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Marina en "Sorpresas veraniegas" (Saga Marina Parte 2)

 EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS


—¡Te juro que no es lo que parece! —contestó Marina a su marido cuando este entró de imprevisto en la habitación del resort. Se encontraba ella de cuclillas y sostenía con ambas manos el negro pollón del mulato. Con el bikini por debajo de sus hermosas y firmes tetas y sin bragas.

» De verdad que no, bebé —siguió afirmando mientras le metía otra chupada al oscuro mástil. 

El pobre Braulio no aguantó más la tensión del momento y empezó a eyacular. Marina para evitar que la pusiera perdida la cara y el cabello con dos trenzas, direccionó la corrida a sus blancos pechos bronceados con la marca del bikini. 

Mario estaba muy sorprendido. Se suponía que iban a ser un matrimonio fiel, feliz. Y que las fantasías con otras personas y lugares raros se habían acabado. Llevaban una semana en Costa Rica e incluso habían hecho amistad con otra pareja recién casada. Andrés, ejecutivo, era un poco mayor que su flamante esposa, Marga, de profesión profesora de infancia. Ambos eran muy divertidos y con conversación. Todo parecía una luna de miel normal. Y ahora Marina se desmarcaba con otra fantasía suya. La de hacerlo con un mulato.

Braulio terminó de correrse en las tetas de Marina y huyó como un cobarde, tirándose por el balcón. No sufráis. Estaba a pie del suelo.

—Mario, por favor, no te enfades. No lo he podido evitar. Siempre he fantaseado con chupársela a un mulato —articulaba con voz lastimera Marina. ¡Me moría por conocer si su leche, al correrse, sabe cómo la de los blanquitos o sabe, no sé, a coco! Y que me montara como a una yegua...  pero esto último no va a ser de momento, creo. Te prometo que no volverá a suceder. Venga, bebé, te dejo que te folles a la tica de recepción. Y en paz, ¿vale?

Mario no tenía ningún interés en follarse a la de recepción. La única que le ponía como una moto era su hermana Blanca. Desde que se fueran de luna de miel, no había día en que ella no le mandará un audio recordándole como se había corrido en su interior como un semental.

—Marina, me lo pensaré. Pero así no vamos a ningún sitio. Necesitamos ser un matrimonio normal. Tenemos que ser sinceros uno con el otro —contestó. 

Por supuesto Mario no le contó a Marina que, en su noche de bodas, una camarera rumana de nombre Simona, de potentes curvas, pelo azabache y con unos morritos de pato le estuvo comiendo la polla en el baño de minusválidos. Ella le rogó que la avisara, con ese acento tan particular, cuando estuviera a punto y él, como buen tío, cuando estaba ya palpitando y a punto de estallar, le dijo que se levantara. Le bajó la falda, le apartó las braguitas a un lado y, con dos estrujones al mástil, arqueó la espalda y con un gruñido le echó toda la lechada encima del peludo coño. Ella satisfecha se lo restregó por el vientre como si fuera una crema hidratante. Y luego estuvo poniendo copas tan tranquila. Pero eso es otra historia que no viene a cuento y que Marina no debe saber.

—Si no me tienes en cuenta este pequeño desliz, mañana por la noche te preparo una sorpresa, ¿sí?

Mario gruñó un poco y asintió. Tampoco es que tuviera muchas opciones. 


—Venga, vámonos, que Andrés y Marga nos están esperando para cenar y luego tomar unas copas.

Al entrar en el comedor, el otro matrimonio les saludó desde una esquina y les invitó a unirse a ellos.

Cenaron agradablemente y parecía que a Mario se le pasaba un poco el cabreo. Andrés y Marga era ciertamente muy agradables y un poco cohibidos cuándo se mencionaba algún tema sexual. Ella más que él. Cuando Mario o Andrés soltaban algún chascarrillo subidito de tono, Marga se tapaba la boca con una mano y se ponía colorada como un tomate.

Tras unas cuántas copas, las mujeres se retiraron a dormir. Ellos continuaron una hora más hasta que cerró el bar.

Mario tambaleante y un poco perjudicado se despidió de Andrés y se encaminó a su habitación. Atinó más mal que bien con la tarjeta llave y se desplomó en la cama. Marina no estaba. 

Ya estaba a punto de levantarse buscarla cuando oyó la voz de su esposa riéndose desde el pasillo. Marina no encendió la luz y se acostó a su lado.

—Bebé, te he adelantado la sorpresa —le susurró al oído mientras le bajaba la cremallera del pantalón.

