada convencidas de la cruzada. En realidad, nunca lo estuvieron. Sólo querían ser cools y despotricar contra los hombres.
La hermana Anna, la antigua influencer de viajes amañados Fräulein Ramba Zamba, arranca el jeep y se marcha dejando a Sor Inés envuelta en una nube de humo.
La hermana Maddie, cabreada, se marcha diciendo en qué hora se dejó convencer para formar parte de la Hermandad. Avanza decidida a la ciudad con la idea fija de encontrar un tatuador. Uno que le pueda borrar el horroroso tatu del pene dentro de un círculo que se hizo en la mejilla del culo.
La hermana Morelli no deja de ladear la cabeza de un lado y otro, y tras darle un pisotón a su hermana se marcha diciendo todo tipo de barbaridades en italiano moviendo mucho las manos. Está como endemoniada.
Sólo queda Sor Inés solo frente a Putain. Derrotada.
—Has ganado de nuevo, monsieur Putain. Nada que reprocharte a tu plan maestro. Has jugado maravillosamente tus bazas, tengo que admitirlo. Anunciaré en la red que la Hermandad finiquita sus acciones globales y se disolverá como brazo armado. No voy a montar un escándalo, pero tampoco me entregaré. Desapareceré, me ocultaré a lamer mis heridas, y te concedo esta momentánea victoria. Pero te prometo que tarde o temprano volverás a saber de mí. Bajo mis condiciones, Arséne. Au revoir. —exclama orgullosa Sor Inés.
» Una petición si me gustaría hacerte, inspector. Quiero verla una última vez. ¿me concederás ese último favor?
Putain asiente, se desabrocha el cinturón con una lentitud insultante, y deja caer su pantalón. Tampoco lleva calzoncillos ¿Para qué? Un erecto miembro de 25 centímetros da las buenas noches a Bangkok y a Sor Inés. La líder de la ya extinta Hermanda se acerca deslumbrada, hinca la rodillas y agarra hipnotizada el colosal miembro.
—¿Puedo? ¿Me dejas que me la lleve a la boca una última vez?
El inspector asiente complacido. Sor Inés agarra el duro mástil y lo pasea por sus carnosos labios carmesís lentamente en círculos, disfrutándolo. Con la mano enguantada masajea los excitados huevos al inspector.
—Sor Inés. No soy un monstruo, ni un mal ganador. Hay que ser caballero en la derrota, pero más en la victoria. Puedes chupármela.
—¿De verdad? —responde excitada Sor Inés —. ¿Sin contraprestación de ningún tipo?
—Sí. Pero sin manos. Solo mi polla y tu boca.
Y así, enfocado por el potente foco de una grúa, la criminal Sor Inés le chupa la polla a Putain de pie y con el culo al aire en el puerto de contenedores de Bangkok, mientras una sorprendida Moloko no da crédito que el inspector hubiese vuelto a salirse con la suya tan sólo enseñando el rabo.
Las manos enguantadas clavadas a fuego en el trasero del inspector y la juguetona boca de la líder de la Hermandad dan buena cuenta del falo de Arsène desde el glande hasta la base del falo, tragándose el sable de Putain casi al completo. 25 centímetros no es tarea fácil. El inspector coloca ambas manos sobre la cabeza de Sor Inés y mira al cielo. Exhala una larga bocanada de humo sin poder evitar que parte de la ceniza del cigarrillo caiga sobre la toga de la criminal. Cómo la chupa. Más vale que la agarre bien puesto que la corrida que le va a meter ya mismo es un disparo a bocajarro -o a bocapolla- de los que hacen leyenda. El inconfundible hormigueo en pies y bolas como descargas eléctricas avisa al inspector de que está a punto de caramelo.
