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Arsène Putain y la duquesa húngara (Inspector Arsène Putain #5)

 EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS



QUINTA PARTE - La duquesa húngara

—¿La duquesa Nina Putova de Valéry? ¿La famosa marchante de arte, patrocinadora de eventos de caridad y mecenas de multitud de museos no sólo de París sino de toda Francia? —responde un sorprendido Arsène al poco de bajarse del TGV que le ha traído de Marsella a la ciudad de la Luz en apenas seis horas.

Su joven ayudante Michelle Dupont asiente repetidas veces con la cabeza. Michelle se había imaginado el fin de semana de forma diferente hace algunas horas, pero el deber va delante del placer y aunque la tentación de pasar un fin de semana con el inspector fue casi irresistible, terminó atendiendo a la razón y solicitando su presencia en la capital lo antes posible.

—¡No puede ser! —insiste Arsène, mientras alza un brazo y llama un Taxi que los ha de llevar a su apartamento. ¡Acompáñame, Michelle! Tengo que comprobar un detalle en mi casa que nos sacará de dudas.

Michelle asiente solicita y al entrar en el taxi no puede evitar que su corta falda naranja le juegue una mala pasada y le muestre el mínimo tanga a su jefe, al intachable inspector Arsène Tiberius Putain, aguacil de la justicia parisina. Arsène no pierde detalle del redondeado culo de su ayudante y aprovecha para palmearle las posaderas con la excusa de que hay que darse prisa. En contraste con su culo helado, desprende Michelle más calor que una fundición de cobre en el valle de la muerte de California. Ya se lo decía su sabio padre: En esta vida hay tres cosas que siempre estarán frías, las manos de un barbero, el morro de un perro y el culo de una mujer. 

Cada vez que está cerca de Michelle, Arsène no puede evitarlo y se la pone dura como el peñón de Gibraltar. Dupont parece no haberse percatado de este hecho, se alisa la falda y deposita con total inocencia su bolso sobre el regazo. Arsène le indica al taxista que se apresure mientras que su ayudante por el rabillo del ojo, no puede desviar la mirada del colosal miembro de su jefe, como una barra para forzar puertas. Por un instante, la ayudante piensa que lo justo sería que el taxista les cobrase por equipaje adicional.

Al llegar al apartamento, Arsène se dirige raudo a su dormitorio. Abre presto la puerta corredera de su gran ropero del vestidor a la derecha de su cama 2x3. Una amplia cajonera con cerca de cuarenta pequeños compartimentos pensadas originalmente para corbatas descubre otro tipo de prendas de vestir. En cada uno de ellos se encuentran pulcramente dobladas y marcados una amplia colección de bragas y tangas de mujer en bolsas herméticas para preservar su libidinosa esencia de mujer.

Michelle, aprovechando que Arsène busca unas en particular, se pone de puntillas y mira por encima del hombro de Putain. Al reconocer sus bragas en el muestrario secreto, no puede evitar que se le endurezcan los pezones y que la entrepierna se le humedezca. Vaya, vaya con el inspector, coleccionista de ropa interior.

—La duquesa Nina Putova de Valèry no puede ser Nicole Moloko. Nina y yo tuvimos un affaire que terminó con su marido en la cárcel y ella de regreso a su Hungría natal como mujer divorciada, pero entre nosotros no hubo malos rollos. Guardo todas las bragas y tangas, tanto de mis conquistas como de las mujeres que me la ponen dura... perdón que me gustan.  Tendré algún que otro fallo, pero la insólita variante de Hiperosmia* que poseo no es uno de ellos, es un don. En mi caso, bastante peculiar y único. Reconozco el maravilloso e inconfundible olor del sexo de cada una de las bragas de mi colección y Moloko no huele como la duquesa. El de la ladrona huele a marihuana y whiskey. Hay ciertas similitudes, notas parejas, pero no es ella. Estoy seguro. Saldremos de dudas en cuanto compare ambas prendas. ¿Dónde cojones está la tanga?

Aparte de ser un profesional como la copa de un pino, el inspector es un hombre muy ordenado y guarda las prendas cronológicamente, siendo las de Putova, una de las primeras que empezó a coleccionar. ¿Dónde están? Encuentra las de la Helena Bernard, la madre de un compañero del parvulario de su hija. Se la chupó en el aseo mientras su hijo esperaba a ser recogido a moco tendido en el pasillo, vestido y todo. Anda que no lloraba el niño por su madre. Al final, avisado por el centro al niño, le recogió un consternado sr. Bernard. Su mujer (algo después en casa pero sin bragas) encima le echó la bronca que no se había enterado (mentira) que le tocaba recoger al crio.