Mario con los ojos cerrados disfrutaba de la suave masturbación que le estaba haciendo su mujer. Cuando ya tenía el pollón duro como una piedra, sintió sus labios alrededor de ella. Eran unos labios calientes, húmedos, parecían inexpertos pero que chupaban con vehemencia. De vez en tanto, se la sacaba de la boca y se la introducía entre los pechos, y golpeaba con ella sus pezones. Ahí permanecía un poco jugando con ella y vuelta a la boca.

—Amor mío, abre los ojos —le susurró de nuevo Marina.

Mario abrió lentamente los ojos para sorprenderse viendo cómo se la estaba chupando Marga con los ojos cerrados.

Su amiga, la profesora de infancia, le estaba practicando una felación. 

—Espero que no te importe, Mario —dijo Marga mientras compartía su polla con Marina. Me pareces muy atractivo y cuando me lo pidió tu mujer, no me pude negar. Esto va de cumplir fantasías, ¿verdad?

Su mujer sonrió y empezó a lamerle los huevos, Marga siguió engrasando el mástil. 

Mario estaba en el paraíso. 

En un momento dado, Marga se levantó para desprenderse del sujetador y de la camiseta. Poseía unos pechos algo caídos, pero eran buenas ubres. Para dar de comer a varios niños hambrientos. Mario no sé había dado cuenta de su tamaño ya que solía vestir Marga de un modo muy discreto.

Marina le terminó de bajar los pantalones y los calzoncillos a su marido y le agarró la polla. Con un gesto de los dedos, hizo que Marga se sentará encima del esposo. Su sexo atrapó completamente el miembro.

El interior de la profesora era cálido, prieto, muy húmedo. Ella estaba muy excitada, no cabía duda, y empezó a cabalgarle lentamente. Moviendo su culo rítmicamente, pero sin sacar mucho la polla. Se sostenía ambos pechos con las manos mientras Marina la besaba el cuello.

Mario no estaba para preguntar cómo se había llegado a este extremo, pero estaba encantado. Tras varios minutos siendo domado por Marga, empezó a sentir pequeñas corrientes eléctricas en las piernas. Estaba a punto de correrse.


—Yo, Marga... me corro, déjame que me corra dentro de ti, por favor, sé buena conmigo... yo ya no puedo resistir más. Tienes un coño magnífico —dijo con voz entrecortada Mario mientras sentía un chorro caliente entre sus piernas. Marga acababa de tener su propio orgasmo, temblando de placer y quedando su grito de placer ahogado con un morreo que le propinó su esposa. 

Aguantó un poco más, por vergüenza torera, y empezó a eyacular.

—No, no, niño malo. Seamos unos buenos huéspedes y córrete fuera —dijo Marina mientras le sacaba la eyaculadora picha y hacía que echará los litros de semen sobre el culo y la espalda de Marga. Está, de puro placer, le comió la boca a Mario. Algunos latigazos, lo más atrevidos, de leche sobrepasaron el cuerpo de Marga estrellándose en el cuadro horroroso de un volcán de encima de la cama. Para volcán, el suyo 

Cuando finalizó de expulsar toda su virilidad, Marina para comprobar el vaciado total de sus huevos, le pegó unos lametazos. Había que asegurarse. Mario estaba derrotado, no podía más. Tiró de las caderas hacia su cara y ocultándola en el interior del rizado vello del coño de Marga. La mosquita muerta de la profesora le había echado un polvo de cojones.

La lamió delicadamente la pepitilla mientras Marina intentaba, con todas sus habilidades, que su polla volviera para otro round. Como si esto fuera una partida de Mortal Kombat.

Mario puede ser muchas cosas pero es un tío legal, y mordisqueó, lamió y chupó el coño de Marga hasta que otro chorro ardiente le inundó la cara. Su polla también estaba cogiendo brío.

Marina y Marga se echaron a reír y empezaron a acariciarse. Ahora les tocaba a ellas. 

Estuvieron todo el resto de la noche follando como animales. Desde luego fue una buena sorpresa para Mario. Y también sirvió para que se cumplieran muchas fantasías para todos. Esa noche cada uno de ellos tuvo su orgasmo especial. 

Marina con Marga como sólo lo pueden tener dos mujeres, la mosquita muerta resultó ser una excelente comedora de coños. Mario eyaculando en la cara de dos preciosas mujeres mientras se besaban y Marga consiguiendo su primer orgasmo anal, esta vez Mario si se corrió dentro, mientras Marina la correspondía el orgasmo anterior besándola los pezones.

Fue una excelente noche y no había más que decir.

Por la mañana, con ambas hembras a cada lado desnudas y satisfechas, a Mario le entró un mensaje.

Era de Blanca. Estaba embarazada.

Mierda

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Imágenes: Sydney Sweeney, Rege-Jean Page, Chloe Walker

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Comentarios

  1. Me encanta las fantasías de Marina. Enhorabuena por otro potente y muy excitante personaje.

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