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Arsène Putain y la confesión del Duque Blanco (Inspector Arsène Putain #14)

EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS



PARTE CATORCE - La confesión del Duque Blanco.

Rio Sena, última hora de la tarde.

Putain necesita reflexionar. Las últimas dieciséis horas han sido bastante intensas. Y nuestro intachable inspector para despejar su mente, sólo conoce un método, y es infalible. Echar un señor polvo. Él nunca ha sido de yoga, mindfulness y esas polladas, ha sido siempre más de follar. Cada uno debe conocer sus virtudes, y su polla debería estar hasta registrada con todos los derechos de autor posibles. Copyright y Copyleft.

Así que echo mano de la agenda de su teléfono móvil y sin dudar le mandó un mensaje a Svenja Korhonen ofreciéndola encontrarse en barco turístico por el Sena a última hora de la tarde. Arsène sabe a ciencia cierta que, a última hora de la tarde, el barco apenas estará concurrido y que el tiempo grisáceo y lluvioso tampoco invita a los posibles turistas. Al poco de mandar el mensaje, un escueto "Ok" le confirmó que Svenja se presentaría puntualmente más tieso que la picha de un novio y que intentaría deshacerse de su novia lesbiana antes, aunque eso no lo podía garantizar.

Han estado mandándose mensajes de alto voltaje (ambos), fotos de sus gordas y blanquecinas tetas en baños públicos (ella) y foto polla (él) desde ya algunas semanas desde que se conocieron en la librería "William Blake and Friends".

Vestido de forma informal con unos vaqueros descoloridos, Arsène la descubre en la cafetería a solas, esperándole.

Cumple la Srta. Korhonen todos los clichés de las mujeres finesas. Rubia casi platino, cabellera recogida en una trenza, ojos azules, dientes perfectos. Pero lo que más llama la atención de Svenja es su altura. Metro noventa de mujer, repartidos de forma sublime. Le saca Svenja diez centímetros de altura. ¿Qué importarán esos centímetros de menos, en altura si los puede compensar nuestro héroe con 25 centímetros de polla? Pues nada. Si sumamos centímetros, nuestro inspector aun la saca 15 centímetros. Aunque, esto no va de sacar sino de meter. 

Se sienta junto a ella en la barra de la cafetería.

Svenja insistió mucho a su novia lesbiana querer hacer un paseo en barco por el Sena. Y además debía ser hoy sin falta y a esta hora. Que bajo la lluvia era aún más romántico. Se puso bastante pesada. Su novia accedió a darle ese capricho, ignorante del destino de esa poco sabia decisión. Luego le dijo que tenía frío y se metió en la cafetería.

—El señor foto polla. ¿Cómo estás? —le da la bienvenida Korhonen de pie enseñando kilométrico muslo y mordiéndose la coleta. Lleva un pullover anchísimo de cuello alto de lana vuelto, rematado con una minifalda vaquera y botas de mediacaña. Huele a pecado y a problemas de difícil solución para hombres mundanos. Putain no teme a nada. Sabe lidiar con la vileza y no es para nada un hombre al uso. Más bien de abuso por la polla que calza.

—La verdad es que algo tenso últimamente. Mucho trabajo, pero el mal no descansa y me debo a la ciudadanía. Me alegro de que hayas podido venir. ¿Dónde está la estirada de tu novia, la hippie asiática?

—Pasando frío y haciendo fotos a las pájaros y a los monumentos como una gilipollas. Cómo si fuera la nueva Annie Leibovitz. Me encantan nuestras conversaciones. No veía la hora de volver a verte. Me gustan los hombre atrevidos y las fotos... pfiuu... muy picantes —susurra Svenja y tira del pullover descubriendo un hombro tatuado con un sol—. En mi país no tenemos hombres tan bien dotados como tú. Quizás por eso me haya hecho lesbiana hace años. O quizás sea un reprimida. No lo sé. A lo que voy, estoy harta de hablar. ¿Me echas un polvo y me sacas de dudas? No me gusta irme por las ramas. Estoy falta de una buena polla hace años. ¿Qué me dices? Hemos venido a eso, ¿no? ¿Uno rapidito?

