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OpenFly Air, un relato de altos vuelos

OpenFly Air

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Manu & Valle, azafatas de altos vuelos

    En algo menos de 9 horas está estimado el vuelo desde Madrid a Miami. El trayecto se realizará en su mayor parte de noche, lo que en principio le facilitará mucho el trabajo a Manuela García, “Manu” para los amigos. Manu es un portento de mujer española. Con su pelo castaño oscuro, recogido en una coleta, poseedora de sonrisa arrebatadora, dentadura perfecta, piernas kilométricas y dos tallas más pequeñas de blusa de lo aconsejable. “Que miren” dice ella lasciva. “Así se les hace el vuelo más corto”.

    Forma parte del personal de vuelo de un BOEING 787-9 Dreamliner junto a otras 4 azafatas más encargadas de atender las necesidades de los pasajeros. La aeronave, bimotor de fuselaje ancho, puede transportar entre 210 y 250 pasajeros, dependiendo del tipo y viaja a una velocidad de Mach 0,85 (es decir 912 km/h para los profanos en la materia). Es una aeronave de doble pasillo, elegante, segura, moderna y revolucionaria en cuanto a la comodidad. En cuanto al confort y bienestar de los pasajeros, mucha culpa la tienen nuestras protagonistas.

    Manu está al cargo de los asientos de la clase Business, junto a su mejor amiga Vanessa López, natural de Santander. “Vane” para los amigos es de formas más menudas que Manu, no tan exuberante de pecho como su amiga, pero con un culo de los que dan ganas de morderlo y palmearlo a todas horas. Rubia de pelo corto hasta la mejilla y con todas las virtudes de la mujer cántabra; hospitalaria y de las que siempre arriman el hombro. Ambas han compartido muchísimas horas de vuelo y decenas de hombres en las largas noches en los hoteles de destino. Entre ambas son imparables. Una fuerza de la naturaleza.

    Según un estudio encargado por un consorcio de compañas aéreas, algo más del 40% de las habitaciones de hotel se quedan sin usar, al pasar la noche el personal del vuelo en la misma habitación. Bien podría ser el caso de Manu y Vane. Deben estar muy cansadas para no terminar compartiendo cama juntas con algún afortunado. Por sus habitaciones han pasado desde pasajeros, pilotos hasta personal de hotel. Y si no hubiese ningún rabo a mano, pues entre ellas se apañan de maravilla. Ambas tienen novio, pero este hecho no las importa demasiado y, sinceramente, les importa un bledo.

    —A saber, lo que harán ellos cuando no estamos en casa, ¿no crees? Pues eso, lo mismo. Una mujer no tiene tantas vidas como un hombre. Enseguida otras más jóvenes nos pasan por la derecha, por la izquierda… —sentencia Manu.

    —Además, no hay que olvidarse del hecho de que tú seas un putón verbenero redomado. —completa Vanessa terminándose de acicalar la falda de color cielo y posicionarse el gorrito.
    —¿Y tú no, pedazo de zorra? —concluye Manu entre risas mientras se desabrocha el botón superior de la blusa color nieve.

    —Y a mucha honra. —le replica Vane.

    La mayoría de los pasajeros duermen o están a punto de hacerlo. Vane como Manu charlan distendidamente en la cocina situada entre los asientos de la clase Business. 

    —¿Has visto al pasajero de la fila 4, el del asiento 4L? Cómo calza el amigo… Tiene cara de pardillo, pero seguro que te folla a cuatro patas como si no hubiese un mañana… —asevera Manu, golpeando un imaginario trasero. —Tengo buen ojo para eso. Me lo dejas a mí, porfiiiii. —ruega Manu sin vergüenza alguna y poniendo cara de gatito triste. 

    La señorita López no dice nada, pero su sonrisa picarona es suficiente afirmación para Manu. Toca hacer el truco del cinturón desabrochado.

    El plan es sencillo con una eficacia del 90%. La primera fase es revisar y preguntar el pasajero inmediatamente a la izquierda si necesita algo. Inclinarse y levantar el pompis exageradamente para mostrar a la “víctima” de la derecha, el mini tanga semi desaparecido entre los labios íntimos. Algunas veces incluso no llevar ropa interior, y mostrar el depilado sexo sin miramientos. Ahí la eficacia sube al 95%. Pero esta vez, toca tanga.

    —Señor, ¿Algún deseo más adicional? (meneo del trasero). Estamos aquí para satisfacer todos sus deseos… (la pierna izquierda se levanta a media altura). No dude en hacernos saber si necesita algo, gracias (culo vuelve a levantarse y ambas manos alisan la falda). Alargar los brazos hacia arriba, simulando estiramientos para mostrar toda la plenitud de los pechos junto a un jadeo y susurrar —Este sujetador me está matando, qué ganas de quitármelo ya, uf….

    Después se pasa al asiento del objetivo. 

