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Michelle Dupont y el salón de masajes clandestino (Inspector Arsène Putain #8)

EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS



PARTE OCHO - El salón de masajes clandestino

Tendido boca abajo en una camilla y desnudo a excepción de una minúscula toalla perfumada, el intachable inspector de París, Arsène Tiberius Putain espera su turno. Ha contratado el servicio Jazmín, un masaje completo con final feliz. Por supuesto, el objetivo del adalid de la justicia es mucho más noble que un vulgar masaje y es contactar con la agente infiltrada desde hace semanas en Madame Foo. La estancia es acogedora para lo pequeña que es y consiste en un camilla, una pequeña mesa con aceites corporales y un lavabo. Una decoración minimalista remata la sala. No existen paredes físicas. Las diferentes estancias están separadas por biombos de exótico bambú. Es esta sala, una de las muchas del salón de masajes clandestino. Al final del largo pasillo, se ubica una sauna a la derecha y algo más a la izquierda una escalera de caracol custodiada por un guardaespaldas de aspecto feroz.

La sala de masaje de Madame Foo está desde hace meses en el foco de una investigación criminal llevada por su indómita jefa y comisaria Babette Fournier. La sospecha principal, confirmada por Michelle Dupont, la agente infiltrada, es que la sala de masajes es, en efecto, un centro de tráfico de obras de arte robadas y objetos ilegales anhelados por codiciosos coleccionistas privados a lo largo y ancho del planeta.

Ahora a la espera de recibir un masaje reparador, Arsène espera que su antigua ayudante pueda hacer uso de la oportunidad brindada y hacerle llegar de forma discreta la información necesaria para hacer caer el imperio criminal del gánster Tao Pao, dueño del Madame Foo. Nadie conoce la verdadera identidad o rostro del malhechor. Las pocas imágenes que se poseen muestran un hombre de mediana estatura, siempre vestido pulcramente de esmoquin y una máscara china de la ópera ocultando su rostro.

Arsène oye como la puerta de bambú de su sala se descorre y como unos delicados pies descalzos se dirigen a su camilla. Puede oler su sensual fragancia a agua de rosas. Es Michelle como esperaba y deseaba. Putain tiene una versión muy particular y exclusiva de hiperosmia. Puede identificar a casi cualquier mujer por su olor corporal y más en concreto por la fragancia de su sexo. Si, además, la mujer en cuestión está excitada, la cuota de acierto es del 100%. Aparte de que nada se la pone más dura al inspector que olisquear las bragas de una mujer cachonda. De casi todas las mujeres con la que se ha acostado, Putain se ha llevado sus bragas de recuerdo. Aun no se ha podido follar a su ayudante, pero tiene un par de sus bragas resguardadas en casa. Unas se las robó en un descuido y otras se las entregó ella de buen grado en el hospital semanas atrás. Después Michelle le hizo una muy buena paja bajo las sábanas. Es lo mínimo piensa nuestro licencioso inspector.

La sala de masajes Madame Foo no le es desconocida a Putain. La ha visitado ya varias veces, siempre en el marco de sus investigaciones y de forma desinteresada para acabar con la espantosa corrupción de la ciudad del Amor. Conocer de primera mano cómo se las gastan en un sitio tan reprochable. La última vez contrató la opción de Flor de Loto que consistía igualmente en estar tumbado boca abajo, descolgando el miembro viril en una apertura mientras la menuda Mei Ling le hacia una paja a dos manos como si estuviera ordenando las rebosantes ubres de una vaca. Hasta un cubo había para recoger la lechada. La oriental de pelo teñido a dos colores no daba crédito al colosal tamaño del miembro de Arsène (estaba acostumbrada a tamaños más discretos) que colgaba como un badajo de un reloj de pie. Saltándose todas las normas de la casa, le ordeñó una segunda vez gratis junto a la joven practicante Sun Bae recién llegada de Shanghái. Ésta no paraba de gritar como una descosida, desmayarse ante la visión del troncho parisino, volver a recobrar la consciencia y tirarse de de una cola de gato postiza. Después le invitaron a un té de flores en un sofá y ellas se repartieron la masculinidad de Putain en dos cubiletes que se bebieron ávidamente. Tanta cantidad y de tan alta calidad no se podía desperdiciar. Ellas se llevaron una corrida a la boca como no habían visto antes y él se llevó las bragas de ambas. Las buenas prácticas habituales.


