Translate

Ayana Deschamps y el robo del collar de perlas (Inspector Arsène Putain #7)

EXCLUSIVO PARA MAYORES DE 18 AÑOS



PARTE SIETE - El robo del collar de perlas

A Ayana Deschamps siempre le han gustado muchísimo más las pollas blancas que las negras. No sabría decir la razón. Quizá sea sólo por el color más sonrosado y el enrojecido glande, quizá sea porque a los blanquitos una buena negra de grandes tetas, culo amplio, pelo afro se la ponga el doble de dura. Los morenos no le ven nada especial en follarse a una negra, pero los blancos... oh, los blanquitos, se desbocan al verla el oscuro vello púbico ensortijado y tras las puertas al cielo, unos exagerados y pecaminosos labios íntimos color fuego. Quizá sea algo de colonialismo trasnochado. Hasta el más remilgado de sus amantes occidentales, electrocutado al correrse entre sus chocolateadas piernas o a punto del infarto al eyacular en sus vivaz boquita, terminan tirando de insulto y llamándola puta negra. A los blanquitos le gusta creerse que tienen más derechos que nadie. Al final acaban todos hechos unas piltrafas entre sus piernas, llorando y disculpándose como niños. Ayana los utiliza durante un tiempo, les saca los "cuartos" sin piedad y después los deja de un día para otro.

Conoce bien lo que quieren los blanquitos en una negra y ninguno le ha hecho perder los papeles... a excepción del último y conocido cliente que acaba de traspasar las puertas del local. Pensaba decirle que ya habían cerrado, pero al reconocerle, no puede evitar sonreír. Desde que le conoció se pone cardíaca pensando en su sonrisa, en su particular acento y que sea dueño de una de esas pollas juguetonas que tanto le gustan. Una repentina ola de calor la envuelve y su corazón se acelera. No se había sentido tan excitada por el inmediato futuro desde años... desde el robo del collar de perlas de Patiala en la mansión del honorable juez Lambert.

Años atrás.

—Esto es muy fácil, mi querida hermanita, como robarle una golosina a un niño —afirma la menuda Imani, la menor de las dos hermanas Deschamps apuntalando con su cuidada manicura cada palabra en la mesa de la cocina—. El conocido juez Gregory Lambert se ha quedado viudo hace algunos meses y busca desesperadamente alguien que le ayude con las labores de casa, que le traigan puntualmente su medicación, le hagan la comida, cosas así. Hace días que ha cumplido los sesenta años, pasa interminables horas en la corte de justicia lidiando con delincuentes… vamos que no puede más. ¡Está pidiendo ayuda a gritos! Ninguna de las damas de servicio, que tenía antes, le han durado más de dos días. Dicen que también tiene las "manos largas". Aquí es dónde entramos nosotras como una marabunta de hormigas.

» Nos presentamos ambas en busca de trabajo, le contamos la milonga de que no tenemos experiencia pero que somos muy limpias, dedicadas. Dos al precio de una. Pediremos cobrar una ridiculez. Diremos que como somos jóvenes y que con poco nos apañamos. Lo importante es tener un trabajo y un techo en una casa tan prestigiosa como la del juez. Nuestro objetivo por supuesto no es atender al asqueroso viejo, nuestra meta es hacernos con el famoso collar de Patiala de su difunta mujer. Se calcula que tiene un valor de 20 a 30 millones de euros ¿Te lo puedes creer?

» A su queridísima mujer, no la enterraron con el collar, así que, seguro que lo tiene a buen resguardo en la caja fuerte y tendrá dinero, mucho dinero. ¿Te imaginas todas las cosas bonitas que nos podríamos comprar? Pero no vamos a ser unas torponas agilipolladas y echarlo a perder por ansiosas. Nos ganaremos poco a poco su confianza. Seremos dulcísimas con él. Y si hay que hacerle una paja de buenas noches de vez en cuando para que se quede dormidito, pues se le hace una. En peores plazas hemos toreado y más se perdió en la guerra y vinieron chupando, digo cantando.

—¿Y cómo sabes que nos contratará? Sin experiencia… si es un juez tan prestigioso… sospechará, investigará... —pregunta Ayana, excitada con la idea de salir del cuchitril de apartamento que comparte con su hermana a las afueras de Paris. Está harta de pagar en especie al casero cada mes.

—Sé de buena fuente que al juez le ponen las africanas, que le vuelve loco el olor del coño de una buena negra. Casi más que a su amigo, el venerable juez Dupont. Menudo escándalo se montó cuando le pillaron con los pantalones bajados y la polla metida en la boca de la acusada principal hace algunos meses. Confía en mí. Iremos algo descocadas, pero sin parecer unas putas baratas de Pigalle. Nos contratará con los ojos cerrados.


