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Arsène Putain y el regalo sorpresa (Especial Navidad 2022)

EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS



Arsène Tiberius Putain va holgado de tiempo al mando de su Porsche 911 a la fiesta de Navidad del restaurante "La petit Mort". Una celebración organizado por su jefa, la comisaria Babette Fournier. Asistencia obligatoria de todo el equipo y con regalos personalizados. Otra botella de vino y van… —refunfuña el inspector.

Para empeorar su ya exiguo humor navideño, Pauline, la joven babysitter de su hija, le acabo de confesar vía WhatsApp que este año venidero quiere serle fiel de verdad a su novio. Que ya no se la chupará más a escondidas en casa de la exmujer de Putain. Que como mucho le hará una paja de vez en cuanto. Arsène, cuarentón, por supuesto nunca se hizo ilusiones de algo serio, pero le gustaba que se la chupara la adolescente con esa boca tan grande que tiene. La canguro tiene llaves de su casa y se pasará a dejarlas pronto. En fin. Parará a recoger un café en el "Cafe Stop & Go" de camino a la fiesta. No ha ido nunca, pero las críticas no pueden ser mejores.

Al hacer el pedido una voz extrañamente familiar le ruega que se aparte de la fila y estacionar en el parking de pedidos especiales. Le llevarán el café al coche en un rato. Arsène bufa contrariado, pero aún va bien de tiempo. Fuera vuelve a nevar y gruesos copos de nieve empiezan a sepultar los coches lindantes. Las ventanas de su coche empiezan a cubrirse de un suave velo. La alegre musiquilla navideña del interior del local queda amortiguada por la ventisca.

La camarera del café golpea con los nudillos suavemente la ventanilla del Porsche del inspector. Arsène baja la ventanilla y queda sorprendido al reconocer a Ayana Deschamps, la guardia de seguridad del Louvre de un caso meses atrás. Embutida en un traje de elfa con los colores amarillo y verde corporativos del café. La gorrilla del ayudante de Santa Claus sobresale como una boya en una mar embravecida en su pelo afro. Ni el frío reinante del gélido diciembre puede restar un ápice a la racial belleza africana de Ayana. Sin duda, el avispado manager del café sabe que el sexo vende y le ha entregado una talla menor a la que necesitaría Ayana para marcar terreno. Las tetas de Deschamps están listas para ejecutar tocata & fuga en T gorda. O más bien sería Tetata y corrida. Putain se ríe él mismo con su ocurrencia 

—¡Inspector Putain, que sorpresa más inesperada! He reconocido su varonil voz. Quería agradecerle, ya hace tiempo, por lo que usted hizo sin nunca pedir nada a cambio. Ya sabe a lo que me refiero... esos detallitos que seguramente habrá descubierto en mi pasado al investigarme. Errores de cuando una es inexperta, está enamorada… y sin blanca.

Ayana ha renunciado a entregar el humeante café por la ventanilla y se ha metido en el coche por la puerta del copiloto.

—La empresa de seguridad me echó a la semana del robo, pero usted no hizo constar ningún tipo de negligencia en su informe y gracias a usted, un hombre intachable, me contrataron sin más preguntas en el Café. Estaba harta de los servicios de noche de la vigilancia, así que ahora trabajo aquí, ¿qué le parece? En un rato termino mi turno. Es más, ¿Ve ese coche de ahí atrás aparcado? —Ayana señala con sus largos dedos de uñas cobalto un Citroën con la música a todo volumen y lunas empapadas. Es mi marido, está esperando para recogerme.

Arsène asiente atónito mientras siente la mano de Ayana masajear su paquete. Joder, aparte de unas tetas de escándalo tiene unas manos muy hábiles, la africana.

—Por supuesto el café especial corre por mi cuenta. Por lo que veo le gusta negro y muy caliente. Ya me he dado cuenta de ello —le desabrocha la cremallera de la bragueta a Putain y sin pedir permiso empieza jugar con el glande de Arsène—. A mí me gusta con mucha leche. ¿Cómo va de leche, inspector? No se crea que soy una perniabierta y me va a poder follar así por las buenas, pero le debo una buena chupada, especialidad de la casa.

