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La llegada de Drácula (Especial Cthulhu 2025)

EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS



Recorte del periódico Dailygraph, 12 de junio.

"Aumentan las quejas de las meretrices del puerto británico de Whitby. El Ayuntamiento obligado a tomar cartas en el asunto y organizar la detención del estrafalario extranjero que tras disfrutar de las atenciones de las mujeres de vida alegre desaparece como por arte de magia.

Habla Mary Eleonor Mayflower, una de las afectadas; "Es una bestia desenfrenada de fuertes apetitos sexuales que no deja de aullar como un lobo cuando me monta. Me siento muy estafada cuando tras entregar mi inmaculado cuerpo a sus pecaminosas apetencias, este extranjero de rostro caballuno y de fuerte acento rumano, que además recalca sin cesar que es de noble estirpe, a la hora de pagar por los servicios prestados se diluye en una columna de humo entre risitas ahogadas. A mí, ya me ha engañado cuatro veces. Soy muy boba. Quiero remarcar, a este periódico, que encima de ser mal pagador, es un hombre muy poco ilustrado al repetir incesantemente entre desenfrenadas cópulas que, él tras cruzar no sé cuántos océanos del tiempo, no solo ha venido a Londres a chupar sangre, sino también a chupar coños. A veces, cuando descarga como un león, se transforma de hombre a lobo, de lobo a humo y vuelta a hombre. Como si fuera un camaleón. Me parece de una soez intolerable y sé muy bien de lo que hablo."

Recorte del periódico Dailygraph, 14 de junio.

"Mary Eleonor Mayflower, una de las meretrices mencionadas días atrás, vuelve a quejarse amargamente que nadie las tome en serio y que la detención del bigotudo rumano sigue sin resolverse. Afirma la mujer de vida alegre: "Ayer y hoy, de nuevo, me ha engañado con males artes, creo que me ha hecho vudú, a acostarme con él seis veces más. Estoy harta y tengo el cuerpo con más arañazos que si me hubiese peleado con un mapache. Otras compañeras de profesión, como Catalina, la coja, o Anna, la desdentada, dicen haber sufrido igual suerte y ataques. ¿Es que nadie va a hacer nada?, nos pregunta con mucha cara de lascivia."

Diario de Arthur Holmwood, 15 de junio.

"A pesar de las constantes atenciones que profeso a mi querida Lucy, su apatía afectiva hacia mi persona no hace más que incrementarse día tras día. No acabo de entender a qué es debido. En un pasado no tan lejano, alguna que otra vez, Lucy calmaba, siempre aburrida, mis necesidades a escondidas y con la mano enguantada. Desde hace días, ya no atiende mis demandas de ninguna manera. Parece estar agotada y dolorida, incluso profiriendo crueles insultos hacia el tamaño de mi miembro entre risotadas. Dios me asista, pero como hombre tengo necesidades muy específicas que deben ser atendidas sin más demora. ¡Es su obligación natural! Si Lucy no las desea satisfacer, hay suficientes enfermeras en el hospital de mi amigo, el Dr. Seward, que pueden asumir ese rol de buen grado, sin tanta queja y cara de mustia. Confieso que no sería la primera vez que echaría mano a una de esas opciones, Soy un hombre de buena cuna, pero débil en ese aspecto. Mañana por la tarde, he quedado con él y mi amigo Quincy Morris en el hospital. John me quiere presentar a un colega de profesión suya, el doctor Van Helsing. Aprovecharé para aliviar mis retenidas tensiones en los dulces pechos de la Srta. Pussygalone."

Recorte del periódico Dailygraph, 16 de junio.

"Al contrario de las meretrices del puerto que se llevan quejando por los continuos abusos del supuesto noble rumano, los marineros del puerto no pueden estar más encantados por los indiscriminados ataques -todos de índole sexual- que llevan soportando en sus propias carnes al caer la noche por parte de tres señoritas ligeritas de ropajes. A pesar de que la mayoría de ellos terminan exhaustos de tanto frenesí animal y pálidos como la cal, dicen estar más satisfechos con esta nueva situación. Muchos de los estibadores han reclamado igualdad de condiciones laborales a la administración portuaria de Whitby y han solicitado el cambio al turno de noche incluso renunciado al plus del salario por nocturnidad."