Tal como había profetizado la joven hermana de Ayana, el juez apenas puso reparos en contratarlas para hacerse cargo de las labores domésticas. Máxime, cuando las dos hermanas se presentaron con pulóveres ajustados de cuello alto que marcaban los sujetadores a punto de estallar como piñatas, vaqueros ajustados raídos marcando pezuña de camello en el caso de Ayana y en el caso de Imani, una minifalda que debería haberse vendido acorde a su tamaño en la sección de cinturones anchos del templo histórico del shopping, Hausmann-Opéra-Saint-Lazare.

Imani, al descruzar las piernas repetidas veces delante del buen juez, para que le viera las bragas color putón, presentó una jugada maestra para acabar con todas las últimas dudas de Lambert. Estando el juez únicamente ataviado con un batín, su curiosa tranca en agradecimiento al espectáculo se alzó cual periscopio entre los pliegues de su prenda de vestir. Se tapó de inmediato con un libro que estaba leyendo, pero las aviesas hermanas ya se habían percatado del detalle y tras despedirse de Gregory le plantaron ambas las tetas en la cara. Sus gafas se quedaron pegadas al generoso pecho de Imani (una talla más que su hermana mayor), y ésta solicita, las limpio echando el aliento, sacó la lengua exageradamente y se la colocó de nuevo al letrado. Lambert sumamente excitado no paraba de retorcer su bastón, parecía como si le estuviera masturbando.

Pocos días después, mientras Ayana limpiaba con cofia y el plumero montada en una escalera, la estantería más alta de la amplia biblioteca descubrió al juez tocándose disimuladamente con los ojos salidos como un perro Fifí estreñido. El letrado, siempre se posicionaba, para no perder detalle cerca de las hermanas y valiéndose del adornado bastón del que no se separaba, señalaba dónde debían emplearse a fondo. No sabía nada el pájaro.

Imani, a pocos metros pasando la mopa, le indicó con una mirada reprobatoria a Ayana, que jugase su baza y que le entretuviese cómo habían pactado, mientras ella exploraba con toda la tranquilidad del mundo el resto de la casa. Ayana asintió y no sólo se levantó la falda mostrando los redondeados negros cachetes del culo, sino que, además, ni corta ni perezosa, bajó de la escalera sensualmente de espaldas, para simular una caída y sentarse sobre el regazo del afortunado letrado. Como no podía ser menos, el erecto miembro de Lambert ya estaba presentando todo tipo de alegaciones al jurado. Ayana, haciéndose la escandalizada, apartó la bata del juez a los lados con el plumero.

—Señor Juez, ¿pero que esconde aquí? Dios santo, pero qué gorda la tiene a su edad. Jamás me podría haber imaginado que un hombre maduro como usted, culto, generoso, tuviese una polla que haría enrojecer de envidia a un veinteañero. Ya veo que la edad sólo es un número… —sentenciaba la africana sin dejar de agarrarle la polla—. Anda, déjeme echarle una mano, no vaya a hacerse daño. Seguro que hace tiempo que una mano amiga no le descarga como es debido. Un escándalo, tras todo lo que ha hecho usted por este gran país.

Y así al buen juez, le fueron cayendo día tras día pliegos de descargo, o sea pajas, mientras Imani o Ayana, la que no estuviese atendiendo al juez, rastreaba en busca de la dichosa caja fuerte. Dieron con ella, tras un cuadro de índole erótica de William Etty. Por supuesto, cerrada. Aún les faltaba dar con la combinación. Sólo era una cuestión de tiempo. En algún sitio la debía tener apuntada, puesto que el hombre aún con una polla vigorosa para su edad las confundía constantemente entre ellas, o las llamaba como le salía del nabo siendo el mote Diente de León el más repetido para las hermanas. Para eso chocheaba, pero para demandar su pajita, era un virtuoso. Tocaba una campanita de plata, se apartaba el albornoz a los lados y con su cohete en rampa de lanzamiento, las ponía perdidas el pelo afro, las manos o el pecho. Una vez incluso demandó que le hicieran la paja entre las dos mientras leía el periódico financiero por excelencia, Les Echos.

A las dos semanas, al buen juez se le tenía que llevar el desayuno a la cama con dos huevos fritos, panceta y una rebanada de pan baguette recién horneado. De postre, mamada. Follar ya no le gustaba a Gregory Lambert, eso era de burgueses cortos de miras y de pobres les decía, y además, a su edad, temía sufrir un infarto con el sobreesfuerzo.