Ayana abre los ojos de par en par. No se esperaba una polla tan grande en un blanquito, pero eso no es impedimento en su afán en darle al inspector la mamada de su vida. Sin más dilación empieza a lamer la endurecida tranca de Arsène como si le fuera la vida en ello. En parte también por la urgencia de que pronto terminará el turno y la están esperando.

Putain echa los brazos para atrás y sorprendido constata que su polla tardará mucho menos de lo esperado en estallar en los cálidos labios de la Srta. Deschamps. Como la chupa. Nada de meterse torpemente la polla hasta los huevos como una pánfila. Ella tiene más tablas que eso. No es la primera piruleta que chupa.

—¿Hay piruletas en África? —se pregunta mientras cierra los ojos y aprieta los labios asediado bajo los fieros ataques de la elfa. 

Ella abraza su glande con sus gordos labios y deja que sus largos dedos recurran su hinchada tranca de arriba a abajo como un arpa. Se detiene en cada vena, la investiga, la pulsa, la acaricia. El prepucio en forma de champiñón de Arsène siempre succionado y a recaudo en su boca. Temeroso de correrse con un alarido de placer, el inspector sube la radio con una mano temblorosa. "¿Música navideña?", le vale.

La repentina subida de volumen alerta a Gerard, el marido de Ayana, que mira curioso con los ojos achinados al Porsche de Arsène. Pero nuestro recto inspector es hombre ágil y antes de que el desprevenido esposo se percate de algo, empuja la cabeza de Ayana con la mano derecha hacia la base de su polla. Su polla es un churro hundiéndose en ardiente chocolate. Hasta el fondo. Siente los dientes de la africana sortear las venas de su polla. Con la mano izquierda sube el pulgar significando a Gerard que todo está ok. El marido se ríe y le responde asintiendo al instante con otro pulgar. Un gilipollas blanquito. Sube el volumen de sus Ipods y sigue buscando otra canción de su cantante favorito Stromae. Ya queda poco para que salga su querida mujer.

Ahora sí, con la polla hundida hasta los huevos en la boca de Ayana, habiendo sentido como los labios de la africana se han paseado por cada centímetro de su miembro, Arsène se vacía dentro de la voraz boca de la barista. Con las pocas fuerzas que le quedan Putain hunde una mano en el pelo ensortijado y con la otra le sujeta la nuca la diosa de ébano. Se ha ganado el derecho de cada gota de su masculinidad. A Putain siempre le ha gustado correrse con la ojos abiertos. Cerrarlos es del género de los tontos. Quiere verlo todo. Es una corrida digna de un toro acompañada de ocho-nueve rítmicas pulsaciones. A pesar de los encomiables esfuerzos de Ayana, ésta no consigue acoger y tragarse al completo el banquete de perlada magma y termina rindiendo una amplia lechada sobre sus gordas tetas. La marfileña corrida, mezclada con su propia saliva, resbala rauda a los pezones en forma de galletas de chocolate para desprenderse perezosa a los pantalones caquis del inspector.

Arg, Arg... dulce como la leche condensada pero casi me atraganto. ¿Hace cuánto que no se descargaba, mi buen inspector? —pregunta Deschamps con la boca pastosa.

Acto seguido, le besa en la boca y se vuelve a abrochar la blusa verde limón, ahora moteada del polvo mágico del semen de Arsène. Se termina de acicalar el gorro de elfa, que también se ha llevado de regalo un poco de leche, y se apea del coche agachada por la puerta del copiloto para no ser vista. Al hacerlo levanta su hermoso culo. Un culo para correrse un rodeo de dos horas sin soltar la presa bajo pena de muerte. Ayana se percata y como regalo de despedida marca sus generosos glúteos en la ventanilla al salir. Lleva un minúsculo tanga con motivos navideños. Nuestro inspector se lamenta no haber estado ágil y haberse llevado la prenda íntima de trofeo.

Arsène se sube la cremallera satisfecho, arranca el coche y deja al gilipollas del marido esperando otro buen rato a que salga su mujer. Ahora debe darse prisa para no llegar tarde a la fiesta, pero con los huevos descargados está de muchísimo mejor humor. Dónde va a ir a parar. Arsène se descubre hasta silbando la canción navideña de la radio. 


