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Frida en "Joven Lechera en apuros"

EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS



Frida estaba malhumorada y enojada. Y lo peor de todo ello, lo estaba consigo misma. ¿Cómo podía ser tan estúpida?

Nunca fue la estrella más brillante del firmamento, pero no era tonta. Demostrado quedó, de sobra, al rescatar de la miseria la granja de su padre con el rodaje del video porno.

Porno rural holandés. Una inocente chica lechera. Un pajar. 30 hombres copulando con ella. Un éxito rotundo. Más de 15.000€ recaudados en apenas cuatro horas y ofertas casi inmediatas para entrar en la industria del contenido adulto haciendo lo que más le gustaba.

Eso fue hace meses, ahora con la granja de nuevo boyante y entregando la mejor leche de toda Holanda gracias a multitud de inversores que querían aprovecharse de su fama, Frida se ha retirado momentáneamente de la industria pornográfica. Tras rodar varios y exitosos cortos tales como "La lechera siempre ordeña dos veces" o "Bragas abajo, pollas arriba" deseaba tomarse unos meses sabáticos.

Seguiría vendiendo merchandising como calendarios, vello púbico empaquetado o bragas utilizadas envasadas al vacío, pero de momento rodar más material quedaba descartado. Y mira que a Frida le gustaban las pollas. Además, ella tenía algo que las demás actrices no tenían. Una visión comercial de cojones.

Una retirada a tiempo y un comeback planeado con antelación funcionaba mejor que un sobresaturación de material audiovisual. Cuando todo el mundo te ve a todas horas, para mantenerte en el candelero y de moda, casi siempre te tocaba tatuarte desde los tobillos hasta las tetas o participar en lluvias doradas -Frida casi aceptó pensando que era bañarse en cerveza hasta que su amigo Bruno se lo explicó ante su más justificado pavor-. No quería eso.

Y ahora, se veía a pie con un bidón de gasolina vacío en la mano, una cesta con flores en la otra para el putón de su amiga Lisa, un vestido vaporoso celeste de cuadros sin sujetador y sombrero de paja en la cabeza, camino al próximo pueblo. Sólo porque no había caído en la cuenta de revisar ni una sola vez el indicador de gasolina de su Citroën 2CV amarillo. Tampoco tenía nada de cobertura en el móvil para arreglarlo del todo.

"Puta estúpida", se repetía una y otra vez, sino la hubiese despertado de su autoflagelación el fuerte bocinazo de un camión de reparto.

—¡Hola guapa! Pareces que estás en apuros ¿Te llevo a algún sitio? — pregunta el apuesto Peter Jansen con la mejor de las sonrisas—. Te puedo dejar en Alkmaarhoorn, está a algo más de veinte kilómetros. ¿Te has quedado son gasolina?

—¡Ey, gracias, tío! Pues de puta madre. Me has salvado la vida. Soy Frida, la lechera— se presenta la susodicha y sube con felina gracia a la cabina del camión mostrando pierna, —¿Y tú eres?

El muchacho le estrecha la mano y se presenta como Peter Jansen, experimentado y siempre puntual repartidor de fruta, verdura y flores. El joven, algo enclenque, viste un sucio peto vaquero encima de una camiseta de un oso de peluche cibernético con la frase “Aquí nadie ha hablado de paz". A pesar de que le hace falta un plato de hutspot* con urgencia, no tiene mal aspecto del todo.

*Plato tradicional de la cocina holandesa que consiste en carne cocida que se sirve acompañada de puré de patatas y zanahorias junto con un frito de cebollas.

Tras circular varios kilómetros, Frida cansadísima, con los pies fuera de la ventanilla se queda semi dormida. El fresquito que entra por la ventanilla incidiendo entre sus muslos, y el alegre cotorreo de Peter -mira que a los tíos les gusta hablar- le dan la puntilla final.

Al despertar a los diez minutos, no puede dar fe de lo que ve. El bueno de Peter está sudando la gota gorda con una erección descomunal. No ha parado, mientras conducía, echarla furtivas y lascivas miradas. No la ha tocado ni se ha aprovechado de ella, pero desde luego se está dando un homenaje viéndole las piernas y las tetas. 

—¿Qué haces? —pregunta Frida retóricamente incorporándose con voz somnolienta. —Qué ocultas ahí? —pregunta Frida con una sonrisa maliciosa. 

