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Jacinta en "Pan y bollería caliente todos los días"

EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS



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    Recuerdo el olor a pan recién horneado.

    Recuerdo asomarme a la ventana de mi apartamento compartido a intempestivas horas de la mañana para ver su prohibida y menuda silueta a través del amplío ventanal bajo la luz de una débil bombilla. Para ver a Jacinta amasando pan. Con su media melena castaña clara anudada torpemente bajo una bandana blanca de azabaches puntos. Como el calor del horno la obligaba a llevar a cabo sus rutinarias tareas tan sólo vestida con un delantal y unas diminutas bragas. Como se inclinaba sobre la masa, y se ponía perdida los pechos de harina. Me imaginaba oírla quejarse con su aterciopelada voz "Otra vez, Jacinta, eres imposible, todas las tetas llenas de harina..." y reírse.

    Mi imaginación volaba y creía ver un pecho huir furtivamente de su bata y marcar la masa del pan constantemente con su duros pezones, dejando libidinosas huellas de su feminidad. Después se incorporaba, se secaba el sudor de la frente, dejando un rastro de harina, e introducía la bandeja del pan en el horno. Cerraba la puerta de un "culazo" junto con un bamboleo de sus tetas mientras se terminaba limpiando las manos en su culo respingón. Luego se iba a duchar a la habitación anexa, dejando el delantal en el suelo como mudo testigo.

    Se encendía una aburrida luz de un ventanuco anexo a la diestra de la cocina. Oía correr el agua y sus jadeos de satisfacción junto al chaporreo del agua y del vapor saliendo de la estrecha ventana. Me la imaginaba tocándose delicadamente el perfecto sexo bajo la ducha. Cómo debía jadear de placer bajo la caliente agua, mordiéndose el puño para no montar un escándalo en el barrio. Y como debía apoyar sus yemas en las frías baldosas y alcanzar con sus hábiles dedos la cúspide de su orgasmo. Que no hubiese dado yo por ser el que la transportase a su clímax. Una vida entera, sin duda, habría ofrecido sólo por ser una baldosa de aquel baño.

    Después volvía a la cocina, se terminaba de secar el pelo aún vestida, recogía los utensilios y abría la pastelería "El Capricho de Jacinta", café humeante en mano. Era ella, sin duda, el pastel más apetecible de todos. Saludaba a todo el mundo por su nombre con una amplia sonrisa. Tenía el peculiar hábito de introducir la puntita de su lengua de la taza y soplar después. Me volvía loco ese detalle.

    Después me vestía, intentaba disimular mi erección y me acercaba a la pastelería a por mi café y el desayuno. En toda mi vida de adolescente y adulto, no he tenido erecciones más brutales que aquellas.

—¡Buenos días, Roberto! ¿Un café togolés? —me dice, sabiendo que lo quiero siempre para llevar, es decir "To Go" —¿Y unas rosquillas para después de mi hornada especial? —ríe, mientras yo no puedo dejar de mirarle las tetas y perderme en la fantasía que sus pezones se hubieran hundido en las rosquillas, para darle forma, que me comeré después. Madre, me las hubiese comido todas... las rosquillas como sus tetas, el orden me sería indiferente. Soy así de democrático.

—Buenos días, Jacinta. Sí, gracias. Estás muy guapa hoy... —afirmo, mientras mi mejor parte se declara en rebeldía y harto de convencionalismos sociales, empieza a erguirse curioso en la bragueta de mis pantalones caquis.

—Es decir, lo demás días, ¿estoy hecho un adefesio? ¿Para dar de comer a los leones? —responde, alzando la vista y retirándose un díscolo pelo cabello tras la oreja.

—No, no... quiero decir que hoy...

—Ya lo sé, atontado. Estoy gastándote una broma. Anda, que llegas tarde al despacho.

—Claro, claro, Jacinta. Si no fuera por ti, llegaba tarde todos los días.

    Perdido en mis pensamientos, cierro la puerta tras mía, las campanillas de la entrada alegremente me despiden y me dejo las rosquillas.

    Ella sale y me las da en mano, y al cogerlas, nuestras manos se rozan. Jacinta me las coge y se las coloca amorosamente en la mejilla.

—Qué manos más grandes y bonitas tienes... y que calientes. Tu novia tiene que estar muy contenta. —afirma Jacinta, sabiendo a ciencia cierta que no la tengo. —Vete ya, que me vuelves loca, me haces decir unas cosas, una chica de bien como yo... y no te olvides que ese culo no...