La entrada del bistró restaurante "La petit mort" es por una coqueta puerta a la que se accede tras bajar seis escalones ubicada en una de las calles más de moda de París. El toldo rojo carmesí con filigranas doradas ha resguardado bravamente a Michelle Dupont, la ayudante de Putain del frio y la nieve. Está fumando nerviosa. Arsène la saluda con una sincera sonrisa desde la acera. Michelle le responde haciéndole signos inequívocos de que se apresure. Viste la ayudante su atuendo habitual de falda corta roja, medias naranjas a conjunto con un ajustado pullover del mismo color. Rompe la vestimenta, un bastón de azúcar cual báculo de mando en una mano y un matasuegras en la otra. Sin demora entran en el local, las gafas de pasta negra de Michelle se empañan con el contraste de la temperatura exterior. Sus pezones ya por si duros como los pitones de un toro salvaje, se endurecen al instante. Arsène sonríe. Tiene una buena corrida en toda la cara. Y que no se quite las gafas.

    —Llega tarde, inspector. La comisaria Fournier ya ha preguntado varias veces dónde estaba. Le he sacado del meollo, diciéndole que estaba en atasco a pocas manzanas de aquí. Se ha dado por conforme. También le pongo sobre aviso que Fournier está bastante achispada. ¡Ya ha ido dos veces al aseo de señoras! ¡Una vez hasta acompañada de Jean-Michel de contabilidad, ya sabe el entrenador ocasional de Cross-Fit, a que le ayudarán a no sé qué! Salió bastante entera al rato limpiándose la comisura de los labios. Mientras que el pobre Jean-Michel salió con paso torpe y el semblante lívido. ¡Sabe dios, lo que habrá tenido que ver! ¡Cómo iría de borracha!

—Ya, JM es un samaritano. Le habrá agarrado bien fuerte de la cabeza a Fournier —responde Arsène mientras no deja de pensar que la joven Dupont de tetas puntiagudas aún es muy inocentona para su edad.

La voz gutural de la comisaria Fournier llama al orden a ambos con un exigente "¡Venid aquí y sentaos de una puta vez!" Arsène agarra de la cintura a su ayudante, deslizando un dedo bajo su falda y acariciando simuladamente sus bragas de encaje. Le da un beso en la mejilla, dándola las gracias por encubrirle y mete otro el dedo entre falda y bragas, tocando pelo. Michelle no se percata, ruborizada por el beso.

Babette Fournier es un imponente mujer de cabello fuego de ojos esmeraldas. Un arma hecha mujer. Como era de esperar se ha vestido de Mama Noel putón y valiéndose de una campanilla, llama a todos a sentarse. Le indica a Arsène que se siente a su diestra en la mesa y Dupont, cerrando la comitiva, frente a Putain. Arsène siente el calor corporal de la comisaria. Es un horno de residuos nuclear. Está algo perjudicada tal como ya le anunció Michelle, pero apenas se le nota. Un inspector de verdad se da cuenta de esos detalles. Y él es de los intachables, de los mejores del cuerpo.

    —Muchas gracias a todos por venir, aunque tampoco hubieseis podido decir que no sin riesgo de ser despedidos ipso facto —se ríe ostentosamente de su propia gracia—. Este año, que pronto pasará, ha sido uno de los mejores del cuerpo. No solo hemos podido hacernos con la mayoría de los objetos sustraídos por la vil ladrona Nicole Moloko durante años, sino que además estamos muy cerca de atraparla, gracias a los nuevos fondos destinados al cuerpo para su captura. Brindemos por los éxitos pasados y los futuros.

Todos alzan las copas y beben animados. Empiezan a pedir las viandas a los camareros vestidos de libertinos elfos de nombres tan exóticos como Fingus o Bertus. Al dejarse caer Babette de nuevo en su banco le susurra la oído a Arsène que se baje de inmediato los pantalones hasta los tobillos y los calzoncillos por debajo de los huevos. Es una orden.

El inspector acata la orden sin hacer pregunta alguna. El frío cuero del asiento le da escalofríos, pero la cálida mano enguantada de Babette lo compensa al empezar a masturbarle bajo la mesa. Los demás compañeros charlan animados ajenos a todo, el largo mantel navideño oculta toda la escena.

