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Lola en "Cuidados intensivos personalizados"

EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS




—Otra semanita de noche, madre. Qué pesadas se me hacen —le confiesa una aburrida Candela Sánchez, natural de República Dominicana, café en mano a su amiga del alma Dolores "Lola" Peña—. Y esta mierda de café sabe cada vez peor. Medio frio y más amargo que el abrazo de una suegra. Tu novio, el Banano, ¿no sabía de esto?

—¡No es mi novio! No tiene nada que ver con las máquinas de café. Él es repositor de máquinas vending, so inculta y luego hace sus chapuzas por ahí. Sólo tenemos una relación de amistad, ocasional, un aquí-te-pillo-aquí te follo, y ya está. —miente Lola, sabiendo que el Banano la pone mirando a Cuenca todas las días nada más salir de casa y al llegar también. Siempre al quite, nada más aparcar Lola su adorado Mini Cooper FS rosa, ya está esperando con la polla tiesa. Tiene un sexto sentido el "joputa" para saber cuando llega. Bueno, eso y que ella le deja su cuadrante de turnos diligentemente en su buzón de mantenimiento.

No sabe que le da, bueno eso no es del todo cierto, sí lo sabe. Es muy gracioso y tiene una polla grande como una llave inglesa número 23 que la hace perder el sentido cuando la desenfunda y le ajusta las tuercas. Dónde cabe una sonrisa, entra la longaniza, le decía su santa y muy puta abuela Remedios, que de longanizas sabía un rato largo estando al frente de la carnicería del pueblo.

Tiene nuestra protagonista una mirada inocente y una dulce voz que te hace confiar a pies juntillas todo lo que te cuenta sin dejar espacio a la duda. Una habilidad, que vale oro, siendo enfermera en el hospital Sanitum, uno de los mejores hospitales privados de la capital de España.

Hasta los más machos, y ha habido unos cuantos, se han dejado poner una sonda anal si se lo pedía Lola con sus acaramelados ojos. Sólo hacía falta ponerles carita de niña buena y enseñar medio sujetador de encaje. Su abuela podría saber de longanizas, pero enseñando tetas de forma disimulada es nuestra Lola una maestra de nivel mundial. Si hubiese un concurso de mostrar melones quedaba primera, segunda y tercera. Otra cosa diferente es si hubiese hecho falta esa inspección por la puerta de atrás en muchos casos, pero a Dolores no le gustan los que van de listos ni de machitos.

—¿Qué nos depara la noche, Candela? —pregunta Lola mientras encesta el vaso del café en el cubo de basura tocando aro. Tampoco estaba muy difícil estando el cubo a menos de un metro. Se termina de poner la bata sobre su camiseta de los Guns N´Roses.

—Esta noche estamos juntas en la unidad de cuidados intensivos. Poca leche, tan sólo dos pacientes, el resto de la planta está vacío —responde Candela hojeando un expediente hasta que se para en seco. Abre los ojos cual ciervo a a punto de ser atropellado por un coche tras la fiesta anual del bosque del lobo Rufino —. ¡No me jodas! ¡Nico Montana está aquí! ¡Me va a dar algo!

—¿Qué pasa, putón de mirada triste? —interroga Lola apoyándose en el hombro de su amiga para ver mejor el expediente —¿Quién es Nico Montana?

—¡Lola, estás en este mundo porque tenemos que ser pares! ¡Es el pitcher de Los Osos Zarandeños! —responde altiva la morena dominicana—. Tuvo un accidente de coche hace dos días con su primo y ahora está en planta.

—¿Dónde dices que juega? ¿En los caballeros del Zodíaco?

Candela golpea con dureza el brazo de su amiga. Nunca se había sentido tan ofendida. Su amor platónico ingresado y su amiguita sin saber quién es el pitcher con mejor coeficiente de eliminados de toda España. Nico Montana alias El Damiselo. Dicen las malas lenguas que si no echaba dos polvos antes de los partidos no rendía. Su entrenador no le creyó y hasta que no le puso una muchacha, luego ya fueron dos, antes de los partidos, los encuentros de los Zarandeños se sumaban por derrotas.