—¡Pase hambre! —completo la frase y me voy lanzándola un beso al aire. Es el mejor momento del día y me siento muy afortunado cuando en realidad el suertudo no soy yo, si no mi mejor amigo, Rogelio, el novio de Jacinta, que se la debe follar todos los días y si no lo hace debe ser gilipollas...


Días después

    Fiesta en mi apartamento. He invitado a todo Dios. Han venido amigos incluso de intercambio de mi hermana Mar de la carrera de Turismo, que parece que me viene a visitar solo cuando se huele fiesta gratis. Para eso tienen un don especial ya no tanto para estudiar la carrera. Lleva como buena aficionada del Real Madrid una camiseta puesta a todas horas. Hoy toca una XL de Butragueño con el número siete.

    Es tarde ya. Jacinta se está despidiendo de Rogelio. Tiene que ir a trabajar. Se alisa el fino vestido floral y le da un casto beso en la boca. Se despide de los demás invitados, haciendo un amplio arco con el brazo. Busca mi mirada una última vez y me susurra desde la distancia: Que ese culo… y se marcha escaleras abajo. Me asomo a la ventana del dormitorio y la veo entrar en la pastelería.

    Rogelio me intercepta para tomarnos unos botellines antes de que vengan las pizzas. Él no es mal tío, de verdad que no. Pero es más bruto que un arado. De fondo una ruidosa televisión anuncia que le han vuelto a meter un gol a Real Madrid en una caraja de la defensa.

—Joder, con el Madrid. Están agilipollados. Les gana cualquier equipo de medio pelo que viene al Santiago Bernabéu como si les fuera la Champions en ello —grita enfurecido mi amigo a la radio, que debe tener un portal mágico a Madrid para que los jugadores oigan las sabias instrucciones del entrenador suplente, mientras se termina la cerveza. —Por cierto, voy a dejar a Jacinta.

—¿Qué dices, tío? Si Jacinta es un portento de tía y muy simpática. Es como ganar la Champions contra el Barca con uno menos.

—Siempre está cansada con la polla esa de la pastelería. Jodiéndome el rollo. Además, no coincidimos nunca. Yo despierto, con ganas de guerra y ella se tiene que ir a la cama para despertarse súper pronto. Me toco las bolas a solas más que Machín tocaba las maracas. Además, ya pronto terminaré la carrera y ahí cantará otro gallo. Un mes más y vida nueva.

—Ya, se despierta muy pronto, sobre las dos de la mañana todos los días. —afirmo.

—¿Tú cómo sabes a qué hora se levanta? —interroga mi amigo sin levantar la mirada del móvil revisando si una amiga le ha contestado a unas fotos de su polla tiesa que le mandó hace ya una semana.

—Me lo dijo ella hace tiempo. Supongo que eso no ha cambiado.

—Pues eso, súper pronto. Y soy un tío con necesidades, que quieres que te diga. Tengo apetencias. Y luego está la amiga de prima... Rocío. Joder, tío, no veas cómo la chupa. Se lo traga todo sin rechistar. El otro día, me corrí dos veces seguidas sin sacarla y sin condón.

—Pero, Jacinta, no creo que sea tampoco una santa en la cama, ¿no?

—No, pero ya ni me acuerdo. Siempre está tan cansada. Que la den por culo. Que se quede con su pastelería de los huevos. Ya me echará de menos —asume mientras se recoloca el paquete. —Ah, mira ahí llega Rocío y mi prima con las pizzas. Venga saca unos botellines más y después le digo a mi prima que te la chupe, ¿vale? Pero tu cúbreme las espaldas con Jacinta hasta que se lo diga yo, ¿vale?

    La prima cachonda y Rocío se han entregado al Punk y a su libertino mesías Sid Vicious. Pantalones rojinegros, camiseta desgarrada una con el logo de los Sex Pistols y la otra, lleva una camiseta demasiada amplia descubre-hombros. La amiga con el cabello cobalto, la parte de la derecha rasurada y Rocío, con la cabellera de mil colores, piercings infinitos. Ambas entran mascando chicle. Rocío está despachando a su último novio (ahora ex) vía WhatsApp en un móvil con orejas de conejo rosa. Ana le planta dos ruidosos besos a su primo al grito de "¡Primooooo!". Rocío reparte entre tanto pizzas a los invitados. Es muy guapa de cara. Veo a Rogelio susurrarle algo a su prima al oído. Estalla la bomba de su chicle, se ríe y asiente con la cabeza.