La descarga es brutal y muy, muy placentera. Tras correrse Putain como quién descarga una recortada (la polla de Putain es desde luego todo menos recortada), la felación que le obsequió Sor Inés entró como un relámpago en el TOP 5 de las mejores chupadas que jamás recibiría nuestro intachable inspector en su vida. De esas que te nublan la vista. Ya no sólo por la devoción casi religiosa que la ex líder de la Hermandad aplicó en cada lamida sino que además se tragó toda la lechada sin rechistar y no perdió contacto visual con Arsène en ningún momento. Alabado sea el señor.
Aeropuerto Charles de Gaulle, París.
Dos días más tarde, cerca de las 21 horas.
Arsène Putain y Nicole Moloko han aterrizado hace una hora en el aeropuerto Charles de Gaulle. Exhaustos tras casi 13 horas de vuelo, tras recoger el equipaje, Putain se dirige a su compañera.
—Moloko, ¿tienes algún plan esta noche? Es tarde —pregunta sabedor de la respuesta negativa de su compañera—. ¿Qué te parece ir a cenar algo al gimnasio de mi amigo René "el tuertas"? Comida tradicional argelina casera sin grandes parafernalias. Ya le he mandado un WhatsApp. Nos espera.
A Nicole Moloko le disgustan muchas cosas del inspector y tiene más de una cuenta pendiente con él, pero aprecia lo decidido que es y agradece que haya pensado en algo. Tiene un hambre atroz.
—Me vas a invitar, ¿verdad? —responde cautelosa Moloko — Y después me llevas a casa ¿cierto? Sin tener que luego tener que comerte la polla como agradecimiento, ¿verdad?
—Me ofendes —rebate Putain, sin admitir que ciertamente una buena chupada de postre hubiese sido un bonito detalle.
Tras salir del aparcamiento montados en el flamante Porsche 911 Carrera del inspector, Putain acelera por la autopista del Norte A1 dirección a París. Es tarde y el tráfico inexistente les permite llegar al restaurante apenas 45 minutos más tarde. Les espera René, secándose las manos en un improvisado delantal de cocinero delante del gimnasio y centro de boxeo "El pato mareado".
Tras presentarse como un gran admirador y besándole la mano a Moloko, René los lleva a una mesa cubierta en la aseada cocina, dónde les espera una selección de platos típicos argelinos y una buena botella de boukha*.
—¿Eres la novia de Arsène? Hacéis buena pareja. Eres más joven que Arsène, pero él no aparenta tampoco aparenta los cuarenta largos que tiene. Es un trozo de pan, es putero, bueno, muy putero, eso es verdad, pero tiene buen corazón. ¿Cuánto tiempo lleváis juntos? Arsène no trae a cualquiera aquí. En los veinte años que le conozco y sufro, sólo hay traído a su exmujer y Michelle. Debes importarle bastante —ametralla René sin piedad a Moloko entre plato y plato.
Moloko descolocada sonríe y responde que son compañeros de trabajo, que Arsène en realidad ni le cae bien. René replica con un seco: "Ya, ya, colegas del curro".
La tarde noche transcurre entre un sinfín de anécdotas cada vez más divertidas de la longeva amistad entre René y Arsène. Al final, como toda conversación adulta regada en alcohol y noche que se precié, René amenaza con sacarse la polla y compararla de una vez por todas y zanjar una antigua apuesta. No sólo insiste que la tiene más gorda, sino que, además, más larga. Que sea Moloko la que haga de juez. Arsène declina la invitación y divertido responde a René que siempre ha tenido un don para la comedia y que no quiere mandarle a la cama llorando.
Ni una sola vez, para mayor desesperación de Moloko, el inspector se ha propasado o se le ha insinuado. ¡Qué desfachatez! No es que lo estuviera deseando, ni mucho menos, pero sí que esperaba que el inspector diera algún paso en falso, para ella cortarle de raíz.
"Y que pasan las horas, y el gilipollas este ni me va a meter mano, ¿será posible?", piensa ultrajada Moloko.
Toda mujer sabe que no es lo mismo, poner ella los límites y decir con soberbia: "¿A dónde vas?", a qué ni lo intenten. Es muchísimo peor. Es un insulto. Con la cara avinagrada, abandona el restaurante. Se despide de René con la mejor de sus sonrisas pero está muy enfadada con Arséne.