    —Disculpe señor, la señal encima suya me indica que no se ha abrochado bien el cinturón de seguridad (golpeteo de las tetas sin miramientos al rostro del incauto). ¿Me permite ayudarle?

    Es entonces cuando ellas acarician con la palma de la mano la (ya erecta) polla del pasajero. Simulando una inusual torpeza, se entretienen una eternidad para terminar diciendo

    —Le ruego me disculpe señor, necesito, desabrocharle un segundo la cremallera, para colocarle a un lado ese pollón suyo. El asiento que ha reservado incluye este tipo de servicios. ¿Lo sabía, cierto? La seguridad es muy importante en este vuelo y con semejante erección no vamos a ser capaces de garantizarle su seguridad personal al no poder hacer uso del cinturón y además creo que hoy es su cumpleaños, ¿verdad?

    Ante los atónitos ojos del pasajero (que, por supuesto no los cumple años, pero se lo calla pérfidamente) y al amparo de la penumbra, Manu empieza a masturbarle sin quitarse los guantes. Afilando la pluma. Algunas veces, los pasajeros se terminan corriendo en su mano poco después, pero normalmente Manu, que tiene muchas tablas, consigue llevárselos al lavabo para follárselos. Terminar la faena como se diría en el ámbito taurino.


    La polla es enorme, apenas le cabe en la mano.

    —Dios, cómo me gustaría chupársela aquí mismo. —piensa la señorita García. Escupe en su glande, y aumenta la velocidad. El pasajero 4L agarra con fuera el reposabrazos con los ojos en blanco. Gime un poco. Manu le coloca un dedo encima de sus labios. —No seas un chico malo y te vayas a correr ya.

    Ella va antes. Le pone una mano en su pecho, y le susurra que le siga discretamente. Por supuesto, le sigue, bamboleando la polla semi recta de un lado a otro y tirando un vaso de camino de un pasajero dormido.

    Manu cierra la puerta del lavabo tras suya. Le ordena sentarse en el retrete.

Bájate los pantalones y los calzoncillos hasta los tobillos.

    Ella se sube la ya por si estrecha falta azul royal y se retira el tanga, dejando el tanga éste rendido, húmedo y colgado de una sola pierna. Abre la blusa y sus enormes tetas al fin se liberan, golpeando con fuerza la cara del pasajero.

    —Muérdelas. —ordena la señorita García. —Date una hartada de tetas, cumpleañero, mientras le acaricia el cabello de la nuca.

    Su polla golpea su sexo depilado, ansiado entrar dentro de ella. Ella jadea. Le encanta sentir el glande enrojecido cerca de su vulva. Él está en el séptimo cielo y piensa que es el mejor vuelo (y no cumpleaños) de su vida. Manu se siente a horcajadas encima de su tranca, dándole la espalda y de cara a la puerta cerrada. Lentamente se introduce la polla en su ardiente coño. Sin condón. La vida hay que tomarla con sus riegos. Él muerde sus hombros, deseando penetrarla del todo.

    Tse, Tse, no tan rápido, niño malo. Yo decido cuando. —dejándose caer de improvisto, devorando la totalidad de su rabo, sólo para levantarse de nuevo muy, muy lentamente hasta alcanzar que únicamente su hinchado glande siga dentro.

    Y otra caída a plomo. Él la agarra las tetas por detrás, jugando con sus pezones. El avión entra en una zona de turbulencias. Perfecto —piensa Manu, mientras agarra con fuerza los testículos del pasajero. Su primer orgasmo ya la ha saludado sin avisar.

    —Manu, aterrizaremos en menos de una hora. Tenemos que prepararnos. —susurra Vanessa a la puerta.

    —Entra, ya casi… he… terminado. —jadea Manu dejándose caer sobre la erecta polla del pasajero 4L de nuevo.

    No se podría decir que a Vanessa le sorprenda la escena, habituada ambas cubrirse las espaldas durante años.

    —Vaya, con la señorita García. —ríe Vane al descerrajar la puerta y entrar en el estrecho cubículo haciendo uso de la cerradura tras el cartel de "No fumar". —¿Quién es este chico malo? Déjame, ayudarte. —afirma Vanessa, poniéndose de rodillas delante de ellos.

    Manu sabe muy bien lo que toca hacer, y con la mano derecha saca la polla de su nuevo amigo de su húmedo conejo. Ésta palpita como un pez fuera del agua, dura y a punto de explotar y se la ofrece a su amiga del alma cómo quien ofrece a probar una piruleta. Sin mayor dilatación Vanessa se introduce el nervudo miembro en la boca, saboreando tanto los jugos de su amiga como las gotas perladas del miembro del pasajero 4L. Mientras se la chupa, Manu sigue acariciándose el clítoris con el índice y el anular. Vane lascivamente intenta cantarle cumpleaños feliz al pasajero mientras lame su polla. Pero es imposible. El pasajero sólo le resta agarrar con más ahínco que nunca las perfectas caderas de la señorita García y sentirse más feliz que Dios. Suficiente, que luego cojo vicio. —afirma Vanessa dando el ultimo lametazo a los testículos, mientras suelta su presa y se la vuelve a meter a su amiga.