—¡Lola, tenemos tarea! —ordena la enfermera Sánchez acicalándose el pelo rizado —¡Dice aquí que no siente nada de cintura para abajo, está medio agilipollado y como deprimido! Sin ganas de nada. ¡Y la final del campeonato es en dos semanas! Le vamos a devolver las ganas de vivir como me llamo Candela Alejandra Inmaculada Sánchez de la Cruz Divina. ¡Qué calor me está entrando!

Lola asiente sin dejar de pensar que cómo siga diciendo nombres, la contratan en un telenovela. ¿Las mulatas se pueden poner coloradas? La respuesta es sí, sólo que no se nota tanto.



Habitación 101, diez minutos después.

Para tratarse de un jugador tan afamado, la habitación individual que ocupa Montana apenas destaca sobre las demás destinadas a pacientes menos ilustres. Lola se percata de la casi total ausencia de globos y tarjetas de pronta recuperación. Justifica esta ausencia, por qué digan lo que diga Candela, el béisbol no interesa ni al tato en España. En cambio, Candela, no es de la misma opinión y ansiosa como una niña en su primer baile del instituto, se adelante para entrar la primera en la estancia. Ambas, como mandan los protocolos del hospital, portan una máscara quirúrgica.

El sr. Montana está sentado con las piernas colgando en la cama con gesto preocupado.

—Buenas noches, sr. Montana. Soy la enfermera Sánchez. El doctor Goyo nos ha ordenado hacerle algunas pruebas durante su ausencia. ¡Es un hombre muy ocupado!

En realidad, al doctor Goyo que se había retirado a su despacho para participar en una videollamada desde Seattle, le estaban haciendo bajo la mesa, una paja entre las tetas, la limpiadora la voluptousa Nika Marinescu. Ni los guantes amarillos de látex se había quitado. Slap, slap.

Al doctor Miguel Goyo no le podía importar menos la problemática expuesta en el seminario digital ni el estado del jugador de béisbol en planta estando con los pantalones en los tobillos, la bata desmadejada y más blanco que la leche que estaba a punto de repartir entre los generosos pechos de la rumana Nika. No sólo se la pone durísima al bueno del doctor los escandalosas 110 centímetros de pecho de la rumana sino también su muy marcado acento. Es más cuando se descargó como un animal sobre los pechos de la Srta. Marinescu, el seminario había terminado ya hace diez minutos y él solo asentía para disimular delante de Nika. Sabía a ciencia cierta que a la rumana, separada hace poco de un gilipollas, le ponían mucho los hombres cultos, de esos que hablaban en inglés con otros compañeros. Fuck my mind, and my body will follow.

—Estaremos esta noche al cargo de usted, ¿cómo se encuentra? —se presenta Candela con voz autoritaria mientras hojea el expediente para disimular por enésima vez y se retira un mechón de pelo tras la oreja.

Lola carraspea tras Candela mostrando su disconformidad por no ser presentada. La dominicana se disculpa y la presenta como la enfermera Peña y le entrega el expediente para que lo lea en voz alta:

—El doctor ha descartado tanto una lesión muscular como una ósea. Que usted no sienta nada de cintura para abajo debe tratarse de un molesto bloqueo mental que le impide mover sus extremidades inferiores. Esta todo en su cabeza, sr. Montana. Estamos seguro de que con los ejercicios adecuados podrá salir de aquí bien pronto —continua Lola—. Me comenta mi compañera Candela, que usted juega al béisbol y además bastante bien. Seguro que ya tendrá ganas de volver a jugar, ¿verdad?

—Lo cierto es que... —responde Montana con un aparatoso vendaje que le tapa media cara.