Se tropieza con las de la mejor amiga de su exmujer, Kim Yoshida, natural de Tokio, más puta que las gallinas para lo pequeñita que era. Putain ya llevaba separado de su mujer un tiempo y la exótica amiguita de blanquecina tez y ojos grandes le "envenenó" con sake malo para que le metiera los 25 cm, es decir la polla entera, por el estrecho y virginal culo. Luego ya no paraba de chillar como una loca que tuviera cuidado que la iba a joder el kimono de seda. Cuando más gritaba, más pollazos la metía el inspector. Algún: "¡Cállate una puta vez, joder!", se le escapó también. El kimono no fue lo único que jodió a conciencia aquella noche. Dan las japonesas de buena cuna mucho valor a la blancura de sus rostros. La segunda descarga de Putain se aseguró de complacer ese detalle como buen occidental. Otras bragas a la colección.

Putain se para en seco. El compartimento junto a la bolsa hermética de las bragas de la duquesa está vacío... robadas... ¿Cómo es posible? Nadie conoce su secreto... ¿o quizá sí?

No queda otra que interrogar a la duquesa y esperar que suene la flauta. Su palacete no queda demasiado lejos. Sea lo que fuese, en lo más profundo de su ser, sabe que hoy se cerrará el caso de Nicole Moloko.

*Las personas que poseen hiperosmia son capaces de percibir muchos más olores de lo normal. Pueden distinguir un olor camuflado entre otros, o una persona que está cerca, aunque no la vean, simplemente porque huelen su perfume desde cierta distancia.


—La duquesa les recibirá en breve, es la escueta pero cordial respuesta del criado de aspecto nórdico. Guía al inspector y a su ayudante a la amplia biblioteca, dónde les ordena esperar al retirarse. La biblioteca no sólo disfruta de una inmensa cantidad de libros si no además, los cuadros y objetos colgados de sus paredes deben de ser de un valor incalculable.

A Arsène le llama la atención el retrato de "La Gioconda con pecho descubierto" de Leonardo da Vinci. Conoce de sobra la intrahistoria del hallazgo de este lienzo y cómo gracias a él, conoció a la duquesa Nina Putova de Valéry años atrás. Los tiempos en que su ahora jefa, Babette Fournier, empezaba en el cuerpo como él mismo. Por su parte, Michelle observa sumamente interesada un peculiar objeto colgado de otra pared. Se trata de los calzones para dormir de Casanova. Por el tamaño desfondado por la huevera, el amigo Giacomo Girolamo no calzaba nada mal. Un poco más a la derecha, cuelga una carta cerrada del marqués de Sade, fechada el día de su fallecimiento, el 2 de diciembre de 1814, dirigida una tal Justine Devoraux. A la izquierda, el albornoz cobalto de Marilyn Monroe.

—Señor Putain, le ruego me acompañe —anuncia el mayordomo, para dirigirse después a Michelle— Señorita Dupont le ruego que espere en la biblioteca. La duquesa desea mantener una conversación privada con el caballero. En breve, para hacer la espera más liviana, la servidumbre atenderá todas las necesidades que pudiera tener. 

Arsène le indica con la mirada a su ayudante que está todo bien, que no hay nada que temer, que lo tiene todo bajo control, que espere.

Michelle se sienta en uno de los sofás. La duquesa no sabe que está bajo sospecha, así que no hay motivos para alarmarse. Si pudiera calmarse un poco... cuando está tan nerviosa, se pone súper cachonda y no piensa con claridad. Quizás pueda pasar por el aseo un segundo. A su madre le pasaba igual.

Antes de que Dupont pueda decidirse, dos jóvenes, un negro y un blanco hacen presencia en la biblioteca. Visten pelucas francesas, casacas largas burdeos a la caja hasta las rodillas sumamente adornadas. Las chupas interiores, de color blanco. Ninguno de ellos lleva calzones y los espectaculares balanceantes miembros viriles cuelgan como badajos. El más alto de ellos, coge de la mano a Michelle y se la coloca en su miembro erecto. Empieza a masturbarse con su mano. Su verga, tipo seta, termina en un voluminoso glande tipo champiñón. El otro joven, en cambio disfruta de un pene tipo cono, muy gordo para terminar en una punta más estilizada. El señor Polla C, sin mediar palabra, ya ha empezado a desnudar a Michelle con suma presteza.