El coqueto local pequeño está adornado con excelso gusto por el renombrado restaurador Ash Hole con una iluminación discreta vintage que refuerza el estilo acogedor de sus salas rústicas de temática provenzal. Todos los camareros, tanto ellas como ellos, traen las bebidas vestidos de elfos con la mejor de las sonrisas y valiéndose de bastones de azúcar.

Babette sonríe a Michelle y alza su copa sin parar de darle duras sacudidas discontinuas a la tranca de caballo de Arsène. Abre y cierra la comisaría el puño como quien trata de abrir un paraguas roto. Babette continúa enumerando los logros del cuerpo con varios compañeros mientras su mano sigue sin soltar la polla de un perplejo Arsène. Si su tranca fuera el freno de mano de su Porsche, el inspector hubiese jurado que su jefa se estaba preparando para hacer varios trompos con el coche en breve.

—Le hemos demostrada a toda París (sacudida) que no sólo velamos por la seguridad de los ciudadanos (sacudida) sino que además somos un ejemplo de las más altas estándares de la policía (sacudida). Profesionalidad, presteza, diligencia, agilidad (Babette incrementa la velocidad de la paja al citar los valores de su cuerpo). Unos valores que son difíciles de encontrar en otros cuerpos en estos tiempos modernos (una sacudida con caída de su puño a plomo hasta la base del falo).

La comisaria se termina de un trago la copa de vino, brinda mirando a todos y al llegar a Arsène, le mete siete-ocho meneos aceleradas a una gordísima polla a punto de estallar cual piñata en una fiesta infantil. Pronto habrá regalos para todos.

—¡Brindo por todos vosotros, que vuestra explosividad y profesionalidad nunca me abandone!

Michelle aplaude a rabiar con los codos juntos, mientras no deja de mirar de reojo al inspector. Agradecida por toda la experiencia que está acumulando al estar a su servicio. Está Putain algo pálido. Espera que no se esté constipando.

Putain no puede más. Amplios goterones resbalan por ambas calvas. Teme correrse y que se percate toda París. Se incorpora torpemente sólo para que un disgustada Fournier le meta una sacudida bestial a su endurecido miembro que deja a su glande templando como el corcho de una botella de champán a un tris de salir disparada. "Aquí mando yo", parece decirle con los ojos.

Ahora sí, la hinchada polla de Putain se desmelena en la mano de Babette y empieza a eyacular enrabietada. La comisaría dirige la tranca del inspector a la parte inferior de la mesa. Ráfagas de cálida leche adornan furiosas la mesa con voluminosas estalactitas de cálido y grumoso esperma. Un último disparo, el más atrevido, cruza toda la mesa por debajo y deja ciego temporalmente a su perro Fifí y manchar la falda de Michelle. La pérfida Fournier no deja de sacudir la polla de Arsène aun sabiendo que ya no queda más leche que ordeñar. Deja la cachiporra derrotada con su mano pringada y se cerciora divertida por el tamaño deshinchado de los testículos del inspector que Putain que ya ha rendido la plaza. El miembro, ahora ladeado y en ruinas, no desentonaría con cualquier columna vencida del Partenón de Atenas. La comisaría mete el arma reglamentaria del inspector de nuevo en el calzoncillo, y con el dedo índice palmea una última vez el flácida miembro para acto seguido exigir muy animada, un brindis.

—Ahora tras haberos dado la lata, os he dejado unos sobres personalizados frente vuestra —se vuelve a reír escandalosamente—. Es un detallito por parte mía. Nada especial. Una pequeñez. Los abrís después a solas. No quiero que empecéis a comparar.

Arsène se agacha bajo la mesa en busca de todas las monedas que se le habrán caído, sólo para regalarse a sí mismo otro vistazo al templo de las bragas de su ayudante. Agarra el dinero suelto y tomando una bocanada de aire como quien se ahoga, captura el arrebatador olor del sexo de su ayudante. Los camareros traen otra tanda de bebidas y Putain se incorpora con los bolsillos llenos y los huevos vacíos.

La noche no se alarga mucho más, y Arsène le ofrece a Michelle llevarla a casa. Antes de salir del coche, Dupont le confiesa que ha dejado a su novio. Desde que le apalizaron hace algunos días, reniega de las fuerzas de seguridad de París y eso no se lo consiente. Solo quería que Arsène lo supiera. Se despiden con un largo abrazo. El inspector no pierde la ocasión y le mete un buen pellizco al culo. Ella sonrojada se marcha, pensando que su jefe es un bromista.