    De chupar pollas sabía, nuestra espectacular rubia de pelo corto, muchísimo. No había piloto comercial en toda su trayectoria profesional que no hubiese disfrutado de su vivaz lengua y sus acogedores labios durante todos estos años. A partir de los 40.000 pies de altura, el comandante de vuelo sabía que era la hora feliz, la hora de la señorita Vanessa. Es más, muchos de ellos, ya la esperaban en el cockpit (nunca hubo un nombre más adecuado) con la bragueta desbrochada, masajeándose el miembro erguido. Era éste un beneficio sólo reservado a los pilotos, los copilotos podían meterle como mucho el dedo, apartando su humedecido tanga negro sobre su fina blanca piel, mientras se la chupaba al piloto, y nada más. "Añade al menos una barra más a tu capona* y quizás disfrutarás de esto tú también. No se la chupo a cualquier aprendiz de piloto." comentaba ella mientras agitaba la polla como un sonajero cerca de sus labios para metérsela en la boca acto después hasta los huevos. Pocas condiciones ponía Vanessa, pero una de ellas era siempre vestir la gorra de capitán mientras les hacía la felación y quedarse con sus gafas de sol de espejo. Tenía en su casa de Santander, una estantería a reventar de ellas. Las coleccionaba con fervor. Otra condición, quizás la más curiosa de todas, era hacerse un selfie con la polla del afortunado piloto en la boca y los dedos marcando el signo de la victoria. Tenía un plan para las fotos; pensaba enseñarlas todas juntas, una detrás de otra, el día de su boda a finales de año delante de todos los comensales en una presentación Powerpoint. Era la demorada venganza a su "amado" Pedrito que le había engañado con su mejor examiga hace varios años. Él lo había confesado… una vez descubierto claro, el modus operandi de los hombres. Me arrepiento mucho (pero más me arrepiento de que me hayas pillado). Vane le “perdonó” oficialmente y fuera de casa se comía las pollas dobladas. La venganza es muy dulce.

    Le excitaba sobremanera hacerlo entre las nubes. Me pone como una perra de cachonda.  Buena fe de ellos podía dar cualquier copiloto al tocarla el coño. Caliente y húmedo como un día de verano en la playa. Al final siempre les tocaba a los pobrecitos meneárselas solos mientras ella se terminaba toda la leche del comandante como la buena chica que era. Era esta otra de las condiciones que ponía Vane, la corrida en la boca, nada de eyaculaciones sobre cara o pelo. "Que luego todo queda hecho un desastre y tengo viajeros que atender. Soy una profesional, ante todo."

    * El comandante, o primer piloto del vuelo, lleva 4 barras en sus epaulets o caponas que se colocan sobre los hombros. En cambio, el copiloto, o segundo piloto al mando sólo lleva 3 tiras (si ha superado las 1.500 horas de vuelo) pero lo más común es que solo luzca 2 tiras.

 


        Pero volvamos a Manu y al pasajero del asiento 4L. 

    —Te doy 5 minutos más, putón verbenero. La vieja cacatúa del asiento de la fila 16C está venga insistirme que necesita ir al lavabo. Vaya vuelo me está dando, que si es abogada, que si la han despedido sin motivo, que si las mujeres son muy malas y los hombres unos cerdos, bla, bla… —asevera Vanessa.

    —Ya casi… estoy. —confirma con voz entrecortada Manu mientras está a punto de alcanzar su segundo orgasmo. 

    El afortunando pasajero tira de sus pezones con cada estocada de carne. Vane cierra la puerta tras suya.

    —¿Pues no me ha puesto cachonda, la zorra de mi amiga? —ríe mientras se alisa la falda y se recoloca el gorro.

    Al poco tiempo, un golpeteo constante a la puerta. La señora de la fila 16C. La cacatúa abogada.

    —Necesito entrar, ¿Qué hacen tanto tiempo ahí dentro? ¡Esto es un escándalo! —grita.

    —¡Cállate, puta vieja! -responden al unísono los inquilinos del lavabo.

    El pasajero está a punto de caramelo, a décimas de segundos de soltar lastre… Manu, lo puede sentir por las penetraciones cada vez más violentas. Normalmente Manu les deja correrse dentro, le vuelve loca sentir su leche desparramarse dentro de ella, pero esta vez quiere ver la eyaculación, sentirla en su mano. Retira el duro miembro chorreante de su vulva, y termina de masturbarle con la mano derecha con el guante aún puesto.

    —¡Os voy a denunciar por guarros! —sigue insistiendo la vieja, como una posesa, fuera golpeando de nuevo la puerta. 

    El hombre, a punto de tener la corrida de su vida y ya fuera de sí, sufre un espasmo y le propina una patada involuntaria a la puerta, abriéndola de cuajo. La puerta golpea con virulencia a la señora Loro en la frente, dejándola inconsciente sentada en el suelo. Ahora sí, el pasajero 4L se corre como un toro, llegando sus primeras poluciones al foulard de la vieja y manchado de semen sus feas gafas de pasta negra colocadas en el amplio pecho. 