Así pues, desayunaba como si le fuera la vida en ello y eyaculaba después como un coloso y se quedaba dormido tras leer el periódico y con el bastón en la mano. Y las hermanas a buscar la combinación como dos gilipollas con la cara pintada a pistola.

El juez no se veía harto a pajas o chupadas. Viendo que su misión para encontrar la combinación no estaba dando sus frutos, y falta de alternativas, las hermanas deciden follárselo una buena tarde, con la esperanza de que se quedara frito más de quince minutos y entre ambas poder revolver más la casa y, de una vez por todas, dar con la dichosa combinación.

Para tener tanto miedo al óbito, a Lambert, no hubo que convencerle demasiado. Una vez le puso Ayana las chocolateadas tetas en la boca, mientras Imani le masturbaba y le desvestía, el juez fue todo pasión. Su tranca dura como una barra de acero demandaba el fuego de la fragua de la más joven de las hermanas. Imani, completamente desvestida a excepción de cofia y ligueros, se puso a cuatro patas, y elevó solicita el culo. El honorable juez le metió una primera de las puñaladas de carne que puso inesperadamente en órbita a la menor de las hermanas Deschamps por la violencia empleada. Incluso se atrevió a decir: "¡Se abre la sesión!" mientras golpeaba con el bastón como su fuera el mazo justiciero el culo de la joven. Entre tanto, Ayana, sentada a horcajadas sobre el culo de su hermana, se masajeaba el clítoris delante de Gregory y lamía voluptuosa el bastón del juez. Tal como se hinchaba el pecho encanecido del juez y por los jadeos entrecortados enfurecidos, se iba a descargar éste en un santiamén. Otro lametazo al adornado garrote para añadir más dinamita a las fantasías del letrado.

—Espera, un segundo… tiene grabado el bastón una serie de números… joder, la combinación de la caja fuerte… la tenemos —se percató atónita Ayana abriendo los ojos más que aquella vez que le metieron dos pollas unos hermanos por el conejo al mismo tiempo.

Satisfecha, memorizó el número, se levantó de la silla de montar improvisada del culo de su hermana y empezó a lamerle las bolas a Lambert. El juez estaba ya al límite de sus fuerzas y se alivió dentro de la menor de las hermanas, una lustrosa lechada, sin dejar de estrujarle las tetas al grito de: "¡Aquí va mi zumo de papaya, potranca, aquí van mis 40 años de diferencia de edad!". Después cayó dormido como un conejo ipso facto sobre el sudoroso culo de Imani de 20 dulces añitos.

Sin más dilación, las hermanas aún semidesnudas se dirigieron raudas a la caja de caudales. Hacen uso de la combinación y abren la caja fuerte para encontrarse en su interior unos exiguos 200€, cuatro expedientes y una libreta con pulcras anotaciones a mano con la palabra Voynich grabada. ¿Dónde está el collar de perlas? —se preguntaron en voz alta.

—Nunca lo tuve —respondió el juez a su pregunta a sus espaldas, de pie, con el batín abierto—. Solté el bulo en los bajos fondos de que estaba en mi poder para hincharme a follar con Atrapafortunas gilipollas como vosotras y que me hicierais la casa durante semanas de gratis. Y ahora iros a tomar por culo, las dos. Aquí habéis terminado. Ya he avisado a la policía.

Y así nuestras amigas ladronas, folladas, y denunciadas ante la justicia por una serie de palabras que no entendieron, se marcharon con lo puesto de la mansión del juez Lambert. Vaya plan de mierda.

Imani, se iría a Mónaco a buscarse la vida pocas semanas después con un amigo traficante del que se enamoró perdidamente y Ayana tuvo que lidiar con una mancha en su expediente del que aún hoy se arrepiente.

El juez no tuvo tanta suerte con la próxima criada, que le terminó quemando la casa en un descuido. Si también se la folló el avispado letrado, queda a la imaginación del lector.


Vuelta al presente.

—¿Arsène? El libro que robó Moloko hace algunas semanas ha aparecido—es su jefa, la comisaria Babette Fournier la que ha llamado al móvil de Putain—. Su muy competente ayudante Michelle Dupont, una profesional como la copa de un pino, lo he localizado en un salón de masajes clandestino del barrio chino. Desde que estás fuera del servicio activo por enfermedad hace algunas semanas, Dupont ha estado infiltrada de incógnito en la sala. Esa fue la razón de que no atendiese sus llamadas y no el falso fallecimiento de un familiar lejano en Lyon. El local Madame Foo es muy restrictivo. Toca ser discretos esta vez y no entrar a lo bestia pegando tiros y gritando quién la tiene más gorda.

»Le revoco la baja por enfermedad de inmediato. Ya está bien de vacaciones pagadas por un hombro dislocado de nada.