Putain, ajeno al volcán a punto de estallar a su lado, ingresa las coordenadas del palacete Putova en el GPS de su coche en busca de la ruta más rápida. Moloko no puede más con su indignación que se va acrecentando a medida que se acercan a su hogar.
Nada, directa a casa de mi madre, sino que además lo más rápido posible, bufa interiormente la muchacha deseosa de montarle un pollo al inspector puesto que montar otra cosa parece descartada. Llegan a casa de Moloko.
—¿Me vas a follar de una puta vez o no? —demanda Moloko más indignada que una niña sin postre el día de su comunión, desesperada por la tardanza del inspector en meterla mano.
El inspector sorprendido, que había salido del coche para abrir la puerta a Moloko, niega con la cabeza, y le da los buenas noches.
—¿Cómo qué no? ¿Es qué no soy lo suficientemente mujer para ti? ¿Ya no te la pongo dura? Te follas a medio mundo y luego ¿me tienes toda la noche a dos velas?
—Pensaba que me odiabas a muerte —recita Arsène, echando mano al móvil y abriendo el chat entre ambos— y cito textualmente: ¡Jamás me follarás! ¡Nunca!¡Ni en mil años!
Mientras el bravo inspector sigue enunciando todas las lindezas, Moloko no puede evitar aburrida, voltear la ojos y escenificar claramente con las manos un pato abriendo y cerrando el pico, el signo universal del bla, bla, bla. Antes de que Arsène pueda terminar de leer, la ex ladrona de guante blanco, le agarra de la corbata y le mete de nuevo en el Porsche 911.
—¡Ahora me vas a follar, Arsène! ¡Me dan igual las tontadas que te haya escrito hace mil años! En dos días me llega la regla, y estoy súper cachonda.
Moloko desesperada por sentir el pollón de Arsène dentro de ella, se arranca ella misma las bragas y las mete en la guantera del coche. Le baja los pantalones y el calzoncillo de una tacada a Putain. Agarra el duro miembro del justiciero agente parisino y se sienta a horcajadas encima. Al sentir el grueso, duro y palpitante troncho del inspector no puede reprimir un inaudible: "Dios, es inmensa, ¿Qué le dará de comer?"
Pero nada escapa al fino oído del caballero Arsène y satisfecho, tira de las caderas de Moloko para terminar de ensartarla 25 centímetros de pura hombría. Tiene la muchacha una vulva extremadamente estrecha que no obstante acoge todo el pollón sin rechistar para mayor complacencia del cuarentón Putain.
Moloko desatada grita que quiere más, más polla, que la parta en dos, que la mande al hospital de un pollazo. Golpea con virulencia el pecho de Putain con los puños. Le arranca los botones de su carísima camisa negra a mordiscos. Le insulta. Le hace responsable de la caída del imperio romano, de la muerte del torero Manolete, de la crisis bursátil de 1929, de las dos ligas perdidas del Real Madrid en Tenerife, de lo primero que se le pasa por la cabeza. La muchacha parece estar lidiando en un toro eléctrico descompasado de una feria barata de pueblo de los aspavientos que hace montando al agente de la ley.
—¡Fóllame, joder! ¡Cómo te follabas a mi madre! ¡Cabrón, hijo de puta! ¡Rómpeme el coño! ¡Cómete mis tetas! ¡Pétame el culo!
Arsène está como una moto. Siente su endurecida polla a punto de explotar bombeando excitación. Llevaba deseando follarse a Moloko desde que empezó a enfrentarse a ella años atrás. Va a eyacular. Es imposible ponerle puertas la mar. ¿Podría avisar a Moloko y sacar la polla? Sí. ¿Lo hace? No.
Se corre dentro de ella como un coloso y al hacerlo siente las inequívocas contracciones de la vulva de la muchacha corriéndose al mismo tiempo. Su eyaculación larga, eterna, justifica la vida entera sobre la tierra de un hombre mundano.
