Marina en "Peticiones especiales" (Saga Marina Parte 3)
EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS
—No sé cómo me he dejado convencer para esto —replicaba Andrés mientras daba certeras penetraciones a su amiga Marina.
Marina, a cuatro patas, contoneaba su culo encima de su hinchada polla. Hacia un calor infernal en aquel salón de masajes y Andrés estaba al borde del desmayo. A un metro, su inocente esposa Marga también estaba a cuatro patas y enfrentada a ellos. Por detrás de Marga, agarrándole las caderas, con cara de excitación y metiéndosela por culo, estaba Mario, el esposo de Marina nada menos.
A su esposa no pareció importarle ya que recibía las estocadas de Mario con cara satisfecha, ojos cerrados y la boca abierta. Sus bonitos pechos se bamboleaban, junto a su collar de perlas, en círculos con cada estocada. Para añadir más morbo a la escena, el collar de perlas fue un regalo de los rectos padres de Andrés.
Unas horas antes, tras marcharse Marga, a primera hora de su apartamento al suyo para no levantar sospechas de su ausencia a su dormido esposo, a Marina se le ocurrió otra fantasía para alimentar su incipiente morbo.
—Bebé, oye, ¿qué opinas del intercambio de parejas? —preguntó con voz traviesa Marina. Es la única fantasía que me quedaría por cumplir. Me muero por probarla. Sería mi fantasía, perdón, nuestra fantasía final — se corrigió.
» Verte follarte a otra mujer y que tú me vieras con otro hombre sería la caña. Propongo a Andrés y a Marga, así queda todo entre amigos. Así no hay problema alguno. Ella ya ha demostrado de sobra su valía y Andrés me pone muchísimo. Te juro que cuando volvamos a Madrid, nos seremos completamente fieles, ¡te lo prometo! —indicó alzando su dedo meñique para que su cornudo esposo lo entrelazara con el suyo y diera validez, ante el cosmos, al pacto.
Mario, que ya a estas alturas tenía una cornamenta como el padre de Bambi, no le pareció mal después de todo.
Él, no olvidemos, tampoco había sido muy honesto con ella habiéndola ocultado unas cuantas cositas; correrse sin remordimientos dentro de su hermana Blanca, una glorioso mamada de una camarera rumana en su boda, y de la cual ni recuerda su nombre y, que en fondo, estaba loco por volver a follarse a la profesora de infancia. No había cosa que más le pusiera que Marga tuviera ese tono de voz tan tímido, de niña bien y pija en estado normal, y chillara como una desesperada cuando llegaba al orgasmo.
—De acuerdo, Marina. Sabes que no puedo negarte nada. Y menos en nuestra luna de miel —contestó Mario. ¿Cómo convencemos a Andrés? Parece muy serio para estas cosas.
—Tú, déjame eso a mí. Me lleva comiendo con la mirada desde que nos conocimos —afirmó Marina son una media sonrisa que indicaba la seguridad que tenía en sus habilidades.
Llegada la noche, Andrés y Marga acababan de disfrutar de una excelente masaje con exóticos aceites en uno de los salones más exclusivos del resort, invitados por el otro matrimonio. Eso sí que era una sincera y bonita amistad. Una que había que mantener, sin duda.
Ya era el último turno y ambos masajistas locales les comentaron que podían quedarse relajados sin problema hasta que decidieran marcharse. El matrimonio así hizo, se quedó relajado y boca abajo en las camillas y separados apenas por un biombo. La relajante música les iba adormeciendo.
De repente, unas suaves y pequeñas manos volvieron a masajearle la espalda a Andrés vertiendo sobre ella olorosos aceites. Las mismas manos que tras detenerse en sus lumbares, le retiraron la blanca toalla del culo e iniciaron un masaje por la parte interior de las piernas para detenerse de nuevo en sus cachetes. Era un masaje muy sensual y, demasiado cerca de su miembro, para que éste no empezara a estar incómodo estando aplastado entre su cuerpo y la camilla.
La masajista, era una mujer sin duda, también reforzaba el masaje apoyando sus generosos senos contra su cuerpo, frotándose de arriba a abajo y haciendo que su erección ya fuera evidente e inevitable. La parte superior de su hinchado miembro sobresalía pidiendo aire por un extremo de la camilla. Una mano de la masajista le atrapó la polla, en tanto la otra seguía trabajando las lumbares y empezó a masturbarle con suavidad.
Andrés estaba atónito. Era increíble, ¡le estaban masturbando! No se atrevía ni a moverse, su pene estaba gordísimo y con la cabeza ladeado solo acertaba a ver la mano de la masajista dándole placer. El nuevo anillo de casada de la masajista brillaba con cada caricia.
Una familiar voz, besándole la oreja, le dijo:
—Ahora date la vuelta, Andrés.
Sin poder negarse, se giró y, acto seguido, se encontró con la polla engullida entre las gordas tetas de Marina. Esta se había echado más aceite en su canalillo y le practicaba una paja cubana sosteniendo sus pechos con ambas manos. El sufrido pene de Andrés estaba prácticamente oculto por el espectáculo.
La punta de su miembro recibía, también al asomarse entre ese paraíso terrenal, una dulce mamada de los rojos labios de Marina.
—¡Por Dios, Marina! No puedes... Marga está aquí al lado. Yo... yo soy un hombre fiel... estoy casado... Si nos viera Marga, yo... no pares, te lo suplico.
—¿Te preocupas por tu esposa? ¿Por Marga? —replicó Marina deteniendo momentáneamente el rebozado a la gorda polla de Andrés y desplazando el biombo. Está perfectamente, de hecho, está en buenas manos o con una buena polla, lo que prefieras.
