Arsène Putain y el diario falso de Rasputín (Inspector Arsène Putain #4)
EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS
CUARTA PARTE - El diario falso de Rasputin
El intachable inspector Arsène Putain hojea aburrido el expediente digital en la tablet de Pierre "Pierrot" Canard camino a Marsella. El tren de alta velocidad que recorre la distancia de 660 km entre París y Marsella en algo menos de 4 horas fue idea de su jefa, la comisaria Babette Fournier.
—Necesitamos un nuevo punto de vista, pensar "out-of-the-box". Estoy convencida que la muy inteligente inspectora Haifa Tarek, amiga mía de la academia, puede arrojar nueva luz sobre la puta Nicole Moloko. Y que tú, Arsène, a su vez puedes echar una mano con tu perspicacia uno de sus casos pendientes más sonados. El diario falso de Rasputín.
Eso fue hace unos días. Ahora a 135 km por hora camino al sur de Francia, sentada a solas en el vagón de la cafetería, Arsène bufa pasando una y otra vez las distintas páginas del expediente digital de Canard. Le aburre la investigación, a él lo que le gusta es el trabajo a pie de calle. Sentir las palpitaciones del trabajo urbano. Para descubrir pistas ocultas, tejer conexiones y sacar conclusiones está su menuda y tetona ayudante Michelle Dupont. Para eso es la mejor, aparte de tener un polvazo de cojones. No pocas veces ha fantaseado en follársela, pero eso podría entorpecer su relación laboral. Putain es muy profesional, intachable, siempre lo ha sido.
Empezaría comiéndole el coño. Se lo pondría al rojo vivo con lametazos que harían palidecer de envidia a un camello en el desierto o como un gato persa bebiendo agua de un grifo. Demandaría que le llamase señor inspector y que no parase de repetirle que tiene una polla enorme y que debiese catalogarse como arma mortal. Luego se la sacaría lentamente del pantalón y la azotaría su preciosa cara veinteañera con pecas con la tranca de burro que gasta hasta volarle las gafas. Le diría que es hora de poner a resguardo el arma en su pequeña y húmeda armería. Le separaría las piernas, rompería las bragas (si es que lleva esta vez puesto con todas las que ya él le ha sustraído y guarda en casa, debe andar escasa) con las manos desnudas para después metérsela y darle al conejo más arreos que un triciclo subiendo el Mont Blanc.
El móvil arranca a Arsène de sus libidinosos pensamientos. Últimamente le pasa mucho. Al final se tendrá que follar a Michelle y que sea lo que Dios quiera... el móvil sigue sonando con la melodía "Für Elise" de Beethoven. Es su ayudante Dupont.
—¿Sr. Inspector? Espero que esté bien. Ya le estoy enviando a la nube compartida de la comisaria mis conclusiones respecto al vil Canard, pero le puedo asegurar...
—Al grano Michelle, te pierdes muy rápido ¡resumen, ya! —demanda Arsène mientras se recoloca el paquete, conocedor que ahora le toca trabajar al otro calvo, el del por encima de los hombros.
—Disculpe, sr. inspector. Pierre "Pierrot" Canard, falsificador, suplantador de identidad, mujeriego. Su banda criminal lleva aterrorizando el sur de Francia desde hace años. Ningún marchante de arte o coleccionista está a salvo de ser engañado. Comparte ciertos paralelismos con Nicole Moloko, aunque ella es un alma libre y trabaja sola. En cambio, Canard lleva a cabo sus fechorías siempre acompañado de sus tres hermanas Candy, Mandy y Sandy. Mandy y Candy son gemelas mientras que Sandy debe ser unos dos años mayor. Nadie conoce exactamente el aspecto de las mozas, aunque suponemos que están todas de muy buen ver. Él en cambio, debe ser un adefesio al estar siempre maquillado como un mimo francés.
Vamos como "The Corrs" —suelta la gracia Arsène.
La hábil Michelle no pilla el chiste y continua su exposición.
—El diario falso de Rasputín fue su golpe más notable. No solo lo vendió en exclusiva al prestigioso semanario "L'étoile" sino además inició una guerra con una farmacéutica que quería hacerse con la pócima descrita en sus páginas. Decía que el mejunje descrito era diez veces más potente que la Viagra y con efectos para expandir el tamaño del miembro entre 8-10 cm sin efectos secundarios. Al final todo resultó ser una engañifa. No es tan fácil hacerse con un buen pollón, perdón con un miembro viril. Con eso se nace.
