Las navidades mágicas de Manu & Vane (Especial Navidad 2021)
CONTENIDO ADULTO EXCLUSIVO MAYORES 18 AÑOS
La cola para pedir un deseo navideño a Santa Claus es kilométrica en el centro comercial "Equinoccio Norte Madrid". Decenas de pacientes padres aguardan estoicamente, junto a los protagonistas absolutos de estas entrañables fiestas, las eternas colas que se están formando desde hace horas. Las mamás finiquitan a todo correr las últimas compras mientras que ellos esperan ansiosos que su prole deposite sus deseos navideños en el buzón de la cabaña de madera y se sienta finalmente en las rodillas del afable Santa para expresarle sus relativos fáciles deseos. Como es normal, nuestro Santa está hasta los huevos de los repelentes niños y de sudar bajo su voluminoso traje y barba postiza.
Manu y Vane están echando una mano al evento, disfrazada Manuela de Mama Noel de generoso escote y ancho cinturón negro y su amiga Vanessa de pizpereta elfa de sugerentes medias anilladas rojas, traje y gorrito oliva. El año que viene te toca a ti el traje de Mama Noel. El traje me está súper apretado y se me salen todas las tetas. En una de estas me quedo con el mostrador al aire, refunfuña Manu, mientras recoge amorosamente otra carta de un padre con la mejor de sus sonrisas. Padre que se le ha follado dos veces con la mirada y mal disimula su erección bajo las bolsas de la compra. Manu sonríe al oírle decir a su vástago, entre risitas, que el año que viene se deje de tonterías y que se pida una Mama Noel como la que acaban de ver para el pobre de Papá. El inocente niño corre raudo a confesárselo a la madre que llama "enfermo y degenerado" al padre de la criatura y deja de hablarle el resto de la tarde.
Por su parte Vane no para de darle órdenes a Ramiro, el becario en prácticas, vestido con unas gafas de pasta negra horrorosas e igualmente disfrazado de elfo. Los pantalones le están dos tallas más pequeñas, un error de Recursos Humanos, y parece que lleva un cargamento entero de baterías de petaca en la parte delantera. Adorna su chamarra una chapa con la ocurrencia "Elfo en prácticas" y un pictograma de un sonriente elfo trabajando en un taller. Date prisa niño con las sacas, que nos van a dar las uvas si no le metes algo de más de sangre al temita, le espeta la elfa Vane.
La compañía aérea OpenFly Air ha patrocinado, sin reparar en gastos este año, en el centro comercial toda la parafernalia de Santa Claus. Una pequeña cabaña de madera, adornada con bombillas de vivos colores, nieve artificial, un trineo repleto de paquetes envueltos (y vacíos) marcados con el logo de la compañía aérea, sacas repletas de golosinas, un reno mecánico que se mueve más bien poco y una tómbola con atractivos premios con el eslogan impreso "Sólo Papa Noel llega a más destinos que OpenFly Air, su orgulloso socio estas navidades".
Disfrazado de Santa está el gerente de la zona norte. Hombre anodino donde lo haya en cualquier aspecto de su vida. Ya queda poco para terminar el turno y cómo estaba previsto, Manu se sienta lasciva la última en su regazo, para regocijo de los restantes padres, mordiéndose los labios y exclamando, que ha sido una niña mala y que quizás no se merezca un regalito este año.
—¿Usted qué dice Santa? ¿Me va a azotar o aún puedo redimirme?
Los padres se echan a reír como renos, deseando en silencio (cada uno de ellos) más que nunca estar en la piel de ese imaginario Santa que tantas veces han simulado ser. Mama Noel menea el culo, se lleva el índice de la mano a los labios y rogando con una mirada cómplice que nadie la delate. Santa se queda sentado un rato más con las manos cruzadas sobre el regazo con su cavernoso Jo, Jo, Jo. Los padres se empiezan a marchar. Él, en cambio, aún espera unos buenos diez minutos para evitar el espectáculo caligulesco de levantarse con su polla tiesa asomando curiosa de sus pantalones encarnados.
En principio sólo los niños pueden depositar sus sobres con deseos en los buzones, pero Mama Noel ha observado como el pazguato del becario también he dejado su misiva. Y al poco rato ya se la está leyendo a la elfa Vane tras la cabaña mientras se fuman un cigarrillo… "Montarme un trío con dos mujeres en un sitio público".
—Vaya, vaya con el elfito calentorro… —dice Manu, mordiéndose el labio inferior —Lo mismo le conceden el deseo, ¿Qué opinas mi pequeño ayudante zorrón?