    Ups. —se lamenta Manu, dejando esta vez sí, que el hombre descargue el resto de su virilidad dentro de ella, como quien intenta evitar al descorchar una botella de champán que tan preciado líquido se derrame introduciéndoselo en la boca. 

    La leche inunda su sediento conejo. Es una auténtica barbaridad de corrida. A Manu le encanta ponerse las bragas después sin asearse, que el dulce esperma le acompañe hasta la próxima ducha, que algunas gotas de semen se escapen durante el día, piernas abajo.

    Vane, Manu y el pasajero consiguen sentar a la señora aún inconsciente en su asiento.

    —Joder, lo que pesa la pava.

    El avión está a punto de aterrizar y nadie hace preguntas al estar todos ocupados abrochándose los cinturones de seguridad y recogiendo sus enseres. En las gafas de ver y su foulard de la vieja toca pelotas aún descansa una buena corrida del pasajero. Manu desea adecentarla un poco sólo para ser parada en seco por Vane

    —Qué se joda… por entrometida. —Vane se ríe entre dientes.

    —Eres la polla, Manu.

    También el pasajero 4L se ha sentado, descargado de toda preocupación, con la única idea en mente de darle a la compañía en su página web, la mejor de las valoraciones, una vez aterrizado.

    Al avión aterriza suave como una madre amorosa deja a su niño en la cuna en Miami, y el piloto le da la bienvenida a la denominada Ciudad Mágica a los pasajeros por megafonía. Lamentablemente olvida desconectar el micrófono y todo el avión oye como afirma que ahora sólo necesita un café y una mamada para sentirse como Dios. La jovencísima azafata más cerca de la carlinga, la canaria Yurena Macías del color del chocolate más dulce, inocente al tratarse de su primer vuelo intercontinental, corre rauda como alma que lleva el diablo al cockpit para avisar al comandante de la indiscreción. Uno de los pasajeros de la clase turista hace la broma del año vociferando a viva voz. 

    —¡Oye, guapa, te olvidas del café! —El avión estalla en risas.

    Poco a poco, los pasajeros van abandonado el avión. "Muchas gracias por volar con nosotros. espero hayan disfrutado del vuelo. Bienvenidos a Miami" dicen casi al unísono Manu y Vane a cada pasajero. Al pasar la vieja cacatúa, ésta aun desorientada y con el apreciado material genético del pasajero 4L en el foulard, se queja de un fuerte dolor de cabeza. El pasajero 4L en cambio no le duele nada y esgrime una sonrisa capaz de cubrir los más de 7.000 km entre Madrid y Miami al pasar cerca de nuestras protagonistas.

    Poco después, la página web de OpenFly Air recoge unas de las mejores cualificaciones en años de un pasajero. 5 estrellas de 5. Servicio excepcional. Personal muy cualificado y solícito. Deseando volver a volar con ustedes.

Seis meses y decenas de vuelos después

    Un taxi acaba de recoger a Manu dirección a Santillana del Mar, Cantabria. A esta población se la llama la ciudad de las tres mentiras puesto que ni es santa, ni es llana ni tiene mar. Hoy se casa su mejor amiga Vane. Pedro, el novio de Vane, la engañó dos años atrás con Sarita, la hija de un amigo de su padre. Ella le perdonó oficialmente, pero en secreto ha estado preparando con meticulosidad la más dulce de las venganzas. "Teme a Dios, pero teme más la venganza de una mujer despechada", dice un refrán o algo parecido.

    Mario, el taxista intenta ligar torpemente con Manu con escaso éxito. Aun siendo un hombre resultón, su pasajera parece absorta en la llamada telefónica que acaba de recibir de una compañera de profesión, Yurena Macías. Ella cubre su turno en el vuelo a la ciudad de los vientos, a Chicago... No se ha dado cuenta y ha dejado el altavoz puesto. Yurena, aún es muy joven y lleva pocas horas de vuelo a sus espaldas. Ella es una muchacha de piel morena de piel, dulce al hablar, menuda, pero de formas rotundas. Un poco ingenua ya que apenas ha visto mundo aparte de su Lanzarote natal.

    —Ay mi niña, al poco rato de despegar, mientras yo estaba pensaba en ir preparando el carrito de los cafés para los pasajeros, me llamó urgentemente el señor comandante Arias a cabina. Yo tenía mucha fatiga ya que creía que me iba a regañar por algo, pero no.

    —Señorita Macías, lleva usted poco en la compañía y creo que no está al corriente de las múltiples ventajas de nuestro sistema de puntos. No es exclusivo de los pasajeros, ¿lo sabía? Acabo de consultar el saldo de nuestras azafatas, y usted apenas dispone de puntos... Es una lástima, puesto que hay ofertas muy interesantes para canjearlos en múltiples promociones. Por ejemplo, en nuestras tiendas Duty Free del aeropuerto, en descuentos para excursiones a Los Jameos del agua, al Parque nacional del Timanfaya... ¿No le gustaría beneficiarse de esos puntos? —me preguntó el se؜ñor comandante.