Moloko sigue golpeándole sin piedad, y ha pasado ahora a abofetearle la cara y morderle los hombros. Amplios ríos de semen abandonan el coño de Nicole pringando los muslos y manchado de masculinidad sus pantalones caídos.
"Qué señor polvo, joder" piensa Arsène sin parar de eyacular una y otra vez. Podría estar horas enteras corriéndose dentro del melocotón con olor a marihuana de Pauline Putova alias Nicole Moloko.
Pauline no tiene suficiente, y tras retirar el pétreo miembro de Putain de su sexo, empieza a chuparlo como sólo ella sabe. Sabe exactamente lo que le gusta al inspector.
Rodear con la lengua la gorda base del glande, succionarlo, luego darle rápidos latigazos con la lengua y al mismo tiempo apretarle los huevos, para después bajar con la húmeda por su falo, morderlo un testículo y volver a subir con la lengua extendida. Lentamente, muy lentamente. Disfrutando de cada vena, de cada centímetro de piel. Siempre mirándole a los ojos.
Son muchas veces las que le lamió el cincel cuando era la niñera de su hija. Era tal la complicidad con la hija de Putain, que ésta la llamaba para contarle de todo. Del muchacho que le gustaba, si le había bajado la regla. Y Pauline mientras tanto le comía el rabo a su padre al otro lado de la línea telefónica. No pocas veces con la boca pastosa por la última descarga de esperma de Arsène, tenía que darle al mute del teléfono para que Camille no se coscará.
Arsène presiente que su próxima descarga estará aún más cargada. Ver bajar y subir el culo de la ex ladrona, y las experimentadas chupadas van a terminar con otra explosión de leche. Se lleva una mano a la base del falo intentando evitar la eyección lechosa y avisa a Moloko que se va a correr. Ella asiente con la cabeza, ya lo sabía por la curvatura del miembro de Putain en su boca.
La muchacha saca de su boca, la polla cubierto de saliva y líquidos preseminales. Lo roza contra sus mejilla una y otra vez. Esta vez no quiere saborear de primeras el semen de Putain, quiere ver sus salvas de macho abandonar como cohetes su pollón poniendo el Porsche perdido de leche como si se hubiese dejado Arsène las ventanillas abiertas del deportivo en un túnel de lavado. Quiere verlo todo. El inspector pinza con la mano, que le queda libre, el volcánico clítoris de Moloko y alza el culo.
La primera salva tira el ambientador de pino del retrovisor, la segunda y la tercera, golpean e inundan el rostro de Moloko y la ciegan de ambos ojos. Ya no hubo tiempo para ver el desastre que tenía preparadas las demás eyaculaciones puesto que una ágil Nicole se vuelve a introducir el miembro eyaculador en la boca. Le queda al agente de la ley tanta leche en su manga pastelera, que daría para una tarta de bodas.
Y es ahí, en la cálida boca de piñón de la muchacha, donde se termina de deshinchar el voluminoso nardo del inspector. El inconfundible olor de un nuevo orgasmo de la muchacha y los dedos bañados en orgasmo, inundan las fosas nasales de Putain
Moloko descansa su cabeza sobre el pecho de Arsène y le acaricia los pezones. Está agotada, exhausta y se va a quedar dormida.
—Me vuelvo a Hungría con mi madre. Necesito estar un tiempo fuera de París, lejos de ti y del irresistible yugo de tu rabo. Espero que no me hayas dejado embarazada, cabrón —murmura la muchacha a punto de quedarse dormida.
Putain la tapa con su americana, la besa en la coronilla y le acaricia el cabello rizado rubio. Se calla que tiene hecha la vasectomía hace años. Pero no está mal que sufra un poco por todos los dolores de cabeza y huevos que le ha hecho pasar.
Puta Moloko.
Todos los derechos reservados
¡La banda sonora de "La oferta irrechazable"!
Excelent as usual!
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