Arsène Putain y el miembro de Casanova (Inspector Arsène Putain #15)
EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS
PARTE QUINCE - El miembro de Casanova.
Hotel Caminetto, Roma.
A la espera de que su jefa, la comisaria Babette Fournier, termine de acicalarse, Putain espera paciente en el hall repasando mentalmente el caso que los ha llevado a la Ciudad Eterna. En la barra del bar, unas risueñas azafatas de la compañía aérea OpenFly Air no paran de comerse a nuestro inspector con la mirada. Una de ellas incluso está buscando vincularse con la opción de Bluetooth de su móvil al celular del atractivo inspector.
Desde la detención hace seis meses del infame Duque Blanco, la ciudad de París ha disfrutado de una tranquilidad inusual. La vileza criminal de la ciudad, aburrida y desanimada por los continuos e inapelables éxitos de nuestro bravo inspector, se había rendido finalmente a la evidencia. La ciudad de la Luz, y ahora de la justicia, estaba a salvo.
Con estos mimbres, el hurto de un valiosísimo molde del miembro del libertino seductor Giacomo Casanova del nuevo museo dedicado a su persona, fue casi un alivio. Según las leyendas, a la polla del libertino veneciano Casanova se le atribuían míticas leyendas. Desde su inquebrantables tamaño, que se podía observar, hasta su resistencia practicando el acto sexual. Incluso se le presumían poderes mágicos que desencadenaron en una orgia hace doscientos años. Todo indicaba que el robo fue perpetrado por la fugada Sor Inés y su reconstruida Hermandad del miembro erecto.
Ash Hole, el conocido mecenas e inversor del museo Giacomo, estaba más que molesto que tras tanto dinero y recursos invertidos, y a falta de pocos días de la inauguración, se produjese un robo del objeto de exposición más anhelado.
A ese hecho se sumaba que la comisaría estaba en el punto de mira de la alcaldesa Morizet. Aunque la alcaldesa reconocía la buena cuota de casos resueltos de Babette Fournier y su equipo, estaba muy preocupada de que la comisaria se hubiese convertido en un lupanar. La aparición de una serie de foto pollas que estaban circulando impunemente por las dependencias policiales, le robaba, al parecer, muchas horas de sueño.
Babette conoce perfectamente el origen de estas fotografías y el pollón retratado. Y la predisposición del inspector a entregarlas sin piedad alguna, tocaba cortar el problema de raíz y ¿qué mejor idea que mandar al inspector a solucionar un caso lejos de Francia?
A pesar de que la misma Babette se había hecho con la mayoría de las fotos que circulaban por las dependencias policiales, fotos que guardaba celosamente junto a varios satisfayer en su despacho, reconocía que era muy difícil defenderse ante el pollón de Putain, hipnótico como las luces de la gran ciudad.
Eso no quitaba que habría que plantearse seriamente los sistemas de seguridad de las cárceles franceses que parecían disponer de puertas giratorias de entrada y salida para facilitar la fuga de sus reclusos, ¡pardiez!
La zalamera comisaría Fournier no dudó en proponer al inspector el viaje a la ciudad Eterna alegando al orgullo patrio. Arsène asintió de inmediato y la única condición que puso, fue contar con la ayuda de su ex ayudante Michelle Dupont, destinada hace un año en Dover, Gran Bretaña. Fournier lo desestimo con una mano cómo quien espanta moscas.
—Michelle está realizando una excelente labor en Dover y no vamos a molestarla con un caso que podemos solventar tú y yo, Arsène. Iremos juntos a Roma. Además, se acaba de echar un novio y tú, mi querido inspector eres un peligro para toda mujer casada, comprometida, separada o viuda. Tu polla levanta hasta a los muertos — remarcó Babette Fournier levantando un dedo índice.
A Putain, la noticia de Dupont, no le pilló de sorpresa. Hacía ya más de dos meses que sospechaba que Michelle se había encariñado de Ryan Cunnighan, un pelirrojo compañero suyo. Parecía buen chico, pero no un hombre como es el inspector. Pero no es Putain, hombre de rendirse al primer obstáculo. Esa nimiedad ya la solucionaría a su debido tiempo cuando la volviese a ver con su incomparable labia o sacándose la polla a las primeras de cambio. No había nacido aún fémina capaz de apartar la vista una vez se sacaba el troncho. Anda que no es nadie nuestro inspector en las distancias cortas.