Entre ambos la sientan en el sofá orejero, y Polla C le retira a la ayudante con los dientes suavemente las bragas, y empieza a lamerla a la vez que pega pequeños mordiscos a su excitada pepitilla. El señor Tranca S aun de pie, le pone la polla en la boca a Dupont. Michelle no sabe qué hacer, pero recuerda la misiva de las pasadas Navidades. "Que fuera menos estirada". Abre más las piernas y le mete una chupada al durísimo miembro del señor Tranca S de pie, que le causa al joven una inesperada descarga eléctrica desde los cojones hasta la punta de los pies y le deja con los ojos en blanco.

El criado sube junto al inspector por unas escaleras de mármol a una estancia superior ampliamente iluminada. El dormitorio de la duquesa. Ella le espera de pie, fumando. Su melena rubia parece brillar con la luz que entra por el amplio ventanal que da acceso a una balconada. El criado desaparece tras las puertas.

—¡Arsène, qué alegría verte! ¡Ya nunca me llamas! Chico malo, muy malo, ¿Qué puedo hacer por ti, querido? —pregunta curiosa Nina mientras exhala el humo de un cigarrillo fino.

Putain se acerca a su antigua amante y le da un beso en cada mejilla. La duquesa no ha perdido ni un ápice de su sexualidad animal y sigue oliendo a la pólvora de los condenados a lidiar en batallas que ya han pedido de antemano. Fuego puro. Viste un abrigo de pieles azul claro que oculta vilmente la generosidad de sus pechos turgentes, a pesar de haber cumplido ya los cuarenta. La gravedad desistió hace años en insultar a la duquesa con sus reglas para el resto de los mortales, de la plebe. Una jovencita de 20 años no habría tenido pechos mejor torneados. Un sujetador de encaje algo más oscuro aprisiona sus pechos, bragas y botas altas rematan el atuendo de Nina Putova. La combinación de colores se destaca aún más sobre su casi albina piel. Al cuello, el crucifijo que le regaló él hace ya años. Al verla, el buen inspector no puede evitar una erección.

—Hola Nina, no me voy a ir por las ramas. Tu nombre ha salido en un USB incautado de una conocida banda criminal en relación con la ladrona de arte Nicole Moloko. Antes de que todo salga a la luz, te debo la oportunidad de defenderte. ¿Tienes algún tipo de relación con ella? Puesto que negar que la conoces, en tu posición, sería un insulto.

—¿Nicole Moloko? Claro que la conozco... es más, está aquí —la duquesa señala a la ladrona que acaba de salir felinamente por una puerta anexa. Vestida completamente con su atuendo habitual; látex negro, botas altas y máscara de gas. Entra bailando, haciendo el robot para detenerse a escasos metros de ambos.

—Esto es muy fácil, querido inspector —Nina apaga su cigarrillo en un cenicero, mientras se prepara una copa. Un juego, como los que nos gustaba jugar no hace tanto a ambos y que fue la perdición de mi difunto marido. ¿Qué te voy a contar? Siempre has sido mi debilidad, Arsène —le entrega su copa, marcada ahora con carmín.

» Tienes 15 minutos para descubrir la identidad de Moloko. Por supuesto que es una persona que conoces y cercana a ti. Siempre lo has sabido. Aparte de tener una polla diabólica y una lengua divina, eres avispado —suspira la duquesa melancólica al recordar los apasionadas lametazos que Putain le daba a escondidas mientras ella saludaba en la balconada a los invitados de su fiesta—. ¡Pero prohibido preguntar! Tocarla, sí, preguntas, no.

