Morgana Blair y el truco de magia (Inspector Arsène Putain #6)
EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS
PARTE SEIS -
El truco de magia
Tendido con un hombro dislocado en una cama del hospital universitario Saint-Lazare, a la espera de más pruebas y de la llegada de su ayudante Michelle Dupont, casi nada había salido como se lo había imaginado el intachable inspector Arsène Putain hace apenas dieciocho horas. Y eso que la tarde había dado comienzo de forma impecable.
Camille, su hija adolescente le había regalado meses atrás para su cumpleaños, unas entradas al agotadísimo espectáculo de la maga e ilusionista Morgana Blair en el afamado local de alto contenido erótico "El nenúfar". La única condición que impuso la niña es que fuera con Monique, su adorada madre y exmujer de Arsène. Eso no sería ningún problema, es más sería un placer, le repitió asombrado Arsène al ver el desorbitado precio de las entradas. Monique y Arsène, aun divorciados, se llevaban a las mil maravillas.
Ella había rehecho su vida con Claude, un prestigioso banquero del centro de París, y él, el adalid de la justicia y constante pesadilla de la delincuencia no deseaba una esposa que se preocupara noche tras noche esperándole despierta en casa. Fue esa la única razón de su divorcio. Curiosamente, los miedos y temores que profesaba la menuda y castaña Monique por la profesión de Putain no se reflejaba a la hora de follar.
—Maldito seas mil veces Arsène... tú y tu tranca de asno —repite Monique montada a horcajadas entre entrecortados jadeos sobre el intachable inspector. Ni se te ocurra llevarte las bragas, me las regaló Claude hace algunas semanas y son sus preferidas. ¿Te las sigues llevando de tus amiguitas putitas, eh, pedazo de cabrón de polla gorda? ¡No me mientas, joder!
Putain asiente pegándole otra pollazo desde la base de los huevos hasta el punta del cipote. 25 centímetros de amor carnal. Su tranca queda devorada por el acogedor y muy húmedo sexo de su exmujer. Monique se la sigue poniendo durísima. Y no es su exmujer una mujer vulgar, ni mucho menos, tiene el encanto de una niña bien de la burguesía alta, pero a la hora de follar, se desmelenaba. Ojos azules grandes, media melena castaña, cintura de avispa y tetas torpedo de aureolas esponjosas. Una mujer que, a pesar de estar a punto de cumplir los cuarenta, podía ser portada de cualquier revista de temática MILF.
Al inspector, hay pocas cosas más en esta vida que le guste más que "pasarse por la piedra" a su expareja. Nunca sabe a ciencia cierta cuando ocurrirá y eso le excita sobremanera. Bueno, mentira, cuando toca dejarla el coche, entonces casi siempre toca polvete. No hay mayor satisfacción que follarse a la mujer de otro.
Ya son muchos años conociéndola. Dos, tres estocadas más y se correrá como una adolescente. Como buen inspector, uno está a todos los detalles, y el cambio de jadeos a grititos y el hecho de que le clave las uñas en la nuca así se lo indica. Con la mano que le queda libre, abraza y empuja las caderas de Monique hacia su volcánica polla dura como el acero y con la otra, la vuelve a azotar el culito respingón con el cinturón del pantalón doblado. No tiene ni idea cómo le explicará Monique las marcas carmesís a su marido Claude. Suficiente tiene él con aliviarse dentro de ella cómo tenía previsto desde que llamó a la puerta.
—Menos mal que me hice la vasectomía hace años, de lo contrario le habría hecho más de un bombo durante los últimos tres años desde que nos divorciamos —se congratula mentalmente Arsène, al notar la incontestable llegada de su flota de cisternas de leche a la maison de Villa-Conejo. Desde que se separaron muy pocas veces se ha corrido fuera. Le gusta más dentro.