El muchacho baja la vista e intenta esconder el pollón con una gorrilla que calza a pesar de estar tan delgado. Tartamudeando intenta disculparse.

—Me podías haber avisado. Te hubiese hecho una paja si me lo hubiese pedido —sentencia Frida sacándole el troncho como un muelle y le estruja el abultado rabo al camionero —Cuando vais a aprender los hombres que las cosas se pueden pedir. El "No" ya lo tenías ¿no? Pues pregunta, tonto de la polla. Las cosas son más fáciles de lo que os imagináis. ¡Anda trae acá ese troncho!

Peter no cabe en su gozo. Un sueño hecho realidad. Conduciendo y mientras tanto que te la estén meneando. Y encima la tal Frida se parece un montón a una de las actrices del momento del porno, Mrs. Leche en polvo.

—¿Me la chupas también? Puestos a pedir...

—No todos los días son fiesta —responde Frida sin parar de masajearle rítmicamente el miembro. Un miembro duro y correoso. Te dejo que me toques las tetas ¿ok?

Frida acelera la paja y no da tregua a la polla del joven. Le mete agresivos estrujones con la izquierda como si abriese y cerrase un paraguas mojado antes de entrar en casa. El troncho de Jansen encorvado y repleto de líquido preseminal anuncia rendición incondicional. Está a punto de correrse. Será una corrida gloriosa, de las de antes, cuando se era adolescente y toda paja era una experiencia mística.

—Me corro, joder —exclama pisando aún más el acelerador Peter. Frida detiene la paja un segundo. Y cambio del tipo de masturbación. Es de primera clase de Onanismo en la Universidad del Deseo, que cambiando el ritmo, el placer se multiplica por mil.

Apresa el glande del muchacho con el pulgar e índice haciendo un aro, estrecha el círculo cada vez más y baja lentamente. Escupe sobre el champiñón sonrosado para darle más lubricante. El glande apresado se alza poco a poco en busca de libertad. Una vez el prepucio se ha liberado y cogido aire cual corcho de botella de champán, Frida baja a plomo su mano hasta la base del falo. Dónde vuelve a subir lentamente al glande y repite la operación. 

El nardo palpitante del muchacho no sabe ya que hacer y se decide por la más obvia de las soluciones... correrse sin remisión. Frida sabedora del hecho que ha vuelto a destruir otra polla por la vía rápida, apunta el falo al pecho del zagal. Si se va a eyacular que lo haga sobre el peto. Dicho y hecho, la polla empieza a eyacular voluminosamente sin que Frida detenga el ritmo del terremoto de su muñeca. Seis-siete buenas corridas ponen perdido al oso cibernético que quizá nunca habló de paz, pero tampoco de que le pusieran tibio de leche.


Aún no se está terminado de correr Peter en la mano de Frida, cuando dos agentes de la Policía le dan el alto al camión. Peter más blanco que un oso polar en Alaska, los ve y pisa como puede el freno. La carga de cajas de verduras, hortalizas y tulipanes de la parte posterior se queja lastimosamente y así se lo hace saber a Peter.

Salen dos hombres del vehículo, uno algo mayor que el otro. El más joven parece llevar una secadora de pelo en la mano y se queda de pie cerca del coche de policía. Musculado, de cabeza rasurada y con una poblada barba estilo vikingo muy rubia, parece que los bíceps van a estallar de un momento a otro su ajustada camisa. Frida enseguida le echa el ojo. Le gustan los hombres grandes como osos. Tan rudos. Así da gusto que te pare la Policía.

—Buenos días. ¿Sabe lo que acaba de pasar? —le pregunta el panzudo agente Bos que lleva una ridícula coleta con cuatro pelo en la nuca con semblante serio a Peter.

Peter sabe perfectamente que no se refiere a la paja monumental que lleva en el cuerpo y niega como un pato huérfano mientras simuladamente se mete el vencido miembro en el peto. La palma de la mano se la limpia con el volante. Frida mira curiosa. Se le está haciendo tarde con toda la tontería.