—Inspector, he apagado las cámaras de seguridad ocultas, pero por su seguridad y la mía, siga disimulando. Esto es muy arriesgado, podrían volver a activarse en cualquier momento para cerciorarse de mi labor. Es usted mi primer cliente desde que entré a trabajar aquí —le susurra Michelle al oído—. Dentro de cinco minutos, usted simulará haberse olvidado de algo importante, se disculpará ostentosamente y se marchará. En el bolsillo de su pantalón, llevará un USB con información suficiente para acabar con Madame Foo. No se demore en entregárselo a Fournier y rescáteme de este antro.

Él asiente. Por el rabillo del ojo, ve que Michelle viste un qipao tradicional chino esmeralda con bordados dorados y una peluca de cabello azabache corto. No lleva bragas. Mejor. Se ha desabrochado la parte frontal y sus pechos torpedo asaltan al inspector. Dupont empieza a masajearle las piernas, restregando sus esponjosas tetas desde el tobillo, pasando por los concavidad de las rodillas, para terminar en los muslos. Se levanta y se unta olorosos aceites en las manos para continuar la sesión. Una profesional espléndida, mimetizada con el entorno.

Tras levantar la toalla y echarla a un lado, masajea los musculados cachetes del culo de Putain. Intercala las frotaciones con mordiscos y chupetones mientras jadea. El inspector se está poniendo malísimo y su polla va camino a romper la camilla.

Michelle se sienta encima del inspector y empieza a restregar su húmedo sexo sobre en el hueco que separa la espalda del trasero. Putain maldice su mala suerte. La joven Dupont le está poniendo más caliente que el cañón de una metralleta, pero el deber es el deber y en breve tendrá que hacer el paripé y marcharse. El casi inaudible zumbido de las cámaras de seguridad pone en alerta a Michelle. Las han vuelto a activar. Vaya contrariedad.

—Mi inspector, han activado las cámaras. Nos están vigilando. Siga disimulando. Nuestra mascarada debe continuar algo más —vuelve a susurrarle Dupont al oído, mientras le echa el aliento en la nuca y se levanta felinamente en busca de más aceite, dejando la espalda de Putain a rebosar de secreciones femeninas.

Arsène sonríe, y ni corto ni perezoso cuando ella vuelve, se ha dado la vuelta y espera la ayudante con la polla erecta en ristre y los brazos en la nuca en forma de almohada. A Michelle no le queda otra que montar la gorda polla en nombre del deber y de la libertad de toda París... que digo de París, ¡de toda Francia!

La gruesa polla queda devorada en el estrecho e incandescente sexo de la menuda Dupont como la noche engulle al sol, sin un atisbo de resistencia. Michelle pone los ojos en blanco mientras emite un jadeo apagado. La polla de Putain es legendaria y con razón. Dura como un peñón, gruesa como el candado de la puerta de entrada de un residencia de novicias de clausura, y con unas palpitaciones que harían enrojecer el pulso de un paracaidista tras romperse el anillo de seguridad. Arsène clava ambas manos en el culo de sus ayudante y le empuja las caderas como quien baja el capó de un coche. Le encanta su trabajo. Dupont se muerde los labios hasta hacerse sangre.

—Dios mío, me voy a correr como una colegiala con la polla de mi jefe metida hasta los huevos —piensa la menuda hija del juez Dupont y le muerde los pezones a Arsène—. Soy una profesional, que no se me note que estoy como una perra en celo de caliente.

Un repentino calor abrasador en su vagina sorprende a Michelle. Arsène no ha podido aguantar más y se acaba de correr dentro de su mazapán. Desde el interior de su sexo y valiéndose del falo del inspector, gruesos goterones de cálido esperma tratan de escapar buscando una salida más fresca. Putain, de una embestida, los vuelve a mandar a casa. El inspector no está acostumbrado a correrse tan inesperadamente y con tanta virulencia. No puede dejar de lanzar marfileñas salvas de semen al interior de su querida ayudante. Una profesional entregada al deber. Encoge desesperado las piernas una y otra vez. Muy a su pesar no ha podido ni evitar cerrar los ojos al correrse.

El roce de los pechos de Michelle contra su pecho, sus mordiscos en los pezones más el hecho que ella le apretase la bolsa testicular al poco de montarle, le ha pillado a pie cambiado (o a polla despistada). Menudo corridón. Y no va a renunciar a una segunda eyaculación. Golpea con las palmas abiertas el culo de Dupont repetidas veces como quién espolea un caballo. Tiene decidido no va a sacar la polla hasta correrse otra vez. Ya puede venir Tao Pao o su puta madre a impedirlo.