    Rogelio ha entrada con Rocío a mi habitación, dejen la puerta abierta y oigo cómo entre risitas se están desnudando. Después el inconfundible zip de una cremallera bajándose y el jadeo entrecortado de mi amigo acompañado de un sí, señor. Seguro que ya les están comiendo la polla. Pues tiene tarea la amiga, con la polla de asno que gasta Rogelio.

    Me asoma una última vez a la ventana. Veo luz y mi propia fiesta me parece la cosa más aburrida del mundo. Quisiera estar con Jacinta. Una mano me estruja el paquete —¿Qué tenemos aquí? —me dice la prima beneficiándose de mi erección cada vez que pienso en mi musa.

—Esta durísima, niño, cómo me gustan las pollas. Duras y gordas. —mientras lame su mano.

    Mete la mano dentro de mi pantalón, me baja el calzoncillo dentro del pantalón y me agarra de la polla. Como un pingüino me lleva a otra habitación. La que ocupa normalmente mi hermana cuando viene a verme. La mía obviamente no está disponible. Está desnuda cintura para abajo, a excepción de una botas Doc Martens, pero con la camiseta tan amplia que lleva, nadie se da cuenta.

    En mi habitación oigo a Rogelio afirmar compungido armado con una exagerada risa nerviosa e infantil de que él nunca pega gatillazos, que toda la culpa es de ella por estar tan buena. Él es muy macho, mientras tanto la radio anuncia que el Madrid ya está ganando.

—Oye Ana, no tengo el cuerpo para nada. No tiene nada que ver contigo que eres espectacular de interesante. Voy a ir a por hielo a la gasolinera. No me debes nada y no me voy a ir de la lengua. Rogelio puede estar tranquilo.

—Tú te lo pierdes, amigo. Te dejo mi número, eres un tío legal. No te has aprovechado de mí, aunque hubieses podido. Me quedo con las ganas de comerte la polla. ¿Ni siquiera una chupadita rápida? ¿No? ¿Tienes algún amigo que si le guste que le coman la polla hoy? No me voy a quedar sin mi platito de leche. Tengo una dieta muy estricta.

    Le doy un beso, asiento y me voy por la puerta de la habitación. Me estoy poniendo las zapatillas y veo de reojo a mi hermana de rodillas frente a tres amigos en el sofá, incluido el amigo de intercambio marroquí, pasando de una polla a otra. Uno se termina de correr vorazmente en la boca de mi hermana y los otros los está atendiendo ella con ambas manos al mismo tiempo y también están a punto de caramelo. Veo a Ana salir de la habitación y sentarse encima de la cara del que acababa de descargarse sin preguntar siquiera. Mi último pensamiento con una sonrisa antes de salir por la puerta y bajar las escaleras a toda prisa, es que mi hermana me va a tener que dejar la casa como la patena después, que siempre me hace la misma jugada. Parece su querido Butragueño.


    Cruzo la calle dirección a la pastelería. Llamo a la puerta trasera con los nudillos. Poco después Jacinta me abre la puerta aún vestida con su vestido floral y el pelo suelto.

—Oh, Rober. ¿Ya ha terminado la bacanal romana de tu piso o vienes a echarme una mano? ¿Ya se ha follado el picha brava de mi novio a la punk? —afirma Jacinta más que pregunta.

—No, siguen liados arriba, eh, ¿qué? ¿Cómo sabes que…? —respondo perplejo.

—Ay, mi inocente Rober, mi niño… las mujeres no somos tontas. Nos lo hacemos muchas veces porque no interesa, pero sabemos de sobra por dónde van los tiros… Solo estoy esperando que termine sus exámenes y separarme de él. Con lo niño que es, si lo dejo ahora, es capaz de tirar por la borda sus estudios y llorarme todo el día. Eso es justo lo que no necesito ahora en mi vida... un llorón. Otra cosa mariposa, ¿me echas una mano con la masa? —pregunta solicita Jacinta mientras se gira para que le baje la cremallera del vestido.

—Claro que sí, dime que hago...

—Desnúdate, ponte este delantal, hace mucho calor dentro de la cocina, eso ya lo sabes y baja la persiana, no quiero que nos vean desde tu apartamento.