Monique siente el abrasador calor de la lechada inundándola y se corre agradecida al unísono cerrando los ojos y dando un largo grito parecido a un susto. Exagerados ríos de esperma abandonan abatidos poco después la entrada a las festividades de Villa Conejo. El pueblo ha dado por concluido las fiestas y toca recoger los bártulos y para casa. Arsène, por su parte, sigue sin sacar la polla incrustada a fuego y sudor en el sexo de su exmujer. No va a renunciar al postre de que sea ella la que le retire amorosamente la polla palpitante. Le encanta sentir sus cálidas manos en su tranca y como algunas gotas de semen terminan adornando artísticamente el puño de la madre de su única hija.
Ahora toca volver a darse prisa. Monique, divertida, le echa en cara que de nuevo le tocará apresurarse con la corrida puesta al no quedar tiempo para asearse en condiciones. Que se terminará limpiando en el aseo del teatro. Se sube las bragas, y se anuda las botas negras. Arsène ya se ha subido los pantalones, metido el troncho en los calzoncillos y abrochado el cinturón fustigador de culos. Salen ambos por la puerta del apartamento entre risas, dejando dos amplias manchas de semen a los pies del butacón favorito de Claude. Éste al llegar, horas después, ni se da cuenta, se hace un bocadillo de jamón francés o jambon-beurre y enciende la tele.
Más tarde.
La sala Nenúfar es un antiguo cine de barrio reconvertido en sala de espectáculos. Una veintena de mesas forman un círculo dónde la afamada ilusionista, maga y escapista Morgana Blair realizara magia de cerca ante un reducido público. Trucos a una distancia insultantemente cerca.
Poco después de las ocho, para sorpresa de los comensales, una siseante columna de humo aparece en el centro de la sala y Blair hace acto de aparición. La ilusionista Morgana es mujer joven, sensual, de largo pelo oscuro liso. Rostro fino y dulce. Viste a la usanza de las antiguas magas de cabaret, chistera, traje negro de hombre. Remata su atuendo medias de red y tacones altos. A pesar de no ser muy alta, apenas sobrepasa los 1,70 centímetros de altura, desprende un insultante erotismo exacerbado. A todos los comensales, sean hombre y mujeres, se le pasa al menos, una vez por la cabeza, lo excitante que debería ser acostarse con ella. Les da a todos la bienvenida de todo corazón y les promete un espectáculo de magia y erotismo inolvidable. Durante el show servirá una cena especial a cargo del prestigioso restaurador Ash Hole mientras ella les amenizará con diversos trucos.
El espectáculo de magia e ilusionismo es fastuoso. Junto a los tradicionales trucos de magia de cerca, Morgana es una muy divertida profesional del entretenimiento, que juega con el público. Les hace participes de su sexualidad animal. A la pregunta de si alguien quiere verle su famoso conejo, los hombres responden con un atronador "¡Yo!".
Morgana, entre risitas cómplices, saca de su chistera al mamífero por las orejas. Sigue jugando con el espectador al confirmar que les ha leído el pensamiento a todos y que no era ése el conejo que deseaban ver.
—¡Chicos malos! —les reprende simulando que blande un látigo y llevándose un dedo a la comisura de los labios.
Uno de sus trucos más aplaudidos es rogarle a tres damas al azar que elijan de su propio bolso un objeto, que lo muestren al público y que lo regresen al bolso. Ella transferiría con su magia el objeto a una caja fuerte cerrada suspendida desde el principio sobre sus cabezas.
Madame Roché elige su pintalabios, la sexagenaria Cécile Morel, las llaves de su coche BMW y la jovencita Anne Rosseau de tetas puntiagudas, unas gafas de sol.
La caja desciende y la ilusionista, contoneando el culo, la abre. Morgana se para en seco y se lleva las manos a la voluptuosas caderas.
—Vaya, vaya. Alguna de vosotras me la ha querido jugar, y ha pensado en un objeto diferente al que ha mostrado… tse, tse… pero la magia de Morgana es legendaria y aquí tenemos; ¡El pintalabios de Madame Roché! ¡Las llaves del BMW de la señorita Morel y…! ¡No! ¡No tenemos las gafas de sol de la señorita Rosseau… si no un dildo colosal tamaño Rey Conan!