Esta vez es Michelle la que obsequia al agente de la ley con una generoso squirting tras otras cuatro salvajes y enloquecidas embestidas. Aún con el esperma caliente de la anterior eyaculación salpicándolo todo, nuestro inspector no tarda en volver a aliviar la insoportable presión de sus testículos y descargar como el león de Damasco. Golpea el culo de Michelle, marcándolo con amplios moratones. Otra corrida antológica que le hace ver chispas de colores y casi desfallecer de placer.

Esta vez sí, su exhausta y dolorida polla saca bandera blanca y se retira a la francesa. Al levantarse la fiel ayudante Dupont, un exagerado chaparrón de semen abandona su bizcocho y cae a plomo sobre los vencidos 25 centímetros de Putain, y de ahí a adornar el suelo.


Algo más tarde.

Putain se está terminando de abrochar el cinturón cuando dos armarios de hombres armados con nunchakus y un cuchillo, entran en la sala.

—Haga el favor de acompañarnos, señor inspector —desliza con una acento francés grotesco el más grande de ellos—. Su puta occidental se quedará aquí con Hao Tan. Él se encargará de mostrarle cómo se las gasta nuestro señor con las que se aprovechan de su buen corazón y le traicionan.

El menor de ellos le da un bofetón a Michelle y la empuja de regreso a la sala. Arsène se revuelve, pero su ayudante le indica con la mirada que se marche, que lo tiene bajo control. El inspector sabe que las clases de defensa personal con René "el tuercas" que le obligó a tomar, hoy darán su frutos.

El obeso Kang Shen, agarra con cara de pocos amigos a Putain del brazo y le invita a seguirle hasta el final del pasillo. Chicas curiosas, algunas desnudas, otras vestidas, salen de las salas y miran asustadas. Nada bueno le espera al buen inspector. A Putain le parece reconocer a una de las chicas. Es la amiga japonesa de su exmujer, Kim Yoshida. Se lleva una mano a la boca de la sorpresa. Arsène no sabría decir porque él la ha reconocido o porque el destino que le espera al inspector no es nada halagüeño. El guardaespaldas manda con malos modos a las chicas de vuelta a las salas y al trabajo. Pega otro empujón a nuestro noble protagonista. Suben unas oxidadas escaleras de caracol hasta llegar a una puerta de acero. Entran.

Es la sala de operaciones de Tao Pao, una amplia oficina con doce pantallas que aleatoriamente saltan de una sala a otra. La mayoría activadas mostrando las diferentes salas de masaje. Sentada en una silla giratoria de espaldas a la mesa está el sudoroso gánster a quien Sun Bae le está chupando aburrida la polla. Tao Pao, vestido con su máscara demoniaca de la ópera china de vivos colores, pantalones bajados, una camisa amarillenta de dormir y unas medias cortas con tirantes, alza un dedo indicando que pronto podrá atender al inspector mientras agarra del pelo a la shanghainesa. Emite un sonido penetrante cual globo al deshincharse, pone los ojos en blanco tras la máscara ceremonial y se corre lastimosamente. La joven vestida de gata se le escurre de los carnosos labios el minúsculo miembro del gánster. Es su polla no más grande que la de un niño de doce años y su descarga tan débil que se podría confundir con un salivazo. Sun Bae se retira temerosa de la ira del criminal a un lado.

—¡Zorra! Ni chupar una polla sabes… —le grita el macho chino que, al ponerse en pie sin las calzas de sus botas, tampoco sobrepasa el 1,60 cm de estatura—. Usted señor Putain ha venido aquí a reírse de mí. Tenía que haberlo sospechado, pero tengo un corazón que no me cabe en el pecho, y me dejé engañar. Ahora lo pagará su amiguita y usted con creces. ¡Nadie engaña al rey criminal de los bajos fondos! Kang Shen, retírate, ya me hago cargo yo. Vete a poner orden fuera con las chicas. He oído ruido de golpes…

» Señor Putain, ve la pantalla de la sala cuatro, ¿Sí? pues verá como Hao Tao le está dando su merecido a la puta de… —señala la pantalla dónde Arsène complacido solo ve el cuerpo del chino machacado a golpes e inconsciente en el suelo. Ni rastro de su ayudante. Desde luego las clases particulares han merecido la pena. Con algo de suerte, Michelle ya habrá salido del local y estará dando parte a Babette Fournier. Una lástima que el USB no esté ahora en su poder si no en el fondo de su bolsillo.