En el primer semáforo en rojo, Putain empieza a fantasear con su ayudante. Ha llevado al Michelle al guardarropa del restaurante. Se ha tumbado boca arriba en el suelo y se ha sacado el miembro que le llevaba tiranizando la pernera toda la tarde. Ella desbocada ante la visión de Dios en forma boniato se baja la pernera de una media a toda prisa, se aparta las bragas a un lado y le empieza a montar. El horno de su sexo está a punto de alcanzar los 250° de temperatura. Dupont mientras le monta no deja de soplar una y otra vez el odiado matasuegras. Priiii. Él la agarra del culo como un poseso. Apretando sus blancas carnes y adornándolas con las marcas rojas de sus manos. Las bragas asustadas se aferran a un tobillo de DuPont con la vana esperanza de no ser requisadas más tarde por Putain. ¡Priii!

El inspector desea correrse dentro del mazapán de Michelle como su regalo de navidad personalizado, pero desea aún más que ella exhausta se vacíe antes que él sólo con el roce de su tranca de caballo. ¡Priii! Que se corra con su taladro aserrando el valle de las dulces cordilleras de su trasero. Golpeará con la punta de su tranca una y otra vez el ojal de su culo. Michelle le rogará (no le cabe duda alguna) que se cierre el caso abierto ya hace tiempo, que el expediente necesita pasar a archivo... vamos que se corra dentro de ella. Que no tema, que ella toma la píldora. Le meterá una estocada de carne magra que casi le hará escupir el puto matasuegras, para después sacar el taladro de inmediato. ¡Priii! Dupont, desesperada, terminará corriéndose y le inundará con sus dulces fluidos íntimos el musculado valle bajo su ombligo. Sólo entonces el eyaculará tras sus hemisferios carnosos. Latigazos cortos de esperma, cohetes defectuosos tipo Ícaro que caen con estruendosos chapoteos sobre el trasero de su ayudante tras haber intentado alcanzar fútilmente el sol. ¡Priii! Después su polla se refugiará en el coño de su ayudante para recuperar fuerzas, volver a hincharse al amparo del calor y esta vez sí soltar el bálsamo reparador para calmar el fuego de Michelle. ¡Tuuut! El claxon del coche tras suya devuelve a la mundana realidad a Arsène.

Antes de entrar en su casa, Michelle abre el sobre. Es una nota escrita a mano diciéndole que el próximo año deje de ser una estirada de mierda y que disfrute más de la vida. Acompaña al sobre, unas bolas chinas. Michelle se pone más roja que la convención anual del partido comunista chino. No puede creer que la comisaría haya sido tan atrevida. Se guarda las bolas chinas en el bolsillo.

El inspector, ya en su apartamento, se prepara una copa de vino. En la mesa están sus llaves. Abre su sobre. Media docena de fotos polla suyas. Qué raro, ¿De dónde las habrá sacado? Y unas bragas de encaje. Esto no es un regalo de la comisaria. Los sobres se guardan bajo llave en el despacho de Fournier. Seguramente les habrán dado el cambiazo tanto a su sobre como al de su ayudante Dupont en algún momento anterior a la velada. ¡Está seguro de ello, tan seguro como hay un topo en la comisaría! Lee la nota. Es la cuidada caligrafía de Moloko deseándole unas felices fiestas y regalándole unas bragas más a su colección de ropa interior femenina. Olisquea las bragas impregnadas del peculiar olor intenso a marihuana del sexo de la ladrona y se baja la cremallera del pantalón. Esta noche no hay dos sin tres… puta Moloko.

¡Nicole Moloko y Arsène Putain os desean a tod@s una feliz Navidad y próspero año nuevo!

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¡La banda sonora!

Bruce Springsteen - Hungry Heart


Stromae - Alors on dance


No te pierdas todas las aventuras del intachable inspector Arsène Tiberius Putain bajo el siguiente enlace o en su libro recopilatorio de próxima publicación.


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Comentarios

  1. Las desventuras y andanzas del intachable inspector Putain son, a la vez, muy estimulantes y divertidas. Buena mezcla. Esto merece un libro. Propongo un título: "Los excitantes y eróticos casos de Arsene Putain".

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