El público estalla en ruidosas risas, siendo la joven Rosseau, pillada "in flagranti", la que más aplaude. Morgana se acerca y, les entrega los objetos en mano y les da las gracias. Respira sexo. Como excelente "entertainer" se hace la torpe y se "cae" repetidas veces sobre los regazos de ellos, les toca los bíceps, roza sus genitales, flirtea con ellas, les da "picos" y alaba su exquisito gusto al vestir.
—Para terminar esta maravillosa velada… mi truco final. ¡Puedo levantar cosas sin tocarlas!
Acto seguido, Morgana se desabrocha el corpiño liberando sus turgentes pechos que se desbordan como el agua de una presa liberada. Unas tetas gordas y duras, de pezones pequeños y tiesos, capaces de rasgar diamantes. Todos los hombres tienen una erección instantánea. Y sus acompañantes femeninas al percatarse de ello, no pueden parar de reír. Arsène es la excepción... ya la tenía dura hace rato.
Morgana Blair se despide lanzando un beso al público y desaparece en el interior de una columna de humo. Los comensales aplauden a rabiar y comienzan a levantarse de sus asientos. Monique le indica a Arsène que aún debe pasar por el aseo. Lleva ya más de dos horas con su corrida aprisionada en sus bragas. Y aunque ello no le importa en absoluto, no quiere correr riesgos al llegar a casa. Putain le indica que pasará por el camerino de la ilusionista para darle la enhorabuena. Monique asiente y le pide que no se la folle que, si se ha quedado con ganas de sexo tras el espectáculo, ella le puede hacer su propio truco de magia en el coche. La afamada desaparición de la tranca en su boca.
Arsène se acerca al camerino de Blair haciendo valer su condición de agente de la ley. Llama dos veces por cortesía a la puerta, aunque no espera la respuesta y entra. La ilusionista está terminando de desvestirse, aunque no parece sorprendida. El calor que desprende la ilusionista es tanto que, si hubiera llevado gafas, éstas se habrían empapado de inmediato.
El camerino está adornado con infinidad de carteles vintage de magos y escapistas célebres. A la derecha de la mesa de maquillaje dónde Morgana está sentada, un ostentoso ramo de rosas blancas demanda su costosa atención, y a pocos pasos a la izquierda, la mayor parte del atuendo; las caídas botas altas de la ilusionista una junto a la otra como una pareja de borrachos, la chaqueta volteada, una baraja de cartas con sólo ases y la chistera. Para el disgusto del inspector, no hay bragas huérfanos a la vista.
—Buenas noches, señorita Blair. Soy el inspector Arsène Putain. Enhorabuena por el espectáculo. Muy, muy bueno. Lo tiene todo muy bien estudiado, pero ha pecado de soberbia. No es usted más que una habilidoso ladrona. Desde el principio me percaté de su fijación con Madame Morel. Entregarle las llaves del coche en mano sólo era una excusa para sustituir con un hábil juego el anillo de diamantes por uno falso. Yo también me conozco algunos trucos de manos, querida. ¡Nadie escapa al astuto ojo de Putain!
Morgana desinteresada continúa acicalándose el pelo frente al espejo, ajena a las acusaciones del inspector.
—¿Y sabe lo que hago con las ladronas, con las que se cree que pueden saltarse la ley?
—¿Follárselas? —responde levantándose con tono seductor la ilusionista, dejando caer su chaqueta y chistera. Sólo viste ya el corpiño abierto, las manos enguantadas de blanco, un tanga que por minúsculo insulta el buen nombre de esta prenda íntima, y las medias de rejilla.
» Estoy segura de que podemos llegar a un compromiso que nos beneficie a ambos. Usted se olvida de todo, y yo le compenso con un espectáculo de magia privado muy erótico. Vamos, inspector, todos sabemos que una polla tiesa no miente. Y una tan gorda como la suya... menos.
Morgana se acerca felinamente, le desabrocha la hebilla del cinturón del inspector y le baja la cremallera. La polla la golpea en toda la cara.
—Vamos, un polvo… de los mágicos — dice Morgana mordiéndose el labio.
Arsène duda en follársela y después detenerla por espabilada, pero sus cavilaciones terminan de forma abrupta al sentir un espantoso dolor en la entrepierna. No se esperaba el rodillazo de la maga. Como no esperaba la ilusionista al apartarse, estar esposada al inspector por la muñeca.