Más tarde
—¡Siempre toca, siempre toca; si no es un pito es una pelota! ¡Llévese la oportunidad de ganar grandes premios a casa, viajes, fin de semanas románticos, descuentos en nuestra tienda Duty-Free, de todo! ¡Una puerta a la felicidad por cada cupón de compra! ¡Y todo gracias a su amigable compañía aérea favorita, OpenFly Air! —exclama una animada elfa Vane mientras contonea el trasero pícaramente.
Los hombres atraídos por la exuberancia de Vane vestida de llamativos colores hacen cola para meter la mano en la tómbola. No hay ninguno que no le desearía meterla mano en lugar de la puta tómbola. Mientras tanto el becario elfo Ramiro está al cargo de validar las papelinas tras una pequeña ventana del taller de Papa Noel. Parece algo tenso. Gotas de sudor perlan su frente. Seguramente por la tensión del trabajo bien hecho o quizá sólo sea porque lleva los pantalones a ras de suelo mientras que Manu le chupa la enorme polla de caballo que gasta el amigo. A Manu le encantan las pollas jóvenes. Sonrosadas y duras como peñas. Capaces de correrse sin medida, pollas que no conocen la flacidez ni el fracaso. Potencia sin control alguno, pero ya está aquí servidora para encauzarla por donde a mí me gusta, piensa Manu mientras vuelve a lamer y morder el violáceo glande del elfo ayudante. Ramiro está aguantado el tipo como le es posible, mientras Manu no ceja en chupar, degustar, y mordisquearle la tranca. Pequeños mordiscos en los testículos acompañados de rápidas masturbaciones que intenta disimular con medias sonrisas. Nuestro elfo sólo lleva puesto la chamarra y el olivo gorrito, mientras que Mama Noel, con ambas manos enterradas en los cachetes de su depilado culo, se mete la polla al completo, rítmicamente pero pausadamente, en la boca. Cuando ella se aleja de la polla, Ramiro la agarra con la primera mano libre que le quede, entre validación y validación, de la nuca para que Manu vuelva a introducirse el falo sin dilatación. Joder con el becario, qué pedazo de polla gasta.
Una señora mayor, ex secretaria de un bufete de abogados, reclama la atención de Ramiro.
—Buenas tardes, joven. ¿Me podría validar mi premio? Creo, que me ha tocado la olla a presión. —afirma solicita la mujer.
Ramiro no está para validar nada, a punto de correrse y echar una lechada capaz de cubrir el Polo Norte. Apenas puede sujetarse el gorrito que está a punto de caérsela por enésima vez.
—¿Qué dice que le ha tocado? ¿La polla a presión? —dice, entre jadeos, Ramiro.
—¿Cómo dice, joven? —replica ofendida la vieja cacatúa.
—Sí, Sí, llévese la puta olla a presión de una jodida vez —le responde el elfo con los ojos en blanco mientras se corre exageradamente en la boca de Manu.
La vieja sigue sin irse mirando escéptica a Ramiro con los ojos entrecerrados. Escandalizada al ver que se asome una mano debajo de la ventana y le ofrezca al muchacho un Kleenex para limpiarse el sudor perlado de la frente.
—Debería darle vergüenza, jovencito, estar hasta las cejas de drogas en un sitio como éste, lleno de inocentes criaturitas. —le adoctrina la vieja.
Ramiro, con la mano derecha cerrada en puño en alto, le amenaza que se vaya de una puta vez mientras con la izquierda agarrada a la polla se limpia el miembro en los dulces labios de almíbar de Manu. A Ramiro le tiemblan las piernas como un flan.
Afuera, el tumulto de las voces languidece poco a poco. Algunos establecimientos están echando el cierre y la voz por megafonía indica a los señores clientes que pronto cerrarán las puertas al son de una alegre musiquilla navideña. Vane lanza los últimos besos virtuales a los últimos irreductibles padres, les desea una feliz Navidad y les recuerda que su compañía aérea favorita siempre será OpenFly Air, mientras Manu dentro de la cabaña, se está abrochando los amplios botones negros de su traje escarlata de nuevo para ocultar sus generosos pechos de rosados pezones que había masajeado lascivamente contra el inflamado glande de Ramiro, haciéndose con sus últimas gotas de elixir élfico.
—Aún no se ha cumplido mi deseo —demanda un vicioso Ramiro, mientras agarra de la cintura a Vane y la mete a trompicones al interior de la cabaña.
De modo autoritario demanda a Manu, que no eche el cerrojo de la puerta.