—Ya, no todos pueden tener suerte. No todos pueden ser atractivos y estar bendecidos... —concluye Arsène mientras se palmea la polla de 25 cm. en estado latente y ve llegar al camarero, feo como un demonio, acompañado de una imponente ejecutiva vestida con una americana blanca, blusa y pantalones de pinza negros. Lleva recogido su largo pelo azabache en un coqueto moño.
» Gracias Michelle, ya te llamo yo de vuelta una vez esté asentado en el apartamento.
Dupont asiente con un timorato "por favor" y se despide con un largo suspiro.
—¿Le importa que me siente junto a usted? —informa, más que pregunta la exuberante ejecutiva dejando la americana y el bolso a un lado.
Putain asiente, apartando la tablet a un lado. No va a dejar pasar la ocasión de que se sienta un cañón de mujer cerca suya. Para cañón, el que se acaba de activar bajo su pantalón. Su amigo siempre atento. Le mira a la ejecutiva los duros pechos encarcelados tras la blusa y no tendría impedimento en terminar de criarse ahí.
—¿Su primera vez en Marsella? —pregunta la morena, mientras rebusca algo en su bolso.
—No, estuve hace años, pero fue por placer. Ahora es el duro trabajo que me trae de vuelta —responde Arsène. El rabo también se le está poniendo durísimo. Es imposible que la mujer no se haya dado cuenta aún. Se pone la chaqueta encima de la entrepierna que competiría sin problema en una exposición de tiendas de campaña.
—Ya veo... Marsella, tiene mucho que ofrecer. Las mujeres más bellas y exóticas son sin duda de aquí. La perfecta mezcla entre lo exótico de las antiguas colonias y el francés —ríe divertida la ejecutiva pintándose los labios de sensual escarlata de forma desesperadamente lenta.
Hablando de francés, tanto Arsène como su sepultado amigo bajo la chaqueta, podría no estar más de acuerdo que eso ahora sería una muy buena opción para terminar el viaje "cum laude" con hincapié en "cum" subrayado en color leche.
—Soy el inspector Arsène Putain de París. Un placer ¿Me dice su nombre? dice el azote de la delincuencia de la capital, fantaseando que podría, en un momento de despiste de la ejecutiva, dejarle unas "fotopolla" junto a su número de teléfono en el bolso.
—Y yo soy la inspectora Haifa Tarek de Marsella. Babette me informó de su llegada e hice coincidir su tren con el mío. Un placer. Pensé que sería una buena idea intimar antes de todo el revuelo que se formará en la comisaria. ¿Le importa que desayune? Estoy desmayada.
Arsène no pone impedimento alguno, máxime al descubrir que su desayuno será frugal y consistirá en un descomunal plátano. Tarek empieza a pelarlo cuidadosamente y como era de esperar, lo lame y chupa sin terminar de morderlo. Se está poniendo malísimo.
La inspectora sonríe y vuelve a lamer el plátano desde la base hasta la cabeza. Gruesos lágrimas de saliva se deslizan por el cuerpo carnoso y curvado de la pieza de fruta. El pobre inspector no sabe dónde meterse... su polla sí tiene alguna ideas más.
—¿Se lo vas a terminar algún día? Pregunto por un amigo.
—En realidad, me gustaría degustar otro plátano más duro. Voy a serte brutalmente honesta, Arsène. Creo que la tensión sexual no resuelta entre compañeros sólo trae problemas innecesarios. Así que echemos un polvo y lo dejamos tras nuestra, ¿vale?
Pronto pasaremos un largo túnel, te doy el tiempo lo que dure el pasaje para empotrarme. Después con toda tranquilidad y esos gordos huevos descargados —le estruja el paquete —me cuentas todo lo que sepas tú y París sobre Canard.
» Y si me gustan tus ideas, te llevas una chupadita de regalo antes de llegar a la estación Marselle Saint-Charles —termina Haifa, mordiendo finalmente la punta del plátano y terminando con la agonía de Putain, más caliente que el tubo de escape de la moto de un hippie.
Al rato, un poco antes de entrar en el túnel, Tarek se baja el pantalón de pinza hasta las rodillas, aparta la tira del tanga que de tanga solo tiene el nombre y sube algo el culo, esperando la estocada de Arsène. Putain se ha estado masajeando la tranca desde finalizara minutos atrás la conversación. Por el rabillo del ojo, ha visto al fondo del pasillo una rubia hojear una revista de moda y al camarero perderse en la cocina. No los descubrirán si son discretos.