—De acuerdo, en una hora estoy en la avenida de Jacques Rimbaud. Conozco de sobra la sala de masajes exóticos de Madame Foo. Me acabo de pedir un café más ardiente que el infierno y tardaré algo más... —confirma Arsène a su móvil en modo manos libres que le sujeta Ayana Deschamps a escasos centímetros de su boca y a su vez encima de la chorreante vulva volcánica de la africana.

Babette Fournier responde con su autoritaria voz de cazalla que se deje de gilipolleces de cafecitos, que no pueden permitir que se les escape de nuevo la vil ladrona. Que se apresure.

El buen inspector asiente, cuelga la llamada y le sigue comiendo el fosco conejo a la barista del "Cafe Stop & Go" en la trastienda entre voluminosas sacas de café 100% Colombia. Tiene la Srta. Deschamps un moreno muslo apoyada en el hombro de Putain mientras éste lame con devoción el sabroso conejo encarnado. Arsène le debía una buena comida de almeja desde hace tiempo, máxime si quería hacerse con las anheladas bragas atigradas para su colección privada. Así se lo había hecho saber a la reina de ébano.

—¿Mi tanga? Está usted lleno de sorpresas, espero que esos huevos suyos tan gordos estén a rebosar también. Pero antes de que descargue todo el peso de la ley entre mis piernas, toca chupar este impaciente coñito africano.

Dicho y hecho, Arsène le estaba lamiendo los gruesos chorreantes labios con una devoción casi religiosa hasta el momento de la llamada. Después de colgar a su querida ayudante, vuelve a la tarea, intercambiando las lamidas, como si estuviera pegando delicados sellos, con mordisquitos en la gorda y excitada pepitilla. No tarda Ayana en correrse con la demoniaca y hábil lengua de Putain y al incorporarse la barista para devolverle el orgasmo oral, el intachable inspector le responde que se quede abierta de piernas y se masturba frente a ella.

Poco después, tras restregar repetidas veces el glande por el higo de la barista y solo apuntalando la cabeza de polla, se corre Putain entre espasmos encima de su rizado vello púbico. No hay nada más excitante que rozar un hipersensibilizado bálano sobre áspero vello púbico africano. Generosas perlas de cálida leche salpican el sexo de Ayana. Se asemeja el hinchado glande del intachable inspector a una gorda fresa recubierta con un cremoso topping. Fresas y chocolate con nata. El postre preferido de la espectacular morena.

—Jódame, mi inspector. Aquí, a lo perrito contra las sacas de café. Hasta partirme en dos —ruega Ayana, con el corazón desbocado y alzando su tatuado culo para permitir la embestida. Sus enormes pechos se hunden en una saca apartando 1.250 gramos de café equitativamente con cada teta.

Pero el deber llama. El inspector se sube la cremallera, se guarda las caladas bragas atigradas en la gabardina ceniza perla y tras expandir su pegajosa y olorosa masculinidad con la mano abierta sobre el imponente culo y las gordas tetas de Deschamps, se retira rumbo a la comisaría. Queda en llamarla un día de estos. No hay forma de que el buen inspector se la folle de una vez por todas, y siempre surge algo. Tiene éste un calendario de cancelaciones más embarazoso que el de una soprano afónica.

Al marcharse, Ayana suspira decepcionada, pero a la vez complacida. Es sin duda, el inspector un adalid de la justicia e infatigable azote del mal, que no se deja confundir con los placeres terrenales si hay trabajo por hacer.

—¿Será esa tal Moloko la misma del robo del cinturón de castidad del Louvre? —se pregunta mientras se termina de vestir—. Puta Moloko.

Safe Creative 2301053042305


¡La banda sonora de "El robo del collar de perlas"!

Abba - Gimme! Gimme! Gimme! (A man after Midnight)


Abba - Money Money Money


No te pierdas todas las aventuras del intachable inspector Arsène Tiberius Putain bajo el siguiente enlace o en su libro recopilatorio de próxima publicación.


Sigue a Valentin@ en Instagram

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

OpenFly Air, Part IV - Two hot hostesses in Galicia

El pazo de Alcina Benavente (Especial Cthulhu 2022)

Lucía en "Academia de azafatas calientes"

Madame Le Noir

Nicole Moloko y el cinturón de castidad de Mata Hari (Inspector Arsène Putain #1)

Lola en "Turno de noche"

Azafatas en la nieve (OpenFly Air, Parte III)

Plomo caliente entre las piernas (Especial Salvaje Oeste)

Vania en "Sin agua caliente"

La guerra fría más caliente (OpenFly Air, Parte II)