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Marina en "Fantasías secretas" (Saga Marina Parte 1)

 EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS

—En nuestra noche de bodas quiero que me follen dos de tus mejores amigos —confesó Marina—. Siempre he fantaseado con ese morbo desde que era adolescente. No quiero casarme y pasarme el resto de nuestra vida arrepintiéndome sin poder haber cumplido con mi fantasía. No me lo perdonaría. Después de esa noche, nos seremos completamente fieles. ¿Qué opinas, mi bebé?

Mario estaba lívido de asombro. No podía creer lo que estaba escuchando por boca de su novia desde hace más de tres años. Desde luego no eran una pareja remilgada y con estrechez de miras en lo referente al sexo. Ciertamente, era Marina la que siempre había mostrado tener más morbo e imaginación que él. De ella partía siempre practicar sexo en pintorescos lugares:  La parte trasera de un cine, en un ascensor, en el baño de sus padres durante una cena familiar, hablando por teléfono con su madre. Esos tipos de morbo. Pero, todos esas variedades, siempre eran entre ellos, sin terceras personas ni malos rollos. Poseían una relación sincera y cómplice. Nada hacía presagiar está respuesta cuando Mario la preguntó si tenía alguna oculta fantasía antes de casarse dentro de unos días.

—Me sorprende bastante Marina pero no me parece mal. Yo también tengo una —respondió con celeridad Mario, anhelando que, al decirla en voz alta, ella se echara para atrás en la suya y así no tuviera que soportar unos cuernos nada más pasar por vicaría.

» Quiero follarme a tu hermana Blanca, antes de nuestra boda y vestida de dama de honor. 

—Vaya, vaya, que picarón estás hecho. Me parece genial y creo que puedo arreglarlo. Blanca te aprecia como un hermano, y te tiene mucho cariño, incluso diría que una extraña fijación. ¿Has visto cómo te mira desde que sabe que nos vamos a casar? Además, me debe un montón de favores. ¿Crees que tus amigos Tomás y David accederán?

Marina hasta había elegido ya hasta los nombres de los participantes de su fantasía. Con respecto a la pregunta, era pueril. Por supuesto que lo harían, Daba igual sus amigos tuvieran novia y mujer desde hace mil años. Marina estaba cañón. Guapísima, de largo cabello rubio que le llegaba hasta casi el final de la espalda, piernas larguísimas y unas firmes tetas de escándalo.

—Sí, lo puedo arreglar. Entonces estamos de acuerdo —continuó Mario, sintiendo una incipiente erección con solo pensar en trajinarse a la hermana veinteañera de su futura mujer.

» Pero deberíamos fijar algunas reglas inviolables. Sólo ocurrirá esa vez. Mis amigos no podrán correrse en tu cara al acabar ni, por supuesto, metértela por el culo. Lo de la cara me has dicho mil veces que no te agrada y lo del culo no las has hecho ni siquiera todavía conmigo. El resto de lo que decidas hacer con ellos, o ellos contigo, me da igual, pero esas cosas no.

—Me parece bien —afirmó Marina mientras lo apuntaba mentalmente. Mis reglas con mi hermana: No podrás follártela sin preservativo ni tampoco correrte dentro. Con lo puta que es mi hermana, seguro que se queda preñada a la primera. ¿Tenemos un acuerdo?

—Sí —afirmó Mario.

Marina hizo una mueca de satisfacción y continuó cabalgando sobre la polla de Mario. Sus generosas tetas golpeaban la cara de su futuro marido mientras ascendía y descendía sobre el engrasado mástil. Estaba desatada. Súper cachonda. Pareciera que la idea de que fuera a cumplir sus anhelada fantasía en pocas semanas la había excitado de un modo nunca visto. Mario, al que la idea de que pasarse por la piedra a su joven cuñada también le había puesto a mil, estaba a punto de rendir la plaza. A los pocos minutos, ya no pudo resistir más, se agarró a las caderas de su novia, cerró los ojos y descargó con fuerza en su coño. Era lo que más le gustaba en este mundo. Sentir como su masculinidad discurría en el interior de una mujer. Marina, también con los ojos cerrados y golpeándole el peludo pecho, no se daba por enterada y seguía cabalgándole como una posesa. Y no cejó en su monta hasta que al flácido miembro de su futuro marido se escurrió de entre sus piernas acompañado de un río de blanca leche.

