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Jimena en "Lavado y corte de pelo"



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    El negocio iba bien. No espectacular, pero bien. No se podía quejar la mulata Jimena de cómo le habían ido las cosas desde hace dos años cuando decidió abrir su peluquería "PeinaDos". Cierto era que el salón de belleza de mujeres en forma de media T era pequeño, con un trastero al final del pasillo donde almacenaba los productos de belleza, una habitación con una cama para echarse un rato y un lavabo. Jimena había fantaseado muchas veces con una eventual ampliación para acoger a más clientes, pero para ello debía primero subir el personal del salón aparte de Genaro (una divertida loca que podía llegar a ser muy difícil y que no dejaba de contar sus aventuras sexuales a quien quisiera o no quisiera oírle) y de ella misma y que el local que ocupaba la otra parte de la T, le cediera el espacio.

    Otro problema añadido era la dueña de ambos locales, una emperifollada señora con aspecto de cacatúa que, aun viviendo en el barrio de Salamanca, se pasaba puntualmente a finales de mes a cobrar el alquiler y además exigía que la lavasen y cortasen el pelo gratis. Ella le interesaba más cobrar por ambos lados y no sólo de un inquilino. Dejaba que Genaro le quitase su ostentoso abrigo de pieles y siempre demandaba que fuera la siguiente en sentarse. Aunque educada, no podía evitar adoctrinar a todo Dios con su infinita sapiencia y aprovechaba para relatar lo mucho que había viajado a todas las partes del globo terráqueo. A Jimena no había vez que no le soltase la consabida frase de que cuando se iba a echar novio, que era muy guapa para ser medio negra. Jimena le respondía cortésmente que se estaba muy bien sin aguantar a nadie. La cacatúa asentía, que lo entendía todo muy bien y que a ella tampoco la tocaba nadie ya, aunque tenía muchos pretendientes, muchísimos.

    El otro local, la tienda de cómics "El ojo de Saurón" la llevaba por el apuesto Basilio, que debía estar en la treintena y a él, tampoco le iban mal las cosas. Se mantenía y qué demonios, Basilio le metía mucha pasión y aun siendo un geek de camiseta comiquera diaria, era culto y divertido. Coincidían a la puerta de sus respectivos locales para fumarse sus cigarrillos cuatro o cinco veces por día. Se tenían cogida la hora y Jimena aprovechaba para meterse con él y sus camisetas de Batman, y demás superhéroes. Ella sólo conocía a Batman y al teniente América.

—Es capitán, Jimena, no teniente —le corrige constantemente Basilio, aun sabiendo que ella lo decía mal a propósito para tocarle los huevos.

—¿Y quién es ese que llevaba una capa? —pregunta entre calada y calada. El hombre de hierro, ¿no? —mientras se acicalaba el pelo afro delante de una de las ventanas.

—Es Supermán, y es el hombre de acero —resopla el joven resignado, mientras se termina el cigarrillo y pisa el consumido cadáver con la suela de una de sus zapatillas Converse.

—Qué más da, unos tíos en pijama dando brincos que ahora con tanta corrección política e inclusiva, pronto los harán más gays que a Genaro. Supermegagay y el teniente Transamérica.

    Basilio se ríe, sabiendo que eso precisamente ya había empezado a producirse en el mundo del cómic.

    Empezaron a intimar más cuando al poco tiempo de abrir ella su peluquería, en la pared que pegaba con el otro local apareció un agujero a un metro de altura. Estaban poniendo estanterías al otro lado, y a un despistado obrero se le fue la mano. No pasaron cinco minutos y Jimena ya le estaba echando la bronca a Basilio, que qué cojones estaban haciendo, que le iban a tirar la casa encima… y qué iba a hacer ella ahora con un agujero en la pared.

—Pues voy a meter la polla al estilo Glory Hole, para que todas tus señoras clientes me la chupen a diario antes de que las peinen y se llevan la loción facial regalo de la casa ¿qué te parece?

    Jimena no pudo dejar de reírse con la ocurrencia del joven, y tras disculparse por su tono, se presentó debidamente y quedaron tan amigos. El agujero por cierto no se llegó a tapar del todo (colgaría un póster el suavizante de cabello Divina) y Basilio decía entre bromas que al final, el día menos esperado, iba a meter la polla y que Jimena colgase los bolsos que quisiera.

    A los pocos meses ya eran amigos, y aunque nunca quedaron para tomarse algo, tenían la confianza suficiente para decirse de todo sin miramientos.

—He visto bastante tumulto esta tarde en la tienda. ¿Estás vendiendo todo a saldo porque no lo compra nadie? —pregunta picarona Jimena, mordiendo su cadenita de oro.

—No mujer, hemos organizado un encuentro de cartas Magic y todo el que venga disfrazado no paga entrada —afirma un orgulloso Basilio —Lo vamos a petar.