Baja por las escaleras anunciada por el inconfundible taconeo, la comisaria Fournier, envuelta en un halo de belleza etérea. Pantalón de pinza, camisa blanca de lino egipcio, americana oscura. La habitual palidez de su rostro no desentona con su aspecto inalcanzable, es más remarca aún más su volcánica melena rojiza en cascada hasta los hombros. Con cada paso, sus puntiagudos pechos, atrapados en su sujetador blanco, se elevan pidiendo piedad. Una ayuda que les es negada una y otra vez. Ha echado algo de culo desde la última vez que se la folló Putain. Un detallo insignificante que el inspector no pudiese arreglar de inmediato con unas buenas embestidas de longaniza y furiosas nalgadas. Que se quiten todas las cintas elásticas de los gimnasios para fortalecer glúteos habidas y por haber ante los remedios caseros del sabio y viril Arsène.
Antes de que Arsène puede echarle un sincero cumplido y con la petición de conexión vía Bluetooth pendiente de una imagen de las azafatas, ambos abandonan el hotel camino al museo "Sconosciuto Giacomo" dentro de un taxi. Al salir oye a la azafata morena reprender entre risas a la rubia de pelo corto con un: "¡Qué burra eres, Vane!"
El trayecto hasta el museo les llevará apenas veinte minutos. Tiempo suficiente para que nuestro inspector abra la cremallera del pantalón de su sorprendida jefa, retirar el minúsculo tanga de encaje y frotar con la palma de la mano el clítoris en un acción que haría palidecer de envidia a Aladino y su lámpara maravillosa.
La solícita Babette se baja los pantalones por debajo de las caderas, momento que aprovecha Putain para intercalar pinzamientos con dos dedos bien salivados en la pepitilla con penetraciones digitales con la mano en forma de revólver. Queda el acto delictivo oculto bajo el portátil de la comisaria, que simula escribir un correo electrónico al estimado señor fjjvlkwhfnrll con el urgente asunto ldksvnlana5g.
Un poco antes de doblar la última esquina para llegar al museo, y tras un sinfín de baches -el tassita se ha empeñado en cogerlos todos para mayor alegría de Babette- la comisaria se ha aliviado en las hábiles manos de pianista de Arsène y se ha descarrillado los labios de tanto contener los jadeos. Fournier comprueba con suma satisfacción que el pollón de 25 centímetros de Putain ha marcado ostentosamente un amplio cerco en el pantalón del inspector.
—Siami arrivati signori! — anuncia el taxista interrumpiendo su espantosa interpretación de Il mondo de Jimmy Fontana y cercenando toda posibilidad de alivio para el sufrido Arsène que esperaba una compensación oral o manual por parte de Fournier.
Putain le paga al taxista, y mejor que no deje el trabajo para ser cantante, frustrado con un billete de veinte euros, le indica que nunca deje de perseguir sus sueños y de cantar (ironía ON), sale del coche y le abre la puerta a Fournier. Su caballerosidad no queda sin premio y una desmadejada Babette le obsequia con una amplia sonrisa. Ya no quedan hombres tan varoniles como Putain. ¿Desde cuándo que un hombre sea gentil contigo es ser menos femenina? ¿Sentirse deseada es estar bajo el patriarcado? Tonterías.
Arsène que se las sabe todas, no da puntada sin hilo. Dónde cabe una sonrisa, cabe una longaniza. Su abuelo español que sabía mucho de salchichas y lomo fue siempre una inspiración constante en las vacaciones veraniegas que pasó Arsène de adolescente en España.
Museo Sconosciuto Giacomo, Roma.
—Antonella Morelli, 28 años. Hija de nobles. Licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Florencia. Desde principios de año al cargo del museo dedicado en exclusiva al historiador, jurista, escritor y seductor Giacomo Casanova. Dicen las malas lenguas que la suya le sirvió para aprobar todas las asignaturas de la carrera con nota. Sin antecedentes a excepción de algunas multas por exceso de velocidad y detención por resistencia a la autoridad en pelota picada en una manifestación anti-sistema. De carácter difícil, soberbia y distante.