Unos días antes de la boda

Sentados en el sofá de su casa, repasando los últimos detalles del inminente enlace, Mario le preguntó, de forma distraída, a Marina:

—Esto, amor... ¿hablaste con tu hermana acerca de nuestro acuerdo? ¿Le parece bien? 

—Sí, bebé. No hay problema. Lo hará. No le importa, para eso están las hermanas, me ha dicho la muy guarra. Me ha preguntado si había sido idea mía o tuya. Le he contestado que eso daba igual, que más le valía que te echara un buen polvo y que te había prohibido que te corrieras dentro, ¿y tus amigos?

—Me ha sido un poco más difícil de lo que pensaba. A Tomás no le daban el día libre en la estación de bomberos y tenía complicado asistir. Y David, ya sabes, acaba de tener a su hija hace poco y parecía que no iba a poder asistir con su mujer y su recién nacido —continuó Mario. Cuando les he comentado nuestro acuerdo, se han puesto manos a la obra y Tomás ha removido Roma con Santiago para estar en nuestra boda. David me ha dicho que por los colegas se hace lo que haga falta y vendrá también.

—¡Ay, bebé! ¡Qué bien! Estoy deseando que llegue nuestra bonita noche de bodas. Estoy muy cachonda pensando en esta pequeña complicidad nuestra, Y, mi bebé, estoy deseando comerme doblados los rabos de tus amigos. Sobre todo la de Tomás, que debe tener un buen troncho por lo que se le intuye bajo el uniforme de bombero.

A Mario no prestó mucha atención a esto último ni le afectó el comentario. Él estaba a otras cosas. Cómo, por ejemplo, imaginando su propia fantasía con Blanca, eyaculando abundantemente sobre sus blancas y menudas tetas.

El día de la boda

—¿Qué pasa cuñadito? ¿Estás nervioso? —preguntó riéndose Blanca mientras le terminaba de ajustar la corbata.

Blanca, ataviada con un precioso vestido color crema de dama de honor, estaba espectacular. Cuando se tienen veintipocos años todo te queda de fábula. Ella exudaba juventud y olor a fruta prohibida por todos sus poros. Estaban solos en la habitación, acababan de irse su madre y su suegra. Quedaba una hora escasa para el inicio del enlace.

—Bueno, un poco, no todo los días, uno se cas... —intentó reflexionar Mario, pero fue interrumpido. 

Blanca le había desabrochado el pantalón, bajado los calzoncillos de un tirón e introducido el miembro en la boca de una tacada. La polla de Mario empezó a crecer vertiginosamente mientras pequeñas descargas eléctricas recorrían su cuerpo. Ella le masturbaba con la mano y la lengua, con gran habilidad y delicadeza, besando con su labios mojados todo su ya erecto miembro. Su polla latía con fuerza. Blanca se detenía cada pocos segundos en el saco testicular, lo lamía y subía hasta la punta de su pene. Ahí se la mordisqueaba y vuelta a empezar. Todo lo realizaba con sumo mimo sin perder nunca el contacto visual con Mario.

Mario estaba muy cachondo. Era todo muy intenso "Vaya con la pequeña hermanita, joder, la chupa como los ángeles, mucho mejor que Marina, donde va a ir a parar, menuda putita", pensó Mario. También pensó de dónde vendría el origen de esa puta frase mientras la tiraba de la coleta, acción que sólo servía para que recorriera mejor todo el largo de su polla con su boquita de piñón.

Esto estaba demasiado bien, así no aguantaría ni un minuto más. Puta muchacha. Iba a conseguir que se corriera como un adolescente.

—Te ruego que pares un poco, Blanca. Joder, lo haces de maravilla y así no podré aguantar mucho más. Yo no, por Dios, no, yo me voy a correr, me corr...

Su potente eyaculación le sorprendió descargando con virulencia en la boquita de su cuñada. Ella no rechistó, limitándose únicamente abrir exageradamente los ojos mientras se tragaba toda su excitación con deleite. 

Varias descargas -y espasmos- después, Blanca se sacó la polla de la boca completamente limpia, sacando la lengua para demostrar que ahí no quedaba nada por tragar y le dijo:

—Bueno, esto ya está. Ahora, cuñadito, te toca comerme bien el coño. ¿Sabías que me he follado a todos los novios de mi hermana? Es lo que más me pone en este mundo. Poseer lo que es suyo. Y que ellos al comparar, me digan que soy mejor que ella en todo. Tú serás el tercero ya. Que sepas, que sino se me hubiera adelantado mi hermana con la petición, ten por seguro que te habría follado igual —comentó mientras le daba pequeños golpes con el índice de su dedo a su mástil, castigándole como si fuera un niño. 