    —¡Ños, no tenía ni idea, soy más machanga, nunca me entero de nada! —le confirmé bastante enojada conmigo misma. —¿Qué debo hacer para hacerme con esos puntos? Señorita Manuela, ¿cuántos puntos tiene usted?

    —Pues es bastante fácil, señorita. —me indicó mientras se desabrochaba la bragueta y liberaba el tolete que le salió disparado como un muelle.

    Chacha, eso era enorme. Un banano, pero yo es que soy más de lo de aquí, de lo nuestro, del plátano canario.

    —Una chupadita bien hecha y 100 puntos serán tuyos, Yurena. —me dijo.

    —¿Niña, se lo puede creer? —continua Yurena.

    —¿Y tú qué hiciste? —pregunta una divertida Manu aun sabiendo la respuesta.

    —Yo vi ese banano tan hermoso, tan erguido, pero que le voy a decir señorita Manuela… a mí eso de chupar no me va mucho. Pero me encantan los perfumes de la tienda Duty Free y siempre me quedo prendada de sus fragancias y me llevo todas las muestras que puedo a casa, así que le dije que te chupar nada, que no era una tonta del bote, que en todo caso me la podía meter por el culo, hasta ahí podíamos llegar. Mi marido dice que lo tengo muy hermoso y que en los carnavales lo muevo como ninguna. Él siempre que puede sólo me la quiere meter por ahí. Y luego me lo pone todo perdido de su zumito. Don Arias abrió mucho los ojos, y le pareció adecuada mi proposición. Como regalo de bienvenida me dijo que me iba a dar el triple de puntos si además le dejaba que se corriera dentro. Yo soy un poco tolete, lo sé, pero buena chica, cumplidora. Así que me levanté la falda azulita, aparté mis preciosas braguitas rositas de encaje y me montó sin avisarme siquiera, continuaba una pletórica Yurena satisfecha de su iniciativa.

    El taxista ya se había metido la mano en bolsillo y se tocaba la tranca mientras no perdía detalle de la conversación mirando furtivamente por el retrovisor.

    —No vea usted qué manera de darme talegazos en mi culo con ambas manos. Estaba como enrabietado. Parecía el mismísimo demonio. Sentía sus hinchados huevos todo el rato golpear mi culito. El pobrecito del copiloto no estaba más que golifeando todo el rato. Me dijo que él estaba también muy malito. A mí me dio penita la verdad y se me estaba haciendo tardísimo con el servicio de los pasajeros, y le dije que, si se apuraba y se tumbara bajo mía, podía metérmela al mismo tiempo que el señor Arias por el conejo mientras seguía por detrás, pero que se corriese fuera ya que él no me iba a dar puntos, que no fuera de listo el muy godo, le dije, Menuda soy ahora yo para eso, continuaba una excitada señorita Macías buscando la aprobación en la voz de Manu. Yo no me depilo como ustedes los godos. Me lo arreglo, me gusta mi vello púbico rizado. Ustedes los de la península, conocen mucho más de la vida, han visto mucho mundo. Más que nosotros los conejeros, pero a mi hombre le vuelve loco sentir mis rizos en su muñeco, eso lo sé. Poco después, el señor piloto se corrió dentro de mi culito sin soltar mis caderas, y el señor copiloto que estaba más caliente que el viento calufo, no vea que chupetones les metía a mis tetitas de chocolate, tampoco le dio tiempo a sacar su verga y se corrió como el mismísimo diablo del Timanfaya escupiendo fuego dentro de mi rizado negro coñito. Pobrecito, el conejo se le había riscado la perra. Yo me tuve que reír, puesto que al final se me habían corrido los dos dentro... ¡ay pobres chachos! No pasa nada, yo al final también me lo había pasado bien y además me había llevado 300 puntos por la cara… bueno por el culo. Jajaja. Me levanté con la aún dura polla del señor copiloto dentro, que cayó como una serpiente vencida a un lado, cubierta de dulce leche, meneé un poco las caderas y toda la barbaridad del resto de su lefa cayó sobre su flácido tolete. El señor copiloto me prometió transferirme los puntos más tarde. Me adecenté un poco, me limpié con mi pañuelo de azafata que me devolvió el señor piloto, me arreglé el pelito y salí a atender a los señores pasajeros, que ya iba tardísimo. —termina una exultante Yurena.

    Manu esgrime una sonrisa de oreja a oreja. 

    —Ahora a descansar Yurena, eres toda una profesional. —afirma Manu, mientras distraídamente se pellizca la pepitilla bajo la falta.


    —Ya hemos llegado. —afirma el taxista aparcando cerca del parador dónde se hospedarán los comensales y se celebrará el convite.