Svenja se vuelve al camarero antes de esperar una respuesta sin duda afirmativa y se pide un chupito de aguardiente. Indica al mesero con la mirada que pagará el apuesto caballero. Antes de que se termine el chupito, Arsène le está metiendo mano a conciencia bajo la falda. Está ardiendo. Tiene la nórdica unos suaves muslos prietos como el candado de la sacristía de la iglesia de un pueblo de montaña. Seguro que juega al baloncesto en su Helsinki natal. Hoy le va a mostrar unas pelotas menos rugosas y de las que ganan partidas desde el banquillo. Unos ligueros tatuados que terminan con un lazo adornan los muslos de la muchacha.

La finlandesa disimula y se pide otro chupito. Desabrocha con la izquierda con habilidad la botonera del vaquero de Putain y le empieza a masturbar. Al sentir la envergadura de la polla de Putain en la mano, abre los ojos de par en par y casi se atraganta. Las fotos no le hacen justicia. Esta polla pertenece a la Wikipedia. El camarero árabe se percata del rostro de sorpresa e intentando ligar, -pobre inocente- suelta la gracia:

—El chupito está fuerte de cojones ¿verdad? —ríe Samir ajeno a toda realidad, pensado inocentemente que con su ocurrencia iba la rubia a abrirse de piernas y tocar ambas orillas con los talones.

C'est génial! —responde Svenja entre risas mientras la polla de Putain vuelve a crecer y desmelenarse en su mano y se pide una tercera ronda. Tiene más aguante que toda París junta.

Svenja derrama intencionalmente parte del aguardiente sobre la tranca del inspector que resiste brava el desafío etílico sin perder la compostura ni la soberana erección. 

El camarero al rato se retira malhumorado a la cocina al ver que la nórdica le da poca cancha. Arsène en cambio no ha perdido el tiempo y le está pelando el conejo sin piedad a Svenja con dos justicieros dedos. Antes de terminarse la primera cerveza y el tercer chupito, Svenja ya se corrido una primera vez apretando los muslos y atrapando como un cepo de oso la mano del incorregible inspector.

Sin más dilación, Svenja lleva agarrado de la polla a Putain a una fila de asientos desierta de la cubierta. Se asoma por la barandilla para cerciorarse de que nadie los ve. Tan solo dos niños jugando y algo más alejado su novia tirando fotos tras foto a unos feos pajarracos. Se sienta en el húmedo banco, pero no más húmedo que ella misma y abre las piernas. Tiene Korhonen un conejo depilado de labios gigantes. Arsène le levanta las piernas y se las coloca en los hombros. Parece que le acabasen de nombrar caballero de la polla indómita.

Los pollazos que le mete el adalid de la justicia son tan devastadores y profundos que teme que el atornillado banco de acero a la cubierta, ceda en una de estas. La novia hippie de Svenja mientras tanto se vanagloria de su suerte al poder inmortalizar tantas aves y de las vistas tan estupendas. Luego le enseñará las ciento cincuenta fotos a Svenja. Que suerte ha tenido al conocerla, ella que no se fía de los malditos hombres que sólo quieren metértela hasta el corvejón, ella que es tan celosa y lesbiana. Sin duda, hacen una pareja estupenda. Tiene un ojo infalible para echar fotos y elegir compañeras de cama tan fieles.

Putain tras una sucesión rápida de estocadas carnales, ya no puede evitar la inminente eyaculación y se corre dentro. Estaba más tenso de lo que se imaginaba. Por la cara de satisfacción de Svenja estaba deseando sentir el desbordante calor de Arséne inundándola. Ella ya se había corrida dos veces más antes, una nada más sentir la polla de Putain penetrándola, gruesa como un bote de mermelada y era justo de recibo que se aliviase Arsène dentro de ella. Qué placer más intenso sentir el calor de la masculinidad de Putain abriéndose camino como un lengua de fuego en su conejo en comparación con el frío de la cubierta. Donde esté una polla como la de Arsène que se quite todo Dios.

Tras asegurarse de que ninguna gota de esperma quede huérfana y al cobijo del higo de la finesa, el inspector acompaña a Svenja de vuelta al interior del barco y se despide como el indomable caballero que es.

—¿Nos volveremos a ver? —pregunta Svenja con el pistacho al rojo vivo y dilatado, lleno a rebosar del zumo justiciero del agente del orden.

Putain responde que quizás. Svenja se da por satisfecha con la respuesta y le da un largo beso en la boca. Jamás olvidará al inspector. Se lleva una mano bajo la falda en busca de la sensación del cálido semen y volver a lamerse los dedos. Se pregunta dónde estarán sus bragas.


16 horas antes. Apartamento de Olivier Lanroché.
En el interior de una furgoneta policial de incógnito.