La muchacha se recostó en la cama y se levantó la falda color crema de su vestido. No llevaba braguitas, por supuesto, faltaría más, y ni falta que hacían. Mario pudo apreciar su bello sexo depilado. Blanca con su mano en la nuca de Mario le acercó a ese paraíso. Al lamerlo, un delicioso olor íntimo inundó sus fosas nasales. Su coño era suave y delicioso. Cuando llevas muchos años comiendo el mismo coño, saborear uno nuevo, y además uno tan joven, es gloria bendita.

Mario se puso manos a la obra, o mejor dicho, lengua al coño y le hizo la comida de su vida a su cuñada favorita. Ella le agarraba por la nuca impidiéndole retirarse de ese geiser en activo. De los gritos que daba la niña, Mario tuvo que taponarle la boca con la sufrida corbata. Tras su virulento orgasmo, Blanca poniendo carita de niña buena, le exigió:

—Ahora, dame todo ese pollón que calzas. El preservativo que se lo meta mi hermana por el culo. Fóllame, fóllame como la perra que soy.

El novio no vio ningún fallo en esa oración. La puso debajo de él e hizo que abriera las piernas. Acto seguido le clavó todo el troncho sin miramientos. El interior de Blanca era acogedor, húmedo y estrecho. ¡Ay, la juventud, divino tesoro!

Se echó las piernas por encima del hombro y empezó a penetrarla sin piedad. Blanca arqueaba su menudo cuerpo con cada estocada. Un zapato de tacón quedó colgado de su pie, el otro salió disparado. Ella, con cada furiosa entrada, ladeaba la cabeza de un extremo a otro como si fuera un aspersor mientras gemía como una gatita risueña.

—¡Toma, cacho perra! ¿Quién manda ahora aquí? ¡Yo! ¡El puto cuñado! ¡Llevas poniéndome verraco desde que te conocí! ¡Con esa carita de niña buena que no ha roto un plato en su vida! ¡Te voy a destrozar el coño a pollazos! ¡Te lo lleno hasta arriba de leche, jodeeeeeeer!

Unos golpes sonaron en la puerta. Era su suegra preguntando si iba todo bien y si les quedaba aún mucho. La ceremonia estaba a punto de comenzar.

—¡Tranquila... Mamá, ya estamos a pu-pu-punto de... acabar! ¡Ayyyyy! ¡U-unos minutitos de na...na...nada y salimos! ¡No seas pesadaaaaahhhhh! —intentaba articular Blanca sufriendo un orgasmo y completamente a merced de un desatado Mario.

Mario no se veía harto y giró a su cuñada poniéndola a cuatro patas, todo sin sacar el duro miembro de su interior. Y volvió a empezar la incesante penetración. Las gotas de sudor de la frente de Mario regaban el perfecto culo para partir nueces de Blanca. Ella gemía mordiendo una almohada totalmente subyugada. Se acercaba el anhelado clímax. 

—¡Córrete sin sacarla, quiero sentirla toda dentro! —pidió mirando a Mario por encima del hombro.

Blanca inició su orgasmo que Mario, como buen cuñado, acompañó con el suyo propio. Perfectamente sincronizados. Él eyaculó como un animal en su interior. No estaba para sacarla ahora ni quería. Que se joda la norma, la suegra, su novia y el puto Sursum Corda. Con la cantidad de leche con la que la estaba inundando el conejo, por lo menos la daba para tener trillizos. Habían echado un polvo de puta madre. Cuando, por fin, terminó de bombear líquido vital, la sacó y se limpió la polla con su maltrecho vestido de dama de honor. Lo dejó perdido. Inservible.

Al rato salieron, agarrados del brazo de la habitación, con dirección al casamiento.

Todos alabaron que el novio no llevara corbata y la dama de honor fuera de sport. Ya estaba bien de caducas costumbres de vestimenta.


La noche de bodas

—¿Por dónde andará mi marido? —preguntó Andrea, bebé en brazos, a su amiga Belén. Hace ya rato que no le veo, el bebé se ha hecho caca, y necesito salir a fumar.

Su amiga Belén se encogió de hombros. También hacía tiempo que le había perdido la pista a su novio Tomás.  

No andaban muy lejos los muy golfos. En la suite nupcial, Marina vestida de rigurosa novia, les estaba practicando una doble felación.

La novia con las gordas tetas desparramadas fuera del corpiño alternaba una polla con la otra. Ellos, con los pantalones bajados, estaban el paraíso.