» Hace tres días, la noche del lunes, entre las 22:14 y 22:31 horas, las cámaras de seguridad recogieron que un grupo compuesto por dos personas entraron en su despacho sin forzar la puerta y sustrajeron un cofre con el molde del miembro viril de Casanova. Por las cámaras del museo hemos identificado a Sor Inés, quedando la segunda integrante aún sin identificar, aunque suponemos que podría ser la integrante del culto de la Hermandad del miembro erecto, la exactriz porno Frida De Klerk alias Mrs. Leche en polvo.
Putain asiente. Conoce las películas de la holandesa Frida de sobra. Vestida de granjera, camisa a cuadros botas de goma, gorra blanca de alas Volendam y sus inconfundibles coletas rubias atados con coquetos lazos. Especializada en porno rural. Famosa por repetir hasta la saciedad las frases en sus cortos de: "¡Tú no has venido a comprar leche, has venido a dejarla!" y "¡Eso hay que ordeñarlo ya! Antológica e imprescindible es su corto más famoso "Día de ordeño en Oberbayern". Babette se para en seco sin saber cómo interpretar la afirmación silenciosa y media sonrisa de Arsène, después continua:
—La Srta. Morelli ha confirmado desconocer que hubiese otro juego de llaves y no ha echado en falta ninguna otro objeto. Tiene, además, una coartada sólida corroborada por varios testigos independientes. La Srta. Morelli, nos espera en su despacho.
El tintineo de los tacones de Fournier retumba en el museo camino al despacho de Morelli. El robo del objeto más anhelado es una contrariedad sin parangón, máxime cuando toda la publicidad de la inauguración se ha versado sobre el miembro de Casanova con mucha diferencia sobre otros objetos igual de interesantes.
Tras subir una adornada escalera de mármol, un guardia de seguridad les indica el despacho de Antonella Morelli. En un alarde de cortesía, el guardia les indica que la gerente está de muy mal humor y como dirían en España, no tiene el coño para farolillos. Babette entra en el despacho sin llamar a la puerta. Ella es la puta ley, qué se ponga la gerente como quiera.
Sentada en una mesa atestada de papeles con un café a medio terminar y en una oficina repleta de cajas, algunas abiertas, la mayoría cerradas, Antonella Morelli levanta la vista contrariada sin parar de morder un bolígrafo. Sabe perfectamente quiénes son.
Tiene Antonella Morelli una boca grande, una boca carnosa carmesí ideal para chupar pollas. Sus labios perfilados delatan a gritos una esmerada intervención para darles volumen con ácido hialurónico al igual que la silicona ha cincelado sus pechos demasiados redondos. Su menuda cintura resalta un culo respingón embutido en una falda de cuero oscura. Aun siendo una mujer muy atractiva, desprende frialdad y altivez. Sumamente aburrida por tener que rendir de nuevo explicaciones a los agentes de la ley. Estaba al tanto de la visita de Fournier y Putain, pero no por ello debe gustarle más que vengan a tocarle el coño.
—Buenas tardes, gracias por venir con tanta celeridad—miente una altiva Morelli, más preocupada por no romperse las uñas de silicona que de simular una cortesía mayor de la necesaria—. Entiendo que ya estarán al tanto de los detalles del robo. Indíqueme por favor en qué más podría serles de ayuda, aunque ya no creo que pueda aportar ningún detalle más. Sean breves. Al contrario que ustedes, no tengo tiempo para viajes de placer de un país a otro y tengo muchísimo trabajo. ¿En qué puedo ayudarles?
Putain sonríe para sus adentros y encuentra que una mamada sería una buena carta de presentación para romper el hielo. Nada más pensarlo, se le pone durísima. Hecho que no queda inadvertido por Morelli que abre los ojos como si se le fueran salir de las órbitas y se atraganta con el café.