—Arsène, presta atención a lo que te cuento —sermonea la comisaria Babette Fournier a Putain—. Al poco de recibir la pertinente autorización del juez Dupont para la detención de Olivier Lanroché, alias el vil criminal Duque Blanco, me dirigí al apartamento para la detención de Olivier a pesar de ser ahijada de su madre Anouk Lanroché y Olivier es como un hermano para mí, soy una profesional como la copa de un pino. Tanto el cuerpo de Policía, la ciudad de París como ya misma, le debemos mucho a la familia Lanroché. Te ruego que lo tengas en cuenta.

» No podemos entregarle un espectáculo circense a la prensa con una detención. Toca ser discretos. Es lo mínimo que puedo hacer por mi familia de acogida. Un arresto sin escándalos. Ya sabes que todo lo que gira en torno al imperio Lanroché es siempre a lo grande. Tú estuviste en su fiesta de cumpleaños años atrás, sabes de lo que hablo. ¿Arsène, te estás enterando de algo de lo que te digo?

—Sí, sí, claro. Por favor, continué comisaria Fournier —responde el intachable inspector reclinándose en el asiento de la furgoneta policial estacionada una calle paralela al apartamento.

—Poco me podía imaginar que, tras subir el ascensor privado al ático de Olivier, éste me estuviera esperando con una bata de seda abierta con el miembro al aire y con la distintiva máscara de médico de la peste calada en el rostro. Dentro del apartamento jolgorio, jadeos y risas de mujeres. No parecía sorprendido. La verdad es que sólo le conozco así. De fiesta. Había de todo, mujerzuelas disfrazadas de agentes de la ley, con gorras de visera, esposas y porras poniendo multas a otras invitadas mientras follaban como si no hubiese un mañana. Otras llevaban pollas postizas al cinto. Sólo jóvenes y mujeres. ¡Sodoma y Gomorra!

» ¡Me recibió como si fuera una de sus cortesanas! Incluso se llegó a tocar la polla delante de mí. Gorda como un lomo. Yo, que le visto la tranca muchísimas veces y eso, ¡Eso no era normal! Seguro que se ha inyectado ácido hialurónico. Ni punto de comparación con la tuya, pero sí que era gorda la muy maldita.

—¡Qué escándalo y qué poco estilo! —sentencia indignado el intachable inspector, acariciando amorosamente con los dedos la mejilla de Babette Fournier en señal de afecto—. Olivier nunca tuvo modales. Ya me lo confesaba Anouk. Todas las facilidades para ser un caballero ejemplar y un hombre de provecho y ni con esas.

Putain adora los labios carnosos color fuego infierno de su jefa. Le encanta el cabello pelirrojo de Fournier. Cómo cae en cascada sobre sus hombros. Es una delicia verla. Arsène se lleva las manos tras la nuca, antes estaba algo tensionado, pero ahora ya se está relajando.

—Cuando le entregue la orden de arresto, se me carcajeó en la cara y me dijo que me fuera a tomar por culo. Qué quién era yo para detenerle, que sólo se entregaría si te presentabas tú, el inspector Arsène Tiberius Putain, su amigo del alma, en persona. Nadie más. Y así haremos. Por respeto. El afamado inspector Arsène Putain irá a detener al criminal de forma civilizada. ¿Estamos? Soluciónalo Arsène. Estamos a punto de escribir historia —sentencia Babette.

—Yo también estoy a punto —confiesa nuestro incorregible adalid de la justicia sin evitar mirarle las tetas torpedo de su jefa. Puntiagudas y de aureolas esponjosas como rodajas de piña. Pechos que necesitan ser cubiertos diariamente por leche ordeñada casera para conservar su esplendor. Es como el glasé de los donuts. No cree que exista otra forma.

—Ni se te ocurra correrte en mi cara —advierte ofendida Fournier, con la mandíbula dolorida y los labios hinchados como un bote neumático de chuparle el miembro a Putain hace ya veinte minutos. Desistió de seguir cabalgándole al tener el conejo aniquilado por el tamaño de la polla. Es la tranca del inspector gorda como el pistón de un Land Rover—. Avísame antes, hijo de puta. No me lo voy a tragar todo sin rechistar como las putas de tus amigas.

El inspector asiente y le promete que le avisará. Diez segundos después se corre en su cara. El estallido de la eyaculación sobre el rostro y el cabello pilla a la comisaria desprevenida, la ciega de ambos ojos y la levanta el pelo como cuando pasa el metro por una estación.