—Se ha saltado el límite de velocidad en más de cincuenta kilómetros por hora. ¿A dónde iba usted tan corriendo? ¿A apagar un fuego? Le vamos a tomar declaración —aclara el agente y chista al oficial de la ley más joven para que se acerque que estaba colocando los triángulos de advertencia—. ¿Señorita? Baje del camión por favor, mi compañero le tomará nota en el coche oficial.

Frida asiente, se alisa el vestido floreado con la mano y acompaña al agente Appledoorn dando saltitos al coche patrulla estacionado a unos veinte metros a un lado de la carretera. El agente Appledoorn se la está comiendo con la vista.

Joder, que buena está, piensa el agente mesándose las pobladas barbas.

Frida, que no es para nada tonta, se deja un tirante del vestido vencido.

El musculado agente abre su pequeña libreta de anillas y pregunta a nuestra protagonista por su nombre. Frida responde con la más amplia de las sonrisas.

—¿De Klerk? ¿Frida? ¡No puede ser! ¡Ya me parecía que la conocía! —se disculpa avergonzado el agente Apeldoorn que, por muy rudo que le haga la pelirroja barba, es un inocentón —Le ruego me disculpe, pero necesito tomarle declaración. Ya sabe... la ley no hace las tetas gordas... ¡la vista gorda!

El joven policía, visiblemente nervioso, no puede desviar por mucho que lo intente la mirada de los melones de Frida que parecen tener vida propia sin el yugo de un cruel sujetador.

Deben saber cómo cántaros de miel, piensa un ensoñado Jens mientras disimula cruzando las manos sobre su incipiente erección que amenaza rebelión.

—¿Tras la declaración, le puedo pedir un autógrafo? Soy un gran fan suyo, pero eso se lo dirán mucho, claro. Le prometo que serán diez, a lo sumo doce preguntas rapiditas.

—Sin problema. Soy una ciudadana concienciada. Me tomo el tiempo que sea con la ley. Rápido no es siempre mejor, ¿cierto? Le veo algo nervioso. No tiene por qué estarlo —responde Frida sentándose en el asiento del acompañante del coche de policía.

En lugar de sentarse dejándose caer de espalda, Frida, entra de cabeza con el culo en pompa. Ella misma hace por subirse el vestido hasta la cintura para que el agente no se pierda la visión VIP de su tanga -que de tanga solo le queda el nombre- y su redondo culo de buena chica holandesa, criada con queso y productos locales de la tierra.

¡Ups! Discúlpeme por favor. Este vestido siempre se me sube solo como por arte de magia—afirma la estrella del porno rural holandés que ahora sí se queda de frente a escasos centímetros del paquete del agente. Con la punta de la nariz siente los cojones del agente duros como peñascos.

» Oh, vaya. ¿Se la puedo chupar mientras apunta lo que tenga que hacer? —concluye Frida deshaciéndose una coleta y entregándole el carné de identidad. Está deseando comerse una polla hace rato. Es para bajar los nervios y tranquilizarme. No todos los días le detiene a una la Policía.

Antes de que el agente de la ley pueda decir algo, Frida empieza a silbar una nana infantil y le desabrocha el pantalón al mismo tiempo que se baja el tirante restante de los hombros. Los pantalones del policía caen al suelo de la calurosa carretera a plomo como el pesado telón de un teatro. La polla del agente sale del pantalón escopetada ansiosa de libertad.

Frida nunca ha sido la más lista de la clase, pero sabe jugar sus bazas mejor que nadie y se baja el vestido hasta la cintura. Sus blanquísimas tetas, enemigas del sol, se desparraman ante la atónita vista del agente.

El pobre hombre, del calor que le ha entrado, se abanica con la gorrilla. Gorra que Frida le arrebata de un manotazo y se la coloca en la cabeza, una trenza a cada lado del rostro.

Empieza a lamerle el nudoso miembro. Ambas manos agazapan el depilado trasero del agente. Gordos goterones de sudor empiezan a hacer acto de presencia en la calva del muchacho.

El agente Henk Bos se gira para observar a su joven compañero. Le ve de pie. Semi tapado por el coche. Parece que ha perdido la gorra. Las lunas tintadas del coche le impiden ver el interior, pero supone que la muchacha estará sentada al resguardo del calor, prestando declaración. Le ha enseñado bien estos últimos meses, ante todo, hay que ser un caballero hecho y derecho. ¡A la Policía no se la debe temer sino todo lo contrario!