Diario del Dr. John Seward, 17 de junio.

"Empiezo a sospechar que las razones de las cada vez más constantes visitas de Abraham Van Helsing son muy distintas a disfrutar de mi compañía. El viejo verde pasa como una exhalación por mis problemas de gestión del hospital y demanda en cada encuentro que ya no una, sino dos enfermeras en tetas le repasen el sable mientras lanza exabruptos en neerlandés. Dice que el clima de Inglaterra le viene de puta madre y que la tiene más tiesa que la pata de un lisiado de la Guerra de Francia. De nada sirve que le corrija que mi hospital no es un lupanar cerca del canal Oudezijds Achterburgwal de su Ámsterdam natal.

A la rogatoria de consejo sobre los quebraderos de cabeza de mi buen amigo Arthur respecto a su amada Lucy (y confieso de nuevo, sumamente avergonzado, ocasional amante mía), la respuesta de Van Helsing no es otra que la que la prometida de mi amigo está mal follada. Indignado le respondo que eso es imposible por la parte que me toca y que, por supuesto, omito. Me consta que Holmwood es un caballero íntegro. Abraham sigue insistiendo -mientras se la chupan y obliga a mis ayudantes que le llamen Papi- que no descarta que otra manguera esté regando el huerto de Lucy. Que la muchacha siempre ha tenido bastante cara de putita rica.

Quedamos en visitar a Lucy a la tarde del día siguiente en casa de los Harker aprovechando una fiesta de bienvenida a Londres de un conde rumano, cliente de Jonathan."


Diario de Lucy Westenra, 17 de junio.

"Cada vez me gustan más las pollas. Es casi enfermizo. No puedo dejar de pensar en ellas. Gordas, estrechas, largas, grandes, pequeñas, negras, blancas... solo imaginármelas erectas frente a mí, como sables de la Guardia Real de Su Majestad, me pongo más cachonda que una perra en celo. Ya me gustaban desde muy jovencita y encorsetada por la estricta moral de mi familia veía que no podía satisfacer-, estando encerrada en casa de mis padres-, mi cada vez más constante deseo de tenerlas en mi boca, chuparlas, lamerlas y que orgasmaran en mis labios.

Durante muchísimo tiempo me tuve que conformar con chupársela a mi octogenario profesor de piano que murió con su polla corriéndose en mi boca. ¿La causa oficial de su fallecimiento, querido diario? Un infarto. A su entierro acudió todo la ciudad. Mientras le daban sepultura bajo una frondosa lluvia, yo se la meneaba a John Seward, el mejor amigo de mi novio Arthur, a espaldas mías. El bueno de John no dudó en acompañar su despedida al viejo con una generosa eyaculación en mi mano y un "Dios nos asista". De la corrida que se metió, se desmayó y todos los presentes lo justificaron pensando que el doctor era una persona muy sentida. Disimuladamente me limpié la mayor parte de la leche en el vestido de mi amiga Mina Harker y el resto en la lápida del difunto profesor. Mi madre, que siempre sospechó de mi exacerbada pasión del miembro masculino me prohibió salir de casa durante durante meses y si lo hacía era siempre en presencia de mi insoportablemente aburrido novio Arthur. Un mal menor aceptado y oculto al conocimiento de mi familia para mantener de ese modo mi merecido tren de vida social y económico.