Corrida típica espectacular de Putain, muy generosa en volumen. Nada de un cucharadita sopera. Cómo el puchero de la abuela paterna de España.

—¡Hijo de puta! Con qué me ibas a avisar —exclama Babette, pero sin apartar ni el pecoso rostro ni dejar de ordeñarle amorosamente con ambas manos el troncho. A una mano sería tarea imposible. Putain sabe muy bien de qué pie calza su jefa en la intimidad. Mucho postureo, pero después se come la pollas dobladas. Nadie se resiste al poder de atracción del viril Arsène.

Putain se está terminando de subir los pantalones cuando la comisaria se enciende un cigarrillo electrónico y tras vapear una nube grisácea sabor pan de plátano, le instruye con las últimas indicaciones.

—A pesar de que no hay forma de acceder al interior del apartamento sin hacer uso del ascensor privado y sin que las alarmas del complejo sistema de seguridad monten en cólera, no te abandonaré a tu suerte dentro del lupanar de Lanroché. Llevarás un minúsculo dispositivo de escucha en el oído y estaremos en contacto contigo en todo momento. ¡Sácale una confesión, Arsène! Será válida ante un juicio siempre y cuanto participes en la conversación.

» A la menor ocasión de riesgo, la agente Contreras, apostada en el edificio cercano, le pegará un tiro en los huevos. Es una francotiradora excepcional. La primera de su promoción. Dónde pone el ojo, pone la bala. Dicen que duerme con un arma bajo la almohada. Que no hay una sola bala que no haya pasado por sus labios antes de terminar en el cargador. Y sí, Arsène, exactamente por los labios en los que estás imaginando.

Putain la conoce de oídas. Es una leyenda. Un cañón de mujer. Mujer latina, menuda de cabellera corta oscura. Más ardiente que el reactor del bloque cuatro que estalló en Chernóbil. La agente Contreras no es solo una belleza racial explosiva, es destrucción atómica. No se la conoce relación alguna, ni con hombres ni mujeres. Entregada al trabajo. Pero Arsène no es un cualquiera. Hace tiempo que le tiene echado el ojo y le gustaría echarle otra cosa. Comparación de cañones. Nada personal, sólo profesional. Hasta que se la meta, claro. Le presentará sus credenciales en detalle y las múltiples ventajas de ser amiga suya. Es Putain un desprendido a la hora de entregar "Know-How" o la variante putainesca de "Fuck-Now".

—¿Por qué a los huevos? Un hombro o una pierna vale igual, ¿no?

—No, a los huevos. Por listo y por puto. Yo tengo mis razones y tú, tus órdenes. Lo quiero detenido y si es con un tiro en los huevos, mejor.

Tras asearse con una cantidad ingente de pañuelos desechables de su bolso el rostro, Fournier se cerciora de que ningún agente del orden esté prestando atención fuera de la furgoneta de cristales tintados y le indica a Arsène que salga por la puerta de atrás con una carpeta para disimular. A pesar de haber dicho al grupo de intervención que tenían que tratar un tema muy delicado y sumamente confidencial, hay mucho cotillo y mucha puta en el departamento.

Putain sale con las ideas muy claras y los huevos bien pulidos. Maridaje perfecto. Es hora de cerrar uno de sus casos abiertos más longevos. Mete el índice de su mano derecha en su pantalón para asegurarse haberse llevado el tanguita de Fournier. Todo controlado. Se la está poniendo dura de nuevo.


Arsène toma el coqueto ascensor privado del apartamento rodeado de espejos. Es hora de terminar esta farsa.

Abre la puerta, su amigo Olivier en la esperada bata de seda, armado con una botella de vino a medio terminar y con la polla al aire como ya le habían prevenido Fournier. El apartamento, está hecho una leonera. Botellas vacías por el suelo, el peculiar y divertido olor de la marihuana, ropa interior desperdigada y en un sofá, unas inconfundibles piernas de mujer enfundadas en látex negro viendo la televisión. 

—Tienes mucho valor en venir a mi casa —le recrimina Olivier tirándole de la manga de la americana y llevándole dentro— Después de todo lo que me has hecho sufrir. Tras tantos años ridiculizándome, haciéndome quedar mal ante mi familia, ante mis amigos, ante todo Dios.

Tranquilo, amigo —responde Arsène levantando las palmas de las manos en señal de paz, pero visiblemente molesto por los malos modales de su amigo—. He venido tal cómo has exigido y no hay necesidad de ser rudo. Y tápate esa miseria. 
—¡Moloko! —le grita a la figura embutida en látex del sofá—. ¡Cachéale! Yo iré mientras tanto a por otra botella que la anterior venía con un agujero. 