—Gracias, Srta. Morelli. Seremos breves. Desgraciadamente, tras su declaración a los compañeros, aún nos quedan dos preguntas pendientes fundamentales sin responder La primera de ellas, ¿Tiene alguna idea de por qué no saltaron las alarmas? y la segunda, ¿cómo posible que los criminales supieran de la ubicación exacta del molde en su despacho? Las imágenes muestran claramente que incluso disponían de una llave para abrir su armario —añade Putain metiéndose las manos en los bolsillos para estirar la parte frontal del pantalón y acentuar el paquete que gasta marcado como queso fundido en un sándwich al horno. Le gusta intimidar con el tamaño de su miembro.
—¿Me están acusando? Pregunte al servicio de seguridad. ¡Yo qué sé! Hubo caídas de tensión durante toda la semana pasada y por lo que sé, las cámaras de seguridad sí disponen de cierta autonomía. No es el caso del sistema de seguridad. Creo que incluso se desactivaron para no emitir falsas alarmas constantemente. Pero yo no soy una experta —responde arrogante Antonella que ha pasado de observar la polla a Putain a mirarse sin parar las largas uñas.
—¿Cómo de detallada es la descripción del molde del miembro de Casanova? —pregunta la comisaria Fournier con la mejor de sus sonrisas —¿Se ha llegado a exponer anteriormente? ¿Existe alguna copias gráfica de ella? ¿Descripciones?
—No, no —responde malhumorada y muy altanera Morelli, sorprendida por el aluvión de preguntas — Ninguna copia gráfica. Tan sólo la descripción de nuestra página web y banners publicitarios. Se iba a exponer por primera vez la semana que viene. El miembro era la polla... perdón, joya de la corona. No entiendo a qué vienen tantas preguntas estúpidas. ¿No tendrían que estar buscando a los criminales en lugar de agobiarme con sus impertinente preguntas?
Fournier mantiene las formas y no entra al trapo ante la hostilidad de la encargada del archivo, aunque reconoce que tiene unas tetas y unas cejas delineadas divinas.
—La mejor forma de enfrentarnos a Sor Inés y a su Hermandad es dejarlas como las putas estúpidas que son. Filtraremos a la prensa que el molde que se sustrajo del museo hace días era en verdad una copia itinerante para giras futuras. Que el auténtico siempre estuvo salvaguardado. Conociendo al señor Hole estará de acuerdo en jugarnos esta carta. La inauguración del museo es en pocos días y si hay algo que odia Hole es la mala publicidad y la incompetencia.
—¿Pero no correremos el riesgo de que el ladrón destruya el verdadero molde en una acto de frustración o de rabia? —responde intrigada Antonella, levantándose de la silla y acercándose sinuosa a los agentes.
—Es posible, pero la reputación del museo Giacomo está por encima del molde. No podemos consentir que Sor Inés piense que ha robado el auténtico —asevera la comisaria Fournier subrayando cada palabra clavando el dedo índice en la mesa atestado de papeles de Morelli— Además tengo una solución perfecta para hacernos con un molde de una polla enorme a cortísimo plazo. ¡Inspector, saque su polla y ...!
Antes de que haya terminado la frase, Arsène ya se ha desbrochado la cremallera y se ha desenfundado el troncho. Sin hacer uso de las manos, lo menea de izquierda a derecha, de arriba a abajo, en círculos. El control del inspector sobre su falo es total. Gruesas venas recorren a fuego el pene del inspector dónde hacen presencia las primeras gotas preseminales de excitación. Morelli queda hechizada como Mowli en el libro de la selva de Disney por la serpiente Kaa y se le cae el boli al suelo del susto. Babette se muerde el labio inferior.
¿Cómo le llega aún sangre al cerebro teniendo un falo de esas proporciones?, cavila Morelli notando cómo se humedecen sus bragas color putón.
Morelli agarra el miembro de Putain con dos dedos para después cerciorarse con ambas manos de qué no está soñando. Ahora sí agarra el falo con ambas manos y lo acuna como una madre amorosa un recién nacido. Lo vuelve a mirar, mira a Fournier y asiente.
—Certamente, podría valer y dar el pego —confirma la exuberante encargada del museo agitando la polla erecta del inspector como un sonajero.