» Descubre quién es en esos quince minutos y Nicole Moloko se entregará sin más. Pero si no das con su identidad en el plazo exigido, saldrás de aquí con la promesa que borrarás cualquier tipo de conexión mía de ella en el departamento de policía. Este encuentro jamás habrá ocurrido. Fácil, sin violencia, como personas civilizadas. ¡No pongas esa carita, mi buen inspector! Injusto, ni mucho menos, mi querido Arsène. Le vamos a añadir mordiente al asunto... Moloko va a chuparte esa polla de caballo que tienes sin deshacerse de la máscara. No queremos que le veas la cara, eso sería muy estúpido. Retirará el respirador frontal para que pueda mamarte esa tranca tan preciosa que tienes. Un extra para darle más picante a tus cavilaciones. Tienes quince minutos para averiguar quién es… ¿Qué te parece el trato? Por supuesto eres libre de negarte, pero entonces tu novia y tú tendréis un problema diferente… menos civilizado, para salir de mi palacete.

» Está cómo loca por chupártela —confiesa Putova mientras Moloko indignada se lleva las manos a las caderas en protesta y niega con la cabeza. La dejaste muy impresionada en su guarida del río Sena. Ya se lo avisé, pero no me creyó. Entonces… ¿jugamos o no?

Nina no ha dejado de morderle el lóbulo de la oreja al (e)recto inspector.

—Mira que os gusta jugar a las dos y verme la polla, ¿Os paso algunas fotos? ¿Qué pasa entretanto con mi ayudante Michelle? ¿Cómo sé que está a sana y salva?

—No te preocupes por la señorita Dupont... está más que bien atendida —responde divertida Nina Putova de Valéry, besando al inspector en la boca y dándole un buen apretón a los gordos huevos.

Arsène se sienta en la cama y bajándose la cremallera, da por finalizada la conversación dejándose caer en un cómodo butacón cobalto. Como un resorte, el mejor amigo de Arsène presenta su candidatura a la polla del año. Moloko completa su atuendo poniéndose una gorra de enfermera con una ostentosa cruz roja encima de la cabeza encauchada. Su voz distorsionada anuncia que la enfermera Moloko ya ha llegado para hacerse cargo del paciente. Da un paso al frente, se arrodilla delante del inspector, y una vez desprovistos de los filtros frontales de la máscara de gas, deposita sus labios en el cerúleo glande de Putain. Valiéndose del dedo índice y dedo gordo en forma circular empieza a chuparle lentamente la verga, como si le vistiera con un invisible condón. Lentamente hasta la base del falo. Y vuelta a empezar. Una y otra vez. La polla del inspector ha pasado a ser un improvisado acordeón en las manos enguantadas de Moloko.


El señor Tranca S no se podía imaginar que le iba a costar tanto aguantarse la corrida. Acostumbrado a los sexos desfondados de las amigas de la duquesa, disfrutar de un conejo tan prieto y elástico le está costando aguantarse Dios y todo el santoral. Tampoco ayuda que las excepcionales tetas de la muchacha golpeen una y otra vez su boca. Unos pechos gordos y unos pezones con el sabor picante del chili habanero. Y si ya no fuera suficiente el respirar entrecortado de Michelle en su cuello está a punto de terminar con todas sus defensas. El muchacho desesperado agarra con más fuerza las caderas de la ayudante de Putain. Quizás aún pueda aguantar un poco más y no pegar el petardazo... no lo tiene nada fácil.

Mientras tanto señor Polla C, con los rulos de la peluca desenrollados, parece más un náufrago en una isla de la Polinesia que un educado criado de la nobleza francesa. Tampoco él se esperaba un culito tan estrecho. Y la joven, apretando y relajando los músculos del esfínter, demuestra tener una soltura sobrenatural. A pesar de que ambos muchachos tienen experiencia más que de sobra en las penetraciones dobles, la señorita Dupont les está ganando en frenesí sexual y va a terminar fundiéndoles los plomos antes de lo esperado.

No pueden permitirse hacer el ridículo y correrse como quinceañeros. Polla C mira a un sudoroso Tranca S que está debajo de Michelle dándolo todo, y nalguea a Dupont violentamente. Es la señal de que ambos deben poner en marcha el plan final. Como los pistones del motor de un coche que suben y bajan sin parar, cuando uno mete la polla, el otro la saca, e inversa. Se va a enterar la pajarito muerto de la señorita Dupont, piensa Polla C y sube revoluciones. ¿La peluca? Caída en el suelo.