    El parador de Santillana del Mar está situado en pleno centro histórico y es una preciosa casona de nueva construcción que respeta el estilo arquitectónico de la zona.

    —Serán 75 €, pero te lo dejo en 50€ si después me vuelves a llamar para recogerte. He visto que no llevas equipaje y supongo que no harás noche aquí, ¿ok? —negocia Mario.

    Manu asiente con la cabeza y se dirige pizpireta con su traje de una pieza color encarnado, a la habitación superior del parador ocupada por su amiga Vane.

    Suena un teléfono móvil dentro de la habitación de la novia. Manu está montando guardia delante de la puerta para evitar que cualquier curioso entre de improvisto. Como Doña Milagros, la madre del novio, de unos estupendos 40 años, encargada de la decoración floral del evento y mujer de bandera de ocultas pasiones. Nadie debe entrar en la habitación de la novia, trae mala suerte, lo sabe todo el mundo. Aun así, insiste en entrar, Manu la corta con un "Ahora no puede pasar, Vane se está arreglando, echándose sus cremas faciales". Doña Milagros parece aceptar la explicación y se marcha. Vane, entretanto vestida de novia, atiende el móvil, con voz entrecortada.

    —Tesoro, ¿Cómo vas? —pregunta un remilgado Pedro, futuro exnovio.

    —Bien, excitada. —responde Manu al teléfono mientras los dos padrinos del novio, Santi y Blas, se le están follando.

    Santi, la tiene bien amarrada por detrás. La ha apartado el níveo vestido a un lado y la está embistiendo como si fuera la última mujer de la faz de la tierra. Blas, en cambio, está disfrutando de una mamada de las que debería estudiarse en los libros de historia. Con una mano, ella sigue sujetando el móvil pegado al oído y respondiendo con escuetos “ajá, ajá” a las declaraciones amorosos de Pedro. En los intervalos en los que no está rindiendo pleitesía al mástil de Blas juega con su herramienta en la boca, recorriendo con su lengua la punta del glande hasta la base de los testículos. Le muerde los huevos. Él gime con placer y exclama en un volumen de voz algo más alto de lo recomendable a Santi.

    —Dios, joder, la chupa mejor que tu madre .—Santi se ríe mientras no pierde comba dando certeras estocadas de carne.

    No se puede decir que los mejores amigos del exnovio no les remuerda la conciencia, pero la culpabilidad en los hombres siempre tiene lugar después del crimen. Es así, y siempre lo será. Dónde haya un conejo desamparado siempre habrá zorro avispado para comérselo. Aun así, Blas, no ceja de repetir con los ojos cerrados "Perdóname Pedro, de verdad que no quiero, yo te respeto, pero tu novia está muy buena. Demasiado buena para que te la folles sólo tú". Blas abre y cierra los ojos mientras agarra a Vane del pelo y demanda a Vane que no pare, que siga chupando. Santi en cambio está a punto de caramelo. Se ha detenido hace un rato, viendo que se iba a correr antes que Blas (no me jodas, inaceptable) y le está lamiendo pausadamente la pepitilla a Vane. Tiene un coño perfecto. Se ha depilado el vello intimo rubio del color Whiskey en forma de flecha indicando el camino a toda polla lo suficientemente estúpida para no saberlo. Ella jadea, ya se ha corrido dos veces, una vez con cada polla, pero aún no ha terminado con los amigos del alma de su cornudo novio. Sus labios íntimos golosos y perfectamente perfilados como el más suculento de los melocotones. Recuerda entre risas como se los llevó ambos ya vestidos de padrinos a la habitación con los pantalones bajados. No se hicieron mucho de rogar. Ellos ya le habían echado el ojo hace tiempo y ahora deseaban echarla otra cosa. Ella agarra con firmeza el miembro de cada uno de ellos con ambas manos. Miraban asustados a todos lados mientras caminaban como dos torpes pingüinos.

    Manu, les abrió la puerta, y les dejó entrar sentenciando:

—¡Vamos chicos, que es Pascua! El conejo ya lo he visto, pero ¿Dónde habéis dejado los huevos? Pasad, gilipollas, antes de que os vea alguien. Esperaré fuera. —mientras liberaba temporalmente a Vane y masturbaba sin pasión a ambos al unísono.

    Polla jóvenes y duras como peñas. Manu cerró la puerta tras suya, con las manos cubiertas de las perlas de excitación de dos excepcionales miembros. La una más larga que la otra, supliendo esa carencia la otra, con el doble de grosor.

    Santi, ha vuelto a penetrar a Vane al estilo perro. Tiene decidido correrse dentro. De perdidos al rio... o al inexistente mar de Santillana. El novio sigue dándole la brasa a Vane por teléfono, ésta ha apartado el teléfono y ha silenciado el micrófono. De una salvaje estocada de Santi, Manu pierde el control del móvil y éste cae debajo de la cama. Pedro, ajeno a todo, sigue a lo suyo, cuando hace ya varios minutos nadie le hace ni puto caso. Vane busca debajo de la cama a tientas sin soltar el miembro de Blas. Él también está a punto de soltar lastre.