El TVG entra en el túnel y Arsène al mismo tiempo en el culo de la comisaria. Las luces se amortiguan en el semi vacío vagón restaurante. La rubia del pelo corto se ha dado cuenta, pero no dice nada. No todos los días te ofrecen un espectáculo gratis en un aburrido tren camino a Marsella.
—Hijoputa —alcanza a decir la comisaria con la voz pequeña, mientras le aprieta las caderas a Putain con las palmas de las manos —Yo no he dicho nada de por el culo. La tienes demasiado gorda. Me vas a partir. Espera un momento, joder. Ahora. Ya puedes.
Arsène está desbocado. Sabe que dispondrá de menos de cinco minutos, para vaciarse dentro de la compañera de profesión, pero con las feroces estocadas que le está metiendo, tardará muchísimo menos en correrse. Le agarra de las tetas, duras como peñones. Tiene ambos pezones atravesados con piercings. Siempre quiso follarse a una árabe, aunque de piel aceitunada Haifa tenga poco y mucho menos de tradicional. Será de segunda o tercera generación. Le mete otro trallazo despiadado por ser menos exótica de lo deseado.
—Arsène, maldito follaculos, ¿Qué sabe la policía de Francia sobre Canard? —suplica Haifa.
—No me sé todos los detalles… lo tendría que consultar en mi tablet —sentencia nuestro resoluto inspector al pegarle otra puñalada de carne de 25 cm. al ojal. Su polla, esta vez sí, entra hasta la empuñadura. Los huevos golpean despiadados el duro culo musulmán de Tarek. Plash, plash.
—Nos… me interesaría mucho. ¿Me dejas descargar el expediente? ¿La contraseña es?
—Después, joder, ahora el puto Canard me importa entre menos y nada.
—La contraseña, Arsène… —ruega la comisaria, que se ha corrido ya dos veces (una de ellas, inesperada, la otra, pues no) con la descomunal tranca del recto adalid de la justicia de París.
Arsène se percata del exacerbado interés de la comisaria y del cariz que está tomando la conversación. Le mete otro pollazo y mientras le aprieta las caderas como quién hace la partida de su vida en una máquina pinball, eyacula finalmente entre espasmos y calambres. Al hacerlo, ve la luz al final de túnel, tanto en sentido figurado como real.
—La contraseña Arsène, joder… —vuelve a demandar Tarek, mientras la burrada de corrida abandona a borbotones su enrojecido castigado trasero y mancha el impoluto suelo alfombrado con gruesas gotas de masculinidad.
—Déjalo, Sandy, no nos dirá nada —certifica el feo como un loro, Pierre Canard, vestido de camarero, apuntando con un arma las partes nobles de Putain —Ésta es la idea más estúpida que has tenido nunca en tu puta vida. Eres demasiado zorra para pensar con claridad. Sabía desde el principio que este plan no iba a funcionar.
» ¡Mandy! —señala a la rubia del fondo del pasillo —acompaña al maldito inspector al vagón dormitorio dónde te espera Candy. ¡Tú, Sandy, quédate y mira en su maleta si encuentras algo que nos ayude! Le vamos a enseñar cómo las gastamos los marselleses. Le vamos a joder. ¡Torturadlo!
Mientras el inspector es acompañado fuera del restaurante a punto de pistola, Pierre consulta su reloj. Aún quedan 30 minutos para llegar a la estación de destino. El topo de la comisaria de Babette Fournier ha resultado ser de una utilidad valiosísima. No sólo han suplantado con éxito la identidad de Haifa Tarek, sino que además la comisaría de origen árabe estará actualmente siguiendo una pista falsa en los muelles. Está todo saliendo a pedir de boca.
Le reitera a Sandy, la mayor de las hermanas, que monte guardia en la cafetería y le espere. Le ha parecido oír algunos gritos apagados del interior del vagón dormitorio. Seguro que sus hermanas pequeñas ya se han hecho con la clave digital para acceder a su expediente y borrarlo.
En toda su vida delictiva, Pierre "Pierrot" Canard jamás se hubiese esperado encontrarse con una situación parecida. No sólo sus hermanas gemelas Candy y Mandy no se han hecho con la contraseña, sino que además han fracasado espantosamente. Ambas de rodillas, en tetas, con las manos en forma de plegaria, lengua extendida esperan la hostia consagrada del padre Putain en forma de voluminosa corrida. Y vaya si cumple el solícito hombre de fe. Encañona a ambas con el arma corta de su polla y ametralla a las gemelas con largas y cortas eyaculaciones que ambas reciben con los ojos cerrados.