Moloko se está deleitando con el miembro de Arsène. Una polla dura, vigorosa y a pesar del colosal tamaño, consigue introducirse la verga cada vez al completo. Solo una vez que la polla está a buen resguardo en sus hambrientas fauces, su lengua empieza a jugar con ella dentro de su boca. Lamiendo desde el interior, sin permitirse dejar ni un solo centímetro sin acariciar, sin chupar. Siente la verga del inspector engordar y palpitar dentro de su boca. Sonríe para sus adentros. Pronto se correrá como un toro y ella le habrá ganado la apuesta a su madre. Decía que no iba a ser capaz de tragarse toda la explosión de leche de una sentada. Que había que ser mucha mujer para ello. Siempre espoleando a la excelencia. Ella le respondió que no era la primera polla que se corría en su boca, incluso la de Putain ya lo había hecho infinidad de veces antes…

Arsène siente la electricidad en la punta de los dedos de los pies de que va a eyacular de un momento a otro. Ver como su polla desaparece por completo en la cabeza cubierta de látex, sentir el anillo duro y frío de la apertura frontal llegando a la base de su polla, el inconfundible ruido elástico del caucho... slash, slash. Por supuesto, sabe desde hace rato quién se esconde bajo el nombre de Moloko… pero ¿por qué renunciar a una de las mejores chupadas de su vida? Agarra a la ladrona de la nuca para que no se pierda nada de la inminente explosión. Le encantaría ver su blanca corrida recorrer el rostro encauchado negro, pero prefiere eyacular en su boca, sabiendo que se lo tragará todo como la buena chica que siempre ha sido. La corrida sorprende a Moloko, si el inspector no la tuviera sujeta de la nuca, su cabeza se habría echado para atrás del disparo. Da igual, ahora toca tragar...

Dupont se ha incorporado, y tras haberse corrido una vez anal y otra vaginalmente, ahora necesita sentir caliente esperma recién bombeado en su cara y tetas. Los muchachos se han portada de maravilla. Muy educados, sin correrse, sin palabrería innecesaria. Agarra la polla de ambos y le ordena que se corran. De rodillas, los masturba al unísono mientras espera las salvajes salvas de esperma que Tranca S y Polla C entregan aliviados con el deber cumplido. Ambos han retirado sus manos y las llevan recogidos a sus espaldas. Michelle agarra a cada uno de un cachete del duro culo por debajo de la casaca, que es lo único que les queda aparte de las medias caídas y los botines de hebilla. Los muchachos empiezan a correrse en la cara y tetas de una agradecida Michelle. 

Al poco, es inundada por las furiosas y extensas eyaculaciones de ambos sobre su rostro, gafas y pelo. Las últimas salvas golpean sus pechos como enfurecidas olas un embarcadero en tiempo de tormenta e impregnan de salina masculinidad sus pezones. A Dupont le está empezando a coger cariño a eso que se corran en sus tetas. Se restriega el resto de la lechada en las aureolas y durísimos pezones. Ellos respiran aliviados y se empiezan a vestir con los traseras arañados. La mosquita muerta se los ha follado y no al revés. Michelle con una sonrisa contenida, le parece ver que a ambos les tiemblan las piernas.


—Pauline, no hay nadie mejor chupando pollas que tú. Una de las mejores mamadas de mi vida. Eres simplemente excepcional, la número uno con mucha diferencia y eso a pesar de lo joven que aún eres —sentencia Putain, dando por finalizado el juego.

Una molesta Nina no le cuadra demasiado que su hija le haya chupado al polla gorda de su inspector la verga mejor que ella.

—¿Cómo lo has sabido? ¿O debería decir desde cuándo? —pregunta indignada Pauline Putova, retirándose la máscara de gas al completo y descubriendo unas pizpiretas coletas doradas.

—A los pocos minutos de que empezaras a chupármela. Todo cuadraba. Desconocía el olor de tu sexo. A mi pesar, nunca llegamos a follar, pero sabía cómo olía Moloko. Estaba claro que, si llegaba a lamerte o follarte, tu plan habría peligrado. Te atemorizaba que pudiera relacionar el olor de tu madre con el tuyo. Te inventaste la historia del novio para limitar nuestra relación a alguna que otra paja. Fuiste tú la que robaste las bragas de tu madre en mi casa. Eras la única que tenía llaves y la puerta de mi apartamento no fue forzada en ningún momento. De cajón.