Tao Pao enrabietado lanza su máscara contra la pantalla. La pantalla estalla con una estruendos Bum. Se mesa los cabellos ralos teñidos de rubio pollo. Es el criminal feo como la noche con su ridículo bigotito mandarín. Llama a Kang Shen a gritos sin éxito… Michelle también ha dado ya cuenta de él.

—Pues entonces usted pagará todos los platos rotos… por entrometido y... ¡por polla gorda! Despídase de su miserable vida. ¡Jamás saldrá de una pieza de aquí! Amenaza el oriental pasándose un cuchillo de una mano a otra y lanzándose como una locomotora contra el intachable inspector.

Putain da dos pasos al lado y le mete la primera hostia en los dientes. Al gánster ya se la caído el cuchillo al piso con esas manitas torponas con que Dios le ha castigado. Sorprendido por la velocidad del inspector, lanza el criminal una patada lateral a los riñones del incorruptible agente de la ley, que éste bloca con facilidad y aprovecha para soltarle otro puñetazo en la boca.

—La verdad es que tu nombre está bien cogido —se mofa Putain señalando la diminuta minga del criminal—. Ándate, tapate esa mierda, sr. "Tapao" y vete a jugar con el resto de los niños en los columpios. Sun Bae, escondida tras un sofá cubierto de periódicos, no puede reprimir una sonora carcajada a pesar de taparse la boca con la palma de la mano.

Tao Pao se tambalea con tres dientes menos en la boca y el mismo número de dientes adornando la alfombra. Parece un Gremlin destentado sin techo que ha abusado años enteros de las drogas duras. Encolerizado vuelve a lanzar otro ataque furibundo contra Putain, pero se tropieza con sus propios pantalones caídos y se rompe la nariz contra el suelo con una ahogado uf.

Otra chica en lencería se asoma al marco de la puerta. Es Mei Ling, la menuda oriental amiga "granjera" del inspector, que acompaña a Sun Bae con sus risotadas. Tao Pao se levanta lastimosamente. Arsène ya con público, le suelta una colleja al hombre y le envía sin parada contra una estantería llena de vasijas con las cenizas de sus ancestros. Una vez llegado a destino, la estantería se parte y cae el libro robado por Moloko días atrás encima de su cabeza. Queda Tao Pao sepultado junto a cuatro generaciones en reliquias familiares en polvo blanquecino. Caprichos del destino, se abre el libro con una profecía sobre la caída de un lejano reino oriental bajo una nube cenicienta.

Trastabillado como un borracho, el criminal, hace de tripas corazón, y se levanta. Le duele hasta la foto del carné. Está hecho una piltrafa.

—Te voggg a mataggg, perrro sagnogggo —balbucea Tao Pao sin apenas ya dientes, para perder el conocimiento, caer de espaldas con los brazos abiertos y con la polla bajada como la bandera de un taxi.

Arsène ni se ha despeinado, cierto es que tampoco tiene pelo. Otras chicas se han acercado y se empiezan a arremolinarse cerca de él, sin pararle de darle besos, tocarle y abrazarle. La pesadilla de las chicas ha terminado.

Una de las más atrevidas le ruego que se baje los pantalones y confirme lo que Sun Bae y Mei Ling llevan contando hace meses entre cuchicheos. Putain accede, deja caer su pantalón como un telón y despliega su arma secreta. Dos muchachas se desmayan del susto, otra no para de relamerse, pero las mayoría guardan silencio hipnotizadas por el vaivén de la serpiente occidental de un solo ojo.

Y en esa tesitura, con los pantalones bajados y la polla tiesa, entró la policía de París con Babette Fournier y Michelle Dupont al frente en el salón de masajes y terminó con el imperio criminal de Tao Pao.

Ya fuera, mientras la policía se lleva esposado a los criminales, Michelle abraza a Putain dándole las gracias por rescatarla. Al hacerlo, la polla de Putain pide paso y se une al abrazo. Michelle ríe, mete la mano entre pantalón y calzoncillo y le agarra del paquete al inspector.