Moloko vestida en riguroso negro y con la máscara de gas que tanto hizo perder el sueño a Putain, se levanta y empieza a cachear desde las pantorrillas hacía arriba a un poco sorprendido Arsène. Le baja los pantalones y el calzoncillo de una tacada. La polla de Putain en semi erección se despereza ante la presencia de una mujer cerca de sus dominios. 

Sin piedad Moloko magrea una y otra vez el voluminoso paquete del inspector. La erección es instantánea. Pauline Putova sabe cómo ponérsela dura con dos giros de muñeca. Otras mujeres se la pondrán más dura, pero ninguna tan rápido como Nicole. Tras estrujarle los huevos y apretarle los carrillos del culo, Moloko le susurra al oído.

—No te alteres, mi querido inspector. Disimula, Olivier no sospecha nada. Déjale que se crea que está al mando. Los hombres sois tan estúpidos. Nos la metéis dos veces y ya os pensáis que os pertenecemos.

—Desarmado, mi niño bonito. La única arma que lleva es el pollón. Veinte centímetros de dura tranca — le confirma a Lanroché, sabiendo que negarle un veinte por cien de troncho al orgulloso Putain es una forma muy fácil e irresistible de alterar al inspector. Le encanta tocarle los cojones.

—Son veinticinco centímetros, no veintidós—corrige Arsène ofendido— medido como demandan los cánones desde la base del falo. 

—¡Lo que sea, joder! —responde Lanroché indignado y abre la botella de vino con los dientes—. Mucha polla, pero quién está al mando ¿eh? ¿Quién la tiene más gorda? ¡Yo, joder! —grita mientras bebe del morro de la botella. 

—Dime Olivier, ¿a qué viene todo esto? —pregunta Putain que ya se ha empezado a aburrir. Es su amigo un patán, poco educado y cansino. El inspector está deseando dedicarse a otros menesteres cómo follarse a Moloko. Últimamente todo lo que no sea meter, le aburre sobremanera.

— ¡Te has follado a mi hermana Nöelle, mi novia y exmujer Ava D'Arby, incluso a mi madre Anouk! ¡Y no cuento al personal doméstico! No has tenido piedad de ninguna. ¿Pensabas que no lo sabía? El inspector Putain, mi amigo, tan intachable. ¿Cuántas veces te has tirado a mi madre? ¿Aún vivía mi padre? Te odio tanto. Sacas esa pedazo polla a pasear en mi casa y todas empiezan a babear.

» Desde siempre me ha tocado vivir a tu sombra. Lo sabias y lo hacías a propósito. Me querías ridiculizar a todas horas. ¡Admítelo, joder! Pero me las vas a pagar todas juntas. ¿Quién te crees que ha estado financiado a Nicole Moloko todos estos meses? ¡La familia Putova no tiene ni una décima parte de las riquezas de Lanroché! ¿Quién te imaginas ha estado sembrando el terror por París todos estos años? ¡Yo, el magnífico Duque Blanco! Cómo te has quedado, ¿eh? —grita un cada vez más encolerizado y achispado Olivier, con la tranca al aire bamboleando de izquierda a derecha como un botafumeiro sin parar de agitar de nuevo la Beretta 92F.

—Ten cuidado con eso, no vayas a hacerte daño —responde irónico Putain a las amenazas de su amigo y de paso tranquilizar a Fournier al otro lado de la línea—. Aparte de que toda Francia sabe que tú no eres el Duque Blanco— provoca Putain, buscando con una pregunta directa la ansiada confesión del heredero del imperio Lanroché.

—¿Qué no soy el puto Duque Blanco? ¡Qué me haya suplantado Moloko un par de veces no la hace a ella merecedora de todas mis excelsas villanías! —responde Lanroché, muy alterado apuntando con su Beretta y su polla a Putain. 

Armado de valor y cargado de alcohol dispara.

Falla por supuesto y se carga un valioso jarrón del emperador Rufingus, el despiadado, que estalla en mil pedazos. Lanroché se encoge de hombros a modo de disculpa intentando disimular el susto que se he metido él solito. No pensaba disparar en realidad, ni sabía que el arma estuviese ni cargada. No es un asesino. Sólo quería meterle el miedo en el cuerpo.