—Que me pillen, me da igual. —dice.
En un abrir de cerrar de ojos, Ramiro le ha levantado la minifalda a nuestra ayudante de Mama Noel y con la polla erecta como herramienta ha apartado las minúsculas bragas color rojo putón.
—Vaya con el elfito, estás muy cachondo. ¿No os dan suficientes piruletas de colores en Laponia? —formula Vane mientras levanta el culo para facilitar la inminente estocada de Ramiro y separa con el dedo índice y anular de su mano izquierda la estrecha rendija de su buzón mágico.
—¿Me llegará aún hoy una carta o un paquete? —pregunta dubitativa la semidesnuda elfa.
Como enloquecido, Ramiro, apuntala con ambas manos el perfecto trasero en forma de corazón invertido y la penetra repetidas veces mientras agarra enrabietado con los dientes la borla del gorro de Vane. De un puntapié, Ramiro ha lanzado sus pantalones a la cornamenta de un ciervo que adorna la pared. El ciervo avergonzado queda oculto tras los pantalones. La puerta de la cabaña del taller de Santa se abre por un golpe de aire y queda semi abierta. Ni Ramiro, ni Manu ni Vane la prestan la más mínima atención.
Sin pedir permiso, Ramiro, se corre dentro de la ayudante de Mama Noel como una manguera defectuosa del cuerpo de bomberos sólo para continuar irreductible su marcha triunfal. Si no fuera por los borbotones de cálido esperma que abandonan su húmeda vulva, formando espesos ríos que se escurren por ambas piernas y el cambio del sordo y seco zup, zup al sonoro splash, splash de la polla hundiéndose en el inundado conejo de semen de Vane, hubiese podido jurar que el jovencito no se había corrido aún.
—Qué maravilloso es ser joven, poder correrse varias veces sabiendo con certeza que tu herramienta volverá a responder a los pocos minutos... el elfito pollón me vuelve loca. —piensa Vane, mientras muerde las sacas llenas de cartas navideñas y alcanza un inesperado brutal orgasmo que la hace destrozar un saco. Su grito de placer queda amortiguado entre las cartas de petición de una Playstation 5 y el último peluche que pega saltitos mortales. Ramiro, por su parte, ha vuelto a descargar otra brutal tanda de deseos navideños en el buzón de Vane.
Ramiro retira su aún erecto y duro miembro del carnoso albaricoque de Vane y llama a una atónita Mama Noel que aún no se puede creer que el báculo de mando del elfo ayudante aún siga tan erguido tras tres descargas. Sale del taller vestido únicamente con la chamarra y se echa de espaldas sobre el asiento delantero del trineo de atrezo a la derecha de la casita, gritando voz en grito.
—¡Aún no se ha cumplido mi deseo! —mientras aplica un espray de chocolate con espitas de azúcar de colores sobre su verga y huevos.
—Joder, tía, ha gastado casi medio bote hasta poder cubrirse la polla —comenta una hechizada Manu a Vane.
—¿A qué estáis esperando? Venir a comeros el puto postre —demanda, un fuera de si, Ramiro.
Manu y Vane se miran, encogen sus hombros y se acercan sinuosas inclinándose sobre el elfo. Manu deja caer el apretado manto de Mama Noel y Vane se deshace de su falda élfica. Ambas se dejan los botines puestos. Hasta ahí podíamos llegar. Hincan las rodillas en la falsa nieve y sin rechistar (los deseos están para cumplirse) empiezan a lamerle al unísono la nervuda tranca, culo en pompa. Nuestro afortunado elfo recoge sus brazos tras su nuca en forma de almohada, cierra los ojos de placer y piensa "Me encanta la Navidad, joder".
Perfectamente sincronizadas Manu y Vane, chupan con una devoción casi religiosa el increíble miembro. Se pasan riéndose como niñas traviesas el rabo una a otra. Mientras una lame, la otra chupa los cargados (de nuevo) testículos.
—Esta vez, listillo, avisa cuando te vayas a correr, que antes casi me atraganto —le recrimina Mama Noel al elfo cachondo.
Ramiro la responde secamente que menos hablar y más chupar. A Vane le encanta comer pollas y que estas se deshagan en sus labios, pero aún más le gusta que le coman el coño como es debido (que se le pregunten a Manu), así que sienta encima de la cara del elfo frente a Mama Noel.
—Gánate una partida extra, enano saltarín de los cojones —le dice mientras restriega sus labios íntimos en la boca de Ramiro. Manu se ha incorporado y le está cabalgando.
—Eso, gánate una corrida extra. —le asegura.