Andrés giró la cabeza para ver cómo en la camilla de al lado, tumbada de lado y con Mario sujetándola una pierna en alto, Marga empujaba su polla con la mano a su sexo y recibiendo con gran placer las rítmicas penetraciones de su supuesto amigo Mario.
Este, detrás de ella, se sujetaba agarrando con firmeza con la mano libre a su amplio pecho.
Marina se rio y volvió a meterse toda su polla entre sus tetas aceitosas.
La polla de Andrés no paraba de crecer entre sus pechos. Marina decidió que ya estaba lista y deslizándose hacia la parte superior del cuerpo de Andrés, hizo que su polla se introdujera sola en su húmedo sexo con un sonoro ¡flop!
—Ahora empezamos a entendernos —gimió mientras empezaba a iniciar el ascenso y descenso de sus caderas. ¡Métela con ganas, joder!
Andrés sujetando ambos pechos con las manos la ayudaba en su trote, completamente anulada su voluntad. Marina se retorcía el largo pelo con cada cabalgada.
—¿Te gusta ver cómo se follan a tu mujer? ¿Ves cómo gime de placer, Andrés? ¿No vas a hacer nada, acaso eres un tío mierda? —le azuzaba Marina, consiguiendo que Andrés aumentara la cadencia de sus penetraciones y su miembro cada vez estuviera más gordo.
Marina había calado a Andrés nada más verle hace unas semanas. Si le provocaba, él se volvería un animal sexual, y ella para jugar con él era una maestra.
—Te están follando a la mujer delante de tus putas narices, y ella parece disfrutar más que contigo, ¿no crees? —dijo Marina, provocando, sintiendo como la gorda polla de Andrés aumentaba de volumen dentro de su coño y él aumentaba sus embestidas.
Mario es muy viril, y te la deja preñada, debe estar a punto de correrse dentro del joven coño de Marga, ¿vas a decir algo? ¿O prefieres seguir mirando?
—¡Mario, no sigas metiéndosela por el coño, no! ¡Por donde quieras, pero por ahí no! —acertó a decir entre oleadas de placer. ¡Sólo te pido eso!
Mario asintió con la cabeza, bajó a Marga de la camilla y la puso en la postura del perrito. La besó en el cuello y la penetró analmente. Marga dio un breve respingo y se mordió el puño. Por supuesto, la pareja siempre estuvo mirando hacia Marina y Andrés.
Lo de la penetración anal a Mario le pareció una excelente idea, no deseaba tener un problema dentro de nueve meses, como con Blanca, y hacerlo por el modo normal con condón estaba descartado. "Eso era hacerlo como con un trapo puesto", siempre pensó.
Marina se levantó también de la camilla y agarrándole la polla a Andrés le llevó hasta el suelo y se quedó a cuatro patas. Andrés estaba desatado y la penetró sin miramientos.
Ambas parejas estaban enfrentadas, y mientras los hombres entraban y salían de sus interiores, ellas jugaban con sus lenguas, se besaban, se tocaban la caras. Era todo muy excitante.
Andrés empezó a notar que estaba a punto de correrse, deseaba eyacular dentro de Marina, era lo que más le gustaría en este universo.
—Marin... Marina... ¿puedo correrme ya? ¿Puedo correrme... dentro? —preguntó con voz trémula Andrés.
—No —contestó Marina. No hasta que yo lo haya hecho primero. ¡Aguanta como un hombre, joder! Mira como resiste mi marido, él es mil veces más hombre que tú —azuzó Marina al correrse con la infladísima polla en su interior.
Mario al oír a su esposa alcanzando el orgasmo, empezó con el suyo. Lo dio todo.
La primera descarga fue dentro del culo de Marga, las siguientes ya no. Se sacó la polla y se la metió en el anhelante coño. Marga le miró por encima del hombro, sonrió con malicia la picardía de su amante e inició su demorado orgasmo. Los tres empezaron a gemir de placer, ellas sofocándolos con un prolongado beso lésbico y Mario agarrando firmemente el culo de Marga para que ninguna gota de su virilidad quedara sin casa. Andrés ya no pudo más, se retiró del bellísimo y perfecto culo de Marina y se corrió eléctricamente sobre su espalda arqueando la suya. Su eyaculación fue animal, litros de blanca esperma recorrían la espina dorsal de la mujer de su amigo.
"¿Cómo supieron que siempre había deseado ser un cornudo?", pensó mientras apoyaba extenuado su miembro encima del culo de Marina.
Un mes más tarde
—Bebé, ¿Te has enterado de lo de mi hermana Blanca? ¡Está embarazada de Tomás! ¡Por lo visto unos meses antes, tuvieron una aventura en la casa de la Sierra de mis padres! ¡Qué fuerte me parece! ¡Si Tomás tiene novia! ¡Ya no hay valores!
Mario no contestó, ya lo sabía desde hace tiempo. Tampoco estaba ahora para pensar mucho.
Claudia, una amiga ejecutiva de muy buen ver de la infancia de Marina, había venido a visitarle y felicitarles por su reciente enlace.
Era un poco estirada, sobrada se diría y lo que más le gustaba decir en este mundo era. "Yo no me follo a hombres casados".
Y siguió repitiendo esa frase, como un mantra, mientras Mario se corría entre sus bronceadas tetas, y Marina miraba divertida la escena.
"La verdad es que nuestra vida sexual ha mejorado infinitamente", pensó Marina tachando la línea de "Que se folle mi marido a una amiga de la infancia" de su lista de fantasías sexuales por realizar.
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Imágenes:
Sidney Sweeney, Azul Hermosa.
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Vaya, vaya con esta nueva adquisición al imaginario de Valentin@. Muy bien relato.
ResponderEliminarQuién tuviera la suerte de estar en una de las fantasías de Marina... Enhorabuena Valentin@
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