    Recoge el teléfono y de rodillas espera que ambos amigos se corran. Es hora. Frente a frente empiezan a erguirse aún más sus miembros. Blas ha cogido su propio móvil para inmortalizar la corrida con una ráfaga de 5 fotos. Era una de las condiciones de Vane. "Que salga el número de que está llamando bien clarito mientras te corres". Santi es el primero en soltar la explosiva lechada. Es como un géiser incontrolado. Vane abre la boca, deseosa de recibir en su lengua su merecido premio sólo para enfadarse ipso facto con Blas. 

    —Ni se te ocurra correrte en mi pelo, ten cuidado, me he hecho un trenzado para la boda que me ha valido un huevo. ¡Qué parece que todo nos da igual, hostias! ¿Me lo vas a pagar tú, gilipollas?

    De poco sirve el aviso, y el pobre de Blas termina eyaculando sobre parte del trenzado. Santi en cambio, consigue retenerse y desviar su corrida. Se corre encima del ramo de flores de la madre florista de Pedro. Con las últimas gotas de leche aun resbalando por la mejilla de Vane, ella corta a su futuro exnovio al móvil diciendo 

    —Yo también te echo de menos, bebé.

    La iglesia de San Timorato está abarrotada. Todo el que tiene algo que decir en estos lares, ha sido invitado por Don Modesto, padre del novio. Toda boda que busca mostrar el músculo económico de la familia deja de ser un evento especial y se convierte en un carnaval. Ellos, puro en mano, repeinados con sus caracolillos en la nuca, enormes tripas y risas estruendosas, y ellas emperifolladas (y mal folladas por las caras avinagradas que no pueden evitar), con carísimos vestidos y pintadas como carromatos del carnaval de Santa Cruz de Tenerife.

    Los invitados ya han ocupado sus posiciones a ambos lados de la iglesia. Ruidosos, alegres sin adivinar que los acontecimientos que poco después se iban a producir. Doña Milagros, está sentada en la primera fila de los bancos. Mujer educada, con estudios y guapísima, pero sumamente infeliz junto a Don Modesto. Se casó por puro amor... puro amor al dinero. Don Modesto es dueño de varios hoteles de Cantabria de mucho prestigio, pero sumamente torpón e desinteresado en el lecho conyugal. Doña Milagros no es ni tonta ni está hecha para quedarse en casa haciendo calceta, y se ha hecho amiga especial de Sebastián Cuevas, criador de caballos que la monta más veces que a sus yeguas. Sólo pensarlo, la pone a cien. No está invitado por expreso deseo de la madre del novio, para no caer en la tentación de que la volviese a montar en cualquier descuido dirección al aseo de señoras. Suya es la decoración floral de la iglesia y del restaurante. Don Modesto dormita a su lado de brazos cruzados. Suena la marcha nupcial de Mendelssohn

    —Siempre me ha parecido la misma melodía de la Marcha fúnebre de Chopin, pero tocada algo más rápida, reflexiona Manu divertida, sabiendo que Mendelssohn odiaba esta pieza de Chopin. Pues al final de la envainas, amigo Félix.

    —Queridos familiares y amigos. Nos hemos reunido, en este día tan especial, para celebrar la sagrada unión entre dos seres excepcionales. Vanessa y Pedro. Vane y Pedrito, cómo los llamo yo. —recita un complacido Don Gervasio, el cura del pueblo. —Me han pedido excepcionalmente emitir un vídeo dentro de la iglesia mostrando alegres fotos de los novios. Normalmente en la casa del señor no hay lugar para estos tipos de actos, pero hoy… ¡hoy haremos una excepción!

    Los feligreses aplauden sin saber que Don Modesto para permitir esa excepción se ha dejado un riñón en limosnas.

    El vídeo comienza y el público deseoso de alegres fotos de Vane, se encuentra uno con una sucesión de fotos de Vane lamiendo trancas a decenas de hombres. La mayoría de las felaciones realizadas, vestida con la gorra de comandante del piloto de un avión, otras en localizaciones muy reconocibles de Cantabria. Siempre disfrutando, siempre con una sonrisa esplendida en el rostro.

    —¡Esa polla la conozco! —grita enojada Doña Milagros sin pensar en ello. —¡Es la de Basti!

    Los familiares sorprendidos no saben dónde esconderse. Es ahora cuando toma la voz Vane.