—¿Todo bien por ahí? No agobies a la señorita con preguntas innecesarias. Está bien claro que ella no tiene culpa de nada. ¡La culpa la tiene éste! —grita el agente Bos y señala a un desplumado Peter Jansen que sigue sin recuperarse de la extraordinaria paja. Está Jansen fundido. Y viendo tal tesitura, los muchos años de servicio de Bos ya le indican que el conductor sólo puede ir drogado hasta las cejas. No hay otra explicación.

Jan Appledoorn hace el signo circular con dos dedos del "Ok" y continúa apuntando signos inteligibles en su libreta de anillas.


Las chupadas largas y terminando en leves mordiscos al glande que Frida le está metiendo al muchacho, le están volviendo loco. Va más lanzado que una moto sin frenos cuesta abajo. Cada chupada le acerca más y más al clímax. Tira con cuidado pero enérgico de las coletas a Frida. Le va a pintar la cara a pistola de un momento a otro.

Su polla no para de crecer en la boca de la holandesa. Nunca ha tenido un gran miembro, pero hoy parece tener las dimensiones de un actor porno. Es la boca de la Srta. De Klerk una divinidad.

—Cuando quiera se corre en mis tetas, Ragnar Lodbrok —ordena Frida que tras dejar de chupar la porra del policía y restregar el prepucio del agente contra sus esponjosos pezones, ahoga el erecto troncho entre sus apretados y sudorosos pechos. Toca cubana especialidad de la casa entre sudorosas tetas e inminente corrida. Frida podría pasarse horas enteras viendo pollas correrse, es como ver el crepitar del fuego. Es hipnótico.

La estrella del porno rural sabe también que hablarle sucio pone a todos los hombres a punto de caramelo y a los policías aún más. Y si insultas su hombría, se le pone el troncho aún más dura que el rulo de una estatua.

El agente Appledoorn, con la polla enrojecida como un inglés en la playa y con espantoso hipo de caballo, asiente y tras frotar su miembro repetidas veces entre los cántaros de Frida, pierde toda esperanza y eyacula ostentosamente con los ojos en blanco, cabeza echada para atrás y electrocutado en el valle de las colosales tetas talla 92 de Frida.

De no ser porque Frida agazapaba con todas sus fuerzas el rifle del agente entre sus minas terrestres, éstas habrían salido disparadas una a cada lado como bolas de billar de la hinchazón del troncho del policía poco antes de correrse.

A pesar de ser Jan, un excelente cazador y tirador, no puede evitar que dos de sus lechosos disparos yerren el tiro. Salvas que termina impactando contra el volante y la radio del coche. Las otras seis aciertan plenamente en las generosos pechos de Frida, empapando con el rebote de la casquivana lechada su pizpireto rostro pecoso de grumosas perlas de masculinidad.

A Frida todo le parece graciosísimo. Lame devotamente las últimas gotas de esperma de sus tetas y del prepucio del agente que se tiene que apoyar con ambas manos sobre el techo del vehículo rompiendo en dos el bolígrafo de la carnicería de su novia de toda la vida. El semen joven tiene un sabor mucho más fuerte y puro. Le encanta reconocer su oler horas después en su ropa.

Por el rabillo del ojo ve al agente Bos indicando con gestos a Appledoorn que se acerque discretamente.

—¿Jan? El conductor está definitivamente drogado. No articula una sola palabra con sentido y tiene la mirada perdida. Me lo voy a llevar en el coche patrulla a comisaria —informa Bos malhumorado. Espera en el camión junto a la señorita a que vuelva.

Appledoorn asiente diligente. El agente Bos se acerca a Frida para informarla de que lamentablemente necesitará esperar un poco más. No quiere meterla en el mismo coche junto al drogata del repartidor. Le acompañará en su espera el agente Appledoorn hasta que regrese.

—No hay ningún problema, agentes —responde Frida subiéndose los tirantes y llevándose una coleta tras la oreja. ¿Podría pedirles un pequeño favor?

Bos asiente de inmediato; "¡Lo que necesite!"

—¿Podría pasar por una gasolinera de camino y rellenarme el bidón de combustible? —Frida pone morritos, los mismos morritos que le acaban de succionar el alma a su compañero—. Una de las razones por las que iba con el indecoroso muchacho del camión es que me recogió yendo, caminando desamparada por la carretera a por gasolina, cisterna en mano.