—¡Perfecto! Voy a informar al sr. Hole. Les dejo solos para que puedan empezar con los preparativos —sentencia Fournier y empieza a marcar el número de teléfono del mecenas del museo Giacomo al salir del despacho.
Morelli empieza a rebuscar los utensilios para hacer un molde del arma del inspector entre una caja y tras encontrarlos, deposita una bolsa de alginato, otra de yeso, un cuenco y algo de vaselina en la desastrada mesa. Tras medir el troncho de Arsène con una cinta métrica elástica, resopla decepcionada. La polla de Casanova media cerca de 21 centímetros y la de Putain sobrepasa esa marca con unos envidiables 25 centímetros.
—No nos vale —afirma compungida Antonella dejándose caer en su butacón—. El público que asistirá a la inauguración se va a dar cuenta de que su pollón es mucho más gordo y largo. Cuatro centímetros de polla más... es mucha polla para no notar la diferencia.
—¡Tonterías! —corrige el intachable inspector—. Una vez que descargue mi nardo, éste se retraerá esos cuatro centímetros de sobra y podremos hacer uso del molde. Pero para eso tengo que correrme primero y por desgracia, tengo poco imaginación (esa fue la primera de las mentiras de Putain aquella tarde). ¿Me ayuda en este tema tan delicado? El éxito sólo depende de usted. Usted es un profesional sin duda. Nos quedamos sin tiempo, Srta. Morelli. Toca tomar decisiones ¡Ya!
Morelli pone los ojos en blanco y tras unos segundos de duda, se levanta, entreabre su camisa y se baja el oscuro sujetador. Hacen su aparición unos pechos redondos de pezones que apenas de mueven de lo duros que son atravesados con piercings de barra. Arsène da un paso al frente y asiente con un escueto "Mejor". Sin más dilación se la empieza a menear delante de Antonella mientras ella, de pie apoyada contra su mesa del despacho no deja de mordisquear un indignado bolígrafo.
Cinco minutos más tarde.
—¡No hay manera! —miente por segunda vez el intachable inspector—. Así no vamos a ningún lado. Cómo no me eche usted una mano, aquí estaremos hasta mañana. No me mire tan despectivamente. ¿Dónde está el problema? Aquí todos somos profesionales y todos queremos llevar esto a buen puerto ¿cierto? Será unos minutillos de nada y a otra cosa, Poupette.
Morelli, brazos en jarras, tetas al aire, está atónita. Al final le tocará no solo enseñar las tetas si no también meneársela al gabacho de los cojones. Ella que ha estudiado tanto. La verdad es que la polla erecta y golosa del inspector es una tentación irresistible, pero es que ella es un señorita de alta cuna, emparentada con la familia de los Saboya. Y el gabacho cabrón no-me-quiero-correr lo estará seguramente emparentado con la de los Sapolla.
—¡Porca miseria! ¡Déjeme, esto es una pesadilla, no vamos a terminar nunca! —resopla Morelli apretando la polla del intachable inspector como quien acelera una moto en una carrera viendo la meta cerca. Escupe varias sobre el miembro de Putain para salivar apropiadamente el colosal miembro y sobre sus propias tetas. Más dinamita visual para el pérfido agente de la ley. Los salivazos abrillantan los pétreos pechos de Morelli. La gerente alterna los agresivos y virulentos estrujones, restregando el hinchado prepucio sobre sus diminutos pezones y piercings. Zup zup zup. ¡Bastardo libidinoso!
Otros cinco minutos más tarde.
—Me temo que, si no me la chupa, sus manos no van a ser suficiente —miente descaradamente una tercera vez Arsène, faltando a la verdad como San Pedro le faltó tres veces a Jesucristo, que ha hecho de tripas corazón para no correrse hace rato.
Antonella niega repetidas veces con la cabeza en primera instancia, pero falta de opciones, tras hacerse una coleta con un bolígrafo mordido y dejar las gafas sobre las mesa, hinca las rodillas y se lleva la polla a la boca. Slurp slurp slurp. Los labios neumáticos de Antonella justifican cada euro invertido en ellos. Succionan el glande de Putain de inmediato y los atrapan sin opción de huida. El inspector siente como calambres de alta intensidad recorren sus pies hasta los muslos de excitación.