—¿Sorprendida? Ya le dije que yo también tengo algunos trucos en la manga.
Morgana bufa y pone los ojos en blanco. Vuelve a tirar con fuerzas del brazo. Para sorpresa de Putain, las esposas caen al suelo sustituidas por colorido confeti. Morgana ladea sumamente divertida la cabeza, pasea la lengua por los dientes, y pronuncia una frase en gaélico. En su mano aparece de repente su varita mágica con la que golpea sin piedad, el hombro derecho del inspector. Éste se disloca de inmediato.
—¡No me acostaría contigo, aunque fueras la última persona del planeta! —gruñe la maga, dedo enguantado en alto.
—Si yo fuera la última persona sobre la faz de la tierra, tú no existirías, so lista. ¿De qué está hecha esa puta varita? —jadea Putain hincado de rodillas. ¿Acero macizo?
La ilusionista ríe, y dando un renovado puntapié a la entrepierna del inspector y se lanza rauda hacía la puerta para estamparse acto seguido contra ella. Arsène hizo bien en cerrarla tras suya. Morgana yace inconsciente a sus pies, culo en pompa. Tiene sin duda un culo para rompérselo a pollazos. Pero sin denuncia, no hay crimen. Madame Morel no se percatará del robo y si lo hiciese jamás admitirá que la han robado por boba, por pánfila. Y él tampoco le va a denunciar por haberle dislocado el hombro. Esta batalla la ha ganado Blair. Monique le espera nerviosa, pitillo en mano, a las puertas del teatro. Putain humillado le pide que le lleve al hospital.
El inconfundible taconeo de Michelle devuelve al presente al afamado inspector. Viste Michelle su atuendo habitual. Pullover color zanahoria intenso de cuello ancho a juego con sus medias del mismo color, falda encarnada, y botines carmesís. Porta, como de costumbre sus exageradas gafas oscuras de pasta ancha. Trae en su mano un café para Arsène. Tras soplar para enfriarlo un segundo, se lo entrega al malherido azote de la vileza parisina.
—¿Cómo está, señor inspector? Espero que algo mejor. El médico me ha dicho que probablemente le darán el alto mañana, a más tardar, pasado mañana. Vaya susto me ha dado Arsène. Estaba muy preocupada. Un día más, a lo sumo, dos y estará fuera. Esa es la buena noticia, pero lamentablemente tengo que darle una mala también.
Putain enarca las cejas curioso mientras deposita el café en la mesilla.
—Moloko se ha fugado esta mañana de la prisión. Nos ha dejado una nota… dándonos las gracias —refunfuña indignada Dupont. Básicamente su plan desde el principio fue ingresar en la prisión de Lobatraz para así poder hacerse con un valioso libro de la biblioteca del centro penitenciario, oculta tras una falsa pared tras una reforma. Las profecías perdidas de Nostradamus. No habría podido jamás entrar en la cárcel y hacerse con tan valioso ejemplar si no la hubiésemos detenido meses atrás y enviado al correccional. Se ha reído de nosotros, mi inspector.
—Puta Moloko, siempre ha ido un paso por delante nuestra… qué estúpido fui.
—La atraparemos, Arsène, ahora debe descansar… recuperar fuerzas, eso es lo más importante.
—Lo lamento tanto, Michelle, nada ha salido como hubiese deseado. Me hubiese encantado haberle llevado a cenar hace semanas, pero la comisaria Babette Fournier fue muy explicita… nada de contactos personales fuera de la oficina hasta que se aclarase la investigación del topo. Y ahora, encima, estoy aquí, postrado e inválido…
—La atraparemos, mi querido inspector. Seguro, además le he traído un regalo para animarle.
Michelle apoya una mano en la pared y con la otra, desliza sus bragas de encaje por una pierna primero y por la otra después. Las recoge y se la entrega al atónito inspector.
—Quería habérselas regalado hace semanas, pero no hubo ocasión. Las he comprado expresamente para usted y las llevo puestas todo el camino de casa hasta el hospital.