» ¿Los sobres intercambiados de la comisaria Fournier? La explicación más plausible es que fuera el chico del archivo que se está follando a Babette. Vuestro topo. Lo único que me sigue sin cuadrar es el por qué me tienes tanta grima y por qué te hiciste la sorprendida cuando viste mi polla en tu guarida, ya la conocías de sobra. —recita Arsène cuando en realidad acaba de unir los cabos sueltos hace apenas unos minutos. ¿Qué Pauline fuera Moloko? Un golpe de suerte. Y sólo gracias al estilo tan peculiar que tiene Pauline de lamer el glande... se descubrió ella sola... si no ¿de qué?

—Eso se llama juegos mentales, querido Arsène —contesta la duquesa, a pocos metros mirando de forma condescendiente a su hija. Una engañifa que al parecer no fue suficiente para desviar la atención. Mi hija te culpa de muchas cosas, siendo el divorcio de su querido padre, el más doloroso de ellos. La he insistido muchas veces que tu tuviste poco o nada que ver, pero ya sabes como son los jóvenes de testarudos. Ella adoraba a su estúpido padre. Aun así, quería demostrarme lo mezquino, la clase de mujeriego insensible y mala persona que eras por seducirme. Que no tenías escrúpulos y que aparte de una tranca de burro, no tenías nada más. Quería exponerte ante la sociedad como un fracasado, incapaz de detener a la más hábil de las ladronas, a ella, a la genial Nicole Moloko. 

» Ay, ¡la testarudez de la juventud! No atienden a razones. Ya después, todo fue un juego, carísimo, pero no será por falta de dinero en esta familia... hasta dónde podía llegar Pauline sin que la descubrieras. Le ponía como una perra en celo, ponerte de los nervios, jugar con las bragas húmedas que te dejaba como trofeos. Le encanta tocar las pelotas... a eso ha salido a su madre. El USB incautado fue una torpeza de Canard, que aceleró el plan original. Pierre aparte de ser feo como un demonio, no sabe ni cómo meterla sin un plano detallado con señales fluorescentes por si te interesa saberlo.

A Arsène no le podía importar menos, perdido en verle las tetas a la duquesa. Pauline aun aferrada a descargada polla, vencida como un triste girasol mustio, mira atenta a la duquesa mientras le pega lametazos ocasionales al glande para asegurarse que no quepa duda de que nadie chupa pollas como ella. Que eso le quede bien clarito a su madre.

—Un trato es un trato, en una hora, mi querida hija se entregará a las autoridades gracias a tus pesquisas. Te llevarás toda la gloria, querido Arsène. De paso, podrás apuntarte un tanto extra, deteniendo al topo del cuerpo. Él ya no nos interesa. Conociendo a la comisaria Fournier, se hará la indignada para cubrir el expediente y declarará tolerancia sexual cero entre el personal del departamento. A buenas horas.

Al salir del palacete, Arsène, pensativo, confirma a Dupont que la pérfida Nicole Moloko se entregará en una hora en las dependencias policiales. Que se ha acabado. Algo sin sigue sin encajar, pero le da igual. Michelle sabe qué no es el momento de hacer preguntas estúpidas. Putain se lo explicará todo bien pronto. No obstante, no puede morderse la lengua y preguntar si le apetece cenar esta tarde en buen restaurante del centro. En apenas 48 horas, han cerrado dos casos importantísimos.

—Nada me gustaría más, mi dulce Michelle. Pero insisto en pagar. Te recojo a las nueve en punto con el coche. Y además vamos a hablar de un aumento de sueldo —demanda el incorruptible aguacil de la justicia de París mientras la abraza y, te paso, le aprieta repetidas veces el culo con ambas manos por debajo de la falda. Sin tu tesón y apoyo constante, no habríamos resuelto el caso de Moloko. Eres insustituible. ¿Por cierto, qué has hecho mientras esperabas en la biblioteca?

Michelle se sonroja y le dice que nada en especial, mientras se acicala el pelo. En el bolsillo derecho de su abrigo lleva sus olorosas bragas enrolladas. Esta tarde se las regalará al inspector y quizás también se lo follará. Aquí se ha acabado lo de la mosquita muerta. Y por si acaso... Puta Moloko.

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¡La banda sonora de "El destino de Moloko"!

George Michael - Freeek 


The Cramps - Goo Goo Muck


No te pierdas todas las aventuras del intachable inspector Arsène Tiberius Putain bajo el siguiente enlace o en su libro recopilatorio de próxima publicación.


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