Querido diario te mentí antes; no me gustan todos los rabos. Hay una excepción muy significativa. Odio la de Arthur. Arrugada y poco lustrosa, me cansé de ella tras hacerle cuatro pajas. El caballeroso Arthur me deja en casa al caer la tarde y yo, tras acostarme en mi lecho horas después, simulo ser sonámbula para así tener la excusa perfecta para escaparme por las noches e hincharme a follar con su amigo Arthur o quién me salga de la pepita. Así es como conocí el pasado día 13, cerca de una iglesia en ruinas cerca del mar, a un extraño noble bigotudo. A mi pregunta de dónde era originario, mientras me subía las enaguas y me bajaba las bragas, me respondió gruñiendo que de la lejana Transilvania, aunque por su forma de poseerme bien podría haber sido Pollikastán.

Qué manera de follar y lamerme como una bestia desatada. Solo le gusta por mi dulce entrada trasera que y yo, harta del convencionalismo puritano inglés y abierta al necesario intercambio cultural, accedo de buena gana. Siempre acabo rendida y llena de magulladuras. Y a pesar de que cada vez me siento más debilitada tras nuestros encuentros no renunciaría en ninguna circunstancia a las potentes descargas como plomo fundido de mi amante en mi cada vez menos estrecho culo."

Nota de Abraham Van Helsing, 20 de junio.

"Tras dos días de persecución, el pequeño grupo compuesto por el Dr. Seward, Arthur Holmwood, Quincy, Morris el reaparecido Jonathan Harker y yo mismo creemos que por fin daremos esta noche alcance al autoproclamado comecoños de los Cárpatos y las putas de sus novias infernales.

Antes intentaré plasmar los acontecimientos que me llevaron a darle caza al conde Drácula de la forma más fidedigna posible y para ello debe regresar mi relato a las noche del 18 de junio y a la fiesta de bienvenida en casa de los Harker. A la noche donde Mina Harker iba a darle la bienvenida al adinerado cliente rumano de su marido Jonathan Harker.

Al poco de llegar a la mansión Harker, una compungida Mina, entre sollozos me instaba a valorar de inmediato las dolencias a su amiga Lucy que yacía en un estado casi inconsciente en la habitación de los invitados.

Por supuesto accedí y rogué encarecidamente al Dr. Seward y al novio de Lucy, Arthur Holmwood dejarme a solas con la doliente muchacha y no interrumpir mi examen médico por muchos gritos o jadeos que pudieran escuchar. Yo sabía muy bien que medicina e inyecciones necesitaba la paciente. Son muchos años ya ejerciendo, siendo un médico muy capacitado y conocedor de las necesidades de las muchachitas inglesas.

Efectivamente, nada más quedarnos a solas, le ordené a la Srta. Westenra que se dejara de gilipolleces, se desvistiese de inmediato y se masturbara delante mía. Sorprendida por mi recta actitud y autoridad accedió. Para valorar adecuadamente la enfermedad de Lucy le puse mi cerúleo miembro entre sus labios y le ordené que chupara como si la vida dependiera de ello.

Mis nobles intenciones, ¡faltaría más!, eran comprobar de primera mano si la coordinación locomotriz de sus manos y su boca no había quedado afectada tras su episodio del desmayo. Ni mucho menos. Mi corrida en su rostro y cabello fue esplendorosa y muy intensa. Mi sospecha de que la Srta. Westenra se comía las pollas dobladas y estaba falta de un buen batido de proteínas, se confirmó de inmediato. Cierto es que sus colmillos al lamer dejaban dos finas carreteras de sangre en mi mástil, pero desistió de hacerla al golpearla reiteradamente (y llamándola cacho puta) en la cabeza con mi maletín de galeno.

Entretanto en el patio, el ruido de varios carromatos y el relinchar nervioso de caballos anunciaba la llegada de la visita del noble rumana. Venía acompañado de tres bellas señoritas semidesnudas -se conoce que Londres es más cálida que Transilvania-, vestidas como si fueran a irse a dormir y que no dejaban de tratar de seducir a mis amigos mostrando sus encantos femeninos. El conde por su parte no le daba importancia a este hecho y parecía extrañamente fascinado con la Srta. Harker.