—Otro día, mi querido inspector. Somos profesionales, ante todo. Ambos sabemos que la comisaria Fournier ha prohibido las relaciones sexuales entre compañeros a raíz del incidente del topo de la comisaría. Y además creo que su amiguito ha quedado más que satisfecho para las siguientes horas. ¿No le parece, semental? Ahora toca descansar —apoya su mano en su pecho ante la inquisitiva mirada de la comisaria Fournier y se marcha contoneando el culo que tanto le gusta a Putain. Se detiene al rato, y sabiendo que Arsène la sigue con la mirada, se levanta un poco el vestido para mostrarle un cachete del culo.

Epílogo.

El inconfundible blip de un mensaje de texto despierta a Arsène. Consulta su reloj. Casi las 9 de la mañana. Ha sido una noche muy larga, pero ha dormido como un niño a pesar de tener el sueño muy ligero. El justo pago por ser un agente de ley extraordinario. Siempre atento. Apoyada con la cabeza sobre su pecho derecho, duerme plácidamente Mei Ling. A la izquierda, Sun Bae, aun dormitando, sigue agarrando el miembro viril del azote del crimen, con firmeza. No lo suelta. Ya después del trio de la noche pasada junto a Mei, no dejaba de sobarlo enamorada y hablarle como si fuera su peluche favorito. Cada vez que la joven se despertaba, lo acariciaba, le daba un ósculo y se volvía a dormir.

Putain se incorpora tras zafarse de la garra de Sun, y en busca del móvil, se tropieza con un reguero de ropa; la cola de gata de Sun, la fusta de Mei, unas bolas chinas, un anillo para el pene, un qipao cobalto viudo de botones. No recordaba que sus exóticas acompañantes llevaran tanta ropa encima. Encuentra las minúsculas bragas de ambas y las pone bajo custodia.

Enciende el móvil. Es un mensaje de un remitente desconocido. Es Moloko.

¿Me has echado de menos? Seguro que sí. Estaba por enviarte unas bragas nuevas por correo, pero ya tienes bastantes mías de los pasados años. De todas aquellas veces que te gané la partida y te dejé con cara de pasmarote delante de toda París. 😁Te perdono. Necesito tu ayuda. Te propongo una tregua que nos beneficiará a ambos. Como muestra de buena voluntad, el paradero de la escurridiza Sandy Canard. ¿A qué molo? En una semana, asistirás a la exposición pictórica de Cherry Hole en Lyon, la flamante nueva esposa del afamado restaurador Ash Hole. Si no haces el gilipollas, la podrás detener y apuntarte un tanto... Y no, no voy a dejar que me folles con esa polla tan gorda como parte del trato. Ni lo pienses. Que no. Qué pesado. ¡Deja de pensarlo! 😣

Arsène sonríe para sus adentros, al final siempre se baila al ritmo de la flauta de Moloko. Llamará a Michelle, necesita de su perspicacia. Nadie mejor que ella para desentrañar antes que nadie los recovecos del malévolo trato de Moloko. Seguro que hay conejo encerrado, ¿o era gato? El puesto de ayudante suya se le está quedando pequeño a Dupont. Ella tiene madera de mucho más. Vuelve a la cama dónde sus nuevas amigas aun dormidas pronto despertarán y podrá repasar todos los detalles del caso del salón de masajes. Aún le queda algo de tinta en la pluma.

Otro mensaje parpadea en la pantalla del móvil.

¡Deja de pensar en follarme! Sé que no dejas de darle vueltas a ello. Te encantaría, ¿verdad polla gorda? ¡Y partirme en dos! Te gustaría, ¿eh?¡Ni en mil años! 😡

Arsène vuelve a sonreír. Otro mensaje. 

¡Ahora ya me has puesto cachonda! 😖 ¡Te odio tanto a ti y a tu polla de caballo! ¡Seguro que estás deseando mandarme una foto polla!¡Ni se te ocurra!¡Jamás me follarás! ¡Nunca!

Después de esperar cinco minutos, Arsène se mete en la cama. Nada más dejar el móvil en la mesilla, empiezan a sonar más blips. Ya leerá los mensajes después.

Una vez que terminé todo, la va a echar de menos… puta Moloko.


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¡La banda sonora de "El salón de masajes clandestino"!

Beyoncé - Crazy in Love (remix)


No te pierdas todas las aventuras del intachable inspector Arsène Tiberius Putain bajo el siguiente enlace o en su libro recopilatorio de próxima publicación.


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