—¡Faltaría más! —replica Bos que al verla las tetas tan hermosas a Frida empieza a bizquear y sudarle el bigote tipo morsa. "Joder con la niña. En esas tetas me acababa de criar", se repite mentalmente el agente.

Al poco tiempo, Bos junto a un tembloroso Jansen parten de camino al pueblo más cercano.

Frida no pierde el tiempo, y tras cerciorarse de que el coche patrulla se ha perdido de vista -incluso pone la mano de visera- agarra a Appledoorn del paquete y le mete en la parte posterior del camión.

Como era de esperar algunas cajas de la carga se han vencido con la violenta frenada y decenas de tomates y manzanas ruedan por el piso del remolque. Frida las aparta, acomoda unas sacas de patatas contra la lona del remolque, se deja caer de espaldas y se levanta el vestido. Se abre de piernas mostrando un sexo muy húmedo que demanda atención severa e inmediata. Con la ayuda de dos dedos se deshace primero su tanga para después mostrar en todo su esplendor sus labios íntimos. Tiene la muchacha una pepitilla hinchadísima como una uva.

—Señor agente, aún sigo algo nerviosa. Será el calor. ¿Usted cree que esos cojones suyos tan duros todavía les quede medicina tranquilizadora para mi conejo? —pregunta Frida mordiéndose la punta de una coleta —¿Sabía que conejo tiene casi las mismas letras que cojones? Curioso ¿verdad?

Jan no contesta y no corto ni perezoso le mete un pollazo hasta los huevos que la empuja contra la lona, casi vence el remolque y hace estallar un neumático con un sonoro Pum.

Frida chilla de placer. Le gusta el sexo rudo y directo. Sin pamplinas de que si te toco una rodilla, que si te acaricio un codo. Siempre ha sido muy ruidosa follando, parece que la estuvieran matando.

Al final haberse quedado sin gasolina va a ser de todo menos un incordio. Levanta las piernas 45 grados en vertical y se agarra ella misma los muslos por la parte interior para permitir las estocadas más profundas del desatado agente de la ley. La holandesa le pide que le abofetee con fuerza las tetas. Una que es un poco masoquista.

Jan desenfrenado por la excitación arranca las botas amarillas de goma con los dientes de la más exitosa representante del porno rural holandés y las tira a una esquina del remolque. Quedan curiosamente ambas de pie a la espera de regalos de Santa Claus junto a una caja de tulipanes. En cambio, del sombrero de paja de Frida hemos perdido toda pista.

A Frida, le encanta hacerlo con fans entregados. Siempre dan lo mejor de sí. Estalla el segundo neumático del remolque casi al mismo tiempo que De Klerk alcanza un satisfactorio orgasmo acompañado ipso facto por un generoso bálsamo masculino ahoga-conejos en su interior.

Cuando el oficial Bos llegaría dos horas después el panorama no podía ser más sorprendente. Todos los neumáticos del camión reventados, el agente Appledoorn, parco en palabras y con la mirada perdida y la señorita De Klerk dormida en la cabina del camión.

Con tales mimbres, quedaba el instinto del agente Bos más que confirmado. No había duda alguna y todo lo indicaba. ¡El camión debía transportar algún tipo de droga oculta en las llantas de los neumáticos! ¡No había otra explicación! Malditos traficantes. ¡Sólo por vivir en la permisiva Holanda, no vale todo!

Mientras la inocente muchacha y su leal compañero esperaban desprevenidos cerca del camión, debieron estallar por alguna ignota razón los neumáticos, la toxina queda liberada, y los jóvenes quedaron expuestos a sus efectos.

Dentro de un rato cuando Jan recupere un poco el control, despertarán a la inocente muchacha y la llevarán a su coche, la rellenarán el depósito y la dejarán irse sin cargo alguno.

Bastante ha sufrido ya. En cambio, al camionero… ¡A ése se le va a caer el pelo!


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La banda sonora de "Joven Lechera en apuros"

Rammstein - Dicke Titten


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Comentarios

  1. Jaja. Me he reído mucho con este relato de porno rural.

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  2. Porno rural. Qué gran invención. Frida es un fichaje.

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  3. Siempre que leo las historias de Valentin@ no paro de reír.

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