—No diga nada, Sr. Montana. Nada de sobreesfuerzos. Vamos a llevar a cabo algunas pruebas para ver el estado de sus piernas —informa Candela levantando la sábana de un tirón como la afamada ilusionista Morgana Blair en uno de sus trucos más famosos. La blanca tela queda colgando de un perchero gotero. 

La sábana deja al descubierto en primer lugar las musculadas piernas del muchacho, que la ridícula bata celeste de hospital no tapa ni de lejos. Como tampoco cubre el gordo miembro del paciente que queda expuesto de inmediato. Gorda como una lata de Coca-Cola. Un saco testicular desproporcionado, pero pulcramente depilado complementa la visión de Candela que no puede evitar un largo suspiro y morderse el labio inferior.

No me extraña que tenga que descargar dos veces con esos huevos tan grandes, piensa Candela mientras se pone los guantes celestes de goma. Splash. Además, es guapo de cojones y nunca mejor dicho.

Agarra la polla del paciente por el glande y voltea la tranca de un lado a otro como una boya en una mar embravecida, mientras Lola ha empezado a golpear las piernas al pitcher con un martillito de acero.

Al igual que las piernas, la polla reacciona de inmediato y empieza a hincharse en la mano de Candela. La enfermera Peña no está para nada sorprendida.

—Sr. Montana, ¡cómo se lo tenía callado! ¡Vergüenza le tendría que dar! No me extraña que sólo pueda mover las piernas solo un poquitín. Estos huevos están a punto de estallar y esta polla llena de sangre. ¿Hace cuánto que no descarga? ¿Cómo se suponía usted que le iba a quedar fuerza para mover sus extremidades? ¿Usted juega de pitcher o juega con la picha?  —reprende la dominicana pinzándole los huevos. —¡Enfermera Peña! Haga el favor de auscultar el pecho a este hombre. El tratamiento completo sin dejarse nada sin examinar. ¡Somos unas profesionales!

Entretanto, en la sala de enfermeras no deja de sonar un teléfono que tanto Lola como Candela no hacen ni puto caso. Que lo coja su puta madre, aquí se está tratando cuestiones de vida o muerte.


Lola asiente y al mismo tiempo que le aplica el estetoscopio en el velludo pecho, se abre la bata mostrando la camiseta ajustada sin sujetador. La polla de Montana vuelve a crecer en la mano de Candela. Pone la enfermera Peña, abriendo la bata, levantándose la camiseta, sus Lolas andaluzas a disposición de sedienta boca del muchacho que como buen paciente atiende las recomendaciones médicas sin rechistar. 

—¡Muérdelas! —ordena Lola desatada—. ¡Me cago en tu puta madre montada a caballo!

Entretanto, Candela no ha perdido el tiempo, se sube la máscara hasta la frente estilo Axl Rose y chupa desde la base de los huevos hasta el glande, el nudoso troncho del convaleciente. Las piernas de Montana no dejan de temblar con cada mordisquito que le propina la enfermera en el prepucio.

Que no podía mover las piernas, decía el gilipollas del Dr. Goyo, piensa Candela y le mete otra chupada a la polla. Slurp. Siente los huevos de Montana endurecerse y el nardo curvarse. Slurp. Señales inequívocas de una inminente corrida. Sigue chupando. Slurp. ¿No decían que se descargaba siempre dos veces? Pues una de ellas en mi boca. Slurp.

Montana, segundos después, bombea una voluminosa eyaculación en la boca de la dominicana que no se retira como las mojigatas de sus amigas. Esas que son más falsas que una moneda de euro con la cara de Bob Esponja. Nunca ha entendido dónde está el problema ¿El sabor tan intenso? ¿La textura? ¿El calor? Tonterías. Nada comparado con la sensación de inmenso poder de tener un hombre corriéndose en tu boca, totalmente a tu merced y si ya además es su amor platónico el que se está descargando en tus labios, pues premio doble.

Al eyacular el muchacho, hunde su rostro aún más entre los olorosos pechos de Lola, aun a riesgo de morir sofocado, que no deja de acariciarle el cabello susurrándole que es un buen chico, obediente, que así pronto sanará del todo.