Hace unos minutos, habían pretendido ser unos caballeros y no ir directamente al tema. Habían iniciado el acto besándola románticamente el cuello, la boca, acariciando suavemente sus pechos, retirando su cabello. Pero Marina rápidamente zanjó esos preliminares con:

—¿Qué pollas hacéis? ¡Folladme de una puta vez! ¡Traed para acá esos rabos!

Los amigos, que eran muy bien mandados, tardaron cero segundos en bajarse los pantalones y presentar armas.

Una vez que los pollones estaban listos y bien engrasados para la acción, Marina se sentó encima de el de David mientras seguía chupándole la polla a Tomás. Si alguna vez pensaron que Marina pudiera ser tímida, en ese momento quedó despejada toda duda. El bombero estaba recibiendo una mamada de escándalo y la polla de David estaba siendo tragada incesantemente por el sexo de la mujer de su amigo Mario. Ella apoyada sobre sus tacones descendía con rabia sobre la polla, enterrándola entera, se recreaba con ligeros círculos en la base y ascendía de nuevo. Tampoco perdía comba con la mamada. Se tragaba hasta los huevos del sufrido Tomás. 

Tras unos minutos, Tomás se zafó del cepo de la boca de Marina, saliendo de su posición y colocándose en su parte trasera. 

—¡El culo es mío! —afirmó sin ningún tipo de pudor.

Tomás apoyó una mano sobre el escultural culo y aprovechó una ligera parada en los movimientos de las caderas de Marina para meterla toda la polla en el culo. Ella chilló un poco pero no era de dolor, era de satisfacción.

—¡Ya era hora, coño! ¡No sé a qué estabas esperando! —exclamó una satisfecha Marina sacándose momentáneamente una polla de la boca. Llevo reservándote mi puerta trasera desde que te vi con ese uniforme de bombero. Siempre he sabido que tú eras el que ibas a desvirgarme el culo.

Tomás gruñó de satisfacción. Marina era la única novia de sus amigos que le faltaba por darle por detrás. Incluso a Andrea, la mujer de su mejor amigo David, y recién salida de su embarazo, se la había follado por la puerta trasera en su casa mientras su amigo se había quedado dormido acunando a su hija en el sofá.

Los dos muchachos entraban y salían del interior de Marina como los pistones de un motor. Ella se limitaba a morderse los labios y de vez en cuando acariciarse los pezones.

Estaba bien claro que los dos amigos aquí habían venido a ser unos meros instrumentos de la fantasía de Marina. Ella llevaba el control de todo. Marcaba los tiempos.

—¡Ni se os ocurra correros, hijos de puta! —ordenó Marina.

Cuando ambos amigos sintieron el volcánico y demoledor orgasmo de Marina en sus pollas, ella les reclamó muy seriamente:

—¡Ahora quiero que os corráis en mi cara! 

Sacaron sus pollas a punto de estallar de su interior, llevaban ya varios minutos resistiendo como el Alcoyano, y se aproximaron a su rostro. Marina se les quedó mirando con la lengua fuera y les acarició un poco los huevos. Con un movimiento de su cabeza les dio permiso para que descargaran.

Espesos latigazos de semen golpearon su cara, impactos calientes y pegajosos. La leche resbalaba por su cabeza, el cabello, la cara, el cuello para morir entre el valle de las tetas de Marina y su sufrido vestido de novia.

Ella, satisfecha, se limpió con un dedo la leche de sus ojos y remató la faena limpiándoles amorosamente bien los rabos.

A ellos les temblaban las piernas como cervatillos recién nacidos.


¿Dónde estaba Mario en ese momento? Pues al flamante marido le estaban comiendo la polla, una camarera en el baño de minusválidos. Otra que tenía fijación por los hombres recién casados.

Esta boda era un vodevil de pasiones.

Costa Rica, días más tarde 

Tumbada en una hamaca del exclusivo resort The Westin Reserva Conchal, Marina se bajó unos centímetros sus gafas de sol, miró en dirección a la playa y le preguntó, así como sin venir a cuento, a Mario: 

—Mi bebé, ahora que ya estamos felizmente casados, ¿tienes alguna otra fantasía sexual? —mientras observaba con vicio a un imponente mulato.


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Imágenes:
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Comentarios

  1. Me gusta mucho Marina. Deseando estoy leer el resto de sus fantasías. Enhorabuena. Me ha gustado muchísimo.

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  2. Excelente historía, espero leer otra fantasía de esta talla.

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