    Estoy estupefacto, ¿Cómo sabe ella que yo la observo? Sin esperar una torpe excusa por mi parte, me confirma al instante:

—Mi amor, sé de sobra que me observas casi todo los días desde tu ventana y me encanta sentirme deseada ¿No crees que hubiese sido más inteligente apagar alguna vez la luz de tu cuarto? Una vez pasa que estés despierto a las dos de la mañana... estudios, o noches en vela, ¿Pero casi todos los días? Un poco raro, ¿no?

    Jacinta ya se ha desnuda por completo, pecho generosos y duros como fruta madera, unas caderas sinuosas, un culito de mazapán y más curvas que un puerto de montaña de tercera. No puedo dejar de mirar su delicioso monte de Venus, depilado al estilo sunny. Ella lo sabe y se gira dos veces para que pueda verla desde todos los ángulos, después se viste con un delantal limpio de un armario cercano y se sube las diminutas bragas de nuevo.

—Vaya, no encuentro el rodillo para amasar… pero estoy segura de que, con el pollón que gastas nos apañaremos más que de sobra ¿No crees? —mientras no duda en bajarme los calzoncillos y liberar a su nuevo ayudante de cocina. —Es más aún gorda de lo que soñaba, nos servirá bien. —golpea con el índice de su mano mi erecto mástil y me lleva a la cocina con mi polla agarrada de una mano ajena por segunda vez esa noche. 

    Al mismo tiempo, en mi piso, mi hermana se ha "cargado" al invitado número dos que se ha corrido torpemente en su mano y va por el número tres, mientras se mete un trozo de pizza en la boca. —Madre que hambre me da siempre chupar. —dice mientras que a mi amiga Ana ya le están comiendo el depilado conejo y se lo está pasando mejor que en un concierto de The Ramones, los cuales para mí han vendido más camisetas que discos en toda su trayectoria musical. Por cierto, el Madrid ya estaba goleando, por si os interesa.

    Entre tanto, en el lavabo, Rogelio se masturba desesperado para alcanzar una semi erección delante del esplendoroso culo de Rocío. Ella se gira desganada mascando chicle y revisando las novedades en Tik Tok en su móvil. Al poco rato sale con la excusa de ir a por un poco de pizza. Ya no volvería ni ella a la habitación ni Rogelio a tener una erección.


    Jacinta espolvorea de harina la mesa de la cocina y me hace sentarme en ella. Mi polla erecta desafía las estrecheces del delantal y asoma su cabeza por la izquierda. Bambolea nerviosa y parece como si quisiera adelantar un coche.

—¿Sabes lo que me diferencia de las otras pastelerías, niño? Que no reparo en hacerme con los mejores materiales, con las mejores herramientas para mi pasión. Veamos a ver si esa polla dura vale para mi masa y es un rodillo adecuado. —explica Jacinta, mientras se termina de anudar la bandana y va en busca de unos donuts del día anterior.

    Poco a poco me va soltando por la polla, uno glaseado rosa, otro de chocolate, otro fondant y otro azucarado... hasta un total de cuatro. Solo mi hinchado glande asoma del involuntario, pero dulce pullover de colores de azúcar.

—Esta polla es perfecta para nuestra tarea, cuatro gordos donuts. Me voy a comer el primero ya mismo, no vaya a ser que me dé una bajada de azúcar tan de mañana. — enuncia Jacinta al tiempo que pone de rodillas y mordisquea el azucarado, el primero de ellos. Mi polla cual Houdini está a punto de escapar y reventar las esponjosos cadenas.

    La panadera se toma todo el tiempo del mundo en saborear el donut y mi tranca. Qué maravilla ver finalmente su perfilado cuerpo, el bamboleo de sus tetas, sentir el calor de su boca en mi glande. Oírla disfrutar de mi verga. Veo como levanta una pierna a media altura, y ese pie se baja las bragas.

    Me empuja hacia la mesa espolvoreada. Quedo tumbado en la mesa dispuesto a acometer cualquier decisión o tarea que me ordene, mi maestra pastelera. Se siente a horcajadas sobre mí y me empieza a montar. Al principio despacio, luego más deprisa. Agarro con ambas manos su culo y lo marco de harina.

—Qué ganas tenía, señor. Tanto tiempo deseando sentirte dentro de mí. Mi delicioso niño. Mi dulce. Mi pollita de mazapán. —confiesa Jacinta, mientras yo de regalo le meto otro dos pollazos hasta los huevos. Ella gruñe de placer y coloca mis manos en sus pechos. —Comételas, no dejes nada. Son tuyas, hártate.