    —A mi querido Pedro… Pedrito, me he comido tantas pollas y se han corrido tantas veces en la cara, que ya no recuerdo todos sus nombres. ¿De verdad te pensaste que tú y el putón de Sarita os ibas a ir de rositas? Sí, sé que fue Sarita. Es más, a ella también la has invitado, pedazo de cabrón. —Sara, escotada como si fuera la puta más barata de un burdel de carretera yace desmayada entre Blas y Santi. —Ahora te jodes, vas a pagas un pastizal de tu herencia familiar para una boda que no se va a celebrar y quedas como el puto cornudo que eres. Au revoir, gilipollas. —continua Vane. —Por cierto, las dos últimas pollas son las de tus buenos amigos Blas y Santi aquí presentes—. Dicho esto, Vane se dirige riendo mano en mano con Manu a la puerta de la iglesia dónde ya les espera puntualmente Mario, el taxista para llevarlas al aeropuerto.


    Manu le debe una paja a Mario. Así que rauda se sienta a su lado y mientras éste quema rueda, ella le masajea golosa el gordo miembro. Una polla bien hermosa, con glande generoso y violáceo. Escupe un par de veces en su mano (aunque no hubiese hecho falta, viendo la excitación del taxista) y le empieza a masturbar. Mario está teniendo una erección bestial. Y ya van dos hoy. Un sueño hecho realidad. Conducir a toda pastilla mientras es masturbado. Tiene decidido que no las va a cobrar el viaje, máxime cuando por el espejo retrovisor, la amiga de Manu (la del vestido de novia) ha descruzado las piernas y se está masturbando con la palma de la mano haciendo círculos para después llevarse la húmeda mano constantemente a la boca. Que satisfacción verla las finas medias blancas de encaje sobre su piel en comparación con su encarnado y saltarín higo.

    —Sigue conduciendo, amigo taxista. —le dice Vane al oído mientras le muerde el lóbulo de la oreja. Mario pisa a fondo dispuesto a establecer un récord en recorrer los algo más de 30 km que llevan al aeropuerto.

    Vane levanta aún más las piernas y la punta de su tacón golpea el asiento de Mario entre jadeos.

    —Me estoy corriendo, niño. —dice.

    Señal inequívoca para Manu para subir la velocidad de la masturbación también. Mario suplica que se la chupe. "No", es la escueta respuesta de Manu "Tú a lo tuyo, que es conducir. Que no todos los días son fiesta". Mario no es tonto, y ya bastante se está llevando por la cara. La novia se está corriendo en la parte trasera, y a él se la están tocando con una devoción casi religiosa, e incluso Manu ha ayudado a la puesta en escena, sacándose un generoso pecho que bambolea sin miedo a la gravedad ni a la velocidad. Se corre en la mano de ella, en su propia pernera y camisa. "Hala, estábamos muy necesitados, qué burro", se ríe Manu, mientras no para de exprimirle con agresivos movimientos de mano hasta las últimas gotas. Mientras tanto suenan las sirenas de la guardia civil tras suya.

    —¿Buenas tardes, a dónde iban con tanta prisa? —interroga uno de los guardias civiles quitándose las gafas de sol de espejo.

    —Señor agente, el cabrón de mi novio me ha dejado plantada en el altar, y yo sólo quiero escapar de aquí… —miente una angelical Vane. 

    El guardia civil mira dentro del coche y al ver el rostro compungido de Mario lo achaca al estrés de la situación. 

    —Usted se da la vuelta. Mi compañero le tomará nota y yo ya las llevo yo a estas señoritas al aeropuerto. —le ordena al taxista.

    —¡Es usted un cielo, viva la Benemérita y el cuerpo de la Guardia Civil! —grita satisfecha Manu.

    —Para cuerpos de escándalo los suyos, si me lo permiten. —asevera el guardia civil mientras las conduce con las sirenas puestas al aeropuerto.

    —¿Sabe usted que siempre me han gustado los uniformes? ¿Puedo sentarme delante?... es uno de mis sueños desde niña. —le confiesa una lasciva Manu mientras le desabrocha la bragueta al guardia civil.

PS:
    La ficticia compañía aérea OpenFly Air es un juego de palabras entre "Open your fly" es decir "Ábrete la cremallera del pantalón" y "Volar en abierto / libremente"

Safe Creative 2110269632657 

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¡Las aventuras de Manu y Vane continuarán en "La guerra fría más caliente"!
¡Si te ha gustado la historia, déjanos un comentario! 

Banda sonora de OpenFly Air,  un relato de altos vuelos

The Protomen - In the Air tonight


Scott Buckley - Patagonia


Hazte con todas las aventuras de las azafatas Manu y Vane en el libro recopilatorio de Valentin@ "Madame Le Noir" bajo el siguiente enlace.


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Comentarios

  1. Excitante relato corto como nos tiene acostumbrados Valentin@. Deseando leer más.

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  2. Me ha gustado mucho. Y otra pregunta… ¿la cacatúa (ha,ha) también es la misma mujer despedida del relato de Claudia? ¿O veo relaciones por todas partes?

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    Respuestas
    1. Vaya ojito tienes, Luis. Sí, efectivamente, es la misma entrometida...

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  3. Enhorabuena valentin@!!cuantos más relatos leo ,más me gusta tu estilo.un buen combo ganador !!nunca pierdas ese sentido del humor acompañado de mucho picante adictivo.

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