—Mon Dieu, cómo la chupa —se regodea Putain al sentir como Antonella no solo es capaz de tragarse su miembro al completo hasta los huevos, sino que además acompaña la extraordinaria mamada clavando sus largas uñas nacaradas en sus huevos. El contraste de dolor y placer es incomparable. Parece Antonella, con sus testículos en la mano, la versión erótica del príncipe Hamlet de Dinamarca.
Morelli retira el miembro de su boca y empieza a chasquear con la punta de la lengua el glande del agente de la ley. Rodea, abraza con su húmeda lengua el hinchado prepucio para una vez degustado todo el sabor, volver tragarse el sable al completo. Arsène, aun de pie, agarra la coleta de Morelli como quien recoge una piña. Hay que escarmentar a las que van de listas y a las altivas. Y que mejor manera de educarlas a las de su calaña, que se la chupen a uno y correrse en sus caras.
La gerente le confirma con una mirada de ciervo abatido que cuando le salga de los cojones se puede descargar mientras recorre con sus uñas el falo del intachable inspector, arañándolo y dejando leves estrías carmesís tras suya. Cubre la muñeca derecha de la muchacha un tatuaje horroroso de algo parecido a una llave inglesa dentro de un círculo. Putain ha visto ese espanto de tatuaje antes. Y, además, no hace tanto. Seguramente será alguna moda de las mujeres de ahora.
Putain decide no ponerle ya más puertas al mar y agarra de la nuca a Morelli. La sujeta con fuerza y se descarga en la boca de la noble, su ansiada lechada, cómo gustaba de hacerlo el injustamente olvidado héroe griego Pollideuces. Personaje clásico muy querido de Arsène y lectura obligatoria.
Antonella que no contaba con tener que ingerir cálido esperma en primer lugar -pensaba que podía desviar la corrida a una maceta adyacente que le regaló su madre- y en segundo tanta cantidad, se aferra a las caderas del bravo inspector y empieza a tragar sin rechistar. Una, dos, tres veces. La corrida es de escándalo y a su vez un delicioso e inesperado bálsamo reparador que recorre su garganta, castigado por la sesión de karaoke de ayer noche.
Lo importante es que en el mismo momento que sienta que el falo del inspector, empiece a perder grosor dentro de su boca, sacarla de inmediato y utilizarla para el molde.
Antonella no encuentra mayor placer sexual -desde adolescente- que sentir como las cosas duras se ablandan en su boca. Sentir como los objetos pasaban de un estado inicial a otro. Que se deshagan en su lengua. Helados, bombones, caramelos, pollas. Es algo casi enfermizo.
Putain retira el falo de los labios de Morelli. La muchacha no se lo puede acabar de creer. Después de la colosal corrida, la polla del inspector sigue igual de dura, igual de gruesa. ¿Qué ha pasado aquí? ¿Y ahora?
Morelli no es tonta, aunque se lo haga muchas veces para conseguir sus objetivos. Se incorpora y se tumba en la mesa, abierta de piernas, clavando tacones. Si sus labios no han podido apaciguar a Putain, quizás su estrechísima vulva termine la faena.
Arsène aparta los muslos en ligueros de Morelli, escupe sobre su miembro y se le mete una puñalada de carne a la gerente que le hace hasta olvidar el día de la semana. Antonella tiene la sensación de que el inspector le ha estado tomando el pelo desde el minuto uno, pero abierta de piernas ya poco importa. Cruza las piernas tras la musculada espalda y se deja hacer.
Tras otros cinco minutos, el falo de Putain, tras haberla metido a la gerente otra corrida menos voluminosa, termina por deshincharse poco a poco dentro del sexo de Morelli.
Antonella se incorpora desmadejada de la mesa. Ya no recuerda las veces que se ha corrido ya. Il suo fallo è l'incarnazione del male!
Hotel Caminetto, más tarde.
—¿Repasamos el expediente junto una copa de vino, ahora que el molde de mi polla se está terminado de endurecer en el museo? —pregunta lisonjero Arsène marcando bíceps en el marco de la puerta de la habitación de Fournier.