Putain no cabe en su gozo y su polla como un resorte, presenta armas, levantando exageradamente la sábana cual tienda de campaña. Aunque el intrépido inspector pueda estar inválido, su tranca no lo está y, de hecho, presenta una excelente salud.
—Vaya, no sabía que el amiguito Casper también estaba aquí. Por lo que veo, a pesar de las circunstancias… sano y salvo.
Arsène responde con un escueto, levanta la sábana, mira debajo y suelta un algo triste "ya ves". Sin mediar palabra, tras girar la cabeza de derecha a izquierda para cerciorarse de que nadie la ve, Michelle se acerca a la orilla de la cama y mete la mano bajo la sábana. No tarda en encontrar lo que busca y empieza a masturbar a Putain. Arsène por su parte no ha perdido el tiempo, y ha introducido su mano sana bajo la falda de Dupont hasta tocar pelo. Tiene su fiel ayudante, el coño muy húmedo y al rojo vivo. Sus hábiles dedos salen en busca de la esquiva pepitilla y al encontrarla empieza a masajearla. Michelle abre algo más las piernas mientras no ceja con el puño obsequiar el recto inspector con la paja del año.
—Pronto se pondrá bien, mi querido Arsène. Muy pronto, ya siento como está recuperando el vigor, usted no está tan enfermo ni desamparado como cree. Está lleno de energía con la que inspirarnos a todos. Lo siento tan vívidamente —susurra su fiel ayudante mordiéndose los labios y apretando las piernas.
Michelle duda en subirse el pullover y entregarle a inspector más pólvora para su imaginación, pero desiste al valorar los riesgos de ser descubierta. Así, de pie, los ocasionales médicos y enfermeras que, entran y salen de la habitación compartida, no sospechan nada. La libidinosa mano del incorruptible adalid de la justicia también ha quedado bien oculta entre sus piernas y un mampara vencida verde. Para perfeccionar su mascarada, Michelle eleva la voz, y recita, enumera todas las pasadas, presentes y futuras razones para salir victoriosos de tan ardua misión.
Arsène no puede evitar cerrar los ojos. La paja es de primera. Su hinchado glande golpeando la áspera sábana, el puño de Michelle apretando y soltando su tranca, el pulgar de su ayudante rodeando su prepucio cada vez que su mano toca cima. Está a punto de caramelo. Su mano izquierda anclada al incandescente sexo de su ayudante no da abasto en penetrarla con sus vivaces dedos sin cesar. El sexo de Dupont está chorreando muestras inequívocas de aprobación. El personal de limpieza va a tener tarea después. Un leve hipo de Michelle le revela que se acaba de correr.
Ahora, ya puede descargar. La eyaculación es soberbia, y la joven Michelle al notar el incipiente calor que salpica su mano en lugar de detenerse incrementa otra velocidad. Resiste la tentación de apartar la sábana e introducirse la eyaculadora polla en la boca. El adalid de la justicia no se merece menos pero el riesgo no es asumible. Nuevas grumosas salvas de esperma inundan la sábana que parece sufrir por momentos un seísmo de baja intensidad. Una última salvaje salva levanta la sufrida sábana y finalmente la tranca de Arsène empieza a perder volumen.
Michelle satisfecha, retira la mano de la exhausta polla, y dándole un beso en la frente perlada del inspector se despide hasta mañana. Por el fondo del pasillo, una preocupada Monique llega al trote con su hija Camille agarrada de la mano. Michelle al cruzarse con la exmujer le clava una mirada de reproche. Ella jamás habría permitido que le hicieran daño al buen inspector. Ella habría estado atenta y no agilipollada.
Arsène se percata de la feroz mirada de Dupont y sonríe para sus adentros. Michelle ya no es la mosquita muerta que contrató años atrás y que él secretamente fotografiaba en el aseo de señoras. Ha mejorado sus aptitudes en todos los sentidos… juntos atraparán, sin duda alguna, a Moloko… puta Moloko.
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Muy bueno. Me encanta :)
ResponderEliminarSigue subiendo el nivel. Chapeau!
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