—¿Disfrazado? ¿Cómo tú? Que mucha camiseta ajustada para resaltar bíceps y pectorales, pero no os coméis un colín. Aquí no entra ni una sola tía. No me extraña, lleváis unas greñas... ¿Os la meneáis ahí dentro disfrazados de magos y enanos? —pregunta curiosa y muy convencida Jimena, y mientras hace ostentosos movimientos con la mano derecha llena de pulseras de cuero, abre la boca e imita unos exagerados jadeos.

—¡Oye! Esto es una cosa seria. Me cagüen la puta —afirma Basilio, mientras se quita la camiseta del juego Tetris para mostrar un musculado pecho con el pezón izquierdo tatuado dentro de un sol y un piercing —Te regalo la camiseta, ya eres una de las nuestras, por lista... además me estaba pequeña —termina riéndose el joven.

—Vale, vale, cachas. Cuando vayas a cerrar, pásate por la peluquería que te voy a hacer un lavado de cabeza y corte espectacular gratis. Ya tengo pago suficiente con esta... camiseta... tan... guay —le constata Jimena alzando las cejas, mientras le expulsa el humo del cigarrillo a la cara y se vuelve al salón embutida en unos espectaculares pantalones ajustados carmesís y tacones para quitar el hipo.

    Antes de entrar, se vuelve, le dice que no se retrase y que le deje de mirar el culo, que le ha quitado ya tres capas de pintura con la vista. Basilio se ríe y le dice que un mago nunca llega tarde ni temprano, llega precisamente cuando quiere. Basilio se da un último homenaje visual con Jimena y se mete en la tienda con una erección más grande que el báculo de Gandalf, el gris, también llamado Olórin, Mithrandir o el Jinete Blanco.



    Basilio cierra la caja y echa el cierre sobre las 21 horas. Aún ve luz dentro de la peluquería y se pregunta si Jimena le ha tomado el pelo con lo del corte o no. Sale de dudas al oír salir a Genaro diciéndole a Jimena que mañana vendrá algo más tarde. Que tiene un Bleaching anal. La mulata se ríe como la diosa que es y le dice que es más puta que las gallinas y que mañana es domingo, que no se entera de nada. Que dé recuerdos a Jorge.

—¿Ese? ¡Si ya no salgo con él, tía! Me gusta más otro, su primo —le recuerda Genaro.

    Basilio baja la persiana del local y activa la alarma. Entra en el salón de belleza a medio iluminar. Que bien huelen siempre estos sitios, a champú y pelo limpio. Alegre música cubana se oye al fondo y unos pies bailando. Jimena sale con la camiseta puesta que el la regaló. Solo con la camiseta puesta. La camiseta mojada, perfila sus turgentes pechos negros de amplias aureolas y duros pezones.

—Madre que tetas tiene la tía, más que Tetris esto parece el Tetis —piensa Basilio.

—¡Ah! por fin llegaste. Cierra detrás tuya. Siéntate, mientras te lavo la cabeza.

    Basilio solicito se sienta en la silla y echa la cabeza atrás hacia la palangana. Jimena abre el grifo del agua caliente y empieza a lavarle pausadamente la cabeza, hundiendo sus largos dedos en su cabello. Sus perfumados pechos golpean la cara de Basilio. Si quisiera podría pegarles un mordisco. Se contiene. Basilio tiene una erección de caballo. Jimena lo sabe y pregunta descarada.

—¿Eso qué es? ¿Se te está poniendo dura? ¿Así por las buenas? ¿Te gusta que te laven la cabeza? Me hago una idea muy clara de que, a una de las dos, le encanta. Ahora déjame ver si le gusta a la otra también…

    La peluquera se da la vuelta, se sube la camiseta por encima de los pechos y se arrodilla delante del afortunado mago, mientras le desabrocha la bragueta. La tranca de Basilio, que es muy agradecida con las muestras de afecto, la golpea en la cara sin compasión.

—Te dije que te lavaba la cabeza y eso voy a hacer, señor hechicero —afirma mientras le masajea los huevos y empieza a chuparle el glande. —¿Hace cuanto que no te corres? Estos huevos van a estallar. Deja que Mami te eche un cable. Para esto están los amigos —dice Jimena mientras le muerde un testículo y sigue masturbándole con la mano.

    Basilio está el en séptimo cielo, viendo como la lengua de ella asciende y asciende por su mástil, deteniéndose amorosamente en sus gordas venas. Su cabeza baja, sube, una y otra vez, entre sus estiradas piernas. Echa la mirada hacia adelante sólo para ver a Jimena desde otro ángulo. Arrodillada, comiéndolo el rabo. Puede verla el culo todo el tiempo. Sus bragas están empapadas y se hunden en su vulva.

    Vuelve a mirar hacia abajo y hunde las manos en el pelo afro de Jimena. Pelo limpio y perfumado como una Venus de ébano. Siente crecer su polla de nuevo en la boca de su reina de Villa Tranca Gorda de Arriba.

—Ni se te ocurra correrte en mi boca, amigo —amenaza Jimena, en una de las pocas ocasiones que no tiene la boca llena de la descomunal polla de Basilio, aun sabiendo que para el pobre Basilio eso es ahora mismo tarea imposible —A ver si te vas a correr y quedar más que agustito y yo a verlas venir. De eso nada, monada.