Candy se lleva proporcionalmente más lechada y no puede ni abrir los ojos. Su atenta y amorosa hermana le lame el rostro para hacerse con un poco más de la bendición de Putain.
—¡Pedazo putas! Os dije que le íbamos a joder, ¡no que os lo follarais! Nos van a poner a todos a la sombra por putas —les grita un arrinconado Canard, viendo que está jugando con menos y peores cartas de lo que hubiese jamás imaginado.
Candy, la más frescales de ambas, indignada responde que, a ellas les meterán en chirona por putas, pero a él por no ser más explícito en sus órdenes y por feo.
Mandy por su parte sigue abrazada a la pierna izquierda de Putain como una niña que acaba de recuperar a su madre perdida en un centro comercial.
Arsène se gira, le guiña un ojo a un estupefacto Pierrot, y le suelta una ostia sin hache a Canard que le funde los plomos, y le extiende un billete exprés para visitar la tierra de los sueños. Los años entrenando los lunes y jueves por la tarde en el ring de su amigo "El tuercas" han merecido la pena. El último pensamiento de Pierre es que qué pollas les habrá dicho o prometido a sus hermanas para camelarlas. Sin saberlo Canard sí ha acertado en un sustantivo… polla.
Ambas gemelas dan un respingo al ver caer como un fardo a su hermano a plomo en el pasillo del vagón. Saben que su carrera delictiva de su familia ya llegado a su fin, pero con algo de suerte podrán echarle toda la culpa al hermano amparadas en el movimiento social feminista que toque y salir (casi) impunes.
Mandy levanta la vista, mira a su hermana, y le pregunta a Arsène que quizá aun tenga ganas y temple para un polvete rapidito antes de que llegue la policía.
—Señoritas, para eso siempre hay tiempo. Aún debo abrir diligencias y algún que otro par de piernas... — y lanza ambas a la cama con la polla otra vez más que tiesa, dispuesta a repasar la escena del crimen.
Ellas se ríen tontamente como colegialas y le besan agradecidas al unísono. Candy abre sus piernas larguísimas descubriendo un conejo sonrosado mientras su hermana empieza a morder los pezones al inspector. Lanzan sus bragas y cubren con ellas al ex mujeriego, ex estafador, ex de todo, Pierre que "sopla" tendido y sepultado entre ropa íntima en el suelo, cerca de la puerta.
30 minutos más tarde.
La policía de Marsella se está llevando esposados a Pierre, Candy y Mandy. Lamentablemente Sandy, la hermana mayor, algo más avispada, pudo eludir el control policial y escabullirse entre el bullicio.
—No llegará muy lejos —le indica el capitán Rufineau. Se ha dejado con las prisas el bolso con toda su documentación y podremos apresarla en menos de lo que canta un gallo. Hemos encontrado a su vez un USB con varias contraseñas a diferentes servidores. El imperio criminal de Canard ha llegado a su fin. Arsène asiente complacido. Todo ha salido a pedir de boca (o polla según se mire) y además en su bolsillo derecho de la gabardina tiene dos nuevas prendas íntimas para su colección.
Putain aun con una amplia sonrisa en el rostro, llama a Michelle Dupont para indicarle que el caso del malvado Pierrot está cerrado. Su ayudante al oír el devenir de los acontecimientos debidamente edulcorados por Arsène, respira entrecortada pero aliviada. La línea transporta un pequeño zumbido de fondo, pero no es impedimento para una conversación casi perfecta.
—Ahora el único problema que tengo, Michelle, es que tengo un fin de semana en uno de los apartamentos del distrito del Endoume con todo pagado y estoy sin ocupación... ¿Le apetece pasarse unas vacaciones en Marsella alias la pequeña Argelia?
Michelle responde afirmativamente de inmediato y cuelga poco después. Cogerá un TGV esta misma noche y llegará a primera hora de la mañana a Marsella. Deja el móvil a un lado y se termina de masturbar con su consolador neón XXL "Rey Conan". Estaba en plena faena cuando le llamó Arsène, y antes de ignorar la llamada prefirió continuar de forma más discreta mientras hablaba con el inspector.
Un sonoro blib anuncia a Michelle que, con la contraseña de Canard, uno de los servidores ha empezado a arrojar coincidencias con un patrón de búsqueda. Al ver el aviso, Michelle no puede evitar sufrir un sobresalto y correrse... ha descubierto la identidad de Moloko. Puta Moloko.
Estimulante y erótico relato. Me gusta mucho esta saga por su irreverencia y excitante contentivo. Muy bien Valentin@.
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