Ramiro es un comecoños excepcional, su lengua podría tocar una guitarra de lo virtuosa que es. Manu y Vane se están comiendo a besos encima suya. Nadie besa mejor a una mujer que otra mujer.
—Joder, me va a partir. —piensa Manu, mientras siente enésimamente la irreductible polla atravesarla en cada estocada. Le tantea los depilados huevos, se maravilla de los gordos que vuelven a estar y se reafirma en su suposición que está a punto de nuevo. Los aprieta y le afirma al fauno, de elfo ya no tiene nada.
—¿Quién está al mando ahora, cabrón? —La respuesta sería un "Tú" si Ramiro no estuviera en ése mismo momento tirando con los labios de la pepitilla de Vane, haciendo que se corriese casi de inmediato.
—Estoy como una moto. —jadea ella en voz alta. Ver a Vane extasiada con los ojos en blanco y con el cuerpo en tensión, excita sobremanera a Manu y ésta aumenta la velocidad de cabalgada, sólo para descubrir que se va a correr también. Indefensa, agarra del rostro a su amiga del alma, y ambas se corren mientras se besan. Ramiro corona el pastel, eyaculando furiosamente dentro del coño de Manu, apretando con todas sus fuerzas el redondeado culo de Mama Noel al grito "¡Feliz Navidad a todos, joder!"
Ambas caen derrotadas al lado del elfo, exhaustas. Cuando vuelven a abrir los ojos, Ramiro ya se ha marchado como por arte de magia, así como sus pantalones han dejado de adornar la cornamenta del ciervo. En las plantas superiores del centro comercial se están apagando en cadena las luces, y Samir el guardia de seguridad, revisa aburrido que no quede nadie rezagado, sumido en sus pensamientos. Manu y Vane se esconden en la cabaña entre risitas, y se visten con ropa de calle. Manu renuncia a limpiarse el esperma, ya lo hará más tarde, y se calza sus ajustados leggins mientras Vane se termina de acicalar el pelo ya vestida con unos ajustados pantalones de cuero negro.
Después de desayunar en el Hotel Intercontinental, Manu y Vane apenas se pueden mover.
—Tía, me duele todo el cuerpo. El conejo aún lo tengo al rojo vivo —confiesa una resignada Vane, mientras se apura el café entre cortos sorbos. Manu le afirma igualmente.
—Mi querida ayudante… yo también tengo la sensación de que me ha follado todo el regimiento de elfos cachondos de Papa Noel, estoy exhausta… ¿Cómo nos ha derrotado ese niñato, ese elfo de tres al cuarto… a nosotras que tenemos más tablas que el María Guerrero?
Ambas se ríen con ganas, y al poco rato se dirigen a terminar de recoger toda la parafernalia de centro comercial. Al llegar, un nervioso muchacho le espera cerca de la cabaña.
—Perdonen la molestia, señoritas, vengo a disculparme. Ayer me surgió un contratiempo, estuve con fiebre y no pude echar una mano tal cómo me ordenó el señor regente. —confiesa un avergonzado muchacho.
—Pero ¿Quién coño eres tú? —responden al unísono ambas sorprendidas.
—Soy Ramiro Hurtado, me encargaron que les echará una mano.
Manu y Vane atónitas le despachan con cajas destempladas. No salen de su asombro cuando observan una diminuta nota pegada a la puerta de la cabaña que reza "Feliz Navidad, mis estimadas ayudantes. Espero que haya podido cumplir vuestros deseos. Fdo. Santa".
Manu mira estupefacta a Vane.
—¿Qué cojones le has pedido a Santa? ¿No se te habrá ocurrido también rellenar una cartita? Vane se ríe nerviosa.
—¿Qué quieres que te diga? Me gusta mucho la Navidad y no pensé que se fuera a cumplir mi deseo de unas navidades mágicas…
Manuela pone los ojos en blanco, incapaz aun de asimilar que al final, los polvos mágicos se los han echado a ellas y que se las han follado como a dos colegialas pazguatas…
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Otro gran relato de Valentin@. Me encanta. Y sale Samir y la cacacúa :)
ResponderEliminarUna duda... ¿es el becario en realidad Santa Claus? ¿o es simplemente uno que pasaba por ahí y se le cumple el deseo?
Yo creo que es un tío con suerte.
ResponderEliminarUna vez más, enhorabuena valnetin@.
ResponderEliminarQuiero ser Remiro alguna vez en mi vida.mientras tanto,seguiré comprando billetes de avión en open fly ,espero coincidir algún día con vane y manu.