    Como ya dije anteriormente, soy muy obediente, y vaya si me las comí. Las mordí, sobé, lamí hasta hartarme... mientras Jacinta subía la velocidad de cabalgada y no dejaba de apretarme con su mano derecha los duros huevos. No paró de estrujármelos hasta que me corrí dentro de ella. La avisé. Ella me dijo que me dejará de gilipolleces, que los hornos están para estar llenos, no vacíos. El calor de mi semen inundo su sexo, pero no puedo evitar que mi lechada se desborde de su coño y abandone el capricho de Jacinta malhumorado hacia mis propias piernas. Jacinta asiente complacida encima mía mordiéndose los labios y corriéndose con mi polla dentro.

    Se levanta y me indica que es hora de demostrar si esa polla locuela tiene una lengua vivaz a juego. Me yergo de la mesa cama, y ella ocupa su lugar. Antes agarra una maguera pastelera y se aplica numerosa nata pastelera en tetas y conejo. — Ahora. — sentencia. 

    Yo que miro mucho por los demás, no quiero que haya mal tiempo mañana y me lo como todo, todito. Empezando por las guindas de sus pechos, terminado por el postre de su dulce sexo. Ella me agarra de la nuca, intentando llevar el ritmo. La chistó y le indico que es hora de que el ayudante de pastelería oposite al puesto. Ella ríe. Le muerdo la pepitilla en un acto de rebeldía y le lamo los labios íntimos, estos aun con semen residente, con devoción, como si me fuera el examen final de mis oposiciones en ello. Saco matrícula de honor. Ella se corre casi al instante cuando con la diabólica punta de mi lengua la penetro y juego con sus labios después una y otra vez. Jacinta se agarra con ambas manos a los bordes de la mesa y se corre en mi boca. Que delicia sentir el temblor de sus sexo en mi boca y el inconfundible olor que acompaña el orgasmo.

—Niño, nos va a pillar el toro con la masa, pero me da igual. Vamos a la tienda. Quiero que me folles delante del escaparate. Que me vean. Quiero más postre. Ya ves, soy muy golosa cuando me gusta algo.

    De nuevo me agarra de mi manguera pastelera (y ya van tres esta noche) dura ésta de nuevo y me lleva a la tienda. Su culo es simplemente perfecto, redondeado, con los dos hoyuelos a ambos lados del final de la tersa espalda para clavar mis manos en ellos. Sus pies dejan huellas de harina por el piso. De paso a la tienda, tiro infinidad de objetos a mi camino. Es muy difícil moverse teniendo uno agarrada la polla, ¿sabéis?

    Apoya las manos contra el escaparate y separa las piernas. Algunas perdidas gotas de mi lechada anterior abandonan finalmente su delicioso pastel. Quiere que la posea por detrás. Antes de penetrarla, se espolvorea azúcar en polvo sobre el culo.

    La penetro con virulencia mientras muerdo sus hombros. Su horno está al rojo vivo. Vuelvo a comprobar con mi termostato la temperatura. Más polla. No hay otra opción. Ella no deja de empujar su culo contra mi miembro. Mis huevos golpean sus labios sin piedad. Jacinta gime de placer. Estar a oscuras en la tienda con la única luz lejana de la cocina, pero con el peligro real de que nos pillen la vuelve loca. Siento su coño contraerse. Se está corriendo. Le encanta sentirse deseada, que la vean. Sus tetas golpean la cristalera. Pum, pum, pum. Las campanillas de la puerta suenan clin, clin, clin y yo descargo mi recién batida nata en su caliente bollo con un gruñido. Ella se gira y esta vez agarra mi polla aún en proceso de eyaculación, y lame las últimas gotas hasta dejarme seco. Con el puño estruja mi polla como manguera pastelera y se asegura que toda mi leche termine en su boca. Se relame y me dice que no hay postre más rico en el mundo. Que mi semen le sabe a la más dulce leche condesada. De pie y apoyando las manos en su cabeza, intento mantenerme erguido mientras mis piernas tiemblan como flanes. Jacinta clava sus dedos en mi culo y se introduce mi polla al completo hasta la base de los huevos en la boca. Una mini eyaculación la corresponde en el acto.

    Fuera un repartidor de periódicos en bicicleta casi se mete contra la fuente de San Cristóbal al vernos. Esquiva la fuente en el último segundo y lucha los siguientes diez minutos con el peso extra de la entrepierna.