—¡Latidos algo acelerados, pero dentro de lo normal! —confirma Lola, estetoscopio en mano —¿Cómo va esa polla, Srta. Sánchez?

Candela levanta la vista y tras termina de tragar la lechada, levanta el dedo pulgar y se vuelve a colocar la máscara. ¡Hay que respetar las medidas de higiene!

—Sr. Montana, las primeras pruebas han sido muy satisfactorias, pero aún no hemos terminado con usted. Túmbese del todo en la cama, por favor. 

El muchacho tembloroso acata las órdenes sin poner traba alguna. Este hospital es de primera. Tenía que haber venido antes. Candela se retira el pantalón que cae al suelo, se aparta el minúsculo tanga y se sienta a horcajadas encima del convaleciente. Se muerde los labios al sentir el duro miembro de Montana ensartándola poco a poco y doblegando su estrecha vagina suramericana.

Tiene Candela, un conejo de vello púbico frondoso sin terminar de ser exagerado. Completamente empapado por la excitación de ser penetrada por su objeto del deseo desde siempre, sus abultados labios íntimos están a punto de entregar al paciente su primer premio tras sentir las agresivas e inmisericordes estocadas de duro troncho. Candela siente temblar los muslos del Montana tras sus torneadas nalgas.

—Eso es, siga así. Estoy a punto de llegar a la primera base —informa la exuberante dominicana mientras chasquea los dedos y con la mirada ordena a Lola que no se olvide de seguir auscultando el pecho del paciente.

Lola se siente encima de la cara del paciente. Que chupe, piensa Lola. Si puede follar, puede chupar al mismo tiempo. Para algo son deportistas de élite. Se le caen los crócs de ambos pies que de paso tiran un vaso de agua.

—¡Primera base! —grita de placer Candela corriéndose con la voz amortiguada y acelera para llegar rauda a la segunda base. Base que alcanza en cuestión de segundos. Ella es así, una vez abre la puerta del estadio, entran todos los fans de seguidito. En su mano derecha se ha colocado y agita un guante gigante con el eslogan FAN #1 que nadie sabe de dónde lo ha sacado ni nosotros tampoco.

Lola por su parte, acostumbrada a los devastadores pollazos de su amante, el Banano, cuando la aniquila el conejo con su descomunal herramienta, está disfrutando sobremanera de la diabólica lengua del muchacho. En la variedad está el gusto. Agarra fuerte de la nuca al chico y tras pensarlo unos segundos, decide no esperar más y correrse, poniendo a Montana perdido de líquidos femeninos que ya no sabe dónde colocar las manos. Se decide salomónicamente por poner una mano en el culo de Candela y otro, en el trasero de Lola.

La dominicana está en la gloria, acaba de pasar la segunda base y va como una moto a por la tercera. Y el pollón de su amor golpeándola sin piedad. Retira la coleta a Lola de la nuca y la besa en los caracolillos de sudoroso cuello. Se corre con un alarido al pisar la tercera base. Su placer habría sido aún más intenso si el puto teléfono no estuviese sonando sin parar. Ya lo podrían coger, ¡coño!

Lola se levanta del rostro de Montana, y se dirige con su estetoscopio de vuelta a las piernas de su paciente. Ya no le puede quedar mucho, por muy deportista y acostumbrado a la tensión que pudiera estar de los grandes partidos. Los jadeos y gruñidos son cada vez más fuertes. Está dándolo todo. Un gran profesional que sabe perfectamente cuando se deben jugar los grandes partidos.

La Srta. Peña aplica el estetoscopio sobre las piernas que no dejan de contraer y retraerse. Candela levanta las caderas, dejando solo la hinchada cabeza del troncho de Montana apresada. Después, la explosión eyaculadora del paciente inunda el deslavazado conejo de la dominicana. Vencida la polla del muchacho abandona la vagina de Candela envuelta en espumarajos de cálido semen con un sonido parecido al descorchar una botella de champán. Plop. El tronco palpita varias veces más, descarga una última salva de esperma y se rinde.