Pero yo me debía a mi juramento y mi prioridad era recuperar a mi paciente con todas las herramientas disponibles que el Todopoderoso me había entregado. La monté y la obligué a pedirme perdón. No yo mismo sabía por qué. También demandé que me repitiese constantemente que la tenía muy gorda e indigna para un hombre de mi edad. Fue al montarla cuando observé por primera vez la marca de dos pequeñas incisiones en su blanquecino cuello. No le di importancia y eyaculé de igual modo -llamándola otra vez puta- sobre sus omóplatos y tirándola del pelo. Ni me di cuenta de que el alegre charloteo del comedor había quedado sustituida hace rato por exagerados jadeos.

Me vestí aprovechando que Lucy había quedado de nuevo en un estado parecido a la muerte. La pobrecita estaba ya muy cansada tras mi tenaz tratamiento. Cerré bajo la llave su dormitorio y bajé al salón. Lo que vieron mis gastados ojos a continuación me perseguirá hasta el día de mi muerte.

La rubia Aleera, una de las novias del conde, con el rostro aún salpicado de la reciente descarga de esperma de Seward, hincaba sus estrechos colmillos como alfileres en el semirrecto miembro de mi adormilado amigo y le estaba drenando toda sangre desde el miembro palpitante. Tenía mala cara a pesar de la sonrisa bobalicona.

Otra de las novias, la pelirroja Marishka, cabalgaba sobre el rostro a Holmwood como una valquiria enloquecida con sus gordas tetas llenas del festín de sangre que se había dado poco antes mientras la última de las amantes del conde, Verona, penetraba con una gruesa vela a modo de gruesa polla a Quincy Morris -siempre intuí que iba a pelo y a pluma- sin dejar de chuparle la sangre desde la base de la nuca. El miembro duro del moreno no dejaba de soltar latigazos de esperma como una manguera estropeada.

El resto del personal de la casa había desaparecido y la visión más terrorífica fue la del hijo del diablo, el maldito conde, haciendo justicia a su apodo del Comecoños de los Cárpatos. Deshacía a lametazo despiadado a una Srta. Harker de ojos desorbitados y abierta de piernas para mayor gloria del noble rumano. El sexo fosco de Mina que se confundía con los bigotes del noble no era impedimento alguno para que el infame conde le estuviera arrebatando hasta el alma por el conejo. ¡Ni un desahuciado soldado escocés habría bebido más ávidamente!

Si no hubiese sido por que en ese mismo instante entró el desaparecido Jonathan Harker por la puerta cagándose en todo, armado con varios crucifijos, media docena de viales de agua consagrada y seis docenas de estacas, aunque pareciese un vendedor ambulante de baratijas de feria o el hombre orquesta al que solo le faltase la presencia de una cabra, jamás hubiéramos sabido el destino que nos aguardaba a manos de las chupapollas, digo chupasangres.

En cuestión de segundos el conde y las novias se dieron a la fuga -cada uno por una de las cuatro esquinas del salón como un mal truco circense- entre siseos y chillidos en busca del refugio seguro que les brindaba la noche como criaturas del infierno que eran.

Solo en ese momento me di cuenta de los cerca que habíamos estado del desastre. Acordamos a la mañana siguiente, ya recuperados de fuerzas, darle caza a los seres del averno que nos habían manipulado de tal vil manera. A mi tanto algarabia, me la había puesto durísima. Lo dicho, el clima de estos lares me viene estupendamente.

Por su parte, la pobre Lucy no sobreviviría a la noche y me vi obligado a clavarle una estaca en el pecho para evitar que volviese como una no-muerto -como me temía visto lo visto- y de paso asegurarme que no se fuera del "piquito" por mis tratamientos poco ortodoxos para tratar de mitigar su enfermedad la noche de autos.

Dicho y escrito esto, ahora toca descansar y mañana continuaremos la persecución del vil Drácula y sus putas novias."

¡Terminará en El fin de Drácula!

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¡La espeluznante banda sonora del relato!

The Tenors ft. Lindsey Stirling - Who Wants To Live Forever 


BrunuhVille - Nocturne.


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