    Mi hermana entretanto ya había "despachado" al invitado número tres al que chupaban los testículos una recién incorporada Rocío. Éste se había corrido en las apretadas y menudas tetas de Mar. El latigazo de esperma pilló a Mar casi por sorpresa y no pudo evitar exclamar un sentido "Hala, ¡qué bestia! ¿Qué has comido?". En un alarde de reflejos, mi nueva amiga Ana a la que le estaban lamiendo con gran devoción y dedicación el conejo tras la espalda de mi hermana, levantaría la caja vacía de una pizza a tiempo y evitaría de ese modo que la lechosa salva del afortunado, le inundara la cara. "Tampoco me hubiese importado tanto", llegó a confesar después.

    Aquella noche mi hermana Mar, hizo la mejor labor de captación de simpatizantes para el Real Madrid del último lustro con su buen quehacer y su camiseta del mítico siete. recogida por encima de sus peras. Cinco nuevas incorporaciones en apenas dos horas que siempre relacionaron orgasmos con victorias del equipo merengue.

    
    Caemos agotados y sudorosos al suelo. Al rato, una vez recuperado el aliento, nos vamos juntos al minúsculo baño y le meto la última comida de coño de la mañana a mi pastelera en la ducha. Se corre casi al instante. Ya la tengo cogida el truco.

    Aquella vez, Jacinta no fue capaz de abrir la panadería horas después e indicaría con un escueto cartel: "La panadería permanecerá cerrada hoy por razones personales". Las razones personales se podrían resumir que ninguno de nosotros podíamos apenas movernos tras estar cuatro horas follando como conejos.

    Rogelio no se coscó de nada y suspendería el examen final con matrícula de honor. Se quedó en blanco y tan solo atinó a escribir en el folio su nombre y un "Me caguen en vuestra Puta madre." Ahora trabaja en Carglass reparando lunas entre semanas de coches que jamás se podrá permitir y de fontanero en negro los fines de semana.

    Rocío se lío con una tía en concierto mientras el vomitaba al lado suyo con los ojos salidos como un sapo. Tampoco eso le salió bien.

    Yo empecé a salir con Jacinta a escondidas durante algunos meses primero y después de forma oficial sin ningún tipo de remordimientos. En una noche de sexo desenfrenado, eyaculé repetidas veces sobre el glaseado de unos donuts que por equivocación se pusieron a la venta al día siguiente. Se agotaron todos. Rogelio que seguía viniendo a la pastelería a llorarle a Jacinta, se comía los donuts cada vez con devoción y se chupaba los dedos. La especialidad de los donuts glaseados con la receta especial secreta recibió múltiples premios locales y nacionales. Mis hermana menor Mar y mi hermano mayor Manu, la azafata, se parten de risa cada vez que lo cuento.

    Somos muy felices. Por supuesto que discutimos algunas veces, pero se nos pasa enseguida. Cuando me enfado, ella se desabrocha la blusa, me enseña las tetas y se me pasa todo. Y al revés, me saco el pollón y ella entre risas me dice, que si tengo permiso para llevarme utensilios de la cocina a casa sin pedir permiso, que me va a denunciar, para luego decirme "Anda, trae para acá ese rodillo que voy a comprobar si cumple las licitaciones pertinentes".

    Nos levantamos juntos por la mañana, echamos nuestros polvos de rigor, y atendemos la tienda entre besos y caricias. Algunas veces, dejamos la luz encendida de nuestro piso, aunque no estemos y follamos mirando la ventana. Nos pone muchísimo.

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¡Si te ha gustado la historia de Jacinta y conocer su versión, no te pierdas el siguiente enlace!

Banda sonora de Jacinta "Pan y bollería caliente todos los días"

The Rubettes - Sugar Baby Love


My chemical Romance - Welcome to the Black Parade


My chemical Romance - I don’t love you









Comentarios

  1. ¿Qué queréis que os diga? Me rio con las historias. No tengo ni idea si las historias son cualitativamente altas o zafias. No he leído ni “50 grados de Grey” ni nada en esa dirección a excepción de "Húmedo Sexo" de Susana Estrada hace años. A mí, me gusta mucho la unión que hace Valentin@ de sexo y humor. Altamente recomendable. Fan número uno.

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  2. Mis felaciones...digo felicitaciones una vez más valentin@!gracias una vez más por hacerme reír y ponerme cachondo mientras leo otro de tus regalos en forma de relatos.

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