Babette Fournier le susurra al oído que ya tienen la confesión, le confirma que "La Nena" ya tiene un tiro limpio y que se aparte. Un segundo después, un levísimo crác en el ventanal acompaña un lastimero puf de Olivier. Le han dado en "todos" los huevos con un dardo adormecedor. El Duque Blanco no se puede creer que le hayan derrotado tan fácilmente, él que lo tenía todo controlado hasta el mínimo detalle. La única certeza que le queda ahora es que le han disparado en las bolas y tiene un dolor de cojones -nunca mejor dicho- de espanto.

Lo último que ve antes de que la oscuridad le envuelva, es a Putain subiéndose los pantalones o ¿se los está bajando de nuevo?

La agente Contreras apostada a menos de 800 metros, sonríe para sus adentros. Un tiro perfecto. Si ha tardado más en disparar no era por falta de oportunidades si no que no podía dejar de mirarle la tranca a Putain por la mirilla telescópica. Era algo casi hipnótico. Ella que es parca de palabras, quizá se lance en entablar conversación con el bravo agente después. Y que la empotre toda la tarde. Sabe muy bien que gusta y mucho a los hombres. Seguro que no le será difícil seducir a Putain. Tiene unas bragas finísimas que seguro querrá el buen inspector añadir a su colección. Excitada ante la posibilidad, la agente Contreras lame un cartucho y recoge su rifle. Le hará entender que es ilegal ir por la calle con un arma de esas proporciones sin registrar. Así se lo hará saber y empleará toda su experiencia en desarmar esa monstruosidad que en manos poco expertas es un peligro grandísimo. 

Epílogo, dos días después.

Putain se dirige a toda velocidad con su Porsche Carrera 911 al aeropuerto Charles de Gaulle a recoger a Michelle Dupont que ha venido a pasar unos días a París. Tiene unas ganas locas de verla. La vida sin Michelle no es lo mismo. Como tampoco es lo mismo meneársela frente a una pantalla del ordenador cuando quedan para verse. El display del coche sincronizado con su móvil le indica que tiene mensajes de voz sin leer. Uno es de Moloko de hace algunas horas. Putain odia los mensajes de voz. Son tan impersonales.

¡Polla gorda! La verdad es que le estoy cogiendo gusto a todo esto de ser una agente doble. Me encanta, Arsène. Puedo hacer lo que me salga del higo y estoy amparada por la ley. ¿Pero sabes lo que más me pone cachonda, querido Inspector? Que te carcoma la duda hasta qué punto estaba metida en el ajo con Lanroché. Y que te mueres por metérmela. Sé que eso te mortifica día tras día.

Han pasado ya años desde que te la chupe por primera vez en el cuarto de tu hija rodeada de peluches mientras tu familia celebraba el cumpleaños de tu hija. ¿Quién iba a sospechar de la canguro? Vaya corridón de pegaste en mis coletas ¿te acuerdas? Y cómo dejaste al teniente Chispitas, el oso de peluche favorito de tu hija adolescente. Parecía que le hubiese puesto el velo de una novia. Lo recuerdo muy bien. Pero te quedaste con las ganas de metérmela. Me hubieses partido, estoy segura. Ahora te jodes y te quedas con las ganas de demolerme el melocotoncito con esa polla descomunal que calzas.

Por cierto, mientras de hablo contigo me estoy masturbando con el crucifijo consolador de Santa Cataplina —continua con voz entrecortada para terminar el mensaje de voz con un pronunciado jadeo y un "joder, me corro" y un "Puto Arsène".

Spoiler:

Putain se la metería hasta los huevos meses después en su Porsche 911. El muy hijo de puta se corrió dentro y tuvo cantidad suficiente para sacarla y con el latigazo final descolgarle el ambientador de pino de su retrovisor. Durante semanas Moloko incluso temió haberse quedado embarazada, desconocedora de que nuestro viril inspector se había hecha la vasectomía años atrás.

El inspector borra el mensaje de voz y bloquea temporalmente a Moloko. Siempre está con la misma cantinela. Qué pesada es. Que se joda y se harte a hablarle al buzón de voz. Le tiene hasta los huevos.

Puta Moloko.

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PUTAIN VOLVERÁ.

¡La banda sonora de "La confesión del Duque Blanco"!

Miley Cyrus - We can’t Stop (Director’s Cut)


David Guetta & Bebe Rexha - I'm Good (Blue)


No te pierdas todas las aventuras del intachable inspector Arsène Tiberius Putain bajo el siguiente enlace o en su libro recopilatorio de próxima publicación.


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