—Tú no quieres repasar nada, Arsène. Me quieres echar un polvo de buenas noches —responde sin dudar Babette agarrando del paquete a Putain. —¿No es cierto? ¿No has tenido aún suficiente sexo? Buenas noches Arsène, descansa. Ha sido un día largo, lleno de emociones.
La comisaria le da un beso en la mejilla, y tras apartar con extrema dificultad el irreductible miembro erecto del inspector, empieza a cerrar la puerta.
—Buenas noches, Babette —responde Putain devolviendo el beso y de regalo apretándole con ganas un cachete del culo como quien no quiere la cosa.
La comisaria, más caliente que el empaste de un dragón, se retira entre risas con un "¡Eres incorregible, Arsène!"
Putain se encamina a su habitación al fondo del pasillo. Esto no puede quedar así, pero descarta ir a la habitación de su jefa más tarde. Un hombre cómo él no se va a la cama sin cubrir sus innegociables necesidades. Además, una duda no deja de rondarle por la cabeza desde hace horas.
Marca el teléfono de Antonella Morelli, que contesta en italiano; "Il diavolo parigino!" al primer timbrazo cómo si hubiese estado esperando la llamada.
A la media hora, nuestro incorregible inspector, ya está nalgueando y sobando las operadas y duras tetas como balones de baloncesto a Morelli en los lujosos lavabos del hotel. L'ispettore è senza dubbio il diavolo in persona.
Diez minutos antes, siete plantas más arriba, en la habitación del hotel, Babette Fournier se desviste lentamente delante del espejo de la habitación. El puto Putain sabe exactamente que teclas tocar para ponerla más cachonda que una perra. Si no fuera porque tiene una reputación que cuidar, se lo follaría todas las mañanas antes de desayunar. Al recoger sus bragas húmedas junto al pantalón de pinza junto del suelo, un papel doblado se asoma del bolsillo trasera. Es de Putain.
"Avisa a Moloko. Está en peligro. Antonella Morelli no es trigo limpio. Necesito averiguar la verdadera razón para hacernos venir a Roma. Volveré a hacerle un par de preguntas respecto a cierto tatuaje".
A pesar de que Morelli le ha hecho una excepcional paja cubana entre las tetas -la telaraña de espeso semen en el canalillo da fe de ello-, Putain no parece verse harto y actúa cómo quien ve llover. Demone lussurioso degli inferi! Tampoco está el hombre para hablar con las bragas de ella en la boca metidas. Por el grosor de sus huevos, le queda, al menos, una lechada más —reflexiona Antonella entre jadeos entrecortados, bizca y sin dejar de aferrarse la mesa dónde se dejan las propinas al personal de limpieza como el último bote salvavidas. El inspector ajeno a los pensamientos de supervivencia de la gerente aniquila sin piedad su ya desfondado conejo estocada tras estocada.
Por el bombeo de las venas de su troncho y tal cómo la tiene amarrada no tiene intención alguna de retirar el miembro antes de eyacular dentro de ella. No sería la primera vez hoy. Pero no se va a quejar, sabe muy bien que se debe a la causa.
Sor Inés, su queridísima hermana, estará más que satisfecha cómo se está desarrollando su plan trazado hace meses. El museo Giacomo nunca llegó a estar en posesión del molde de Casanova. Fue todo un hábil ardid de Inés para hacerse con una reproducción exacta del troncho de Putain, el último y perdido descendiente de Giacomo Casanova. Ser de la Hermandad del Miembro Erecto, como atestigua su tatuaje, no siempre es una labor grata, pero tiene sus momentos. Todo sea por entretenerle mientras el museo "Sconosciuto Giacomo" a pocos kilómetros, arde hasta los cimientos para ocultar todo rastro de la desaparición del molde.
Ya después sólo quedará deshacerse de la traidora de Moloko. Puta Moloko.
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¡La banda sonora de "El miembro de Casanova"!
Il Volo feat. Riccardo Cocciante - Il Mondo
Ricci e Poveri - Sarà perché ti amo
El sagaz inspector Putain no defrauda nunca. 👍🏻👍🏻👍🏻
ResponderEliminarPutain es un personaje divino. ¡Intachable! Me encanta
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