¡Home run! —resopla Candela, vencida por el polvazo que se acaba de meter entre las piernas. Lola por parte ausculta ambas piernas, polla y huevos. Toma una muestra de semen de la vagina de su amiga en un frasco. El paciente agotada cae dormido con la máscara quirúrgica de Candela abrazada a la polla como la bandera de un cuartel. 

Una vez vestidas, Lola se descuelga el puto teléfono que lleva sonando ya media hora. El display marca la habitación 110. 

—¿Hola? Perdone mi insistencia enfermera. Lamento ser un pesado. Soy Nico Montana. ¿Me podrían traer algo para calmar el dolor? Estoy en la habitación 110.

Candela y Lola se miran atónitas. ¿A quién se han follado? Abren el cuadrante con los pacientes y sus habitaciones. Sólo dos habitaciones ocupadas. Habitación 110, el jugador de béisbol, Nicolás Montana y en la habitación 101, su primo Lucho Montana. Ambos ingresados hace días, ambos desde el accidente de coche. Lucho con laceraciones leves en la cabeza y Nico más perjudicado, pero igual fuera de peligro.

—¿Y ahora qué hacemos, Lola? ¡Qué vergüenza? —se lamenta Candela acalorada como un ladrillo recién salido del horno— ¡Nos hemos follado al equivocado! ¡No puedo contárselo a nadie sin que se reían de mí!

—¿Y cómo no te has dado cuenta?

—¡Tenía media cara vendada, joder! ¡Qué calor me está entrando! ¿Tengo fiebre?

—Pues tiene fácil solución —sentencia Lola. —Hay que follarse al correcto y listo. Después ya puedes presumir delante de tus amigas. Y no, no tienes fiebre, pedazo putón.

—¡Lola, eres la mejor! —replica Candela mientras se funde en un sentido abrazo con su mejor amiga Dolores, busca una nueva máscara y se coloca una gorra de béisbol— ¡Allá vamos Nico!
 
Epílogo. A la semana siguiente. Casa de Lola.

—Vaya coñazo de televisión. Sólo echan la puta mierda esa del béisbol por la tele. Los Osos Zarandeños contra los Mapaches Asesinos de San Luis. Tú no tienes ni idea de lo que es el béisbol, ¿cierto? — dice socarronamente El Banano abriendo una lata de cerveza.

—El objetivo del equipo es convertir a sus bateadores en corredores y movilizar a sus corredores, para tocar todas las bases y así anotar una carrera. El equipo contrario debe hacer todo lo posible por evitarlo. El partido lo ganará el equipo que haya acumulado más carreras al finalizar todas las entradas —responde Lola mientras se mira las manos que no hace tanto tenían en su poder las mejores pelotas de Montana.

—Dicen que su mejor pitcher, Nico Montana, se la tienen que chupar para que salga motivado — continua atónito el Banano a media voz, sorprendido de que Lola sepa tanto— Que calza un polla de escándalo.

—No es para tanto —responde Lola mientras se acurruca al lado de su amante en el sofá —Normalita. Eso sí, tiene unas manos como sartenes.

—¿Y tú cómo sabes tanto, niña? No sabía que te gustase el béisbol.

—Una que lee y sigue las noticias, tontorrón —responde Lola, baja la mano al paquete del rubio vikingo y empieza a masturbarle—. A ver cómo va ese bate. Madre, más caliente que la boquilla de un soplete y listo para entrar al campo ya mismo.

El Banano sonríe como un asno destentado y se echa los brazos a la nuca mientras Lola empieza a bajar la cabeza y lamerle el duro miembro. Tal cómo está de cachonda Lola, al final le va a gustar ver los partidos de béisbol junto a ella. Mañana pilla entradas para la final.

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¡La banda sonora de la última aventura de Lola!

Guns N´ Roses - Sweet Child of Mine


Guns N´ Roses - Don´t Cry


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