    Tras desalojar lentamente, deteniéndose en cada protuberancia, la espada que se había metido hasta la empuñadura, Jimena, les pega un leve mordisco a los huevos, se sacude la polla como un sonajero en los carnosos labios pintados de azul y le señala la silla principal.

—Aquí, me vas a follar hasta darme la vuelta como a un calcetín. Por delante y frente al espejo. Quiero verme gozar y quiero ver tu espalda como me la clavas. Me pone muchísimo verme... ya ves, en el fondo todos somos un poco frikis demanda Jimena, mientras gira la silla—. ¿Algún problema, Harry Cipotter?

—Mi madre me lo decía siempre, yo para eso soy la mar de atento. Sin problema, mi Galadriel —obedece Basilio, mientras le pega una estocada de carne que hubiese desplazado la silla de no haber estado anclada al suelo.

—Me place, pero ¿quién coño es Putadriel? ¿Una amiga tuya? Da igual, sigue follando —contesta nuestra Peluquera tras cruzar las piernas tras la musculada espalda y ayudar a la penetración clavándole las uñas en el culo hasta hacerle sangre.

    Basilio está echando el resto, cuando suelte la lechada, Jimena va a pasa por Albina o por uno de los caminantes del Norte de Juego de Tronos. Joder, que rica está, todo es chocolate delicioso... que se prepare para la nata, que la están batiendo.

    Jimena se ha corrido con la última estocada por segunda vez y siente las incontestables oleadas del tercer orgasmo llegando sin remisión al puerto de su sexo.

—Madre con el friki, como las clava, éste me lo quedo yo para mi solita, como hay un Dios. ¡Sigue! Quiero lavado, corte, permanente, mechas... de todo. ¡Cuéntame cómo Gandalf junto a Harry Potter, destruyó la Estrella de la Muerte de la malvada Federación Unida de planetas! —dice para quedar cool y de entendida.

—Lo has mezclado todo, ¡joder! —exclama Basilio, incapaz de detener más la corrida de su vida. Años más tarde, admitiría que eso fue ese acto de supina ignorancia, el detonante que terminaría con todas sus defensas. Nada le pone más que joder a una profana en el tema.

    Jimena gira la silla para dejarla enfrente del espejo, y con sus aterciopeladas manos le masturba la volcánica polla a punto de erupcionar de Basilio, ya fuera de su rizado conejo y de control.

—A ver cuántos botes tiras de la estantería, Friki. Con más de tres, te llevas el conejo putón y una segunda vuelta en los coches locos.

—¡Oye! ¡Que yo no soy un friki, soy un mago de nivel 38! Muy respetado por la comunidad de elfos, guerreros y semi-orcos —responde un ofendido Basilio entre entrecortados jadeos, polla erguida en posición de disparo.

    La explosión de cálido semen de Basilio no sólo tira tres botes de suavizante capilar, sino que además cubre parcialmente el secador de pelo y tira un juego de tijera y peine. Las últimas gotas terminan en el acogedor pecho de Jimena, donde emprenden su lánguido camino desde el exuberante valle al yermo suelo. Ella agarra el flácido miembro de Basilio y se lo vuelve a introducir en su acogedora vagina.

—Que se descargue aquí, aquí es dónde debe descansar. Fuera hace mucho frío —sentencia Jimena, y cierra las morenas piernas tras la espalda de Basilio como una trampa para osos. Aquí, es dónde tiene que estar repite. Que gusto, madre mientras cierra los ojos de puro placer y se muerde el labio inferior.

    Tras un rato, pidieron pizza y estuvieron follando, bailando y bebiendo hasta el domingo por la mañana. Tenían mucho más cosas en común de lo que jamás imaginaron y meses después de que Genaro abandonase la peluquería locamente enamorado de un tipo que conoció del local Swingers de la Plaza Mayor (duraron cinco días), Jimena y Basilio decidieron cerrar el salón de belleza y expandir la tienda de cómics.

    Fueron campeones nacionales de cartas Magic tres años consecutivos, subcampeones mundiales en Tokio el año pasado y finalistas todos los años de cosplay de Madrid. Ella de Vampirella negra y él de Capitán América (para tocarle los huevos a Jimena).

    Algunos clientes se preguntan por qué una pared de unos dos metros separa la tienda sin aparente sentido. Cuelga de ella un extintor rojo que tapa un agujero circular a un metro de altura. Una vez al mes, Basilio mete la polla y Jimena le hace un Glory Hole en toda regla al cerrar la tienda. Él se corre siempre como un Minotauro. Le encanta dejarse llevar. Y ella como guinda le cuelga un bolso en el flácido miembro durante diez minutos. Es un secreto de ambos... yo no me voy a chivar... ¿y vosotros?


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Banda sonora de Jimena "Lavado y corte de pelo"

Procol Harum - A whiter Shade of Pale


Foreigner - I want to know what Love is



Comentarios

  1. Peluquería y Cómic Shop, dos elementos muy distintos y magistralmente unidos en otra erótica historia. Genial. Muy divertida y sensual. Chapeau!

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